martes, 8 de abril de 2008

FIESTA






Antoñito, el hijo de la Pura, es quien a las ocho de la mañana en punto, tal como le dijeron los de la comisión de fiestas, lanza al aire una sarta de cohetes, muy potentes, que van despertando a los rezagados. Las mujeres ya hace un buen rato que están en pié, metidas en sus quehaceres de cocina. El día ha amanecido radiante de luz y todos lo agradecen.
En lo alto de una loma, una pequeña iglesia de piedra, con un campanario que a duras penas se sostiene. La iglesia, rodeada de una hermosa carballeira, cuenta con unos ochocientos años de antigüedad y en su interior, guarda la imágen de la virgen, patrona del pueblo. Por la carballeira, se han instalado pequeños puestos de chucherías y tabacos y un toldo que sirve bebidas. Al fondo, una pequeña tómbola en donde las gentes, en plena euforia festiva, se gastarán los cuartos a la espera de que les toque esa batería de cazuelas tan brillantes.
Es muy temprano y los pobladores ya inician la subida. A ambos lados del camino, indigentes que enseñan sus miserias en busca de limosnas; son días en los que entre una cosa y otra, amén de comida, se pueden sacar unas seiscientas pesetas.
Una mujer abre la iglesia y las gentes comienzan a entrar; algunas rezan una pequeña oración y en seguida acuden a depositar algún dinero en una bandeja situada ante la virgen y en donde reza un cartel: "Limosna para la Virgen". Los hombres que han permanecido en la tasca del pueblo entre copas de aguardiente, inician el camino entre grandes risas, la cabeza algo turbia que para eso es fiesta y la mano desprendida. En la iglesia prenden billetes con alfileres en el mando de la virgen y una vez finalizado el prendimiento hacen una genuflexión con recogimiento. Fuera, los cohetes siguen sonando mezclados con los petardos que los niños han comenzado a comprar.
Llega el cura, todos le saludan, entra en la iglesia triunfante y se da una vuelta alrededor de la patrona, fijándose sobre todo en su manto. Aún es temprano, piensa, mientras se dirige a un habitáculo que hace de sacristía. Allí plantado, un joven que le saluda y le dice que ha sido enviado por el señor obispo a modo de supervisor. Al cura, el cuerpo le da una vuelta, tiene ganas de vomitar mientras su pensamiento se va al dinero de la virgen y a su noche proyectada en Compostela.
Durante la procesión, las gentes detienen la imágen y continúan colgándole en el manto billetes de todo tipo de valor. La bandeja la han tenido que vaciar y recoger su contenido en varias ocasiones. Es día de alegría, es día de la patrona, es el día del pueblo, pueblo que durante el año no levanta la cabeza del surco del arado y el azadón.
Luego en la tarde, cuatro músicos en lo alto de una tarima, tocarán sin descanso, les han pagado bien. Ante el palco, los niños que se cogen por los hombros simulan bailar y tras ellos, las gentes que van pidiendo pasodobles y de vez en cuando un tango, arrastran sus zapatos llenando de polvo todo el ambiente.
Al anochecer, el cura pasea con el enviado del obispado por la carballeira. Charlan amigablemente. Más tarde regresa sólo. Tras unos matorrales, del pecho y vientre del enviado, salen claveles que brillan con la luz de la luna; no tiene fuerzas para gritar solicitando auxilio y la vida poco a poco se le escapa.
En Compostela el cura que está sentado ante dos perdices escabechadas, ha perdido el apetito. Tanto soñar con ese momento, tanto pensar en hartarse de una vez y comer como comen los señoritos, que el cuerpo le ha traicionado.
En sus casas, las gentes van apagando las luces. Mañana lunes hay que madrugar y trabajar duro, porque el tiempo no ayuda..... Alguno de ellos piensa: - Pena del dinero que la virgen llevaba colgado en el manto..... -, y una mujer suspirando, dice al marido:-Con lo que había en la bandeja, ya me conformaba-....... Vida.

BOFETADAS