Suelo ir a Moeche en tren para luego, hacer el camino de regreso a pie. Cuando hay feria, en la que se compran y venden caballos, me gusta meterme por el medio de estas gentes y observar como un simple apretón de manos tiene más valor que un acta notarial. La firma, termina en el bar, pagando una ronda no se si el comprador o el vendedor. Estas gentes, que visten trajes y suelen llevar un puro enorme en la boca, miran y remiran los equinos sin perder detalle; los dientes, las crines, los cascos, palmada en las ancas.....
Son animales nobles y hermosos. Nobles porque me tocó vivirlo a la edad de unos doce años.
En la puerta de Canido, desde la rotonda hasta el inicio de la calle Ruvalcaba, había un campito en donde jugábamos al futbol. No podiamos hacerlo el día que pastaba un caballo, negro azabache, malo como el hambre y a medio domar ya que el dueño le tenía respeto.
Subía yo por la calle de la Tierra, cuando me percaté que la gente gritaba y el dichoso caballo corría hacia mi a una velocidad endiablada. Cerré los ojos, me encojí y según contaron, al verme el caballo, desvió un poco la loca carrera y siguió hacia los Cantones. Se que las gentes me manoseaban la cabeza, me daban golpes en la espalda y uno, al parecer médico, me miró los ojos. Por supuesto, mi madre se enteró a los diez minutos, vino a buscarme y mira por donde, me volvió a coger fumando. Esa vez no se quitó la zapatilla, me abrazó y así estuvo un buen rato.
Desde aquel instante, ya no tuve temor a los caballos. Se que están cargados de nobleza y tiene que ser así, porque un animal tan bello no puede tener maldad.
Esto que digo, no es aplicable a todo lo hermoso y no cito, para no meterme en lerias.
¿Habeis visto correr a uno de esos animales libre, por un campo?. La cabeza alzada, la crines y la cola al viento con un trote majestuoso. Tuve la suerte de verlos tirar de enganches en la feria de Jeréz y aquello era algo fantástico. Hice fotos.... , las llevó el viento que dejan tras si, mis amigos los caballos.