sábado, 18 de septiembre de 2010

EL NUEVO SIGLO DE ORO.


Hay varias formas o maneras de envejecer.  A saber:
- En soledad perpetua.
- En soledad dentro de la familia.
- En soledad pero con la gran suerte de tener durante unas horas, bajo su custodia un nieto.
- En soledad en una esquina al sol o al frío de forma permanente, olvidado.
- La peor, perpetuo en una cama a la que únicamente, por las mañanas, arreglan el embozo por si acude alguna visita.
Y hay muchas más, pero creo que de momento son suficientes.  Es de suponer que otros envejecen recordando personas y como no, amores más o menos cercanos.  Lo principal es que vaya quedando memoria para recordar, para no acercarse tanto a una vida vegetativa, como la planta que le han colocado al lado, quizás como adorno o quizás para hacerle la puñeta con ese rama que le molesta en un ojo pero, hay que callar, que la otra, como se cabree la nuera, es terrible.
Cada anciano es como un libro hermoso, que cualquiera puede abrir a base de preguntas y encontrar en él, en su interior, inmensas vivencias, sabidurías que le va dando la vida, porque de momento, los nubarrones que nublan el pensamiento no le han llegado.  Si aparecen, el libro queda codificado, nadie puede leer.  Puedes encontrar en el interior, poesía mal o bien escrita, pensamientos, aventuras, vivencias magníficas, desesperos, desamor, y de vez en cuando un pequeño nubarrón que les hace olvidar nombres y lugares.
Dice una canción, que "los viejos, son niños avergonzados que a la plaza vuelven a buscar el sol y que con un grupo de palomas se entretienen, mientras la vida continua".
Los viejos, son experiencias sin exprimir que dejamos aparcadas, que si pudiéramos, colocaríamos en estanterías de bibliotecas a disposición de algún que otro joven que quisiera descubrir el interior de su abuelo, al que de momento quiere y acompaña.
Vivo en un lugar, un lugar que casi es paso obligado de viejos o ancianos que al fin y al cabo viene siendo lo mismo aunque alguna gente, quiera adornar un nombre que no necesita adornos porque lleva todos los que la vida le ha dado.  Unos caminan lentamente porque les cuesta echar un pie adelante y el otro que le siga.  Otros, los que me emocionan, son los que van en pareja; ella sumisa que lo va mirando con una sonrisa eterna y él, que todavía sigue sintiéndose general con mando en plaza, a cualquier palabra de ella, por mínima que sea, la reprende, pero ella, no pierde la sonrisa.  Ha sido tanta vida juntos, que conoce sus rabietas que en el fondo, no conducen a nada y es que también, de vez en cuando, temblándole los labios como cuando niños, también la besa.
Hay una anciana que antes caminaba en pareja, pero desde hace un tiempo lo hace en soledad, no se si su compañero ha fallecido o la imposibilidad de caminar lo mantienen en casa, haciendo solitarios ante una mesa camilla; nunca se lo he preguntado, ni pienso hacerlo. Un día le dije a la mujer que no caminase por el centro del paseo, le dije que fuese por el lado que el granito es más liso. Bendito el día en que se lo dije porque, a partir de entonces, siempre me regala su mejor sonrisa cuando nos cruzamos.  A veces la veo subida a uno de esos aparatos que han colocado para poner en forma a los ancianos; ella me mira y yo afirmo con la cabeza en señal de aprobación para que de nuevo, ilumine su sonrisa aquel rostro en otros tiempos joven y deseado.
Caminan también dos viejos cascarrabias, que siempre riñen, sus discusiones son permanentes, nada les pone de acuerdo.  Lo bueno es cuando llueve que ambos se abrigan bajo el mismo paraguas y el uno, echa la mano sobre el hombro del compañero para que la lluvia no les moje.
Y en medio de ellos camino porque, viejo como ellos, debo hacerlo; pero camino en soledad que muchas veces es como mejor se va, aunque de vez en cuando despotrique contra la porquería de canción que va sonando en el MP3 y eche pestes contra mi mismo, por haberla grabado.
