miércoles, 24 de diciembre de 2008

NO ES MALO RECORDAR...






Otro año más para sumergirme en la tristeza. No es que me derrumbe, pero los pensamientos se adelantan a las fiestas y noto la falta de tantas y tantas personas, que siempre estuvieron a mi lado, personas que quise mucho, que sigo queriendo pero que marcharon, algunas a traición, no era su hora. Me hubiera gustado que permaneciesen un poco más para demostrarles mi cariño.
Hablo de personas, pero también he querido un montón a mis animales irracionales-racionales con los que conviví desde muy pequeño.
Viviendo en la Puerta de Canido, mis padres compraron una casa rodeada de jardines en los que crecían en orden, tulipanes, gladiolos, rosas, claveles..... y un granado enano, muy pequeño, apenas se alzaba una cuarta que daba unos frutos muy hermosos. Mi padre cuidaba todo, del trazado en paralelas me ocupé yo. No me gustan los jardines llenos de recovecos. Un día me preguntó que me parecía si en una tira de tierra levantaba con sus amigos, unas casitas de cemento para tener algunos animales, no para matar, para que anduvieran libres. Asentí porque lo deseaba hacía tiempo y así, durante el día convivía y me conocían, los faisanes reales, las gallinas de Guinea, mis tortugas griegas que siempre encontraba una enfermera de una clínica cercana, al lado de la carretera o en otras ocasiones Collado el pintor o Nadales que pinta como los ángeles y los tenía de vecinos. O los perros, no guardianes, no era necesario; las llaves de la casa dentro de una maceta y de allí todos las recogíamos.
Me gustaba madrugar y disfrutar del olor temprano a campo limpio. Al poco salía a caminar por los senderos, sin rumbo, tropezando con el rocío que caía al suelo. El perro a mi lado, contento.
Un día, unos hombres que habían cogido de un árbol un nido de gavilán, en las inmediaciones del cementerio de Catabois, me permitieron tener una cría -ya crecida- entre las manos. Me daba lástima y a la vez, unas ganas locas de ser su propietario. El precio quedó en cinco pesetas y feliz, regresé a casa. Lo que ignoraba era la gran cantidad de carne cruda que comía y con todo, mi madre me permitió tenerlo. Siempre digo mi madre, y así es; porque mi padre, navegaba continuamente. El ave, llegó un día en que comenzó a volar un poco. Ese día conocí que tenía que suceder y libre marchó.
Algún tiempo después, entré con mis amigos en un bar de las casas Baratas y allí, sobre una tele, un gavilán disecado que apostaría lo que fuese a que se trataba del mío.
En estas fiestas, nos juntábamos unos cuantos, suficientes. Me ganaba un buen dinero cantando para mi abuelo, lo malo, es que con unos años más el tabaco entró en mi vida y las cuerdas vocales comenzaron a arrugarse. No me pesa.
Por eso hoy, al no interesarme estar ante una televisión, al no poder concentrarme en un buen libro que me han regalado, me voy a mi interior a recordar y únicamente pediría una cosa, que me pudieran ver por unos momentos, para que se diesen cuenta, de que ahora con los libros, ya no hago las porterías de jugar al futbol, tal como en mi juventud hacía, hacíamos.
Hoy como todas las mañanas he salido a caminar. En mis bolsillos pan en pequeñas porciones que fuí dejando en los lugares en que sé, duermen los mirlos y gorriones. Me da pena ver dos tiendas de campaña, pequeñas, en las que sé habita gente. Puñetera vida....
Que paséis una gran noche.

BOFETADAS