viernes, 10 de septiembre de 2010

DE NUEVO LA MAR.


Me esperan.  No pido permiso para entrar en la casa ahora en penumbra. Al fondo un piano, repite incansable, aburrido, la misma escala.  Un canario enjaulado estira todo lo que puede su pescuezo, intentando con ello averiguar el significado de aquellas notas.  De vez en cuando inicia un canto suave, pero las cuerdas del piano son más potentes y calla.  Que sensación tan agradable cuando el sol no entra pleno y si por una mínima rendija  que en el suelo forma un círculo, semejante a una pista de circo,  en el que  tres moscas caminan infatigables, porque son dueñas y a la vez señoras de ese espacio iluminado.
Luís. Le llamo.
Antes me llamó él para que le acompañase a recorrer un trozo de mar.  Jamás mi contestación fue la de "no puedo", "tengo que ir a", "tengo una cita" y si por un casual la tenía, la he dejado para otra vez ya que, si un amigo me llama, mal favor la haría si le fallase. Mis amigos tienen preferencia.  Además, a mi me gusta  estar al lado de la gente que quiero.
Luís vive solo, de ahí que entre en su casa sin avisar antes.  Un día su ex, cabreada le dijo que escogiera entre el barco y ella, Tranquilo, sin sopesar cualquier consecuencia venidera, dijo que el barco, que prefería el barco. A partir de entonces nunca hemos hablamo de ella.
El barco que ahora tiene es nuevo.  El anterior lo vendió pero antes tuvo la deferencia de quitarle dos óleos que le había regalado y que ha colocado en este último.
Me gusta la mar tanto como a él le puede gustar.  Desde pequeños, ambos lo hemos mamado en botes a vela o en chalanas a las que colocábamos una rústica vela hecha de sábanas hurtadas en las casas porque rompían continuamente tan sólo con un poco de viento. Éramos niños que comenzábamos a crecer. De todo ello, nuestros padres no tenían la menor idea, les decíamos que íbamos al túnel de La Malata a jugar al frontón y es cierto que en alguna ocasiones no mentíamos, pero las más... Fue una buena manera de salir a la vida sin pedirle permiso a nadie y mucho menos a los mayores que todo lo sabían y conocían.                                 Un día, uno de nuestros amigos, llegó diciendo que había comprado un bote, no dimos en principio saltos de alegría, sino que más bien nos preguntamos con la mirada, de donde había sacado las mil y pico de pesetas que entonces costaba.  Hoy, me lo puedo imaginar.
Había una casa en Los Corrales, al lado de Serantes, que tenía una hermosa huerta, tan hermosa, que hacía suspirar a todos los que por allí pasaban.  El mirto que la rodeaba era muy tupido, infranqueable; además una verja de alambre hacían del todo difícil entrar a coger fruta, que me da, las muchas que caían se las llevaban a los cerdos. Cuando el primer día, subimos al nuevo bote, hermoso a más no poder, recién pintado de azul celeste, no hico falta que habláramos. Los remeros dirigieron la proa hacia Los Corrales ya que, aquella fortaleza que si bien por tierra era inexpugnable, por mar, estaba del todo indefensa.  Y si por casualidad alguien nos viese dentro cogiendo fruta, aunque nos persiguiese, un salto a bote y tira millas.
Poco después nos hicimos con aparejos y una vela y aquello era otra cosa. El remo es muy, muy duro; sobretodo con viento o marea en contra, amén de las corrientes que siempre se sorteaban; pero una vela, nos permitía bordear la playa de los Curas; La Cabana, Graña, llegar al Castillo de san Felipe para regresar entre risas, porque al despistado de siempre, la botavara le había golpeado  de nuevo no muy fuerte en la cabeza, mientras él aseguraba que había sido un golpe muy duro, como para tirarlo al agua.  Nunca lo avisábamos, esperábamo el movimiento del madero hasta el que llegaba a su destino. Y es que Cheché, siempre andaba por las nubes, incluso aquella vez que delante del cementerio, juntando leña para san Juan, se sentó hacia el exterior de  la rama del árbol que iba cortar, de forma que la sierra quedaba pegada al tronco.  Inició el corte, manejó la sierra a trompicones; abajo aguantábamos la risa porque imaginábamos el batacazo y, se lo dió desde una buena altura, tras tronzar la rama que quedó colgando. Al levantarte, miraba asustado para todos, que reíamos como locos en Carnaval. Suponiendo que los locos rían en esa fecha.
