viernes, 31 de julio de 2009

AQUEL VIEJO PAYASO...







Los altavoces anuncian: A continuación...., señoras y señores, la gran cabalgata final..... La función ha terminado... Y es ahora cuando inician el desfile las bailarinas; les siguen, arriesgados trapecistas con sus brillantes trajes de diamantes falsos; domadores de leones; de tigres, ponys y caniches; domadores de pulgas; el fakir de los grandes y negros bigotes, muy negros; el pequeño hombre bala; acróbatas; la mujer barbuda; enanos, muchos enanos vestidos de gala; una joven sobre un elefante al que le cuelga un enorme babero de la frente y al que siguen otros elefantes asidos por el rabo con las trompas del que le precede; payasos sobre un viejo y destartalado auto rojo cuya bocina no deja de sonar y en una esquina, el jefe de pista que los va nombrando cuando aparecen, sin necesidad de leer sus nombres. Son ya tantos años.
El circo ha quedado vacío de gente y de actores. El circo, que alguien lo describió como :
El domador entró desnudo en la jaula,
la trapecista entró desnuda en la jaula,
el león había muerto;
pero la jaula rugía.
De la penumbra, un viejo payaso avanza arrastrando una silla que coloca en el centro de la pista. El electricista que lo ha visto, deja encendido un foco cenital y el resto, oscuro y en silencio. Al viejo payaso le resbalan gruesos goterones por sus mejillas que dejan un surco hasta gracioso, marcado en su pintura. Pero esta vez son lágrimas del alma y no de un aparato que lleva en el bolsillo que maneja a su antojo, como cuando gira la grandota pajarita roja. El viejo payaso....
Recuerda a Grock, a Popov, al gran Charly Rivel con su silla roja en la mano y el llanto al cielo, hermanos Fratellini, Tonetti...., tantos y tantos que ya no están.
Cuando joven, la palabra payaso tenía para él otras connotaciones, eran hasta despectivas. Conocedor de ello el barrendero del circo Antoñito, de edad indefinida, lo sentó a su lado y en una animada charla le hizo saber que el mundo está poblado de payasos; tanto es así que, incluso unos a otros se lo llaman, sin darse cuenta de que también les cuelga el sambenito. Visten de calle, normales ellos, pero se les ve el "plumero" y es fácil encontrarlos, entre los banqueros; políticos; el clero no se queda atrás; militares; asadores de pollos; acomodadores; vendedores de coches; encargados; profesionales de la medicina; gentes de paso; gente que se queda; negociantes de armas; capataces;conductores de autobus; condecorados; seres que negocian con los hambrientos, con los lesionados; negros; verdes; amarillos; manifestantes que ignoran el por qué se manifiestan y acuden como borregos; los que rompen y ensucian el mobiliario de la ciudad; los y las prepotentes; actores de todo tipo; amas de casa y de cría; vendedores; prostitutas; carteristas; chulos; bobos; toreros y alguaciles; panaderos; loteros; fubolistas;contrabandistas; cacos de guante blanco; de guante negro; campanilleros; arquitectos; criadores de anguilas; sastres y sobre todos ellos, los cobradores de la gente pobre, estos son los ahogapersonas. Hay muchos más, pero no nos llegaría todo el día para mencionarlos.
Payaso..., payaso, es aquel que después de pisar un campo cubierto de amapolas con sus grandes zapatones, las flores vuelven a renacer al instante. Un payaso no lastima, ni tiene imaginación ¿para qué?, si está en posesión de sentimientos, infinitos y buenos sentimientos, que le hacen volar si se lo propone.
Conocía que la gente ansiaba su salida a la pista; en las manos aquel pequeño saxo que sólo sonaba ¡uuuuuhhhhhiiii!, ¡uuuuuuhhhhhiiiii! en tono agudo, era más que suficiente para que las risas surgieran de niños, de los mayores y él, inmensamente feliz, agachaba la cabeza con humildad, con generosidad que es como se debe de estar en la vida. Si sólo son cuatro días... pensaba en voz alta, cuatro miserables días.
Pero hoy, su Colombina no está, él que la cuidó y la quiso tanto en silencio, se ha ido; sin más. Sin tan siquiera mostrar su pañuelo agitándose mientras partía. Duele, vaya si duele. Media vida o toda, se le ha marchado con ella.
En una ocasión un niño, saltó a la pista, se le agarró la pierna y le dijo: ¡¡ Llévame contigo !!, ¡¡ llévame contigo a donde vayas...!!. Fue una de las pocas veces que lloró por no poder ayudar al niño. Jamás le dijo a Colombina, llévame contigo a donde vayas....La vió subir a su caballo blanco, hermoso, y sobre su lomo, con los brazos en cruz, se perdió en la lejanía.
Vivimos en un gran circo que tiene por lona un firmamento con pequeños agujeros, ínfimos agujeros que simulan estrellas. La lona va vieja, como el circo, como el payaso, como los recuerdos que nunca abandonan, pero nada es eterno.
El jefe de pista que lleva un buen rato contemplando la escena, hace girar un disco al que poco a poco irá aumentando el volumen. El electricista que tampoco se ha ido a dormir, va cambiando los filtros del foco que ilumina al payaso, y pasa de un azul claro cobalto a un violeta que mantiene, luego un leve ultramar y de ahí al carmín, para luego, un cadmio suave para fijarlo en un rojo violeta muy hermoso, como el color que toma la sangre al romperse el corazón a causa de un desamor. Al payaso ya le ha sucedido. Le ocurrió el mismo día en que Colombina, sin decir nada, partió sobre su caballo blanco, con los brazos en cruz, perdiéndose en aquella niebla..
En lo alto, un suave clac, clac, clac de los trapecios al golpearse entre ellos. Han comenzado a moverse sin que nadie ni el viento los empuje; clac, clac, clac, clac y la música sigue subiendo y la armoniosa garganta de Pavarotti canta:

Vistes la casaca y te enharinas la cara.
La gente paga y quiere reírse aquí
y, si Alerquín te roba a Colombina
¡ríe payaso y todos aplaudirán!.
Cambias en chanza el dolor y el llanto;
en burla los sollozos....
¡Ríe, payaso, de tu amor destrozado!.
¡Ríe del dolor..., que envenena tu corazón!.

Es tarde, muy tarde. El electricista apaga el gran foco. Queda en el centro el viejo payaso que siente como el circo se llena de murmullos, que van en aumento, es ahora cuando las voces y los gritos de los niños lo llenan todo. Siente como poco a poco se le va el alma, poco a poco el llanto, poco a poco la ilusión, la vida; su circo ha terminado y la función debe continuar..
A la mañana siguiente, Colombina se asoma con sus caballos a la pista, se para; quietos los equinos; ningún movimiento. En el centro de la pista un hombre de espaldas sentado en una silla; sus brazos caídos se balancean con la brisa de la mañana, la cabeza ladeada mira al suelo, como los crucificados. Un sombrero de payaso desprendido, ahora quieto en la pista por donde ha rodado. Los trapecios inician su clac, clac, clac, clac, clac....sin que alguien los empuje.
Un grito.


lunes, 27 de julio de 2009

LA NIÑA QUE SUSURRABA AL GATO






María, que quizás tenga unos cinco años, es rubia como las madejas que tejen los ángeles para hacer las coronaciones de las santas en éxtasis y santos en oración que es como aparecen en las pinturas. Espabilada y menuda para que la dejen en paz y no estén continuamente diciéndole lo mucho que ha crecido o lo guapa que se ha puesto de un día para otro.
María tiene un gato de un color gris marengo, muy brillante. No es un gato de marca, de coleccionista, es un gato de "palleiro" o pajar, normalito del todo.
Cuando abandono el ascensor y llego al portal, siempre o casi siempre los encuentro en comandita. María ha extendido una hoja de periódico sobre un peldaño de la escalera y sobre él va depositando en una especie de cazuelitas, trozos pequeños de lechuga, de zanahorias, de manzana, de perejil que supongo le habrá cortado previamente la madre. Da de comer al gato que en principio rechaza y luego huye con pavor, lanzando un terrorífico maullido de inconformidad, temeroso de tener que tragarse esas verduras, pero al poco, con la cabeza gacha regresa prudente.
María lo toma en brazos, le coge con cariño su pequeña cabeza y yo, desde la puerta de salida del edificio, veo como le susurra al oído frases y más frases que al gato le hacen permanecer quieto, atento a lo que se le dice mientras se va girando poco a poco, hasta que su vientre blanco queda al sol. No se si me ve, pero permanezo observándolos.
María continúa susurrándole al oído. Lo que yo diera por conocer lo que le cuenta pero, no es momento de romper el hechizo que estoy viendo. La niña me aprecia, quizás algún día tenga a bien contarme su secreto, pero es que el dichoso gato se queda tan quieto que parece se ha ido para el otro mundo.
