jueves, 8 de enero de 2009

DONDE SÓLO LOS HUESOS HACEN RUIDO






Un día por casualidad, por esas casualidades que da la vida y para mi buena suerte, ya hace casi medio siglo, aparecí en Esmelle, en medio de su silencio. Con el tiempo fui conociendo su hermoso valle y poco a poco también sus gentes, reservadas en principio pero, una vez te dejan entrar, las sonrisas, las palabras y los golpecitos en la espalda a modo de saludo, no faltan.
Eran tiempos de partidas interminables en la Paloma, de caminatas a la playa- porque Esmelle la tiene-, por caminos que a fuerza de pisar, quedaban marcados en la hierba, en las inmediaciones de cualquiera de los tantos riachuelos cristalinos, que corren veloces al mar entre xunqueiras, ameneiros, salgueiros y bajo losas centenarias, para mover los rodicios de multitud de molinos, que tan necesarios fueron en su día.
Una enorme mesa, en la que casi a diario, un gran grupo reíamos y alborotábamos, jugando interminables partidas de cartas, juego que tuve que aprender sobre la marcha y que hoy he olvidado. La misma mesa que sostenía cestas y cestas de percebes en muchas ocasiones. Mesa de reuniones,de comidas, de charlas interminables, mesa de amigos. Partidillos en la playa, caminatas por los montes cercanos entre bosque espeso por senderos hoy ampliados o hechos carreteras.
Un día cualquiera, un grupo de vecinos decididos, acuerdan iniciar , en sus horas libres, que incluyen los domingos, la construcción de un edificio que será local social de reuniones y un espacio, escuela para los pequeños. Y es así como plantean, replantean; estudian cómo tiene que ir el tejado y sus tragaluces para que en el invierno no deje pasar el agua. Un día, la obra para alegría de todos, se finaliza. Es magnífica con un gran espacio para reuniones culturales, hay muchas ganas de aprender y zonas lúdicas para que no falten las partidas, interminables partidas con sus cabreos : ¡El pito doble, coño, echaras el pito doble!, ¿por qué me echaste el seis cuatro?... más al final, la sangre no llega al río y todos finalizan la jornada entre risas, aunque en el fondo, a alguno le queme el por qué no salió el pito doble.
En el exterior, una pista de futbito que reune a niños, jóvenes y no tan jóvenes que corren tras un balón o pedalean en pequeñas bicicletas; me he fijado en muchas ocasiones, que nadie molesta a nadie. Es fantástico tal comportamiento. En unas mesas cercanas de piedra, las mujeres vigilan a los pequeños y charlan con otras y en la distancia, cerca del río, las niñas y niños tontean con los primeros amoríos.
Semana cultural, conferencias, exposiciones de pintura, bailes regionales, artesanía, teatro, enseñanza, biblioteca, ordenadores conectados a la Red, carreras por un circuito, carreras de burros- siempre ganaba el gitano-, carrilanas, senderismo muy bien señalizado, romerías castrexas en Tralocastro, en donde, todo el pueblo se reune en una comida al aire libre para continuar con una serie de juegos, entre la música de algún grupo. Todos participan, desde los más pequeños hasta las gentes de más edad en sana alegría.
Ruta de los sentidos en donde el tomillo y la hierbabuena se hacen presentes. Ruta de los molinos; algunos ya restaurados, el de Otero y el de Salgueiras; otros en fase de restauración, teniendo en cuenta que lo siguen haciendo voluntarios aprovechando domingos y festivos. Fuente de Evarista y lavaderos que se recuperan y vuelven a renacer y lo fundamental, en un pueblo en que las familias iban casi por libre, ahora, hay una convivencia del todo elogio. Lo sé, porque me mezclo entre ellos y los acompaño, cada vez que salen a visitar cualquier lugar de nuestra Galicia. Gente amable, gente buena.
No se si tarde o a su tiempo, los primeros premios a tanta labor les han comenzado a llegar, en recompensa a tanto trabajo en silencio, de recuperación etnográfica: seleccionados a nivel nacional para participar en el concurso de Buenas prácticas de la ONU; de Historia Natural y alguno más que ahora, no llegan a mi mente gastada. Invitados "Tribuna del agua", a la Expo de Zaragoza como modelo a seguir y ayer, gran día para todos ellos, les fue entregada la insignia de oro de Concello. No son premios que se dan por amiguismo, son premios reconociendo una labor dura, porque dura si que es, con unos resultados que se ven.
Esmelle, del que Cunqueiro decía hace años, que su invierno es largo, muy largo; pero su verano y otoño son dulces.
Hay algo de esta tierra que también me emociona, su silencio infinito, que se rompe de tarde en tarde por los ladridos de un perro, al paso de un caminante admirado por tanta belleza.
Suelo despertar temprano, cuando todos duermen. Camino por sus senderos o por esos caminos abiertos pensando en la parcelaria que nunca llega, no me atrevo a silbar porque no quiero romper el silencio, sólo quiero escuchar el cantar de los riachuelos limpios como el aire y pienso, en la buena suerte que han tenido esta gentes y nosotros, al ser desviados los monjes por un aire misterioso, cuando intentaban llegar a este paraíso para sentar sus reales.
Y bien que me alegro.
Para todos aquellos que lo hicieron y hacen posible.
A la memoria de Manuel, que nos dejó, para irse con su Josefa.

BOFETADAS