viernes, 26 de junio de 2009

UN SUEÑO, UNOS RECUERDOS.





Desperté sobresaltado, empapado en sudor. En el aire, aún quedaban las leves imágenes de unos muchachos que conocí en Madrid, buenos entre los mejores, rebosando alegría y vida a raudales. Eran mis amigos aunque algunos, los más acémilas les llamaban maricones y los demás, los otros que les tratábamos les llamásemos Jacinto, Daniel, Romero; porque previamente les pedí que así lo hicieran.
Creo que de alguno ya he hablado en este lugar. Han pasado muchos años, a veces hasta creo que infinitos pero siguen perdurando en mi, hermosos recuerdos de ellos, de su buen hacer, de su aguante que era mucho, personas inteligentes con la sonrisa perenne en la boca y a los que alguien se dio en llamar "despojos de la humanidad" y por ello les perseguían, como persiguieron en su día a los gitanos, cartageneros y a la gente de mal vivir.
Ya en Ferrol, tuve que acudir a la antigua prisión de Caranza, a fin de tramitar unas diligencias, que se decía. Mi corazón se rompió al verlos asidos a los barrotes que formaban la puerta de entrada que llamaban "rastrillo", mientras me miraban. Pedí me abrieran aquella frontera y allí los abracé mientras lloraban. En aquel espacio, ocupado ahora por gentes que le decían de "la peor calaña", se hizo un silencio de respeto que agradecí mirándolos a todos y haciendo el signo de aprobación.
En la prisión provincial de Vïgo, un buen grupo de presos me aplaudieron cuando abandonaba aquel lugar, después de decirles unas palabras que no tengo ganas de repetir y menos recordar. En las cárceles, lo aseguro, hay humanidad a lotes. No pensar en las de las películas americanas.
Vayamos a lo que íbamos. No era raro encontrar a bordo de cualquier buque de la Armada, un mariquita. No me pesa escribirlo de esa manera en este blog porque con ese nombre va mi gran respeto y no me cuadra, escribir homoxesual, maricón, pervertido. afeminado, pescado... que pienso degradan al individuo. Mariquita, aquí lo escribo y una vez terminado el relato, vuelvo a llamarles por su nombre de pila. No era raro digo, encontrar a uno de ellos, formando parte de la dotación de algún barco. El mariquita a bordo, ejercía voluntariamente las funciones de lavandero o sastre porque de ese modo, al llegar la noche, quedaba a dormir en su destino y no se mezclaban con el resto que, a buen seguro los respetaban; y allí pacientes y en tranquilidad, esperaban la amanecida.
En Cádiz, el Arsenal de La Carraca era su verdadero territorio ya que, al tener que hacer de forma forzosa la mili, en algún lugar tenían que estar y en ese sitio, convivían con el resto sin problemas. Lo que se procuraba era que a bordo de los barcos no hubiese más de uno a fin de que una mínima tentación, que todos tenemos en ocasiones, pudiera llevarles a la posterior aplicación de un maldito articulo de aquel ladrillo llamado Código de Justicia Militar - del que jamás en mi trabajo hice caso -, y pudiera hacerles la puñeta con cualquiera de sus contenidos, del todo alegales e inhumanos.
Los otros ejércitos, me da que eran un poco más serios con ellos. Marina siempre ha sido más permisiva, más humana porque aunque no se quiera en un buque, doscientas personas conviviendo día a día, hablando continuamente, cruzándose por los estrechos pasillos, comiendo juntos e incluso si cuadra, contándose las penas o llorándolas si hacía falta, casi siempre a causa de la novia, formaba parte del día a día. Luego, con tal de que el barco funcionase al cien por cien, y los puestos en los ejercicios se ocupasen de forma rápida, era más que suficiente para que la gran familia no despreciase a nadie por nacionalidad, color o por comportamientos "anómalos" para la otra mayoría. Es más, el mariquita era la persona que al piropo de su comandante diciéndole !! guapa !!; podía responderle sin el menor reparo: -¡hijo de la gran puta, y que feo eres!, acompañado de una sonrisa y me estoy acordando de "La Loba" de la dotación de un destructor en Mallorca.
Pero esta mañana desperté asustado como si algo grave hubiera sucedido, tanto como para dejarme el cuerpo intranquilo, raro, perdido entre paredes.
Me levanté y al poco encendí el portátil por si había algún correo, calenté un poco de café -es el único trabajo que suelo aportar a la casa durante todo el día y ahí queda dicho para las feministas -; la pantalla comenzó a mostrar los iconos; ¿por qué las feministas son tan terriblemente feas?; tomé el ratón, - y cómo nos odian - me fui a las noticias tempranas,- es que no hay alguna guapa-; un sorbo de café que soplé con fuerza al exterior, no porque estuviese caliente; ante mi, la noticia de "Michael Jackson ha muerto"....
¿Qué relación pudo tener tal suceso con mi terrible sueño?, ¿por qué imaginé a otras personas?... ¿ Tendré algo de brujo, de esos que más tarde van a la tele ?. No lo pienso así. Ha muerto creo, un depredador de niños que el dinero absolvió de un grave castigo y ahora, a cambio de un dineral espero y deseo que lo beatifiquen.
Me he fijado en muchas ocasiones en los rostros de algunos santos lampiños ellos, que sitúan en las capillas de las iglesias, el Bautista, san Estéban, san Telesforo de Antisoloquia.... y más, que tienen unos rostros que les pierden, unas facciones que desbordan pluma. Sus creadores, los han querido poner tan guapos, que se han pasado. A ver como colocan al negro descolorido que tantos seguidores tiene.
Los que si son hermosos, son los ángeles porque carece de sexo y se lo pueden permitir.
Y mis mariquitas, que teniéndolo, son capaces de llorar ante una flor que las bombas acaban de quitarle la vida, ante un niño que juega con una pelota de trapo con sólo una pierna o recoge metralla en un campo de minas para vender y ayudar a su familia y como no, ante el llanto de un recién que pide teta en medio de la ardiente tarde, mientras la madre se toca unos pechos secos, muertos.
Se va acercando la noche, luego vendrá el día y la rueda de este puñetero mundo que continuará girando para engorde de unos y desgracia de muchos.
Que sí. Desde lo alto, nos siguen probando.

