jueves, 21 de octubre de 2010

INÉS, SOLAMENTE INÉS.



Buenos días pequeñaja.  Buenos días Inés. Así comenzaba mis escritos cuando estabas en una triste habitación de hospital. Hoy, pienso, que desde tu ventana, al menos, verás árboles, pájaros y mariposas que son las hadas buenas de las niñas.
Ayer, caminé cerca de un gran mar.  Le pedí que te curase muy pronto, que te ayude porque, siendo tan grande, es de suponer que tenga un gran poder y pueda hacerlo.  No lo se.  Estoy con una gran duda. Ya veremos en que queda y lo que dicen los libros sobre ello. Quizás, acostumbrada, lo que más te apetezca ahora en casa, es continuar llenando el techo de tu habitación de estrellas a las que vas poniendo nombre; acuérdate, que las hay que brillan menos pero que también son muy importantes, lo que sucede es que están lejos y se van acercando.
Pequeña del alma, que no conozco.
Hoy te escribo desde mi blog para así, recordarte siempre.  Blog, es una cosa rara que se inventan los mayores para quejarse, qué vegüenza, cuando tu, ni tan siquiera dices ¡ay! cuando te ponen alguna inyección.  Y yo que les tengo un miedo terrible..., pero jugando al futbol, te gano.
Ines, ayer me escribió un familiar tuyo diciéndome entre otras, que habías abandonado el dichoso hospital, esa enorme casa que a nadie gusta por aburrido.  Una vez en uno, vi una gotita de sangre, me desmayé.  Me contaron también te habías ido con muy pocos medicamentos y en muy buena forma, como los payasos que no se cansan nunca.  Con seis añitos..., es bien seguro, que tienes que estar llena de ilusiones, unas las que te rodean, pero las más, en tu interior que son las buenas, las que te permiten cuando duermes, jugar con todos tus amiguitos, gnomos, hadas buenas porque la mala se la han llevado los guardias.  A eso, la gente mayor le llama sueños. La gente mayor va de lista pero en esas cosas no sabe nada de nada.  Ellos tienen sueños raros, de grandeza los más, otras veces sueñas con pelearse en guerras que no conducen a nada y los hay, que sueñan con guardar mucho, mucho dinero que han ganado de no muy buena forma.  Los niños no tenéis esos problemas ni falta que os hace.  Lo vuestro, que a mi también me gustan, son los juegos continuos hasta, que como siempre sucede en lo mejor, cuando más te estás divirtiendo, cuando más te ríes, alguien te llama porque tienes que ir a comer y uno, que no tiene ganas, tiene que obedecer, porque los mayores piensan, que siempre tienen la razón, los niños nunca ¿a qué si?, ¡pues claro!. Luego viene lo peor, que si la comida no es de tu gusto, te obligan a comerla.  Yo tenía una trampa, a mi lado se ponía un perro que tuve y sin que me vieran se le iba dando.  Más de una vez se empachó. Pero mira, Ines, son trampas de mayores, de niños, todavía no.
Ayer temprano, muy temprano, a las seis de la mañana, cuando salí a caminar, estaba triste sin saber el motivo. Los mayores nunca sabemos los motivos. Pero de nuevo en casa, abrí el ordenador y allí estaba Melisa diciéndome que te habías marchado de Vigo.  Sentí como si la habitación en que estaba se llenase de golondrinas, miles de golondrinas que no tropezaban las unas con las otras y al final, se unían para formar tu rostro que tantas veces he visto de morena muy linda  de rodillas sobre una cama, niña incomprendida por la vida cuando más ganas tienes de sorberla y de asomarte continua a ella.
No te preocupes, lo que la vida quita, poco más tarde vuelve a dártelo.  La vida es así de caprichosa pero no es mala, no es mala porque cuando te asomas a la ventana puedes ver un cielo, un sol, un río, los árboles, quizás las gaviotas, la mar llena de vida y al llegar la noche, todas las infinitas estrellas que tienes sobre tu cama y que conoces una a una, porque a todas, jugando, has puesto nombre. Cuando crezcas un poco, en lo alto, brillando mucho más que el resto, encontrarás la tuya.
Te decía, que la palabra paciencia, la habían inventado los mayores para no enfadarse entre ellos cuando se ponen a la cola de un cine, cuando su equipo pierde al fútbol, cuando hay que esperar para entrar en un concierto. Tú, querida pequeñaja, no puedes conformarte con tener paciencia, tienes que ser y estar más fuerte que ella, más fuerte que cualquier niño, no recuerdo ahora como se llama, si, ese que es un abusón y pega a todos los niños.  Más que ese.  Suelen ser los que no van al colegio y si van no estudian, aquellos a quienes el cerebro les queda vacío para siempre.  Estudia mucho, estudia siempre Ines, porque en tu cerebro, aunque sea pequeño, cabe mucha más información, más información, que el mejor ordenador del mundo y cuando se hable de una cosa, tu sabrás contestar porque lo conoces todo.  A los libros no hay que tenerles miedo, si se cogen con cariño, pueden ser tus mejores amigos y con ellos, también se puede jugar.