Mientras la miro, mi mente se va a una aldea cercana a Tuy en Pontevedra, llamada Baldranes y a la que me enviaron a la edad de cinco o seis años para que engordara un poco. Fui inmensamente feliz gracias a cuatro mujeres y un hombre que me mimaron y gracias también, a una gran extensión de terreno por el que correteaba, grandes hiladas de viñedos, de prados, de árboles frutales, flores, pájaros que es como decir vida y al fondo, el río Miño al que amaba y que me embelesaba viendo el discurrir de sus aguas, mientras en cuclillas sobre una piedra, daba de comer pan a las truchas, que sin miedo se aproximaban. Ahí comenzaron mis ideas de ser contrabandista, cuando llegase a una edad prudente. Nunca llegué a serlo, se me olvidó unos años más tarde.
Un día cualquiera, miraba como los pollos recién rota la cáscara que los cobijaban, sin que nadie les enseñara, salían espabilados comenzando a picotear aquí y allá; todos menos uno al que la gallina no quería, lo separaba con la pata e incluso le picaba.
A ese pollo lo hice mío. Comencé a cazar moscas y más moscas que le iba dando, y el bichejo comenzó a seguirme como si fuese su madre o su padre, tanto es así, que cuando jugaba en aquella inmensa y soleada galería, el pollo acudía a llamarme con insistencia porque había visto una mosca y quería que se la alcanzase. La buena gente de la casa permitió que durmiese al lado de mi cama en una caja de cartón y nada más levantarme muy temprano, ya lo tenía tras de mi. El ave fue creciendo y a donde yo iba, él ya hecho gallina, iba unos cuantos pasos detrás, era lo mismo que fuese por los caminos que por la carretera. Para mi aquello, era algo natural y para las gentes que nos miraban, pienso que también.
Antes de venirme para Ferrol, supongo que hubo llantos a causa de la gallina, lo aseguro conociéndome como me conozco, aunque no lo recuerdo, pero no viajó a mi lado. Lo que si nunca pienso que hice, fue el susurrarle al oído mis penas, como María debe de hacer con el gato que tan atento escucha. De vez en cuando gira la cabeza hacia la niña, como si se admirase de algo que le dice y eso que no es un gato de marca, que sólo es un gato de "palleiro" o pajar para los castellanos.
Le digo a María que los gatos no comen verduras, que comen pescado. Me mira asombrada y responde, que su gato no es un gato como los demás porque tiene miedo subir a los árboles, no le gustan las alturas y además no sabe bajar y se muere de vergüenza si tienen que venir los bomberos con una escalera no muy larga para bajarlo.
María... - ¿Qué le dices al oído?.
- Cosas que no te voy a decir porque no debo -, contesta presumida, del mismo modo que lo harían sus hermanas algo mayores.
- ¿Entiende el gato lo que le dices?-...
- ¡ Claro que lo entiende!-, por eso obedece y está muy quieto.
-¿Y él te habla?-.
- Eso no te lo voy a decir. Es un secreto entre el gato y yo-.
Su sonrisa, con cierto toque de ironía, me ha puesto muy nervioso.
-Adios, María - le digo al marchar.
No hay respuesta.
Mientras camino, voy pensando si en alguna ocasión, llegué a susurrarle a mi gallina; más los recuerdos no acuden, hace tanto y tanto tiempo de aquello....