jueves, 25 de junio de 2009

LOS POZOS QUE CASTIGAN.






Es domingo y las dos mínimas campanas de la capilla , se animan agudas llamando a los fieles. De la aldea, van subiendo salteados grupos de gentes quienes, aunque se conocen bien, buscan la compañía de los más allegados, porque en las aldeas siempre hay tres estamentos, a saber: el cura, boticario y guardia civil que van al casino; los de la partida en la tasca y las mujeres. De la aldea a la capilla no hay mucha distancia y es fácil llegar, basta seguir el curso de un limpio y musical riachuelo que corre entre ameneiros y xestas que ahora están en flor.
A la puerta de la iglesia don Marcelino, cura de los antiguos, de misa en latín, gruñón, jugador empedernido de tute, preside el club de futbol juvenil "Placeres". El nombre no le gusta mucho más, como salió de ese modo en la votación - a las mujeres no les dejaron votar -, hay que aguantarlo. Pero lo de los placeres, que no le gusta.
A un tiro de piedra de distancia, Xesús el pastor de ovejas que mordisquea una paja de trigo seca, mientras apoya la espalda en un recio roble al lado del pozo. Cura y pastor se miran desafiándose. No consigue que vaya a misa y no es que sea malo, que tiene buen corazón; pero al menos, desasnarlo un poco que falta le hace.
Las gentes, muchas de ellas visten luto riguroso, van entrando a oir misa. Sus ropas huelen a cerrado y se han peinado con agua de colonia. Las más presumidas se han dado un poco de colorete en el rostro, que luce mucho. Todos saludan al cura que responde con un gruñido, sin apartar la mirada del rostro de Xesús.
Cuando todo queda en silencio y las campanas han enmudecido, el Xesús saca de su zurrón una bota de vino y un pequeño libro que le prestó el maestro y lee. Hace mucho tiempo que lo viene haciendo en soledad ya que devora páginas y páginas, guardando en su cerebro el contenido. Los dos, maestro y él son republicanos convencidos pero ello, de momento hay que ser sensato y callarlo. Bastante gente llenan ya los calabozos.
Al salir de los oficios, los parroquianos charlan muy animados en el atrio. El cura hace señas al Xesús de que le va a zurrar y el pastor de ovejas -no confundir con el de almas-, de un brinco se coloca sobre el brocal del pozo y comienza a saltar de un punto a otro de un imaginario diámetro. Todos miran y ríen, más en uno de los saltos, Xesús ha pisado un verdín que la humedad ha formado y resbala al tiempo que sus manos al aire, intentan agarrarse a lo imposible mientras va descendiendo a gran velocidad a lo profundo, que se le hace infinito.
El cura dispone bajo pena de excomunión que nadie le preste ayuda y ahí le dejen en el averno "para que se redima, aunque lo veo difícil". La tía Cármen, propietaria del pozo, también afirma sin decir palabra alguna. Hace tiempo le tomó manía al pastor, manía que por mucho que lo piensa, ignora el motivo. Suele suceder en las personas.
Lo que no saben, es que al llegar a lo más profundo, el pastor se ha golpeado con algo metálico y al abrirlo tanteando su contenido, supo que eran monedas que en un principio piensa quedarse más, como el pozo lo retiene y no puede salir por si sólo, hace el trato con los de fuera y les entregará las monedas, a cambio de que al sacarlas a la superficie también lo izen a él. Iluso....
