martes, 16 de noviembre de 2010

MAMÁ, CUÉNTAME UN CUENTO.



El hombre de larga barba blanca y gran  bigote de emperador polaco, vive solo en la casa de madera rodeada por unos hermosos,  pero a la vez abandonados jardines que ahora, ya entrados en la primavera, muestran sus infinitas maravillas en plena floración, llenando el ambiente de un perfume que no empalaga, imposible de descifrar.  Las rosas rojas, blancas, amarillas, siempre pegadas a la pared de la vivienda para que el viento del norte, no las azote y haga caer sus pétalos al suelo.  Delante de la puerta principal una fuente de mármol y en el centro, en todo lo alto, subido a ese gran pedestal de granito, la figura de un ganso que abre las alas y constantemente, echa agua por su boca para mojar las espaldas de las muchas ranas que tranquilas, toman el sol.
La parte trasera de la casa, está llena de árboles frutales que poco a poco se van secando, que dan unos frutos marrones porque, los humos de una fábrica de electricidad cercana, así lo quiere. El hombre, cansado de protestar sin que le hagan caso alguno, ha dado la guerra por perdida. Le llaman viejo chiflado.
Y el hombre de barba blanca y gran bigote de emperador polaco se aburre.  Se aburre mucho, porque la soledad, no es buena compañera y siempre  viene cargada de tristeza. Tiene envidia de lo que sucede en la laguna cercana,  en que patos, cormoranes, flamencos, cernícalos y más, siendo de distintas comunidades como los negros, blancos, chinos; viven todos juntos; ni se molestan, siempre contentos, a todas horas cantando.
De vez en cuando el hombre, al sentir el ruido que produce la moto del cartero, se asoma a la puerta en espera de noticias que sabe, nunca llegarán.  Como siempre, el cartero pasa de largo con la cabeza alzada, prepotente porque hoy va de gorra nueva,  sin inmutarse, sin tan siquiera desearle los buenos días. El hombre lo sigue con  la mirada húmeda, hasta que se pierde en un recodo del camino, allá en la lejanía.
Entonces el hombre se sienta cerca de la fuente en una silla de mimbre y es que el sol, comienza a calentar.  All lado del agua, se está muy fresco y el murmullo del agua que le regala el ganso, lo adormece.  No muy lejos el gato gris marengo, al que llama  "Camarón"; primero alza la cabeza para luego, lentamente, ir acercandose, temeroso de que le riña porque no lo ha visto en toda la noche ni durante la mañana.  No sabe que los gatos siempre tienen reuniones o caminan por los tejados al sol, en busca de cualquier ratoncillo.  Eso dicen los muy mentirosos. La verdad, es que siempre están buscando novia.
Al llegar a la altura del amo, da un gran salto que asusta al hombre pero, al final, suavemente queda en su regazo. Es entonces cuando le llegan las caricias que tanto le gustan y por eso, estira completamente la cola, como cuando se pelea con los perros. El hombre suspira : " Camarón, Camarón, que solos estamos". El gato lo mira como si entendiese, mientras agacha la cabeza porque tiene sueño.
Y es que los hijos han marchado hace algunos años en busca de trabajo a la gran capital. No estaban animados y les faltaba decisión para trabajar la tierra, arar los interminables campos, podar los árboles y en septiembre la vendimia.  Ahora, operarios en una gran fábrica, no quieren saber nada de la casa grande, ni del que en la casa vive.
Un día el hombre mayor, el de la barba blanca, tiene sed por la noche; se levanta, camina al frigorífico y al abrirlo, su luz, le permite ver un ratoncito blanco, muy blanco, como si fuese de juguete que rápidamente escapa y entra en un agujero de la pared.
-Bueno -piensa el hombre-, ya no estamos tan solos en la casa.-
También piensa en Camarón, el gato, enemigo perpetuo de los ratones. Habrá que decirle que se comporte.
A la siguiente noche, el hombre acude de nuevo al frigorífico. Abre la puerta y allí está el ratoncito blanco, sentado, mirándole.
El hombre toma un trozo de queso que desmigaja, se lo echa con cuidado y el ratón que se las sabe todas, creyendo que es una trampa, escapa a gran velocidad.
Cuando el hombre baja por la mañana a la cocina, el queso ha desaparecido. Entonces, el anciano, sonríe.
Y de ese modo, todos los días le va dejando comida hasta que el pequeño roedor va tomando confianza y como quien no quiere la cosa, una noche, pregunta al hombre:
-¿Me quieres matar?. El hombre se asusta y niega con la cabeza. - Cómo te voy a querer matar, si te necesito para que me hagas compañía.-
Una noche en que el ratón sale del agujero para recoger la comida que le ha dejado el hombre, ante él, ve  una sombra con unos ojos que brillan demasiado y una lengua que se relame.  Es Camarón.  El ratón chilla, chilla tanto, que el hombre baja apresurado, toma en sus brazos al gato y con furia le dice: - Como toques al ratón, te marchas de esta casa.-
Los gatos que no son de caminar por los bosques ni por las carreteras, dice a su amo que no lo hará.
-¡ Júralo !-, dice el hombre. Lo juro por  Bastet, diosa gata que vive en Egipto y a la que rezo y pido me envíe ratones.  Dice el hombre de la barba: -Pero blancos ¡no!, blancos ¡no!.- Lo juro, responde el gato.- Al hombre no le queda más remedio que creerlo.
