domingo, 9 de marzo de 2008

ANDAINA


Hace unos días, el 16 del pasado mes de febrero, un grupo de compañeros de los Campus de Coruña y Ferrol, pasamos el día juntos. Un día que amaneció demasiado frío pero soleado tal como viene sucediento este invierno en nuestra Galicia. Arriba, en lo alto del Cebreiro, el frío del grajo, que volaba bajo, a ras de suelo, llegaba al alma de los caminantes, un frío que perdonaba los pecados, pero que no importaba, estábamos juntos de nuevo, había cosas nuevas que contar, las que quedaron en el tintero fuera de los correos enviados por la Red. ¡Uy!, qué delgada estás, ¿has estado enferma?. -No, que va, me ha cambiado el metabolismo - ¿A estas alturas - ¡Mala!. -Tu, estás más rubia que nunca- ¡Ay, mujer!, es que la peluquera me dió con el óvalo de la cara. Los hombres no les van a la zaga: -Te veo más gordo-, ¡ coño!, los cocidos de mi suegra. - ¿La quieres mucho?, - hombre, lo que se dice mucho... pero es la que tiene el capital....
Todas y todos hablan, todos se cuentan, todos se dicen y lo dicen de forma apresurada, sin darse cuenta de que les queda todo el día. Poco más tarde, se emprende la marcha por corredoiras, en medio de paisajes muy hermosos, se diría que impresionistas; es temprano, la luz invernal siempre baja, ayuda y da relieve a las formas, tamizando los colores. Caminamos apurados, estamos controlando tiempos y yo disfruto, me da tiempo a pulsar el obturador de la cámara, a poner en orden mi mala cabeza y a pensar, porque la marcha te ayuda. Me he propuesto al menos bajando, no hacer la cabra ya que el camino es pedregoso y una lesión, daría al traste con los tiempos que se intentan marcar.
Las caras alegres, la gente ríe, pero echo de menos los trinos de los pájaros, los pájaros que han dejado el campo para irse a la aldea en donde encuentran comida, porque las tierras, ya no hay quien las trabaje, no se cultivan. Los hijos, marchan a la capital, quieren trabajar en oficinas, quieren vivir en medio del caos, de la marabunta, de la prisa, en una ciudad inhumana. Los viejos de los pueblos lo saben y es por eso que se quedan, toman el sol sentados en una silla al lado de la puerta de su casa, saludando a los que pasan y conversando de cualquier tema, con los que se quedan un poco a escucharles. ¿ Cómo aprecio a los viejos de boina calada y mirada dulce!.
Al pasar por estas aldeas, la vida me viene, la tomo a mares que se dice, es donde se encuentra la paz y las personas de buena voluntad. La vida me llega de tal forma que no me enfado si piso la bosta de una vaca que acaba de pasar, tras un niño menudo, que la lleva tirando de una cuerda a la que va amarrada a un campo verde esmeralda, en donde permanecerá pastando hasta el atardecer.
Hemos caminado por lugares hermosos, hasta las mujeres han recibido como premio una bolsa de harina de maiz que les ha regalado un molinero. Las mujeres que lo consiguen todo, desde que nacen, pero que también lo dan todo, hasta su último aliento, fuertes como robles. Aunque en ocasiones les suelte alguna "parida", saben que es mi forma de ser, que las respeto y quiero.
Por fin nos hemos reunido en torno a unas mesas, es hora de la pitanza y el que más y el que menos lo estaba deseando, tras un día un tanto movidito, pero es que las excursiones por el campo tienen algunos problemas, pero la esencia, son los mismos problemas, hay que superarse y eso se consigue porque luego, viene el premio al mirar hacia atrás, al recordar aquellos árboles, aquellas iglesias pequeñas, el arbol que tiene tantos años, los albergues, la iglesia del medievo que estaba cerrada, el molino, la cuesta antes de llegar al bus.... ¿ A qué lo estás recordando, ahora?. Es la vida y forma parte de la vida, de mi VIDA.

BOFETADAS