viernes, 24 de julio de 2009

A UNA MUSA





Sigo insistiendo y empeñado en decir, que el tiempo relativo a las personas no se puede medir. Viene esto a cuento de la noticia que da una emisora de radio informando que Carmina Ordóñez, hace cinco años que ha muerto. Pues bien, casi juraría, mejor dicho discutiría que hace mucho menos tiempo que ocurrió dicho suceso, puesto que, lo siento muy cercano. Para otros, que quizás se centran más, sabrán que ya hace ese tiempo y habrá un buen número de personas que dirán que ocurrió su muerte, hace muchos más años.
Pero eso hoy no es la cuestión, sino que ya ha pasado un lustro, desde que alguien encontró como una paloma herida, con las alas un poco separadas del cuerpo y el pico besando el agua, a la "divina del alma", a la musa de tantos y tantos, entre los que me incluyo, esperando no se entere o no se enfade la Carla del francés.
Viéndola casi a diario en las televisiones siempre excesivamente bella, su risa alegre y constante, se pudiera pensar que era del todo libre y feliz; pero estoy seguro que ha sido todo lo contrario y todos aquellos que la sentían como un cascabel llena de vida, se equivocaban de principio a fin. Libre..., en algunos momentos, cuando la mente no le hacía malas jugadas y en el silencio de la soledad, en que quizás pensaba y conocía que su modo de vida era un engaño. Feliz, de un falso feliz, siempre; durante las más de veinticuatro horas que para ella, tenían muchas veces los días.
La he visto caminar herida en algunas ocasiones, mientras las cámaras no dejaban ni un instante de perseguirla, intentando recoger un cerebro lleno de las falsedades que la puñetera droga le hacía sentir. Caminaba en busca del Pai, del Cabra y del Chuli sus inseparables "cuidadores". Otros más la seguían pero me da que no iban en verdad al lado de la persona, eran los "chupadores" del buen vivir a cuenta de los demás y de esos, tenía a mares. Fue una mujer desprendida y el dinero se le iba como se le marchaba el trozo de rio Guadalquivir que en ocasiones intentaba coger con las manos.
Carmina, musa de sevillanos y marroquís que tan cerca viven unos de los otros, musa de muchos más en la lejanía entre los que me encuentro porque, en el fondo, sentía como mío su intenso dolor, por las continuas vejaciones a que la sometían sus inseparables amigos de juerga hasta que el cuerpo caía desvanecido. Luego, cada uno por su lado y más tarde el despertar, una carga de mil quilos de plomo sobre el alma, pero que todo se solucionaba con un nuevo y último -asegurabas- "chute" de aquel caballo blanco, que casi al momento te volvía a la ¿vida? y en tu mente, la plena, diaria y continua consigna, que mil diablos llegados del averno te cantaban acompañados de una doliente guitarra : "de la droga no se escapa, a la droga se regresa siempre". Todo ello, ten por seguro y lo sabías, que esos sueños tienen un alto precio y estabas siempre obligada a satisfacer, los tuyos y los de todos aquellos y aquellas que te rodeaban, que en definitiva venían siendo los palmeros de la fiesta, los que con sus manos animaban; la voz cantante la ponías siempre tu y tu hermoso rostro. El entrar y permanecer en ese tiovivo a la larga se paga, pero ni tan siquiera te enterabas, no querías enterarte en medio de aquella vorágine de fiestas y amaneceres en el campo, en la arena de una playa que es cuando más gusta ver salir el sol. Cuando la plata se iba terminando, cuando finalizaba el reparto y ya no quedaba, la televisión te lo solucionaba; sólo tenías que reir con ganas dentro de la falsedad de tu mundo, que es lo mismo que decir nuestro mundo, reir y reir ante la mínima gracia que alguien hacía, echar el pelo hacia atrás continuamente para enamorar de ese modo al personal soltero o al que tenía la parienta al lado, que disimulaba; porque en el fondo, lo tuyo era gustar y nosotros, caíamos ante ti como idiotas, como lo que somos.
Me daba lástima tu ficticia libertad, libertad a la que nunca fuiste capaz de llegar aunque mucha gente piense lo contrario, estabas condenada, presa del maldito polvo blanco o del brown sugar que el color no importaba, metida en la dura ruleta de empalmar el día con la noche, la noche con el día al lado del Pai, del Chuli y del Cabra y otros vampiros del dinero y de los sueños, que cuando iban flojeando, un paseo por la tele y asunto arreglado. ¿Arreglado?.
En las horas bajas, muy bajas, todos te abandonaban. Siempre sucede, siempre ocurre; es hasta lógico para todos. Siempre el abandono está presente porque es lo mismo que decir huída.
Pienso y creo no equivocarme que tu sensibilidad era fantástica, magnífica y lo digo, por las escapadas a Marruecos, a sus colores, a su aire que tan bien huele, a su mar, al lado de una brisa que llevaba tiempo diciéndote; ¡Vente!, ¡vente!... no te vayas.... Lo que siempre sucedía, era que no le hacías caso; necesitabas también la sal de tu Andalucía, el jazmín de tu Sevilla mientras cruzabas sobre una calesa el parque de María Luísa, el pelo negro al viento y una sonrisa permanente en tu bello rostro.
Te encontraron sobre el agua, las alas blancas un poco despegadas del cuerpo y tu hermoso pico sumergido en el agua, como intentando hablar a unos peces de colores que veías en el fondo de la bañera. Cuanto engaño....
Larga vida, que alguna vez quise para ti y hoy, sólo me tengo que conformar con tu recuerdo cada año, cuando te citan en las noticias de alguna emisora de radio.
Es lo que queda de todo aquel mundo, que es lo mismo que decir, de todo éste jodido mundo.

