jueves, 29 de julio de 2010

DICEN QUE LOS TOROS NO SUFREN.


Un miércoles, 28 de julio del año 2010, el pueblo catalán acuerda que dentro de unos meses, apenas un año, la fiesta de los toros desaparecerá de esa comunidad. Recordemos, que se va diciendo, que en Canarias los han prohibido.  No hay tal. Han prohibido el maltrato a los animales, pero no los toros, que continúan como siempre, todo dependerá de que la gente vaya o no vaya a la plaza.
Al enterarme de que al menos en una comunidad dejarán de sacrificarlos, mi alegría es inmensa, a pesar de lo que manifiesta la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre quien, aprovecha las cámaras de la televisión para pregonar a diestro y siniestro, a los que viven en las alturas y los que viven en los sótanos, que los toros, no sufren en la lidia, que son unos animales que llevan una vida muy apacible y son un bien cultural que inspiró a Picasso, Goya, Lorca...  Señora, por un momento póngase en su lugar, que la alimenten bien, que le den medicamentos para engordarla  rápidamente, que le cumplan todos los caprichos y al cabo de -ignoro la equivalencia de edades entre el toro y  persona-  un tiempo prudencial en que un veterinario o quien sea, diga que está en perfectas condiciones,   la lleven encajonada en un camión desde Salamanca, Madrid o cualquier lugar de Andalucía a la plaza Monumental de Barcelona. Que la sigan encajonando sin miramientos en los chiqueros, y allí la rifarán para asignarle un torero.  Pida a san Minotauro, que sea de los buenos para que no la martirice y,  cuando le abran portones que le conducirán al albero, no tenga temor, quede a la espera de que un hombre a caballo le clave con saña una pica terrible y procure, que la vea sin fuerzas después del castigo porque, de no ser así, ese hombre enorme, insistirá y hendirá una y otra vez la lanza en su cuerpo ya que está  tan loco, tan encabronado, que aunque le silben para que cese en su martirio, ni se enterará.  La ha dejado sin fuerzas y un dolor horrible sacude su cuerpo, de nada sirven sus bramidos que son agradecidos por los que presencian la lidia. La sangre ya hace un rato que está brotando, tiene un costado de color carmín que con el negro forman la bandera de la muerte.  Un breve descanso y sin tardanza, va siendo hora de colocarle unos adornos.  Si la pica fue para dejarla sin fuerzas, media muerta, ahora son unos arpones -tres pares- que le clavarán en la espalda adornados con los colores nacionales, o tal vez verdes si se lidia en Andalucía, o puede ser azul  si ocurre en la plaza de Pontevedra.  Algunas de esas banderillas, no permanecen clavadas, depende de la pericia del banderillero, las más en lo alto de la cerviz o en donde cuadre. Alguna, de vez en cuando, puede molestar al torero durante su faena; ya sabe, que con la punta de la espada la mueven pero como a usted no le duele, puede corregir la posición tantas veces uno lo necesite.
Al poco llegan los pases y repases.  Desde el burladero dicen al matador que cambie, que es bizca, que por la izquierda no entra y si por la derecha.  Un pase, otro pase, olés en todo el foso.  El torero que no cabe dentro de si, se ajusta la taleguilla, se eleva sobre las puntas de las zapatillas con chulería, que ahora manda en la faena y a la vez está entregado, porque el toro, gran toro el que le ha salido, también lo está muy a pesar de la sangre ya le ha cubierto medio cuerpo.  Otro capotazo, otro más cambiado para terminar con un pase de pecho que obliga al animal alzar las patas delanteras.  Aplausos lo premian, luego vendrá el dinero que para eso se está jugando la vida aunque la fiera, lleve la cornamenta recortada.
La música que cesa, el matador en las tablas se moja el rostro, bebe de un vaso de plata que es costumbre, tira con fuerza del pomo de la espada que le ha acercado su mozo. Hay en la plaza un silencio que asusta, el torero se santigua, besa un crucifijo, brinda el toro a una persona mayor, gran pamela verde sobre la cabeza y a la que nadie en la plaza conoce. Algún que otro fotógrafo aburrido le ha disparado unos flashes por lo que pudiera pasar.  Ella abraza con fuerza la montera contra su enorme pecho y en ese lugar queda perdida, al tiempo que sus enormes labios rojo pasión lo agradece con una mueca que quiere ser sonrisa.
Han pasado veinte o más minutos cuando el toro muere.  Nadie aplaude pero han comenzado silbidos, gritos de ¡ asesino !, ¡ asesino !...; y es que la espada ha entrado y salido del cuerpo del morlaco más de media docena de veces, ¿no le duele?. El torero antes sonriente, ahora suda continuo y al fondo, pegado a las tablas, temeroso, el noble animal se ha echado, vencido, esperando la muerte, incapaz de luchar.  Ahora espera que termine todo, pero antes sufrirá  tres o cuatro veces más,  el empuje de la espada de descabello, ¿no duele?, ¿no lastima?.
Lo mismo sucederá con el resto de las reses, cinco toros cinco de la ganadería de Robledales.
En la lid, no se acepta lo matemático, cada toro es un mundo, cada torero es una casualidad, la casualidad que tenga ese día para conseguir que el toro no "sufra".  Sinceramente, pienso, que importa un carajo a los matadores que los toros sufran o no sufran, el toro es una circunstancia más, la verdadera circunstancia en la plaza son ellos, los toreadores, los que reciben los aplausos, los regalos, las sonrisas de las damas, los guiños de las jóvenes porque las viejas nada tienen que hacer.
Y la señora Presidenta, con pe mayúscula, insiste en que los toros no sufren y lo dice por la tele a los españoles, le faltó decir que sufren más los parados pero, en ese instante, prohibido hablar de esa gente, que para ello tienen sus sindicatos.
Un miércoles, 28 de julio de 2010, el gobierno catalán; el pueblo catalán mejor dicho, acuerda que dentro de unos meses, apenas un año, no haya más corridas de toros en la comunidad.
Lo que no dicen, es que continuarán haciéndoles daño en las fiestas de sus pueblos. Tarragona se lleva la palma.  Y vuelven a decir que ahí no sufren.  Es sencillo saber si se sufre o no, toreando un político de vez en cuando, hallando la media de la nota que se pongan, se sabrá si lo pasan mal. Pero no, no le hace daño, por lo visto,  llevar una antorcha encendida en cada cuerno, no sufren ni sienten la calor, si van amarrados por sogas de las que tiran desde lejos unos valientes o los que consiguen que se caigan al mar, con el consiguiente susto de verse en tal situaciòn que no quiere.  No hay que preocuparse por los animales, no se enteran  y por tanto no conocen el sufrimiento, dice la buena señora de Madrid. Que coño se va enterar de lo que sucede si hasta son prepotentes al hablar sin conocimiento alguno.
¡Qué falsedad!, ¡cuánta falsedad!.
Mi pregunta es ahora para cualquier político catalán, pero que no engañe, que hable como le dicte la conciencia.  Ahí va: Si Cataluña fuese criadora de reses bravas a gran escala, ¿prohibirían la fiesta?.  Ya ven que no escribo lo de nacional porque a mi tampoco me gusta. 
Es que no la considero mi fiesta.

BOFETADAS