miércoles, 12 de diciembre de 2007

FECHAS NAVIDEÑAS






La gente de los barrios, al menos yo, decimos:- Voy a Ferrol-, refiriéndonos al centro de la ciudad.
Camino por la calle de Galiano. Es Navidad y colgadas en lo alto, han colocado las mejores galas de lucería. Abajo, a ras de suelo, las cosas ya cambian un poco. Dejo unas monedas a dos músicos que soplan y soplan unas trompetas más o menos bien, ayudándose de un fondo de música grabada. La electrónica que avanza.
Las mujeres siempre cargadas, siempre llevan peso en las manos, pienso que el bolso -que algunas veces pesa un montón- se inventó para que no perdiesen la costumbre de ir cargadas, da la impresión de que si llevaran las manos vacías, no sabrían caminar. Además, comprar un bolso, significa renovar todo su vestuario para que "pegue" con él.
Hay hombres que al menos llevan una mano ocupada, o las dos; en una el periódico y en la otra un cigarrillo.
En la plaza de Armas, de súbito, un enorme caudal de palomas viene hacia mi. Me quedo quieto y me encojo. Un hombre que camina me dice: -No tema, no tropiezan con las personas -.
Le respondo: - En medio de tantas....puede haber alguna tonta que si tropiece -.
El hombre negro, que vende figuras de madera al lado de la Central librera, siempre está con un trapo sacándoles brillo, quizás intentando que el tinte simule ébano para venderla a un precio prohibitivo.
Otro músico, con un acordeón casi tan grande como él, intenta, digo intenta, regalar algún tipo de música a los transeuntes y por más que intento descifrar aquellos sonidos.... me quedo in albis, porque jamás los he escuchado, pero hoy, también hay que dejarle alguna moneda.
Es Navidad o fechas navideñas -por si me corrigen -. No se que coño ocurre, que todas las personas con las que me cruzo, llevan una cara de cabreo que no pueden con ella, es como si llevasen un caramelo de vinagre en la boca; incluso dos que se abrazan, al principio todo alegría, pero en cuanto se saparan, recogen la cara de cabreo que llevaban prendida a la espalda para que el otro no se la viera y se la colocan.
Las mujeres, cuando se encuentran, si que ríen. Paradas, ocupando las aceras, unicamente ponen cara de mala leche cuando se les pide permiso para pasar. Es entonces cuando te miran de arriba abajo, la cara que la tienen al frente, la elevan a lo alto, como si remataran una pelota de cabeza - y de mala gana se separan, para de inmediato continuar con sus risas, sacándose unas a otras, hilos invisibles de sus abrigos.
Tengo que regresar al Campus. Hoy, como decíamos antaño, vamos ir a la otra banda para ver unos restos romanos.
Camino con mis pensamientos que siempre acompañan. He dejado de mirar las cosas. He dejado de mirar las gentes. Han dejado de mirarme.

BOFETADAS