miércoles, 1 de septiembre de 2010

SE VAN LOS BUENOS.


Se van los buenos y yo, quedo.                                                                                                             Puedo dibujar castillos y con mi cabeza llenarlos de caballeros, damas de corte,  damas de labriegos,  reyes y hasta de envidiosos que ansían el trono.
Puedo dibujar y describir tu partida, amigo Rafael, parte de tu vida también.  Lo mismo puedo decir de Alfonso que de repente volaste lejano a donde se estudian los colores, haciendo combinaciones cada vez que asoma el arco iris, que para ello eras el estudioso.
Charlábamos en Ortigueira del trabajo que exponías sobre Goya.  Te emocionabas hablando porque, tu máximo interés era que los niños lo comprendiesen ya que, principalmente iba dirigido a ellos.  En Ferrol de nuevo y en la misma exposición, continuó la charla y tu temor a que los niños no viesen lo que les mostrabas sin tener que contarlo. Estábamos a gusto. Lo se.
Puedo dibujar palacios llenos de individuos vestidos con harapos, que todos desprecian pero que son los mejores, caballos engalanados y allá, no muy lejos, niños que juegan a ser mayores.  No falta el Robin Hood que no acumula riquezas terrenales, el de ahora las acumula en el alma, pero siempre aparece un rey o una reina que tanto montan intentando encontrar el tesoro, sin darse cuenta de que ese tesoro no les sirve, son pobres, los más pobres del reino.
Puedo dibujar unas murallas, como aquellas que en mi niñez quedaban altaneras en Ferrol, bajo el hoy edificio de la Xunta y en Canido con su baluarte continuando hacia el mar.  Murallas que al parecer hoy intentan sacar a la luz, lo que no se es si preguntan la situación a los entonces niños que jugábamos en ellas y sobre ellas.
Puedo dibujar un globo para huir y, si es cierto, que vuestra alma puede volar como un pájaro, acercarnos para que continuéis diciéndome, enseñando composiciones imposibles, tal como pensábamos.  Cómo vuela el tiempo, amigos, para todos.
No soy envidioso, lo prometo, pero de ti Rafael..., no sé.  Me llevaba la vida cada vez que te ibas a dibujar a Valencia durante el mes de vacaciones con aquel gran maestro, tocado por la artrosis como Monet y como Monet, se ataba un pincel o lápiz a la mano para trabajar.  Al llegar me mostrabas tus trabajos fantásticos, porque trabajabas duro, eras un gran dibujante pero querías tener más conocimientos de aquel hombre, que hoy no nombro, que en Ferrol no se si lo recuerdan, ya que a nadie se le dió por volver sacar a la luz, las pinturas de la fachada de la iglesia del Pilar que él hizo.
Quedan con nosotros dos grandes personas que no olvido, Paco Huerta y Cebral.  Cuantas veces cargados los bártulos en aquel 850, buscábamos lugares que no encontrábamos, pero el mar, siempre la mar, nos sacaba del apuro.
Recordáis; hoy no me pierdo y lo encuentro; pero aquella vez en que alguien nos llevó a un molino;  no estaba como hoy está, lo aseguro; tenía un molinero y su esposa al frente, con los que hablábamos.  No había mesas y si una presa hermosa y del color brillante de la plata, rodeado de todo ello de árboles y pájaros que no dejaban de cantar.  Era un domingo por la mañana, ante el lienzo, fui la persona más feliz que  en aquellos momentos había sobre la tierra.
Tras un tiempo en Madrid, al regreso, recorrí caminos y caminos buscando el lugar del molino. Pregunté e incluso lo dibujaba, nadie me daba razón.  Un día, haciendo fotos por las inmediaciones de Pedroso, me di de bruces con el lugar.  Era increible.  Casi estaba igual menos unas placas de bronce pegadas al edificio que habían lustrado y mesas de madera en su cercanía. Sigue siendo hermoso, pero antes, era más enxebre, más molino.
Echo de menos a Rafael Nadales con el que últimamente, al encontrarnos caminando, hablaba mucho porque entre ambos la conversación fluía en medio de recuerdos.  Fuimos vecinos, casa con casa pero siempre metido en la de él, viéndole como dibujaba y daba color a unas cerezas tiradas sobre el mantel y María del Cármen, hechicera siempre en la cocina, haciéndonos cualquier pastel.  Por las tardes, Cármen caminaba los campos con mi madre y otra vecina, jugando a descubrir nuevas tierras, nuevos senderos.  No quiero olvidar un cuadro impresionista que hizo a mi padre leyendo un periódico sobre la hierba.  Ahí se superó, simples trazos pero difíciles de colocar que al final consiguen algo fantástico.  Qué bien lo hacías Rafa, que bien.
No te olvido Alfonso, ni olvido aquel día que me llevaste a la Feria de Muestras para mostrarme unos paneles enormes en los que habías pintado al menos que recuerde el Descubrimiento y una alegoría.  Nervioso preguntabas, querías conocer mi opinión.  Parece mentira, jamás rehusé un trabajo por lo que supone, si puedo opinar intentando se corrijan fallos, siempre con levedad, no forzando; como iba rechazar aquellas bellezas que me mostrabas.  Luego se colgaron en el gran comedor del entonces Cuartel de Marinería. Que mejor sitio para  esas obras.
Y os echo de menos, me falta la charla, hablábamos de cosas simples, otras veces discutíamos el contenido de una exposición, pero era más que suficiente para decirnos "estamos", nos apreciamos y porque no, nos queremos y que cada cual piense como le venga en gana.
Puedo dibujar un mundo imposible, semejante al que estáis y al que iremos.  Que nadie piense en el infierno ya que tenemos más fuego dentro que el diablo pueda tener.  Que ya está bien de mentiras pero al menos, esperarme, no quiero equivocarme de camino.  Es que seré nuevo. ¿Lo entendéis?.
Puedo dibujar una gaviota, seguirla con la vista, a lo lejos con el corazón y si me conduce hacia la gente que marchó antes que yo, que gran fiesta la que haremos; yo pongo el vino y los helados si no se derriten; pero con dibujar una nevera..., eso os lo dejo. Tener paciencia.
Puedo dibujar la tristeza en cualquier época del año.  La misma tristeza que me recuerda un hombre que sentado en las escaleras de lo que fue el cine Avenida, pide una miserable limosna a los que altananeros pasan.
Puedo pintar y lo hice, una pareja de borrachos ajenos a los que sucede a su alrededor, idiotizados por el alcohol continuo que forma parte de sus vidas.
Puedo dibujar a mis amigas María y Elena, niñas de un pueblo cercano. Iba a escribir amiguitas pero, se enfadarán y no quiero llevarles la contraria.  Modelos inmejorables en quietud, en saber estar, con una paciencia que sólo tienen las mujeres, esperan y aguantan las risas de los que siempre, alrededor del que pinta, discuten y aconsejan a quien trabaja que únicamente quiere silencio.
Puedo dibujar o pintar un carruaje negro, tirado por cuatro caballos bayos, enjaezados, sobre la frente un plumacho blanco y en la carroza acristalada, una caja color  siena que me lleve.
Puedo dibujar los caballos corriendo, teniendo cuidado de que las cuatro patas van a destiempo y puedo dibujar sobre la caja una corona con una cinta violeta que diga "Adiós".
Es que me aburro.

BOFETADAS