jueves, 23 de julio de 2009

CAMINANDO BAJO LA NIEBLA






Camino en medio de una niebla que no moja, que lo cubre todo y por eso todo se ve más bello. También se hace presente en la plaza que ahora me encuentro y que llaman de los Vosges o de los Vosgos, en el barrio de Marais. Es una plaza con mucho encanto, de perfecta simetría y que la rodean casas de piedra y de ladrillo. Sus tejados son de pizarra azul que ahora brillan como si fuesen turquesas. En esta plaza nació el que luego sería cardenal de la iglesia y del reino Richelieu y en una de esas casas vivió Victor Hugo. Un lugar en que las justas, los torneos y los duelos de enamorados o esposos engañados, se sucedían continuos entre de la gran algarabía de las gentes, "panem et circus" aunque en esta ocasión, los estómagos estaban completamente vacíos, el hambre señoreaba por todos los rincones. Asoma y se muestra orgullosa la que en otra hora fue cárcel famosa, llamada de la Bastilla y que tanto sufrimiento guarda de una revolución que marcó una época. En medio de todo ello, la columna de Julio que preside desde lo alto y para más grandeza, de esa plaza que ahora recorro, un hermoso edificio de cristal, la ópera de la Bastilla.
En el barrio de Marais, el Ayuntamiento de la Capital y los magníficos museos del Carnavalet que protege la historia de la ciudad y el museo Picasso que guarda parte de sus obras pagadas al estado como impuestos por herencias y sucesiones. Y es algo que no cabe en mi pequeño y gastado cerebro; ya que, si un matrimonio que trabaja como condenados a galeras para ahorrar un poco y dejárselo -cosa lógica- a cualquier descendiente o a quien le venga en gana, el bondadoso padre estado, el que te anima al ahorro con anuncios en la tele y en la prensa, al final entre pitos y flautas o flautas y pitos, te lo lleva todo o si no es todo, la mejor tajada. Es como si quien tiene que ampararnos, lo hiciese practicando con nosostros la usura para su único beneficio y sea al final tal como es, el gran banquero llamado estado. No me entra.
Pero hay algo en este barrio que si todos los que lo caminan, todos, e incluso los pájaros se callan, se pueden oír los gritos y quejidos de los ajusticiados en los patíbulos levantados ante el Ayuntamiento. Debió ser horrible y es por ello, que cambio de aires y me voy a otros más limpios que se encuentran, como no puede ser de otra manera en Montmatre que en su día, fue cuna y altar de la bohemia, que es lo mismo que decir alegría, hambre y locura. El Sacre-Coeur lo adorna aunque para llegar a la iglesia, se necesita estar un poco en forma por la gran cantidad de escaleras que hay que patear y por tanto, prefiero dejarlo para otro momento.
Callejeo en soledad como casi siempre hago y es una delicia; casitas bajas llenas de plantas que te conducen a la plaza de Tertre donde multitud de artistas de todas las edades, se pelean por hacerme un retrato.
Aquí los cafés y bailes lo llenaban todo y de los cuantiosos molinos que hubo en funcionamiento, sólo quedan dos, el de la Golette que inmortalizó Renoir y el Moulin Rouge, cabaret que daba vida a la pobre vida de Tolouse-Lautrec.
Camino en dirección a la magnífica estación de metro más algo me impide acceder. Alguien me llama una, dos y hasta tres veces. Me giro, despierto de mi hermoso sueño, miro los edificios que me rodean y poco a poco voy recordando, que salí de casa con la intención de acercarme a la tienda de la esquina, a comprar una y simple barra de pan.
Tengo que desandar lo andado, unos trescientos metros. No me importa.
París, bien vale un sacrificio o más de uno.
París, bajo una niebla que no moja, es lo más hermoso que se puede ver.