No voy a inventar o decir una verdad de Perogrullo.  Siempre hubo viejos, siempre, pero es que antes, morían jóvenes, sin aspavientos porque tenían otro tipo de educación que no tenemos ahora y menos tendrán los que nos siguen. Hoy, la vida nos hace el gran favor de  tenernos unos pocos más años por aquí, ante un libro, escribiendo, con un ordenador, mientras no llega la hora de llevarnos a un asilo.  Hace tiempo y como tuviesen dinero que heredar, los cabrones de los hijos, asesorados por las "benditas" nueras, unas palabras con un médico amigo y al poco, el viejo desahuciado gastando los zapatos y el corazón por los pasillos terribles de cualquier manicomio.  Ahora no ha cambiado mucho, los dejan en las gasolineras, al aire libre, que les de bien el aire que es sano y el olor a gasolina mucho más.  También se ha puesto de moda ingresarlos hasta el regreso de vacaciones de la familia, pero, al perro si que lo lleva, que los niños no pueden estar sin él.  Pandilla de golfos.
La lluvia, siempre ha sido en Galicia, enemiga de los niños, de los jóvenes, de los viejos.  Los primeros porque no pueden jugar al aire libre, los segundo porque si les quitan el sol, les llevan todo. Necesitan el banco en que siempre se reunen con los otros viejos, para discutir, como todos los días, lo poco que el gobierno ayuda con pensiones tan bajas. Pero sabed, que aunque en casa entregaseis más cantidad, el trato, a la semana siguiente, sería el mismo.  No olvidarlo.
Y la viejecita que se asoma a la ventanilla y los enteradillos de la oficina, en representación de los cabezas pensantes de la Capital, le dicen sobrados: - Es que su marido apenas cotizó.  Y la viejecita calla, porque todas callan en esa situación y, a la derecha del papel que lleva en su mano, en la parte baja se puede leer porque está escrito: Cantidad a percibir... 402,25€.  Ella piensa que si sus hijos le ayudaran un poco, no les quiere decir nada porque, la manada de anormales que ha criado, se olvidaron de la vieja hace tiempo, claro que, si la casa en que vive fuese de ella, sería otro cantar.
Los viejos al igual que los gatos necesitan cariño, que les pases la mano por la espalda, que les hables sin alzar la voz, que le cuentes cosas aunque no sea verdades pero que al menos sean hermosas, porque son la gente que mejor sabe escuchar y aunque parte de lo que se les dice, se le borre de su cerebro, lo principal del tema les has quedado y mentalmente lo repiten.
Muchas veces, cuando camino por las aldeas, me siento feliz si en cualquier recodo del camino o a lo lejos veo un anciano.  Se que durante un rato tendré una amena conversación que comenzará con una pregunta de él: - E logo, ¿de quen ves sendo? y a partir de ahí, la charla dura  hasta que con pena le digo que se me hace tarde que tengo que seguir caminando, pero antes me pregunta hasta donde voy. -A Ferrol- le contesto. -Uff¡, quédalle moi lonxe-. Y es cierto que queda lejos, todo consiste en caminar.
Hay veces que pienso, si ha sido poco lo que he estado al lado de mi padre, es que no lo se, quizás pude dejar otras cosas y dedicarme más a él. La mar pudo en parte tener la culpa de que no nos encontrásemos, otras veces las distancias, es que siempre he sido culo de mal asiento, no me gustan las fronteras, el estar siempre en el mismo lugar, luego, en la distancia echo de menos mi tierra.  Siempre ha sucedido. Ahora viejo, no se, iba a decir que no hay más remedio, pero me niego de momento a convertirme en una planta al sol y al lado permanente un vaso de agua y un periódico de hace dos semanas, del que puedo recitar hasta los anuncios por palabras. Que tristeza.
Y estos días, los viejos están siendo muy importantes.  Se han fijado en ellos los sindicalistas para que acudan también a la huelga, alegando que el motivo son las pensiones, y para ello, que dejen los nietos a los padres que por una vez, les viene bien conocer como se comportan sus herederos. Al menos en una ocasión se acuerdan de los viejos porque, durante todo el año, pasan olimpicamente de ellos, de nosotros. Espero que  también ellos hagan el correspondiente corte de mangas. Los viejos siempre han molestado, lo del sindicato, un cuento chino. Llega fuera de plazo, que se dice.
Quizás para el año, si la vida no me apaga, vuelva a la facultad porque es donde mejor estoy rodeado de compañeros, fantástica gente a la que quiero un montón.  Eso será si me queda fuerza y si el pensamiento no me juega una mala pasada aunque como a todos los viejos les sucede, el tiempo todo lo borra, llegaré con un cerebro recién estrenado.
O no. Terrible dilema que poco a poco me machaca el alma.

BOFETADAS