jueves, 17 de enero de 2008

PERO SIGUE SIENDO BELLA






La mar por unas horas, dejó de ser coqueta, de gustar a mujeres y hombres, de llegar mansamente a las playas. Un día despertó asustada de un mal sueño, se movió intranquila y así permaneció un tiempo sin enterarse de que en ella se habían quedado doce flores, doce vidas que se arriesgaron o las hicieron arriesgar.
La fuerza de las olas, puede ser terrible, lo he vivido; he visto planchas respetables, dobladas como el cartón, balsas arrancadas de sus estibas, botes danzando colgados de sus pescantes como los ahorcados, gruesas puertas hundidas, las cubierta destrozada. Los peores temporales, en el Mediterráneo, en el golfo de León, con mucha diferencia de otros mares.
La mar, se queda sin pesca, son muchos a repartirse el botín día a día, sin dar descanso a los caladeros. No importa los que vienen detrás, sus hijos aún son pequeños, dinero, dinero; hay que salir a la mar con temporal o sin temporal, dinero, dinero; arriesgar vidas por el dinero maldito dinero; mientras los patronos se quedan en tierra mirando al cielo, ¡ Bah!, no está tan mal.
Hoy son doce flores las que adornan el mar, queda todo el invierno para hacer un rosario.
En alguna ocasión, hice fotos a los que en las inmediaciones de Punta Penencia en Doniños, cogen percebes. A mi que estaba en lo alto, me iba el corazón a mil por hora viéndolos. Olas enormes de las que tienen que aprovechar el reflujo, el instante en que dejan la gran roca al descubierto, para coger una presa que en el mercadao no te la pagarán a precio de oro, ni de plata, ni del bronce algunas veces, mientras se juegan la vida a golpe de mar, una, dos, tres ...... nueve; a la novena, escapar rapidamente hacia lo alto y ese ciclo, se repite continuamente, peligroso, traicionero, trayendo la muerte que cabalga sonriente sobre la espuma de la ola.
He visto documentales de la gente que coge cangrejos en el mar de Bering. Es terrible ese trabajo en medio de aquellas enormes olas que zapatea barcos y tripulantes quienes, recogiendo unas nasas enormes, en que algunas veces no traen o traen dos cangrejos, jugándose la vida minuto a minuto, metiendo doscientas trampas para cangrejos a bordo porque ahí no hay pesca, y hay que ir a buscarlos a otro lugar aún más batido.... pobres hombres, pobre gente, maldito dinero.
La mar ha enterrado a mucha gente o los tiene navegando entre dos aguas mientras los peces curiosos, giran a su alrededor. Unos aparecen y se recogen, otros siguen esa danza de muerte hasta que si hay suerte, las redes de un pesquero los recogen y hacen de mortaja.
En todos los puertos, siempre hay una figura hecha con bronce, de una mujer que espera el regreso, primero de los barcos en la lejanía y una vez atracados, el regreso de su esposo, de sus hijos porque, jamás he visto tanto dolor en un rostro, como en el de una madre a la que dicen que su hijo se lo ha llevado la mar. Son mujeres recias que ante la mala noticia, su rostro se torna en un dolor mudo, hermoso, de luto permanente.
La mar, mujer coqueta de pelo ondulado, rizado otras veces, de grandes bucles las más , despeinada para hacer daño y ojos azul-verde negros, cómo te engaña, cómo te lleva, cómo enamora.

BOFETADAS