jueves, 30 de septiembre de 2010

EL PIQUETE INFORMATIVO.






Eliseo, quizás por curiosidad, quizás porque su juventud no le permite discernir el si del no, considera que debe de ir a la manifestación. Es que jamás ha ido a una de ellas. Camina por medio de las gentes que portan banderas de color rojo, es cierto, casi todas de ese color.  Un liberado sindicalista -ni sabe lo que significa-, le ha dicho al verlo despistado, que formará parte de un piquete.  Que asesorará a empresarios, empleados, operarios, sobre el deber moral que tienen de unirse a la huelga, cuyo fin es el de conseguir trabajo digno para todos y percibir de ese modo más dinero. Y Eliseo, al que le cuesta dios y ayuda leer los titulares de la primera página de un periódico,  le parece bien y por tanto, afirma.
Mientras espera órdenes arrimado a una pared, un delegado se le acerca y al verle la pegatina en la se puede leer en negro sobre fondo rojo: " Piquete informativo ". El hombre se dirige a Eliseo para  dejarle bien sentado, que la nueva ley sacada por el Gobierno hay que echarla abajo y eso, es lo que hay que pregonar muy alto por las calles. Eliseo afirma, como afirmaría la bondad de un plato de papas.
El pobre hombre, que no se ha visto en otra más gorda, ha dejado de tener capacidad para pensar, porque su cerebro, en medio de todo el alboroto que hay en el edificio, no es capaz de funcionar, se ha quedado colgado, tal como sucede a los ordenadores.
Continúa en la misma posición, esto es, pegado a la irregular pared y al cabo de un rato, un tipo trajeado, bigotito fino, con el cuerpo casi cubierto de pegatinas, le dice que se una al resto y que lo acompañe.
Y Eliseo, que vende calcetines, calzoncillos, botones, corbatas, ovillos de hilo en un comercio del centro, camina metido en el grupo.  Piensa en su patrona, una buena mujer que lo trata como un hijo desde hace unos dos años, en que lo aceptó como empleado; que le paga religiosamente y si las ventas van bien, siempre le entrega un sobre a parte con un dinerillo extra y el hombre, que en el fondo es un "xanciño", sonríe humilde porque hasta le da cierta vergüenza darle las gracias.
Eliseo sigue los pasos al resto. Delante el de bigotito fino con aires de general, los conduce a un cuarto lleno de banderas. Se coloca en el centro, carraspea unas cuantas veces -dichoso tabaco- para comenzar a decir con voz aflautada:
- El capital, siempre ha sido y es, enemigo del obrero y lo putea constantemente porque ellos, tienen el poder.  Hoy, compañeros, saldremos a cerrar por las buenas o por las malas, tiendas, comercios que permanezcan abiertos.  Alguien pregunta, ¿y los bares?. Eso lo decidiremos sobre la marcha, es la contestación y sigue:  Si no cierran, si no obedecen, palo que te crió, romperemos escaparates, asaltaremos los comercios, tiraremos los contenedores. Termina con un ¡abajo el capital!, pero son pocos los que contestan a tal consigna.  El del bigote fino, comienza a estrechar las manos de los que forman los "piquetes", pequeño ejércitos de exaltados, una última arenga, los va azuzando golpeándoles la espalda, mientras caminan hacia la calle.  Él regresa para ocupar su puesto en el despacho que tiene en lo alto un cartel: "Organización".
Eliseo, maldita sabe que rayos está haciendo en medio de esos cafres, que ni entre ellos se respetan. Conmigo, piensa, se han equivocado.  Es cierto que puede hablar, dirigirse a los empresarios a los responsables de los negocios  en buenas maneras, para que hagan el favor de ayudar a los huelguistas, que es bueno para todos pero, al ver la forma como caminan sus camaradas, destrozándolo todo porque forman una manada sin escrúpulos, está seguro de que es un día aciago y el lugar en estos momentos, del todo equivocado.
Cuando hay una manifestación, sucede que los jefes, siempre permanecen en retaguardia.  Pensando,  dicen ellos y si tienen que salir a la calle, lo harán amparados por "liberados", además de una gran pancarta que les tapa medio cuerpo. A los bajos de estatura, algo más. Maldita si se acuerdan de esos grupos a los que llaman "piquetes" y que saben, se están partiendo el pecho y la cara a golpes contra la policía que viste de negro tal como aparecen en las películas futuristas.
Es la huelga de los sindicatos y no de los trabajadores ya que la mayoría quiere trabajar. Es una huelga que me hace pensar se hace con el beneplácito del gobierno, por la poco gente que la secunda, por eso, innumerables personas, han decidido acudir a su lugar de trabajo y ahí, es donde aparecen locos, los piquetes famosos a los que llaman de información, aunque lo menos que suelen hacer es informar, si no, a que llevan esos palos en las manos, y caras de mala leche.                                                                                             Previamente, los que van de listos en el sindicato, ha reunido a los más jóvenes, y han dicho a sus acólitos, que peguen y llenen las fachadas, cristales, monumentos, mobiliario y lo que encuentren en su camino,  de carteles, en los que, se invita a la huelga.  Es que puñetas, en el siglo en que vivimos, en que cada vivienda tiene una o dos televisiones, un receptor de radio, se leen periódicos, que me digan para qué coño necesitamos esos carteles, esas pintadas en las fachadas, si estamos hartos de escuchar la palabra huelga que si es legal, se acepta. Lo que no se acepta son los incontrolados, que una vez finalizada, echan la mano por encima del hombro de sus hijos, respirando todo el aire que puede, porque ha cumplido con su deber. Al llegar la noche, le comentará a su esposa, la tanta de palos que dio por la calle. Para que aprendan.