miércoles, 15 de julio de 2009

HACERME UN SITIO






Había que caminar en principio, por un sendero que serpenteaba siguiendo el curso del río. Unas hojas secas, movidas por una corriente de viento, jugaban al "quetecojo" sin comprender el sentido del juego. Amparando al río, una procesión de abedules en todo su esplendor que con sus sombra, aliviaban a los caminantes que por allí pasaban al tiempo que los tilos perfumaban el ambiente y el tintineo del agua, al caer sobre un cuarzo purísimo y el volar de algún que otro abejorro les hacía sentir en plena naturaleza. De frente y al final del sendero, al lado de un viejo molino, el caminante se encontraba con la Paz que, como si fuese un juego, le hacía una pregunta. Si la contestaba debidamente avanzaba un trecho para quedar frente a la Libertad quien, con un poco de malicia también le preguntaba algo más difícil porque ya se sabe que alcanzarla no es nada fácil. Si el caminante también pasaba la prueba que tanto ansiaba, la Paz y la Libertad le acompañaban a lo largo de su vida a no ser, que alguna vez admitiese en su interior la mentira, el rencor, el engaño, el olvido. De ser así, la Paz y la Libertad regresaban de nuevo al camino para permitir que otra persona aspirante, efectuase la prueba. El individuo al quedar sin Paz y Libertad, pasaba a engrosar las filas de la mentira, del desengaño, del olvido.....
Por todo ello, había mucho movimiento de avance-retroceso ya que la Mentira y el Engaño, una pareja de ancianos de rostros horribles, de unos tres mil años de edad o más, tenían conocimientos sobrados como para tentar con mil ardides a las gentes.
Un día cualquiera, una mujer llega al camino. Es inteligente pero muy temerosa, todo le da pavor aunque procura que no se le note. Pues bien, en vez de responder a las preguntas de forma noble, pide ayuda a la Mentira y el Engaño y con ellos se alía por lo que consigue el aprobado en las fáciles preguntas que le han hecho. Camina con sus nuevas amistades, a las que también se une el Olvido quien le previene de no salirse del territorio que le han marcado; jamás debe salir.
Desde entonces, la mujer ante evidentes verdades, miente continuamente, no conoce el significado de la verdad porque en donde se encuentra no existe; olvida a su familia, a sus amigos, lo olvida todo y sólo piensa en ser única en la vida, que todos y todas le rindan pleitesía porque, ha pasado el examen y está muy por encima de cualquier ser terrenal.
Es su forma de vida aunque lo haga con engaños, trampas y mentiras permaneciendo continuamente en es espacio que le han marcado.
Un día, asomada a un gran precipicio en compañía de su nuevo novio el Engaño, que como es del todo lógico, continuamente está a su lado. Desde aquella altura ve a su familia, a sus gentes que ya no le importan. Con ellos, y sus amigos, ve como amablemente charlan la Paz y la Libertad y tras ellos, millones y millones de personas felices cantan, viven.
La mujer cansada de estar con los ancianos, porque ahora le molesta todo; quiere unírse al gran grupo, más al llegar a la frontera del terreno que le han asignado, fuerzas ocultas no le permiten avanzar más y cada día que lo intenta, su cuerpo envejece más y más. El Engaño la abandona y ella continúa insistiendo en cruzar la frontera sin saber que a cada paso que lo intenta envejece de modo alarmante hasta que se convierte en un montoncito de cenizas, que una mala racha de viento esparce.
No es bueno en la vida -no se en la muerte -querer acapararlo todo. Como la mujer que se creía el ombligo de la creación sin darse cuenta que su destino era el de convertirse en un montoncito de polvo gris, que al menor soplo de viento se desvanece.
Paz y Libertad os llamo y os reclamo para todas las mujeres y hombres de buena voluntad y que hoy por hoy llenan todos los rincones del mundo.
Hacerme un sitio, hacerme por favor un sitio. También quiero entrar. No he hecho trampa y llevo el examen aprobado.

martes, 14 de julio de 2009

PUDO SUCEDER.






