viernes, 5 de diciembre de 2008

PIDO INSISTEMENTE, PERDÓN.






En el otoño de la vida que transcurre, qué poco duran las cosas buenas, que poco las horas del día y una carta del soldado muerto que deja una sensación de olvido, de otoñal olvido, de tiempo pasado ya marchito, ido.
En el otoño de la vida recuerdos y un aplauso, para ese viejo que ocultando la cabeza bajo un paraguas semi abierto, lucha como puede contra la tempestad a base de giros e inclinaciones, dependiendo de la cantidad de vela que enseñe al viento. Pienso, por qué no luchará a pecho abierto, como yo hago, sin importarme las consecuencias; si unicamente es lluvia, claro que, reconozco que hay otras luchas más duras que pruebo y salen mal por su dificultad.
Lo he pensado muchas veces, ¿por qué se complicará tanto la vida cuando más avanzamos en ella y en años?. Juventud, divino tesoro....que soñaba Rubén Darío. y lo bueno, es que lo decía ya mayor. No me extraña, también lo pienso, Recordando mi juventud y no tan juventud que han sido divinos tesoros en cuanto a un sin fin de vivencias, de vida, si, de vida. Algo he olvidadado, otras las llevo presentes y es lo que cuento y las más, quietas bajo llaves, mil llaves que cierran mi memoria. Eso si que no sale. Sólo a mi me pertenece.
Hace tiempo, mucho tiempo, pensaba que cuando llegara a viejo, la cabeza dejaría de funcionarme y con ella, el resto del cuerpo, limitándose como persona a permanecer en esa situación, a llevar una vida vegetativa y contemplativa, Lo digo por los viejos que siempre veía, sentados en la orilla del jardín del Asilo de mi Ciudad, tomar el sol mientras la Luísa, mujer maniática, les iba espurgando la cabeza capturando de vez en cuando un piojo imaginario -apenas tenían pelo-, que mataba entre la uña del puñgar y del índice. Me doy cuenta, perfecta cuenta de que siempre escribo viejo y no viejecito. Viejecito me suena a palabra de monja cuando habla de las personas que tiene a su cargo,que creo son suyas, porque siempre los han manipulado a su imágen y semejanza, por eso, los pobres, pasan el duro invierno durmiendo entre cartones y pequeñas tiendas de campaña, antes de acudir a ese lugar de orden y de oración permanente, dando continuamente gracias por una sopa que han recibido. La sopa se da, sin más, sin exigir nada a cambio. Todavía quedan viejos, quedamos viejos en libertad, meteros la sopa por donde os quepa si con ella queréis cambiar formas de vida o cerebros.
En la calle de los Muertos, cerca de asilo, había un pequeño bar. En invierno, frío como los témpanos, en verano caluroso como un horno y en donde, en sus ratos libres, cuatro viejecitos jugaban al dominó a una velocidad endiablada ¡qué cabezas!. Siempre, todos los días eran los mismos. Caminar, les costaba. De cerebro....fantásticos.Un día no aparecieron,luego me enteré de que uno había muerto y el otro enfermo a causa de una intoixicación por meter en la boca unas bolitas rojas que crecían en el jardín y que estuvo a punto de dar las boqueadas. Boqueadas que daré yo, que a la larga daremos todos cuando se vaya acercando la guadaña. No me importa, es la continuación de la vida y la vida, ya me cansa, en ocasiones me aburre y en las más, me lastima. Y los cuatro viejos que jugan al dominó como los ángeles: - dos doble-; -paso- y golpeaba reiteradamente la ficha contra el mármol; -cuatro dos-;-dos pito y golpeaba la ficha con saña-....- cierro -
.....pago doce y tu?.... veinte.....¿veinte? a ver......cuarenta y dos. Las risas entonces se escuchan en toda la calle.
Los cuatro viejos que me abandonaron sin permitirme ver su última partida....
Sucedía en los otoños,en la caída de las hojas en los colegios. Consistía en arrancar sin que se enterasen, las hojas en blanco de los blocks y libretas de los compañeros/as -me agobia el tener que escribir os/as-, siempre me refiero a los los géneros. Pues bien, luego, con esas hojas e blanco se hacían aviones, un concurso y el que llegase más lejos..... premio para la señora, premio para el caballero....
En el otoño nuestro, mío porque el actual lo siento como mío, me gustaría compartir parte de unos cuantos días que ya me van quedando, conversando y riendo, sobre todo oyendo las risas limpias de mis amigas/os, casi de continuo sin que nadie quedase fuera de la rueda. Sería mi forma de vivir mientras la pavesa se apaga, sin darme apenas cuenta, aunque fuese sin jugar al dominó, porque no sé, esperando que allá en donde estén, con todo el tiempo del mundo, mis viejos del asilo de la calle de los Muertos, me enseñen en libertad.
Me queda aún aprender tanto y tanto. Lo haré cuando desocupe el corazón de tantas cosas buenas que en él tengo y que me han ido dando, aunque queda poco, mis principales vivencias siguen cabiendo. Porque el corazón estira, se vuelve cristal.
El otoño que nos lleva, abrazado por el viento, enamorado de la lluvia.
Y los ojos que no se me cierran, ante tanta belleza.
Y sigo pidiendo perdón, por tantas flores blancas cortadas.....

BOFETADAS