En el bar, todos los convecinos y a la cabeza el cura, beben y gritan. Dinero y alcohol corren a raudales en la tienda de Joaquina que contenta los abraza uno a uno. El cura ya no ve los naipes por más que lo intenta. En un rincón, al lado de los sacos de patatas, tres parroquianos, sujetándose por los hombros para no caer, cantan o mejor dicho destrozan una ranchera. Como siempre en la cocina, las mujeres hablan en silencio mientras vacían unas cuantas botellas de anís de la Asturiana. Antonia que no aguanta la bebida, ha caído de espaldas con las piernas a lo alto y por más que lo intentan, no consiguen enderezarla. En la entrepierna le colocan un viejo mantel y a continuar con las críticas que tan bien llevan.
A media tarde, el cura los dirige al pozo de la tía Cármen. En lo más profundo, Xesús dormita su mala suerte, hasta que un fino chorro de agua le va empapando consiguiendo despertarle del todo. En lo alto, con la sotana remangada, pito al aire, el cura mea sobre el diablo del pozo y ríe, ríe tanto que un buen grupo, por la espalda le ha tenido que coger de la sotana para que no se caiga en el agujero pues, su estado febril y emoción son inmensamente grandes al ver al hijo de Satanás en lo más profundo del averno. El cura, es tanta su alegría y tanto el alcohol que ha tomado, que hasta piensa que tiene alas y sólo le falta un empujoncito para conseguir llegar al padre eterno y contarle que tiene preso a un siervo de Satanás, de los más malignos.
Un día en que Xesús come lo que le van trayendo sus vecinos, escucha la terrible tormenta que se avecina,truenos horribles y a lo lejos rayos que dibujan carreteras en el cielo. Los manantiales rompen, las aguas fluyen, el pozo comienza a llenarse y él pastor de ovejas flota. Al poco, ya en la superficie, finaliza su maldito castigo. Un penoso castigo al que le sometió un representante de la bondad, que quería desasnarle....
No hubo venganza a continuación. Desde una buena distancia, la tía Cármen lo mira y se pregunta por qué tanta indiferencia. Xesús, días más tarde, le lleva a casa un pequeño cordero. No se llegan a cruzar palabra alguna.
Es un pueblo como todos los pueblos, con la única diferencia de que al regreso del boticario de la capital, manifestó ante todos que las monedas no tenían valor, eran falsas y las había decomisado el ministro de la gobernación, para su posterior destrucción.
¿Falsas?. Los que tomaron parte en la fiesta piensan de otra manera, pero, si el señor gobernador dice que son falsas, como tiene más estudios, a la fuerza tienen que serlo.
Cuando los del periódico preguntan al pobre Xesús que cómo se encontraba dentro de aquel pozo; no contestó; miró al cielo fijamente, al tiempo que unos enormes lagrimones resbalaban por su rostro recién afeitado.
En la pequeña capilla de piedra, don Marcelino el cura, comienza a revisar y vaciar una a una, las boetas de los santos.

miércoles, 24 de junio de 2009

NEDA SALEHI, MÁRTIR.