El ratón blanco se acerca al hombre, sube a su enorme zapato y con gran ternura le dice:
- ¿Sabes que no estoy solo?.
- ¿Quién está contigo?, pregunta el hombre.
- Cuatro hermanos más -, dice el ratón tembloroso.
-Que salgan, dice paciente el hombre con una sonrisa de oreja a oreja y una enorme alegría el cerebro.  No les hará daño alguno.
Y ante ellos, cuatro ratoncitos más, del todo blancos, con sus bigotes peinados y sus pies, manos y nariz  colorados.
Qué alegría para el hombre. Al fin todos en la casa estarán entretenidos.
Un ratón recién llegado, de bigotes muy largos dice al hombre: -Somos músicos-
-¿ Músicos? pregunta el hombre que no se lo cree.  A lo que el ratón contesta: En el incendio de otra casa en que vivíamos, se nos perdieron los instrumentos y ahora, sin poder tocar, estamos muy tristes.
El hombre abandona su casa, camina a grandes zancadas hacia el pueblo y una vez en él, pregunta en todas las tiendas si venden instrumentos de música para ratones.  La gente que lo escucha ríe, ríe, ríe e incluso alguno se atreve a llamarle viejo chocho.
El hombre regresa, cierra el portón, camina a la bodega toma una plancha de metal y día a día, con gran paciencia y cariño, va construyendo un trombón de varas, una trompeta, un oboe y una tuba que es la más grande.  De una tabla de ébano construye un violonchelo.  También toma medida a los ratones, no vaya ser que los instrumentos les queden demasiado grandes.  Por la noche, entre ellos y con la asistencia  del gato Camarón, hablan de música y viajes hasta las tantas de la madrugada. El hombre, jamás ha sido tan feliz.
Un día los llama: Roy, Moy, Loy, Toy, Lío, que acuden veloces.
Ante ellos, los instrumentos más hermosos que se pudieran imaginar, brillantes como los luceros, que tal parecen hechos de ese oro que las hadas colocan en sus vestidos para que reluzcan.
Toman los instrumentos. Tal como hacen las grandes orquestas, separados los unos de los otros,  los afinan. No pasa mucho tiempo cuando en la gran sala, se escucha el Concierto Grosso, Opus 5 de Handel.  El gato ha quedado con la panza mirando al techo, feliz.  El hombre echa la cabeza hacia el respaldo de la hamaca y escucha, escucha temeroso de que el sueño le venza, jamás pensó, que aquellas latas que había pulido con tanto cariño, produjeran esos sonidos tan hermosos,  que  unos grandes músicos que a su lado, conseguían. Músicos que ahora  tocan sólo para él y su gato.¿Quién en el mundo se puede permitir tanta dicha?. Los reyes y ahora el hombre, en medio del gato y ratones blancos, lo es.
Al cabo de un año, alguien llama a la puerta de la casa.  El hombre de la larga barba, ve a través de la mirilla a sus dos hijos, dos mujeres y unos cuantos niños.  No hace mucho le escribieron diciéndole entre líneas algo de ir a un asilo.  El corazón le late con prisa, el corazón le habla, el alma le dice: ¡Aléjate!, ¡aléjate!, ¡no les abras! y así lo hace. Los hijos insisten pero al poco, se marchan tal como hicieron hace tiempo dejando al hombre con su soledad.
Ahora que es feliz con sus músicos, con su gato, por qué romper esas noches fantásticas que ahora tiene, con los gritos de unos niños maleducados, con las exigencias de unas nueras que no conoce, con las peticiones interesadas de unos hijos que hace tiempo ha perdido.
El hombre no espera la llegada de la noche, coloca velas en el suelo que enciende.  También, en la mayor bandeja que tiene en la cocina, echa trocitos de queso, aceitunas, sardinas para Camarón el gato, un gran pastel, gominolas, chocolate relleno, galletas de todo tipo, turrón del blando y también pipas recogidas de los girasoles..
Todos comen, todos lo celebran.  El hombre de la barba blanca y gran bigote de emperador polaco sonríe feliz. De pronto los ratones, hacen sonar sus instrumentos y de ellos va saliendo una sintonía maravillosa que llega a todos los rincones de la casa.  No pasa mucho tiempo cuando una larga procesión de hormigas se van acercando, lo mismo sucede con las abejas que han abandonado la colmena, llegan polillas y al final, una pulga que andaba perdida y una lagartija a la que le gusta la música también se acercan.
Todos escuchan en silencio, es tan bello, tan hermoso, que el hombre permite que las polillas ocupen su lugar en el interior de su barba blanca porque a la noche, siempre tienen frío.  Es la persona más feliz que pueda haber en el planeta.
La orquesta continúa pero esta vez, con un rock and roll que todos los presentes bailan y se mezclan. Con la pulga, nadie quier bailar por los saltos tan grandes que da.  El hombre de la barba blanca y gran bigote de emperador polaco, se ha dormido.
La bondad, ahora sueña.  Chissssssssss, dejarlo.
La música se va apagando. Cada cual a su rincón.  Mañana será otro día.
Mañana volverá a ser un día diferente, mucho mejor que el anterior.

-  Para Inés mientras crece, mientras se llena de vida.

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