Es un día nublado, oscuro pero sin lluvia. Ha pasado media hora desde que los autos en feroz carrera, traladaban a las personas a sus lugares de trabajo, porque las cosas como están hoy en día, no hay que llegar tarde. Sólo a ocurrido un pequeño roce de carrocerías, se toman notas de los respectivas casas aseguradoras, lo hacen en paz y a partir de ese momento, toda la zona ha quedado tranquila.
En la cafetería pintada en color verde veronés, que hace esquina cercana al parque, un grupo de vecinas se reunen antes de ir al mercado; sus conversaciones son animadas y mayores son sus risas. En un momento dado, una de ellas cercana al gran ventanal, la de más edad, se levanta de su asiento, mira a sus compañeras y señalando a un hombre que cruza la calle dice: ¡Me ha querido violar!, ¡me ha querido violar!,... al tiempo que rompe a llorar, sin lágrimas en los ojos.
Las demás mujeres miran hacia el lugar que indica y allí, un anciano cabizbajo que camina lentamente; bajo el brazo un periódico doblado y en una mano una barra de pan.
- Hay que denunciar- grita una de ellas, la abanderada feminista, la que se reune los sábados por la tarde con otras, porque no encuentran quien les quiera. Es tanto su poder, que las convence y como está habituada, al poco todas en el juzgado para denunciar a una persona que ni saben en donde vive ni tan siquiera conocen su nombre.
-¿ Está usted segura de que quería violarla ? pregunta el oficial del juzgado.
- ¡ Segurísima !- responde. Lleva tiempo tras de mi y no es que me diga nada pero si se lo que piensa.
- ¿Qué es lo que piensa ?- implora el oficial, al tiempo que el alma y el entendimiento se le van a los pies.
- Pues....piensa que quiere violarme.
- ¿ Y cómo lo hace ?.
- Lo hace, lo hace.
- ¿Le ha tocado ?, ¿se le ha insinuado ?.
- De momento no, pero lo hará.
Estando en ello, entra en el juzgado un hombrecillo que reconocen como el que llevaba el periódico doblado bajo el brazo y, una barra de pan en la mano.
El oficial se levanta, inclina levemente la cabeza y saluda al recién llegado: - Buenos días señoría....
-¿Mucho trabajo ?, pregunta el juez.
Lo de siempre y una nueva denuncia que por acoso interpone la mujer aquí presente.
- Gracias, don José. Ponga interés en ese caso, últimamente hay demasiadas denuncias por acoso. ¿ Ocurrió el mismo día que las otras ?.
- No, señoría. Ocurrió el día doce de este mes. Cuando usted se encontraba de en Alemania dando las conferencias.
-Bueno, bueno, no perdamos tiempo.
Ya en la calle sus amigas preguntan de nuevo: ¿Estás segura de que ese hobrecillo te quiso violar?.
La mujer duda.
¿Cómo hizo para violarte?.
- Bueno, violación en verdad no hubo, quizás ese señor tuvo algún mal pensamiento. Seguro que tuvo que tener un mal pensamiento, todos los tienen. No estoy segura.
La feminista por una vez calla. En su interior busca un posible motivo que no encuentra.
La presunta violada, ahora tampoco.


Moraleja: Hay pensamientos y también duras frases, que sin base alguna, pueden ser causa de un dolor terrible.

jueves, 9 de julio de 2009

LA SOLEDAD, AL AMANECER SIEMPRE






La soledad, al amanecer siempre
triste, porque así lo tengo escrito
aunque la lluvia que cae de vez en cuando,
no me deje jugar previo en la distancia;
y en lo alto, mi mala estrella que vela
los infiernos duros que aún albergo,
sin encontrar salida al milagro que no llega.
Es un amanecer que me conduce lento
de nuevo a la gran escalera del dolor,
esperando las lentas horas que dudo pasen
por arrastrar infinitas lanzas que la señalan,
enormes agujas del reloj que no paran,
que jamás cesará en su maldito recorrido,
más certero de mi tiempo que me ahoga,
por no saber que la vida es diferente,
y sugiere un ¡vete!,¡vete! que ahora sobras,
has tenido como poco, tu momento de luz,
lo bebiste sin saber guardar aquella lámpara,
que en la noche te guardaba, te mimaba
y no supiste, no entendiste, no debiste, ¡imbécil!,
no se si cobarde o arrepentido fuiste loco
en busca de contrastes, de pareceres, poco a poco
creíste que tal sucedía, siempre veías la estrella
sin pensar que al hacerse el día, huía primera
hacia el recuerdo que vive en la distancia
hacia lo oscuro de la vida, doloroso de la vida
y son los sentidos los que también comienzan a huir
y quedo como otro Johnny destrozado, más con voz
pero esta vez sin fusil alguno,
sin ya palabra alguna,
ni cantos en mi mente,
ni voces a lo lejos,
ni mares amados,
ni dios prometido,
ni alma gemela,
ni constancia,
sin pena,
Dolor.
Necesito luz.

-Loiba Sober-

BOFETADAS