sábado, 6 de diciembre de 2008

LA LUZ DE AYER TARDE.






Ayer, a media tarde, se abrió el cielo y de él, surgieron millones de colores que lo inundaron todo, y yo en medio de todo aquello. En el centro de esa maravilla, un punto muy brillante, el Olympo y alli, todos los dioses que me sonreían. Ayer tarde, el firmamento, se abrió y mostró sus maravillas, sólo a mi. ( Cladiceo. Versículo 41, Opus 11).
Qué hermosa es la claridad, al salir de una mina, al salir del cine en horario de tarde cuando el profesores pasaban lista a los asistentes a la clase de latin; la aurora, el despertar..., lo que se necesita es mirarla sin entornar los ojos. Que envidia me dió Cladiceo cuando leí en su Versículo que la había visto...
Me conformo con pensar que puedo distinguir bastante bien matices, gamas y colores, algo que no es fácil de enseñar al ojo y requiere de horas y horas de estudio y contemplación. Más, esa explosión de colores de que se habla, la he visto también en muchas ocasiones, - no niego haber estado también en medio de la oscuridad-. Esa sensación tan hermosa es cuando la felicidad te inunda, no importa el motivo: un regalo que ansiabas, un amanecer azul que necesitabas o mismo, que la muerte vaya perdonando a aquellas personas mayores que conoces y quieres. No a ti Manuel, mi amigo de Esmelle que un mal viento te llevó un día, abusando de tu inmensa bondad.
Sigo siendo feliz y es por ello, que pretendo, lo sean quienes están cerca de mi, pendientes de mi, tal como yo estoy pendiente de ellos y los llevo en mi recuerdo. A los cercanos, los miro sin que lo noten mientras pienso la gran cantidad de felicidad no merecida que me han dado , me dan y la suerte que tengo. A los lejanos los siento a través del correo; bendito correo electrónico.
Hay en casa un cuadro que pinté hace muchos años. En él, una viejecita se lleva una cuchara de caldo a la boca y en la otra mano, la cunca. Mira al expectador feliz. Esa mujer la conocí en Vigo, era muy buena modelo. El lienzo se encuentra al fondo del pasillo y como por lo regular soy el primero que desfilo para la "piltra", muchas veces quedo mirándola y recuerdo lo mucho que hablábamos. Tenía la paciencia de un santo para permanecer quieta en la posición que se le decía. Yo, intentaba apurar para no cansarla. Me contaba los horrible que pasó la guerra; la explosión de una bomba en las cercanías de donde se encontraba que la deslumbró -me decía que había visto un fogonazo con miles de colores en medio de un amanecer-, como el que yo vi ayer tarde, lo malo de todo ello es que desde entonces no podía mirar fijamente ni a una bombilla de 40 watios, No sé, quizás si le cuadrara ver la gran explosión muda de colores de ayer por la tarde me llegó, le hubiera pasado, se curaría aunque, ya hace tiempo que de Ana, ya no se nada. La quería, vaya si la quería, como quiero a todos mis viejos.
La luz, la gran luz que se abre y tanta y tanta gente que no es capaz de verla.
En el Instituto, un grupo de amigos, no de compañeros; todos los días, a las cuatro y media de la tarde, hora en que pasaba el tren, cruzábamos el tunel que desemboca en La Malata y lo hacíamos desde las inmediaciónes de la Estación de autobuses, era bastante oscuro en el tramo central más, como las traviesas están equidistantes, se memoriza la longitud del paso, se cruza bien, era muy fácil. Un día hicimos antorchas con la cubiertas de las bicicletas que algo iluminaban. Al terminar el recorrido, la cara; la ropa; las manos estaban llenas de salpicaduras negras que no salían ni con petróleo. No recuerdo qué historia fantástica, porque tuvo que ser fantástica, conté a mi madre. Siempre digo a mi madre, es que era la que nos dirigía pues mi padre se hallaba siempre navegando. Eso era lo que me salvaba.
Por eso, cuando leo el Versículo del monje Cladiceo, visionario, virgen y mártir, explicando la intensa emoción que sintió en medio de tanta luz, me da que no pudo ser tan luminosa como la que me penetró ayer por la tarde. Me da y no quiero mentir, pero tengo metido en la cabeza - ya sabeis que mi cerebro anda suelto por culpa de los caballos- pero como digo, tengo metido metido en la cabeza de que toqué el cielo, un cielo que me aconsejó que debo de serguir con los pies en la tierra, mientras pasa la vida. Vida.

BOFETADAS