viernes, 16 de noviembre de 2007

CANIDO, AÑO 1.95 __






Eran tiempos en que las niñas saltaban a la cuerda, y enviaban recados a los niños quienes, estaban más pendientes de conseguir un balón o de comprar cigarrillos en el quiosco de Berta, para fumarlos en el cementerio, que de otros menesteres.
Eran tiempos de verano, en que después de comer, cogía el Meyba diciendo a mi madre que me iba a jugar al futbol. A mi madre, le daba miedo el mar. Pues bien, cruzaba corriendo todas las huertas y al momento llegaba a la Malata en donde me esperaban para navegar con la dorna del padre de un amigo, quien, con tal de tener novelas de Marcial Lafuente Estefanía, maldita le importaba lo que le ocurría a su bote. Nos bañábamos. El bañador a un cubo de agua dulce para quitarle la sal y luego a secar. Nosotros, todos desnudos, sobre la traca, con el culo al sol, hablábamos de nuestras cosas sin discutir jamás.
Me gustaría que en aquellos tiempos, al menos, pudiésemos disfrutar de una tabla de surf. Ya no digo de winsurf o de kitesurf. Eso, sería mi vida o mi perdición, no lo se. Pero ya entonces era mucho lo que amaba al mar y no se si tan siquiera le teníamos respeto o no nos dábamos cuenta de que puede ser traidora.
Lo único que teníamos era la vela, y las manos encallecidas de tanto remar para coger viento.
Las niñas siguen jugando a la cuerda pero, no tienen a quien mandar mensajes.
El bote va ciñendo proa a Mugardos, ahora, hay que sujetar la escota.
En la mar, a 10 de agosto de 1.95 __

BOFETADAS