Neda, municipio coruñés de unos 24 quilómetros cuadrados, una población de no menos de 6.700 habitantes, con una valle muy hermoso del Belelle y en donde vive Manuel con su familia.
Neda, 26 años de edad, estudiante iraní a quien le gustaba la música. Hasta hace unos días, luchadora inclansable en búsqueda de la democracia y libertades de su pueblo, que fue abatida en un mínimo espacio de tiempo, por la munición de un paisano traidor al servicio del gobierno; traidor a sus gentes o quizás un ignorante a quien pusieron en sus manos un arma y que aún hoy desconoce, lo que significaba aquella persona que ante él, sola, sin arma alguna, sin tan siquiera la bandera de la esperanza, también le quería libre.
He disparado muchas armas; siempre lo hice a un bote de tomate o de pimientos vacíos, situados en la distancia. Tuve mucho cuidado y jamás hice la menor gracia con esas armas e incluso, una pistola que heredé del mínimo calibre 6,35, hace tiempo que pedí se me agujerease tanto, que fuese imposible rehacerla y así, con casi todo el acero carcomido por una broca, reposa y descansa en el fondo de algún cajón. Las armas son un maldito invento en evolución constante y lo siento por los cazadores que también con ventaja, desde la distancia, abaten piezas que de otra forma no lo conseguirían y hasta casi lo siento, por ese paramilitar de Basij que también abatió una paloma, de un cercano y traidor disparo en el pecho; tan cercano, que ni tan siquiera tuvo tiempo de abrir sus alas. Cayó al suelo, los ojos en blanco y su garganta tuvo tiempo a empujar miles de claveles rojos que a borbotones le salían por la boca y poco a poco fueron cubriendo su hermoso rostro, todavía muy jóven.
Neda, que se traduce a nuestro idioma como "la voz", "la llamada"; ha pasado a ser el símbolo de un pueblo que en el siglo XXI pide paz, legalidad y unión de todas las gentes para que convivan en libertad. ¿Es tan anormal lo que ansían?.
Lo que actualmente sucede en Irán, ha sucedido en muchos otros lugares porque el planeta Tierra, hace mucho tiempo que ha dejado de ser azul. Todos, todos los que gobiernan, manifiestan que ello les causa un gran sacrificio, pero coño, no sueltan el puesto ni que les corran a gorrazos. Se agarran y se agarran a la silla, hasta algunos parece ser que gobiernan después de muertos, pues grandes retratos de mandatarios siguen ocupando cabeceras de unos desfiles que da miedo verlos; no digamos una momia que se encuentra en Moscú y a la que a diario, continuamente se le rinden honores y otros que campean a sus anchas por la ultramar de los navegantes.
Pero hace muy poco fue Neda, quien como una flor rota quedó tendida en el pavimento, los ojos en blanco, los claveles formándole la corona que todos los mártires llevan y que cuando luchan por las libertades suelen adornarles el rostro, mientras van camino de su sueño eterno y hoy Neda, que ya quedas como símbolo a seguir en las revuelas de la "Ola verde" y el resto de los que pensamos como tu, descansas después de haber sido prohibidos tus funerales públicos, ni una simple despedida te permiten. Pido y ojalá que allá en donde te encuentres, puedas continuar escuchando la música que tanto te gustaba, música que no quiero que se mezcle con los atronadores y terribles disparos de gentes inhumanas, enjambre de gente bruta que con un arma en la mano se creen los dueños de la calle, sin darse tan siquiera cuenta, sin saber que el verdadero poder se encuentra en la palabra a media voz, pausada, legible; rebatida si cabe, por otras palabras dichas en el mismo sentido y forma, por gentes a las que no se les hace difícil el sonreír y aprobar lo que estiman cierto o al menos que consideran mejor para todos.
Lo último que escuchaste fue : "Neda, quédate conmigo, quédate conmigo". No hiciste caso, ¿para qué? si seguramente a la siguiente oleada de malditos disparos uno al menos, estaría reservado para ti, por tus convicciones, para tu martirio.
Tus claveles se han ido secando pero mantienen el olor que los ángeles dicen tienen. Tu memoria queda y, lo que de verdad me apena es que no te llevaras el MP3 para poder continuar escuchando la música que en él tenías grabada, música de amor, de paz, de luz, de paisajes y mares, y del río en que una vez te peinaste antes de salir corriendo para la facultad.
Neda, tengo una pregunta que me quema, ¿mereció la pena?.
Deseo con todas mis fuerzas que tu pueblo, que tus gentes te den la razón, pero seguiré pensando en silencio si mereció la pena por mucho que se hable luego de la sangre mártir. Las generaciones evolucionan, se van cambiando los modos de pensar, los gobiernos cambian, no hay nadie inmortal y aunque se diga que quien no recuerde lo pasado está condenado a revivirlo..., no lo se; no estoy ahora para estrujarme el poco cerebro que me queda.
Pais de mandatarios locos, cerrados al mundo, que nadie se entere de la represión. Malditos de pistola en mano que desafían la legalidad mundial. Me dais una inmensa pena y un verdadero asco.
Veintiseis años, estudiante de filosofía y le gustaba la música.
Que tu Alá te lleve junto a él, al inmenso jardín que aseguran tiene.
Yo, dentro de mi humildad, te deseo larga VIDA.

sábado, 20 de junio de 2009

PARA ELLAS Y ELLOS, AUSENTES.