Pero también repito, que juegues mucho; que corras y si tienes ganas de gritar en la calle, con todas tus fuerzas, hazlo; en casa no que te riñen.  Diviértete y no pienses en el mañana, que ya irá llegando solo.  Nunca dejes de jugar y de fijarte en todo lo bueno que te rodea; una par de moscas volando en medio de una rayo de luz puede ser el mejor ballet del mundo.  Las ranas en sus charcas con su croar continuo, nada musical; que continumente inflan y desinflan la papada.  De niño las cogía pero no está bien, lo se. Bueno, las cogía, les daba un beso en la boca por si aparecía una princesa y, como no llegaba, de nuevo las tiraba a la charca. Quizás un día, encuentres tu príncipe besando una rana. Quien sabe, en este mundo todo es posible, incluso, que ahora estés en tu casa y yo que me alegro un montón.
Cuando tenía tu edad, me llevaron a Baldranes, una aldea cercana a Tuy porque, según los mayores decían, pesaba menos que una gallina y por ello, tenía que engordar, lo que no recuerdo es si lo consiguieron.  Es cierto que iba al colegio pero luego, con toda la tarde libre, con infinitos campos para correr, para caminar, recoger uvas en la Vega del Oro -creo- Vega doLouro decían, cerca de Guillarey, pisando la uva, llevando pan a los peces del Miño que la comían en la mano y te voy a contar una cosa; una gallina, no quiso a uno de sus pollitos.  Le cazaba moscas que le daba, bichitos pequeños, lo alimentaba continuamente; se hizo mayor y siempre, como si fuese un perro, venía detrás de mi, fuese a donde fuese.  Luego tuve que regresar a Ferrol, no se si más gordo, habiendo sido, durante dos años, el niño más feliz del mundo.  Tu también lo puedes ser, pero pon algo de tu parte como yo lo puse pensando en vivir, en hacerme fuerte aunque al final me dedicase a criar un simple, pero hermoso  pollito.
Crecí libre, suelto, porque no tenía a nadie que me dijese: no vayas, no tardes, no te acerque..., crecí libre que es lo que pido para ti aunque si, pendiente de tus padres, respetando a los mayores. El resto, a tu aire.
Escribo y cada vez que pienso que has dejado el hospital, no te puedes imaginar como me alegro, me alegro tanto que, haz lo siguiente,  separa los brazos, más, más, mucho más, infinito que dicen los niños, así es como me alegra que hayas vuelto a tu casa.  Los hospitales deberían ser sólo para los viejos, para aquellos que ya hemos vivido mucho porque, si se siguen llenando de chinos las ciudades, serán ellos quienes en parte  los ocupen, es que hay muchos Ines, lo ocuparán todo menos los lugares en donde jueguen los niños que ahí, sólo es para vosotros.  Si un día me dejas jugar..., pues bueno, me acerco. La vida Inés, sólo pertenece a quien la tiene, a nadie más.  Tu vida es tuya, no lo olvides, de nadie más; cuídala mucho y haz caso a tus padres en todo lo que te digan, a los otros mayores, también.
No sabes nada de mi.  Bien, he sido marino, de esos que van en unos barcos grandes, grises, que llevan unos cañones que meten miedo, pero que tienen la punta tapada, porque no queremos que hagan daño a nadie.  He navegado por muchos lugares, si, por el extranjero también me ha tocado.  Alguna vez que otra hemos estado en Vigo y en Vigo viví durante unos años, en la Comandancia de Marina.  Allí trabajaba.  Me gusta esa ciudad que bien parece un Madrid en pequeño; tengo muchos amigos y también me gusta, porque la gente vive en la calle, no en sus casas, también por las playas, por las Cíes en donde estuve muchísimas veces y yo que se, es una ciudad que siempre echaré de menos.
A través de tu gente, iré sabiendo como mejoras día a día.  Me irán hablando de tus progresos que espero sean muy rápidos aunque sea a base de empujoncitos.  Los médicos dicen así, que curan a base de empujoncitos que no lastiman aunque yo, que no soy nada valiente, les tenga mucho miedo.  Ya se que tu no, eres más fuerte que yo, pero yo, juego mejor que tú al fútbol.  Espero que pronto vivas libre, tan libre, como las gaviotas que ahora veo volar cerca de mi ventana.
Cuando seas mayor, si llegamos a conocernos, te diré como de verdad funciona este mundo en que estamos metidos.  Cuando seas mayor, mira siempre a tus padres, cuando ellos no miren para ti y piensa, lo mucho que te han querido, lo mucho que velan por ti.  Ellos y otras personas cercanas, Beatriz, Melisa...
Hoy, pequeñaja, en medio de la vida, quiero que sigas siendo siempre feliz.  Un médico, hará el resto para ponerte muy pronto fuerte y con ganas de correr.
De momento, te envío esas flores virtuales.  Más tarde, sin que me vean, las cogeré de cualquier huerta y te llevaré un buen ramo.
Desde la distancia, besos para ti, besos para los tuyos.
A mis amigos:  Inés, que no conozco todavía, de seis años de edad, está a la espera de una médula.  Todo comenzó con una simple varicela que luego se complicó. Dos días a la semana tiene que acudir al hospital en Vigo y vive lejos.
Coño, qué es muy pequeñita...

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