Hay ocasiones en que al asomarme a la ventana, me llega ese olor a mar mezclado con breas, maderas recién pintadas y algas que mueren en la orilla. Los olores, siempre traen recuerdos y el de la mar, me lleva a Muros, cuando a diario recorría su muelle varias veces y más tarde, al de Ferrol en donde también viví,muy cerca del mar y a donde también escapaba siendo niño.
Olor a botes atracados y gentes, siempre trabajando en ellos, sin levantar la cabeza, encorvados, dejando consumir un cigarrillo entre sus labios sin preocuparse de la ceniza. Unos con una brocha en la mano, otros achicando, callados; y al fondo, al lado de los galpones, hombres y mujeres, concentrados, cosen redes y redes de los pesqueros.
En los muelles soy feliz viendo las gentes y me da envidia el quedarme en tierra cuando un barco abandona el muelle para consumir aunque solamente se auna jornada en la mar. Hubo un tiempo en que navegaba con un amigo, dueño de un velero, pero el barco, pasó a otras manos, bien que lo siento, disfrutábamos mucho.
Pero sucede ahora, que los muelles, se van acotando. Ya no son libres para caminar y pasar un par de horas amenas. Lo siento por los jubilados. Siempre los recuerdo en los espigones o en las escaleras, con sus cañas, pacientes, pendientes del flotador. No hablan entre ellos y están muy cerca, ignoro si lo hacen para no asustar a los peces -nunca fuí pescador -o no hablan porque tantos días juntos, ya no tienen nada que contarse.
Los muelles, tienen vida a todas horas, día y noche. Lo se por experiencia. Lo se porque lo he vivido.
Alguien me dice que escribo mucho sobre la mar. Soy Cáncer. No lo puedo evitar, la amo y forma parte de mi vida. Vida.