Tanta que tenía y ahora, sin proponérmelo tan siquiera, me estoy quedando sin imaginación. Seguramente que se me ha gastado con el paso de los años. Lo único que hago es mirar dentro de esta penumbra en que me encuentro, para un techo oscuro en el que, como si se tratase de un cine, veo pasar de vez en cuando, las imágenes de la calle que penetran por la ventana entreabierta.
Es tan triste que no pueda expresar, que no sepa decir con palabras lo que en mi interior sucede que, a pesar de que pongo en tensión todos los músculos de mi pobre e inservible cuerpo; no consigo que de mi boca salga palabra alguna.
Y como duele...., que no pueda, que no sepa hilbanar tan siquiera dos palabras, dos únicas palabras que pudieran tener algún sentido, un mínimo sentido.
No hace tanto, unos meses únicamente, que todo se fue al carajo por no saber, por no darme cuenta de lo más simple como es, colocar una silla en el suelo sobre sus cuatro patas. Un niño pequeño lo puede hacer y yo, que me he pasado toda una vida enseñando operaciones complejas, no soy ni tan siquiera capaz de colocar una silla en su posición normal. Se que comencé a sudar mientras lo intentaba porque a mi alrededor algún que otro familiar y vecinos me observaban. En un principio -luego lo supe -, les hacían mucha gracia mis errores, mis equivocaciones pero, cuando mi cerebro comenzó a perder más neuronas que se iban quizás, por los oídos, fue entonces cuando se pusieron más serios, intentaron ayudarme a colocar bien la silla que contemplaba fijo y en silencio desde hacía más de una hora, que no conseguía poner de pie. Lo intentaron muy serios y fue ahí, en ese preciso instante cuando emití un grito lastimero, de sufrimiento, que salía de mi garganta rota con un mensaje del todo simple: - ¡ perdonarme, no puedo, no se cómo se hace ! -, y me negué a que tomaran parte de aquel trabajo que yo intentaba realizar.
Luego los médicos. Preguntas que entendía perfectamente pero que se me hacía del todo imposible contestarlas y al final, éste maldito sofá en que me encuentro al fondo de una habitación semi oscura en la que, por el techo, se van reflejando personas y autos que pasan por el camino. Aprendí hace muchos años, que todo eso había sido observado por Leonardo, para a continuación inventar la cámara oscura, pero él, seguramente tendría bien el cerebro. Yo se que no lo tengo.
No te extrañe que recuerde cosas en mi situación, lo que sucede es que no se expresarlas de modo alguno porque el cerebro me va menguando y al no poder, reviento en exabruptos, maldiciones y juramentos; eso al menos es lo que a mi me parece, pero quizás todos los sonidos que puedan salir por mi boca si es que salen, más bien puedan tratarse de incongruencias sin sentido, de ahí que alguno se ría con ganas y me haga volver a repetir lo antes dicho para de nuevo reirse.
A verme, viene mucha gente y eso me duele en demasía. Vienen, como cuando van al zoológico a ver únicamente el gorila blanco. Los demás animales no les interesan, el mono si y, me miran como asustados en principio, luego, cuando ya llevan un tiempo ante mi, bromean y hacen chistes sobre mi situación. Un niño que les acompaña, pelo rojo, pecoso, cabronazo a más no poder, me empuja como mi propio bastón, bastón que en otros tiempos me acompañaba en mis andaduras por los caminos y montes como defensa, por si algún perro u otro animal me enseñaba los dientes. El niños pecoso ríe y ríe mientras clava el puñetero palo en mi pierna ya dolorida. Nadie le dice nada. Ni yo puedo, tampoco.
Hubo un tiempo, no recuerdo cuanto, que se me permitía pasear cerca de la casa. Notaba como en la distancia era vigilado y por tanto, si daba un paso de más los gritos del vigilante o de la vigilanta sonaban secos, histéricos, precisos como los de un teniente al mando de la tropa. Entonces, poco a poco regresaba, la cara mirando al suelo, sumiso,abatido, vencido; esperando la duodécima bronca del día.
Pero un día los de la atalaya se despistaron, me alejé nervioso en principio; el miedo me recorría todo el cuerpo pero, al doblar el seto comencé a caminar muy apurado, tanto que a continuación inicié una carrera en libertad, en hermosa libertad y, que belleza había en todo lo que me rodeaba, jamás me había fijado en el nogal que ahora abrazo, su piel lisa como cuerpo de novia, aquel olor a nueces verdes que lo llenaba todo, era una felicidad jamás sentida que se me rompió cuando la mano de aquella mujer se apoyó en mi espalda, y gritó sin el menor miramiento: - ¡ Eres tonto....!, ¿ o qué ?, a continuación un seco ¡¡ camina... !!, al tiempo que me señalaba la dirección de la casa.
En el rincón, al fondo de la habitación que me encuentro, los días son lentos, terriblemente lentos. Huele a periódicos viejos amontonados, a pantalones orinados y no a nueces verdes tal como olía aquel árbol. Hace tiempo que la gente ya no viene a verme; se quedan en una habitación a la entrada en donde yo antes, hacía los crucigramas y organizaba mis sellos. En el fondo, prefiero que me dejen tranquilo y no vengan a visitarme, sobre todo el cabrón del niño pecoso que tanto me humilla.
He pensado y pienso continuamente en la muerte. Es una sensación rara desear que llegue lo que tantas gentes evitan; pero es que no siento, no me noto, no padezco..... no vivo, porque aunque pueda respirar, todo mi ser, todos mis sentidos, hace tiempo que han muerto, que me han abandonado. Que recuerde, desde el mismo instante o poco antes de no poder poner en pie, aquella simple silla.
Para todas aquellas personas que el alzheimer truncó sus vidas.

