viernes, 24 de julio de 2009

A UNA MUSA





Sigo insistiendo y empeñado en decir, que el tiempo relativo a las personas no se puede medir. Viene esto a cuento de la noticia que da una emisora de radio informando que Carmina Ordóñez, hace cinco años que ha muerto. Pues bien, casi juraría, mejor dicho discutiría que hace mucho menos tiempo que ocurrió dicho suceso, puesto que, lo siento muy cercano. Para otros, que quizás se centran más, sabrán que ya hace ese tiempo y habrá un buen número de personas que dirán que ocurrió su muerte, hace muchos más años.
Pero eso hoy no es la cuestión, sino que ya ha pasado un lustro, desde que alguien encontró como una paloma herida, con las alas un poco separadas del cuerpo y el pico besando el agua, a la "divina del alma", a la musa de tantos y tantos, entre los que me incluyo, esperando no se entere o no se enfade la Carla del francés.
Viéndola casi a diario en las televisiones siempre excesivamente bella, su risa alegre y constante, se pudiera pensar que era del todo libre y feliz; pero estoy seguro que ha sido todo lo contrario y todos aquellos que la sentían como un cascabel llena de vida, se equivocaban de principio a fin. Libre..., en algunos momentos, cuando la mente no le hacía malas jugadas y en el silencio de la soledad, en que quizás pensaba y conocía que su modo de vida era un engaño. Feliz, de un falso feliz, siempre; durante las más de veinticuatro horas que para ella, tenían muchas veces los días.
La he visto caminar herida en algunas ocasiones, mientras las cámaras no dejaban ni un instante de perseguirla, intentando recoger un cerebro lleno de las falsedades que la puñetera droga le hacía sentir. Caminaba en busca del Pai, del Cabra y del Chuli sus inseparables "cuidadores". Otros más la seguían pero me da que no iban en verdad al lado de la persona, eran los "chupadores" del buen vivir a cuenta de los demás y de esos, tenía a mares. Fue una mujer desprendida y el dinero se le iba como se le marchaba el trozo de rio Guadalquivir que en ocasiones intentaba coger con las manos.
Carmina, musa de sevillanos y marroquís que tan cerca viven unos de los otros, musa de muchos más en la lejanía entre los que me encuentro porque, en el fondo, sentía como mío su intenso dolor, por las continuas vejaciones a que la sometían sus inseparables amigos de juerga hasta que el cuerpo caía desvanecido. Luego, cada uno por su lado y más tarde el despertar, una carga de mil quilos de plomo sobre el alma, pero que todo se solucionaba con un nuevo y último -asegurabas- "chute" de aquel caballo blanco, que casi al momento te volvía a la ¿vida? y en tu mente, la plena, diaria y continua consigna, que mil diablos llegados del averno te cantaban acompañados de una doliente guitarra : "de la droga no se escapa, a la droga se regresa siempre". Todo ello, ten por seguro y lo sabías, que esos sueños tienen un alto precio y estabas siempre obligada a satisfacer, los tuyos y los de todos aquellos y aquellas que te rodeaban, que en definitiva venían siendo los palmeros de la fiesta, los que con sus manos animaban; la voz cantante la ponías siempre tu y tu hermoso rostro. El entrar y permanecer en ese tiovivo a la larga se paga, pero ni tan siquiera te enterabas, no querías enterarte en medio de aquella vorágine de fiestas y amaneceres en el campo, en la arena de una playa que es cuando más gusta ver salir el sol. Cuando la plata se iba terminando, cuando finalizaba el reparto y ya no quedaba, la televisión te lo solucionaba; sólo tenías que reir con ganas dentro de la falsedad de tu mundo, que es lo mismo que decir nuestro mundo, reir y reir ante la mínima gracia que alguien hacía, echar el pelo hacia atrás continuamente para enamorar de ese modo al personal soltero o al que tenía la parienta al lado, que disimulaba; porque en el fondo, lo tuyo era gustar y nosotros, caíamos ante ti como idiotas, como lo que somos.
Me daba lástima tu ficticia libertad, libertad a la que nunca fuiste capaz de llegar aunque mucha gente piense lo contrario, estabas condenada, presa del maldito polvo blanco o del brown sugar que el color no importaba, metida en la dura ruleta de empalmar el día con la noche, la noche con el día al lado del Pai, del Chuli y del Cabra y otros vampiros del dinero y de los sueños, que cuando iban flojeando, un paseo por la tele y asunto arreglado. ¿Arreglado?.
En las horas bajas, muy bajas, todos te abandonaban. Siempre sucede, siempre ocurre; es hasta lógico para todos. Siempre el abandono está presente porque es lo mismo que decir huída.
Pienso y creo no equivocarme que tu sensibilidad era fantástica, magnífica y lo digo, por las escapadas a Marruecos, a sus colores, a su aire que tan bien huele, a su mar, al lado de una brisa que llevaba tiempo diciéndote; ¡Vente!, ¡vente!... no te vayas.... Lo que siempre sucedía, era que no le hacías caso; necesitabas también la sal de tu Andalucía, el jazmín de tu Sevilla mientras cruzabas sobre una calesa el parque de María Luísa, el pelo negro al viento y una sonrisa permanente en tu bello rostro.
Te encontraron sobre el agua, las alas blancas un poco despegadas del cuerpo y tu hermoso pico sumergido en el agua, como intentando hablar a unos peces de colores que veías en el fondo de la bañera. Cuanto engaño....
Larga vida, que alguna vez quise para ti y hoy, sólo me tengo que conformar con tu recuerdo cada año, cuando te citan en las noticias de alguna emisora de radio.
Es lo que queda de todo aquel mundo, que es lo mismo que decir, de todo éste jodido mundo.

BOFETADAS