Esas y muchas otras vivencias han quedado muy atrás, aunque la memoria me las guarde cercanas y hoy, a bordo de un barco seguro, que da gusto tocar su costado que semeja piel de mujer joven, que el timón obedece al instante y todos los adelantos en cuestiones de seguridad amén de la comodidad, enfilamos temprano la boca de la Ría hacia no se donde, hacia un lugar en que la brisa que ahora hace flamear la vela, nos empuje. No hay prisa alguna, la única obligación que en estos casos me he impuesto, si es que no hay nadie en la casa,  es dejar una nota sobre la mesa de la cocina, para quien lo lea, sepa que sigo vivo y volveré.
De chaval, tenía horarios que jamás cumplía, a cambio de una pequeña bronca. Las de la madre duraban mucho más.  No sabía que les iba abriendo el camino a mis hermanos y hasta, se lo asfaltaba. Ahora que nadie me ata, un simple papel me justifica si es que me tengo que justificar.  Otra cosa diferente y que no me gusta, es que me estén esperando horas para comer, porque me olvidé de dejar aviso.
Mientras el sol va levantando en los montes que quedan a la altura del Roxal, la mañana sigue siendo fresca, pero hay ropa de abrigo. A babor y no muy lejos, nos cruzamos con una pareja de toniñas, especie de delfines que habitan las costas de Galicia.  Seguramente van tras unos peces porque el hambre aprieta.  Más allá Coruña inundada de luz y de reflejos de autos que seguramente llevarán a las gentes al trabajo.  Qué bien se está cuando se está bien..., y ahora lo estoy.  No muy lejos, pequeños pesqueros bailan al compás que les marcan las olas. Algunas de ellas, emiten una serie de irisaciones porque alguien ha tirado o se le ha caído una cantidad de gas-oil al mar. El gas-oil es "canta" mucho. Una simple gota forma una película que se extiende y quien no lo sepa, pensará que han caído litros.
El mar, desde siempre, ha sido el gran basurero de la humanidad.  Algo se va haciendo, la gente parece ser que se va concienciando, pero todavía queda mucho, queda todo, comenzando por gentes que en sus manos está el solventar los problemas de los vertidos al mar y estoy pensando en la ría de Ferrol ya que actualmente, en muchos fondos, la vida hace tiempo que ha desaparecido a causa de toneladas de jabones de lavadoras, basuras, contamiantes, etc., y es que como lo que se tira no flota, no se ve, todo vale.
Luís, de repente, sin haber tomado alcohol alguno, suelta la lengua.  Canta muy mal pero canta y lo hace con fuerza.  No me avergüenza porque nadie lo puede oir, entonces pienso que no lo haría en medio de una de las callees de Ferrol, no lo haría,  porque le fantaría valor yendo sereno; pero en medio de la nada, solos los dos, puede formar parte de nuestras libertades y sobre las cuales a continuación habla. Suelo cantar por lo montes creyendo estar solo.  A veces hay más gente y el corte que me llevo es para encuadernarlo.  Permanezco callado, asintiendo cuando habla de libertades que algunas me van quedando.  No se donde, porque mi interior está hoy por hoy, vacío.  Amo la libertad dentro de un orden, libertad que siempre busqué, que encontré y me permitió hacer lo que me viniese en gana; madrugar en una playa, mantener horas y horas de conversaciones con personas interesantes, amigas. Hay algo que continuamente, sigo echando de menos, lo ahora prohibido que hace un tiempo, no lo fue tanto.
Y es esta mañana, en que una, dos, tres, cuatro gaviotas nos dan escolta, vuelvo a sentirme libre en medio de este olor a mar gallega, pendiente de que por el costado asome una sierena amiga..
Canta Elton John en un cd al que mi amigo ha dado volumen.  Escuchamos, mientras la vista se nos va a las franjas blancas de la costa; playas continuas de nuestra tierra, que cuanto más lejos estás de ella, más la necesitamos.
Lo mismo sucede con las personas que quieres.
Y con los perros que he querido y que siempre recuerdo.
Como ahora.

BOFETADAS