viernes, 5 de junio de 2009

INTERMINABLE FLORENCIA






Me gusta el grupo de compañeros reunido, para hablar de una y mil cosas, para hablar de lo que va apareciendo en las memorias individuales, para escuchar a alguien que cuenta historias con o sin importancia, para prestar atención a la novena vez que me narran el mismo viaje, para reír aunque antes reía mucho más -deben ser los años o la tristeza de la lluvia-, historias para asesorar, aconsejar de modo diferente que en este oficio somos muy buenos los gallegos, aunque la solución a la que se llegue sea la menos acertada. El autor de aquel libro "El abogado en casa", por lo visto en Galicia, no vendió ningún ejemplar. Que ya nos viene de lejos.
Me gusta mucho más caminar en soledad, aunque estoy seguro de que nunca se puede caminar sólo, siempre te acompañan los pensamientos y vivencias pasadas, algunas muy hermosas, otras que han finalizado con gran dolor y las más se dirigen hacia aquellos que nos han abandonado, en mi caso que me han dejado y pienso en Juanjo, bueno entre los buenos, al que presiento jugándose el cielo a los dados con san Pedro a cambio de dejar de sonreir para siempre. En ocasiones el pensamiento se va hacia otros derroteros e inventa situaciones nuevas, puedes ser desde un cobrador de tranvía español -en Venecia no existen- a un gran tenor que es aplaudido en la Scala de Milán, pasando por el guerrero del antifaz. Quienes puedan jugar con la imaginación mientras caminan, son capaces de cambiar todos los colores del paisaje que tienen delante o a los lados o detrás que todo sirve. Quien carezca de ella, que siga jugando a lo que más le gusta, pero que no intente hacer aquellas cosas que no están a su alcance, no saldrán por más que lo intente.
Me gusta y siempre lo hice, callejear en soledad, ir descubriendo la ciudad sin pertenecer a grupo alguno y de ese modo, en vez de caminar por los somnolientos pasillos de una famosa pinacoteca, cruzándome con gran cantidad de "caretos" colgados de un clavo en la pared, mejor caminar calle arriba, creyendo ver en medio de esa marabunta, la condesa Matilde que sentía gran admiración por el santo Pontífice -incluso dormía en su mismo cuarto-y que fue capaz de regalar la Toscana al Papado y como éste país era feudo del Imperio, comenzar el follón, el gran follón de los dos poderes y que dura la friolera de tres siglos a base de bofetadas, guillotinadas en masa, racimos de hombres bailando su última danza colgados de las horcas y, por no perder la costumbre excomuniones horrendas,- que si la mía me hizo reir hace unos cuantos años en Mallorca -, en aquellos momentos quitaban el apetito al más valeroso. No cesan de andar a palos continuamente y es que cuando por ejemplo, los gibelinos triunfan, el estar ociosos no va con ellos, al poco se dividen en "blancos" y "negros" y se ponen colorados a fuerza de darse tantas palizas en las calles de Florencia o en las llanuras toscanas. Por ello, no me explico como ésta gran ciudad que ahora camino único en medio de multitudes, ha podido subsistir ya que, si ganaban los de un lado, arrasaban palacios, propiedades, jardines del vencido y si ocurría al revés, la otra parte era destruida.
