viernes, 2 de octubre de 2009

EL SUFRIMIENTO DE LOS JUSTOS






De vez en cuando el ave de la alegría echa a volar y nos deja invadidos por la tristeza. Hay veces, muchas veces en que esa ave no regresa porque, seguramente en otro lado, le han cortado las alas; entonces el triste, el invadido por la pesadumbre, así queda a perpetuidad.
Me gustaría conocer a donde vuela para traerla con su cuerpo nuevo, con sus alas ya coloridas, con la alegría que me ha llevado y es que, de verdad, ya no voy soportando la pena. Es como si faltase parte de la vida porque el alma se ha roto y además, es demasiado agobiante quedar en el rincón olvidado.
Los textos literarios suelen guardar entre sus páginas ingentes cantidades de aflicción; los dramas son casi continuos, las despedidas con sus adioses terrible palabra, el olvido de la mano de la desesperación, la amargura junto al silencio...
Me he fijado alguna veces en los grandes ojos de los niños que muestran cuando por ejemplo se les escapa el hermoso globo rojo, que sostenía con los dedos pulgar e índice la fina cuerda y como alzan la cabeza siguiéndolo mientras va volando a saltos al igual que lo hacen las mariposas embriagadas de néctar, parece como si se burlase del niño. Le sigue un poco de hipo y unos lagrimones que hacen carreras por los mofletes del infante para finalizar su rápido recorrido en el suelo. ¿ Habrá más grande desesperación que la que sufre un niño?.
La separación, el alejamiento es causa de una gran pena y, me vienen a la memoria las fantásticas instantáneas del fotógrafo Ferrol, tomadas en Vigo a los emigrantes que partían para otros mundos, para las américas como les decían a sus vecinos. Hermanos, padres, madres que a bordo se van alejando mientras al aire los pañuelos quieren ser el último nudo de aproximación con los suyos. Los novios..., eso es cosa aparte. Si los padres están delante, un sencillo beso, una mirada dolorosa a más no poder, un "nunca te olvidaré" cuando ya en la distancia se saludan, lágrimas contínuas entremezcladas con largos y penosos suspiros..
"Nunca te olvidaré"; "nunca te dejaré"; "nos querremos siempre" me va sonando a chiste, por experiencia, por ancianidad ya que, transcurrido un tiempo corto o largo, alguno de los dos falla y hay que dar gracias a la providencia que ello suceda pues de otro modo, nos convertiríamos en clones y de ahí a robots hay muy poco, en los tiempos que corren.
Pepiño Canelas que marchó a Buenos Aires tirado en la chaza de un hermoso barco muy blanco y generoso para la primera clase, después de una larga navegación, de marearse hasta lo indecible e incluso, robarle lo poco que tenía mientras asomado a la borda se rompía el pecho intentando vomitar lo nada que había comido. Al llegar, trabajó como un condenado a galeras, apenas dormía, guardó céntimo a céntimo, pasó mucha hambre y, con el paso de los años regresó a su tierra. El "nos hemos de querer siempre, siempre" no se pudo cumplir. El tratante de ganado, la peor mula parda del pueblo llevó al altar a la muchacha que había prometido no olvidar nunca a quien se fue al sacrificio por ella.
Y es que la vida, hace mucho tiempo que ha dejado de ser un paso florido. Hoy por hoy, sálvese quien pueda que el bote está haciendo agua ya que los sentimientos, lo humano, lo que nos hacía guardar y respetar las promesas, se ha ido al traste.
Ahora todo está en mano del traficante, del que ha acertado la lotería, del que ha dejado vacías las arcas de su banco, el que ha escapado con el dinero de los que pensaban comprar el piso y en la aldea, el cura, el boticario, el comandante de puesto de la guardia civil y en los pueblos un tanto grandes, el veterinario, son los poderosos.
El resto, un suspiro permanente mirando al cielo. -Me da que mañana llueve...-
Y los que quedan, continuamente se miran el ombligo que comparan con sus vecinos.
Y si el llanto aparece, aconsejo no tratar de disimularlo, es muy aconsejable para quedar en paz y en silencio.
A los que sufrimos de puertas para dentro.

BOFETADAS