lunes, 14 de enero de 2008

LIBROS DEL ALMA






A diario recibo presentaciones hechas con Power Point -estos días algunas menos-, será la cuesta de enero. Las hay muy interesantes por su contenido, otras muy hermosas por su fotografía y texto. Mis compañeras, mis compañeros, amigos me las envían, de todos ellos, hay uno que se lleva la palma, pues hay veces, muchas veces, de cinco o seis no baja. Gracias a todos porque es un momento en que os leo y me siento a vuestro lado.
Las mejores las guardo en un lápiz Usb, que luego transfiero a un disco, ya que me gusta releerlas. Me entretienen; la lectura, que yo recuerde, me ha gustado desde muy niño.
Dejé de coleccionar el "Guerrero del antifaz" tras unos cuatrocientos capítulos, cuando al fin conocimos el nombre de su novia, la dichosa Ana María. Me gustaban los de "Hazañas bélicas"; qué bien dibujaba el que firmaba como Boixcar. El contraste de las figuras, barcos, aviones con aquel blanco y negro, era genial. Me parece estar viéndolo.
Leía y hoy lo hago cuando caen en mis manos tebeos de Ibáñez, sonrío y río con "Mortadelo y Filemón", Sacarino, Rompetechos; me gustaba aquel Carpanta, las hermanas Gilda, don Protasio con sus hijos Zipi y Zape, Tribulete el reportero. "Roberto Alcázar" con el niño Pedrín, me daba que tenían "pluma".
Todo ésto, me vino de perlas para un poco más tarde, engancharme en la novela. La colección "Austral", con sus precios asequibles, me permitía con la ayuda de mi abuelo, comprar casi a diario un tomo. Cuántas alegrías guardaban en sus páginas. Leía teatro, comedia, drama, novela literaria, poesía; de todo y lo sigo haciendo, no con tanta voracidad. En aquellos tiempos era la novedad, un mundo maravilloso, desconocido, que se te abría; hoy escojo lo que voy a leer.
Ya comenzaba a afeitarme, cuando un día, un librero al que le gustaba mucho vender, me llevó a dónde guardaba libros, sobre todo de editoriales argentinas y mexicanas. Montañas de libros prohibidos por los censores, inútiles personas, golfos perdidos, babosos del lápiz rojo, pervertidos de comunión diaria, que quedaban en gracia con los gobernantes, censurando a Blasco Ibáñez, Buñuel, Unamuno y tantos otros. ¡Qué pandilla de inútiles!, acordaros del cuadro que había a la entrada de la iglesia del Cármen sobre las películas; pero antes, curas y censores se extasiaban y subían a los cielos con ellas y un poco de imaginación. Luego, desahogados, las calificaban. Pues bien, en aquel piso estaba yo en trance. La segunda vez que estuve en trance, como santa Teresa en "Mi vida", fué cuando, liado que andaba yo con las transmisiones vía radio, fuí a ver unos barcos alemanes que desguazaban en el muelle de Ferrol. Subí a los puentes, entré en los cuartos de radio y allí estaban los equipos más maravillosos. Hablé con el encargado para ver la forma de adquirir alguno y me contestó que todos eran míos, que llevara todo lo que quisiera antes de que un maldito martillos los destrozase. Estuve unos días sin dormir - los nervios me comían - y casi un mes sacando aparatos, repuestos y documentación. Gracias Agustín, conmigo te portaste.
Pero hablaba de los libros y quiero terminar diciendo, que me han dado y me dan muchas alegrías. Recuerdo, haber pintado algunos lienzos cuyo tema principal eran los libros.... donde andarán. Y recuerdo, que no disponiendo de tabaco, leyendo un libro que tenía las hojas tipo papel bíblia, hoja que leía, hoja que arrancaba, la liaba y me la fumaba; sí me acuerdo de su título, "El negro que tenía el alma blanca". Yo era, muy, muy joven.
No es que el libro fuera un muermo. Era un estado de necesidad. Comprenderlo.

BOFETADAS