Pero Florencia es hermosa a más no poder. Dice Serrat que prefiere un lunar de tu cara a la pinacoteca nacional y a ello me sumo. Soy más feliz sentado en la plaza de la Señoría, observando rostros de pobladores del planeta que, reunidos miran y admiran tanta belleza amontonada o viendo como otros, despistados, cámara al hombro la caminan apurados, la vista fija al frente buscando algo que seguramente no encontrarán porque lo que buscan no existe y dejan tras de si lo que se llamó el florecer de una nueva era. Florencia es para beberla a pequeños sorbos, no es para correrla de un sitio a otro para decir luego que allí estuvimos; alguna piedra que sobresale en un edificio, puede ser más bella que los jardines di Baboli o los Torrigiani o un buen helado tomado en calma, la vista puesta en un campanario del Duomo, puede ser más hermoso que visitar el palacio de la Señoría en un cuarto de hora, porque ya se sabe, el dinero prima y las prisas en los visitantes, engorda la bolsa al final del día y cerca, muy cerca el río Arno bello a más no poder con hermosos puentes que lo cruzan, alguno derruido y restaurado de nuevo y al fondo verdes montañas, avanzadilla de las azul violeta que a lo lejos asoman.
Hay algo que nada tiene que ver con el arte, que me llamó la atención por lo desastroso que soy en el cuidado de la ropa. Tomo lo primero que encuentro para salir de casa, de ahí la frase que toda la vida me ha dicho mi madre y me siguen diciendo: "siempre vas de hábito". Viene esto a cuento y me dio que pensar, el irme a vivir unos años a esas tierras para aprender algunas normas, y es que los jóvenes y no tan jóvenes, al quitarse la chaqueta debido a la calor, no se la echan al hombro o la colocan bajo el brazo de cualquier manera, son más cuidadosos; llevan una de sus manos a la altura del hombro, la cierran excepto los dedos índice y mayor con los que hacen una especie de colgador y ahí colocan el cuello de la chaqueta con la que caminan en alto, separada del cuerpo unos veinte centímetros. El resto, casi como nosotros y digo casi, porque jamás creí que fuésemos capaces de gritar tanto por la calle o a la hora de comer rodeados por otras gentes; también gesticulamos en demasía motivo por el cual, muchas personas deducen nuestra procedencia. No quisiera encontrarme en la calle a un grupo de paisanos discutiendo de futbol, aunque al final no llegasen a las manos. Es cierto que llamé la atención a un mal educado catalán que despotricaba contra los españoles, más lo hice en voz baja que es como más duele.
La Florencia de los cuentos verdes de Bocaccio, de las escandalosas aventuras, de los amores no correspondidos que tanto duelen para quien los sufre, de la Beatriz de Dante, de las regocijadas orgías, de las amorosas serenatas, de la juventud del mandolino y el frecuente tirar de espada; ha dado un giro impresionante y ya no son los hachones los que alumbran el devenir de los visitantes, ahora son los escaparates de firmas famosas de diseñadores los que me iluminan la calle cuando camino hacia la hermosa estación de ferrocarril. En las iglesias en penumbra constante y continua, es hora de rezar porque ya nadie las visita.
Mañana, hay que madrugar. Espero que mi compañero no se equivoque de nuevo y me vuelva a llamar a las cuatro de la madrugada.

