jueves, 13 de marzo de 2008

EL BAILE DE ELLAS.






Desde hace una buena temporada, ciertos días de todos los meses y años, mis hermosas ancianas se visten de gala, y aunque sea en verano, se abrigan con sus mejores pieles, zapatos, bolsos recién comprados; se pintan los labios usando el rojo de la misma manera que lo empleaban los "Fauves", salen de casa después de haberse tocado y retocado esos pelitos que siempre, maldita sea, caen sobre la frente. Huelen a polvos de arroz mezclados con colorete; huele a pintura de labios, huele sobre todo, a alcanfor matapolillas de la ropa, tal como el vendedor en el mercado, lo anunciaba.
Poco a poco, se van juntando todas ellas en las paradas del autobús número 9, que las lleva a la Residencia. Me dicen que hay baile y es entonces cuando lo comprendo todo.
¡Es que a mi Antolín, no le gustaba el baile!, sabe usted.... Mi Ricardito, ¡ni verlo! y la tercera por no quedar atrás, ¡ Es que lo pasamos tan bien....! mientras pone los ojos en blanco y los dirige al techo de autobús. Se miran, se remiran y se envidian lanzandose dardos. -Ese bolso es el mismo del año pasado, ¿verdad?; - Si, es que me da tan buen poner... - Y tu blusa... está algo descolorida....-
Escucho como hablan de sus amores, de sus desengaños, de si fulanito la invitó a un café con leche y mira, cuando estábamos en lo mejor de la conversación, ¿a qué no sabes quien vino de escopeta?. -Pues no lo sé-. - ¡La Amalia!, esa que siempre se mete en lo que nada le interesa y....¿a ti quien te gusta?. No es necesario que lo piense, de sopetón le dice: -Yo estoy por Pepe-. ¡Ay! chica, a mi no me gusta nada.... es muy sobón... -. - Por eso...... -
Y así, con esta cantinela, el autobús se va a cercando a su destino y mientras ocurre, ellas se van componiendo, comienzan a soñar con una tarde de amor, del amor que veían en aquellas películas cuando niñas, del amor que ahora necesitan ante la soledad de la vida.
Su llegada a la sala de baile, no pasa desapercibida. Igual que en nuestros tiempos. Los caballeros a ambos lados y ellas que cruzan una alfonbra roja, terriblemente roja; una alfombra virtual que las conduce a una mesa situada al fondo de la sala, porque los mejores puestos los han cogido las madrugadoras.
Hoy es con orquesta. Permanecen sentadas, modositas pensando y soñando con que se le acerque Alfredito, o Juan o don Luis del comercio mientras los músicos emiten sus notas con una seriedad digna de los mejores salones, porque saben que serán aplaudidos a cada pieza que toquen.
Rodrigo se le acerca, Rodrigo trabajó en un hostal de recepcionista y conoce las formas de la educación: -Mi estimada señora, tengo el placer de invitarla a usted, si es su deseo acompañarme, a una taza de café expresso o a lo que vulguiere-. -¡Ah!, la galantería... Mi Lisardo era igualito. Ambos se van; comenzarán hablando de sus nietos y terminarán con los amores que se han ido pero que quería, según ella dice ahora, "que siguiera viviendo feliz" fueron sus últimas palabras... ¿Y de que murió el suyo?... De la mala leche que tenía.
Las parejas giran y giran: - No de tantas vueltas, don Benito, que me mareo -. Don Benito es un marino retirado en posesión de dos condecoraciones. Don Benito las aburre, siempre les cuenta lo mismo, la cantidad de gente que salvó nadando, durante una guerra infernal en la que no hubo vencedores ni vencidos y todos se dieron la mano al final, con los muertos apilados en las cubiertas de los buques.
La noche continúa, pero.... siempre hay un pero. Cuando mejor lo estan pasando, al igual que la cenicienta, estan obligadas a regresar a sus casas, les esperan sus potingues y medicamentos que las sostienen con esas ganas de vivir, Sus hijos, los que las velan, a la espera de la herencia, deben de estar intranquilos.
Y así, dos o tres veces por semana, no lo se, giran y giran alrededor de la vida, mientras los músicos, en un bajo alquilado, ensayan nuevas creaciones que dicen, para tener contentas a sus admiradoras.
Muchas veces la Vida, nos da más de lo que merecemos.
Muchas, muchas veces. Lo sé.

BOFETADAS