lunes, 5 de enero de 2009

MUCHO LES QUEDA QUE APRENDER






Salgo de unos grandes almacenes, camino en dirección a la calle del Hospital. El día no es frío, saludo a gentes con las que me cruzo, con las que aprecio me paro y charlamos un poco. Continúo mi andaina. Unos muchachos que al cruzarse con un joven que llevo delante, le dicen : -¡Maricón!, ¡maricón! y otras lindezas más que no es fácil escribir. El joven insultado, aprieta nervioso contra su pecho una bolsa que lleva y con la cabeza bien alta, como si ya estuviese acostumbrado a tanto insulto, sigue caminando. La sangre se me ha alterado, estoy dispuesto a intervenir pero al final, los imbéciles continúan y aquí, iba a decir que no pasó nada, pero vaya si pasó.
Pasó que sigue sin admitirse que el cuerpo de una mujer tome la forma de un hombre porque tiene -digo yo -, un pedacito más de carne, que en ocasiones a penas es nada pero si, ahí está su bravura porque andamos vestidos. Si todos anduviésemos por la calle en pelotas, la hombría de gentes tan cobardes iba a desaparecer. La hombría y la bravura la da el tamaño; el cerebro, al parecer, no sirve para nada o sirve muy poco.
Siempre, en mi trabajo, he tratado con esas personas dignas en toda su extensión.
Tuve a uno muy competente trabajando conmigo; y a propósito, cuando nos dirigíamos a la cefetería a media mañana, le pasaba la mano por los hombros y así íbamos charlando, para cabreo de puritanos y machos, que jamás me lo reprobaron, ni tan siquiera lo intentaron.
He visto como eran motivo de burlas por su forma de andar, su forma de hablar y su comportamiento. Son libres y en libertad, el resto de los mortales a callar.
A las puritanas y puritanos que los hay, a los que piensan que Cristo les pertenece, que sólo estuvo en el mundo para ellos, también les diré que jamás habló en contra las personas que nacen hombres con pensamientos y acciones de mujer. ¡Qué culpa tienen!, con los animales sucede lo mismo y, tal como debe ser, no ocurre nada, ni nadie les levanta el rabo para ver si son homosexuales; muchos seres que no son los hombres, está demostrado que también lo son.
En Madrid, me llevaba muy bien con un grupo que trabajaban en el mismo edificio que yo lo hacía. Uno de ellos, lo hacía en la Secretaría del mandamás. Eran gente fabulosa y buena, jamás reñían, ni una palabra más alta que otra, serviciales a más no poder. Procuré que el resto, les llamase por su nombre en masculino y no, tal como sucedía cuando llegué, que la terminación era en femenino. Me apenó ver a Jacinto en la prisión de Caranza, me dio mucha pena porque era y supongo seguirá siendo, un buenazo.
En una ocasión que se celebraba el día del orgullo gay, me llevaron a Chueca. Prometo que fue un día inolvidable de risas, de tonterías, de sentirme amado, respetando las distancias pero, comprendí como se pude sentir una mujer cuando a su alrededor, en el día a día, hay un buen grupo de moscones que tratan de enamorarla. Fué sublime más, no caí en la redes de alguno. Es que a veces, soy un poco dura o duro. Ya me lío. Pero si comprendí, que un piropo a una mujer es como una estampita a un niño en Semana santa.
Ayer, unos idiotas que insultaban a un joven que caminaba por la acera y temeroso apretaba contra su pecho, una bolsa del corte inglés. La cosa no llegó a mayores; me hubiera puesto a su lado.
Algunas veces lo he pensado, si les tocara a dos hombres desconocidos entre ellos, un viaje a una pequeña isla del Pacífico o de Grecia -de Galicia no, ya que el frío no ayudaría -, que en ese isla hubiera cámaras, que ellos no lo supieran; me da que no tardarían mucho en hacerse quizás novios o al menos amantes y, que no haría falta mucho tiempo para que el amor llegase a su máxima expresión.
Y los políticos, los colegios y las manifestaciones, hablando y pidiendo continuamente libertad para las personas que nacen libres y que somos todas, todas, aunque unos, llevan un trocito más de carne que les dio la vida, y que toda esa vida, les harás las personas más desgraciadas del universo y ahí, entra desde el más bravo general al más humilde servidor. No hay distingos.
Respeto para ellos, para todos, incluso para los intolerables que se pasan el día en la iglesia dándose en la sombra, terribles golpes de pecho. Son los intolerables. Los que tanto hablan de la caridad de Cristo y de su dios, un dios que únicamente a ellos les pertenece; son los elegidos. Idiotas....
Mucho les queda que aprender.

BOFETADAS