martes, 2 de junio de 2009

CALLEJEANDO






Mientras voy quitando resolución y tamaño a un montón de fotos para que al final quepan en un DVD al que la SGAE ha recargado el precio, presumiendo que iba a ser destinado para copiar música; voy repasando al tiempo, momentos vividos.
Hay una foto que me hace sonreír. Un grupo de mujeres a bordo de una góndola que llega a un rincón hermoso a más no poder, donde beben de una fuente un grupo de palomas. Hay un gran contraste de luz y sombras muy fuerte ya que es mediodía. La góndola avanza rompiendo el cristal del agua, es tan bello todo que sin pensarlo y de repente, "canto" a toda voz y con todas mis fuerzas al grupo de mujeres: "Ciao, ciao bambinas, un bacio ancora e soy per sempre...." o algo así, que bien conocéis mi acento de italiano calabrés. Las mujeres que piensan que aquello forma parte del "circo" en que se han metido no se si asustadas o asombradas y yo, porca miseria, que no conozco más letra de la dichosa canción, me voy retirando en silencio al tiempo que las palomas, en un principio asustadas por mi cante han emprendido el vuelo, regresan a su fuente, único alivio contra la fuerte calor que todo lo aplana.
Si me admira el caminar apurado de una hormiga que carga un peso enorme; si me emociona la construcción de un nido por un pájaro que no tiene estudios de arquitectura y si me encanta la palabra, como no me va a gustar caminar, mezclarme con gentes que no conozco y con las que nunca hablé y que de repente me sonríen y les sonrío cómplice cuando les hago una foto esperando que no se den cuenta y a las que saludo con mi entonación italiana y mi verbo italiano aprendido en dos días. Nadie ha protestado al tener una cámara de frente, es que hay tantas, que sería un verdadero follón alborotarse por algo tan simple aunque, pensándolo bien, quizás y sin querer, haya tomado con ello el alma de alguna persona que así lo pueda pensar o que su religión se lo haya enseñado. Hace infinitos años en el Aiún de arenas cálidas, tuve que dar muchas explicaciones a unos hombres a los que hice una foto, que me siguieron y hasta recuerdo que tuve que devolverles el alma velando previamente el carrete de la cámara.
Por Venecia y el resto de los lugares que hemos caminado, no sucede tal apropiación o al menos gente dispar a la que he fotografiado no me lo ha dicho. La mayor parte de ella no se ha enterado; otros si porque se lo puse a huevo y han callado. Me he despachado a gusto que se dice y, en muchas ocasiones he disfrutado pulsando el disparador, lástima que fuesen las horas centrales del día, las peores horas para una cámara o para un pintor, pero como no son para concursar sino más bien para recordar, pueden servir. Recordar unos instantes de nuestra corta vida es lo que se dice, aunque en ocasiones esa corta vida se me haga inmensamente larga, carente de interés, como si me faltase algo que se aleja cada vez más, algo que necesito y no llega. Yo que sé, cosas de viejos que cuando se les coloca una idea en el centro del pequeño cerebro, no se nos quita ni cortándolo; es cuando se dice que "chochean", pero de momento no me lo han dicho, me voy librando. Me da que son las nueras quienes bautizan de ese modo y como no tengo alguna, de momento nada sucede.
Apenas he fotografiado los interiores de las iglesias o templos. Ya no son aquellos lugares de oración o culto; se han convertido en verdaderos negocios de bodas, bautizos o concilios de vecinos. En unos me permiten trabajar sin flash -no lo necesito-; en los demás de ninguna manera; tienen tanta necesidad de dinero en estos templos italianos, que han montado a las salidas una especie de quioscos en donde venden y no a módico precio las fotografías que quieras de los santos, altares, bancos y empedrado de la santa casa y que se han fotografiado previamente con todas las lámpara y focos del mundo y más. Es cierto que en alguna que otra ocasión no obedecí ese undécimo mandamiento sólo por llevar la contraria a quienes prohiben porque prima el negocio. Hice las fotos que me vinieron en gana y ante las narices de los/las vigilantes y ahora, visto lo dicho, si me quieren enviar a los infiernos que lo hagan, ya no me asusta, estoy ahorrando un poco de dinero para el día en que suceda, y de ese modo comprar un trozo de cielo, el suficiente como para pasarme horas y horas recostado en una nube contando estrellas y satélites, incluídos los americanos.
Y hubo gente que pagó por visitar un cementerio cristiano, porque hasta con los muertos se hacen negocios, se consiguen buenas ganancias y mientras ello sucedía en Pisa, tranquilamente, sin prisa alguna accedí a un cementerio judío. Al entrar, un joven sonriente me indicó que volviera a ponerme el gorro que previamente había quitado en señal de respeto y de esa guisa caminé un tiempo entre la sombra de grandes cipreses,me encontré en paz, una gran paz mientras iba colocando piedras sobre las tumbas más humildes y abandonadas, piedras pequeñas en señal de respeto y ganas de volver.
Volver...... sí; ¿ pero cuando ?.

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