Y es ahora, que la manada en forma de piquete, camina con esa chulería que da el poder y tras ellos, Eliseo temeroso, al que apenas le sostienen las piernas.  Caminan altaneros,  al tiempo que miran con desprecio a sus vecinos que temerosos, agachan la cabeza y casi seguro, que si sus madres en esos momentos se cruzaran con ellos, de igual modo las mirarían.
Un grupo de policías les sale al encuentro.  Han sido llamados por un comerciante al que han golpeado y obligado a bajar las persianas. La policía espera, las porras en sus manos.  El piquete, el valeroso piquete toma una bocacalle cercana y corren como alma que persigue el diablo. Dirán que forma parte del ejercicio. Eliseo se mira la entrepierna, ha pasando tan cerca de un policía que se ha orinado.  Se quiere ir, dejarlo todo, pero sus compañeros le llaman para que se una al grupo.
Han dejado atrás a los guardias. Caminan con la chulería de los ignorantes, de los cobardes cuando son muchos en el mismo grupo y mira por donde, también se les une otro que viene huyendo de la policía. Se saludan sus jefes y emprenden el camino hacia el centro.  Con lo primero que se encuentran es con un pequeño comercio que permanece abierto. En su interior una mujer casi anciana les recibe seria. -¿No sabes que tienes que cerrar?, le grita el más valiente. Ella, con suavidad les dice, que la ley le permite tener su comercio abierto.  Eliseo, que de sobras conoce a la mujer, quiere protestar pero no se atreve.  De repente, la manada, tal vez ofendida, se ensaña con las mercancías, todo va al suelo.  Un pequeño aparato de radio a pasado al bolsillo de uno de ellos, también la mínima recaudación que había en una caja. Abren los cajones que van vaciando,  Eliseo arrancan cortinas, tiran estanterías, rompen espejos, se ensaña con todo, mientras la buena señora -Adelaida, se llama-, con la mirada interroga a su empleado que, azuzado por un compinche, también ha tomado parte de esa "fiesta" en la que todos fuera de si, vocean, se abrazan, todos ríen.
Cuando las fuerzas los abandonan, se van retirando ya que cerca, han visto otro comercio abierto, pero primero irán al bar que no han cerrado, para tomarse unas copas a cuenta del tabernero.
Cuando están saliendo de la tienda de Adelaida, unos quince policías los están esperando.  Intentan escapar pero no saben como.  La manada ha dejado de serlo, cada uno va por libre, de repente todos tienen miedo que es otro estado del alma.
En las celdas de la comisaría, el grupo reunido habla en un rincón, los sindicatos en un momento los sacarán de ahí; no saben que al sindicato les importan un carajo: No preocuparos compañeros, estaremos aquí poco tiempo, esta noche lo celebraremos en la sede, hemos sido unos valientes y hemos cumplido con nuestro deber. El trabajo, compañeros, es sagrado y se pierde hablando y hablando mientras el resto, con la cabeza gacha, piensan en sus familias.  En un extremo, hace un rato que Eliseo, con el cinturón que no le han quitado antes de encerrarlo, en silencio que es como se van los humildes, cuelga sin vida en lo alto del enrejado que forma la pared delantera de la celda.  Nadie se ha dado cuenta todavía, porque permanecen con los rostros mirando al suelo, pensando en sus familias, mientras el mal orador, emocionado, ahora llora pensando también en los suyos, porque sabe que nadie vendrá a por ellos.
La manifestación, para gloria de los sindicatos, ha llegado a la plaza del centro de la ciudad.  Han comenzado a contar su historia que nadie cree, la palabra patronal suena continua y sigue: ..., y hoy, podemos decir, que hemos dado una gran lección a la patronal.  Que nuestro comportamiento ha sido exquisito, que todo ha transcurrido sin problema alguno.  Hoy compañeros...
Aplausos desganados.
Sentada en una silla, rodeada de ropa tirada por los suelos, Adelaida piensa en lo sucedido...
Y que quería a Eliseo como a un hijo.
Hay hijos, dicen, que los fecundó el diablo, para luego ir de piquetes.
¿Informativos?. Que sabrán.

martes, 28 de septiembre de 2010

PANDILLA DE VIVIDORES.


Seamos sinceros, sinceros de verdad. El cine español, las películas españolas, quitando unas pocas, no son lo más aplaudido en el mundo mundial. Directores, actores y demás, aprovechan porque  no dan palo al agua, las cuantiosas subvenciones que el Gobierno gracioso les concede, para  hacer, de tarde en tarde algo pasable; las más, verdaderos bodrios. Luego, las colocan en cartel, ganan dinero y en vez de emplear un poco de sus ganancias para hacer de nuevo otra película, no hay tal ya que el padre Estado, que quiere estar a bien con esa gente, les vuelve a soltar pasta porque es bien sabido que todos ellos, representan la más alta cultura de una nación que se llama España y el resto, como no son tan cultos y no se dedican al cine o teatro, que se apañen.
Estoy seguro que otra fuerza culta y oculta , con cabezas y acólitos que le siguen, también forman parte de los personajes sabios, con olvidados malos cantantes en cabeza; es la SGAE que, por obra del más allá se unen y reunen con el beneplácito de quien les viene en gana, chupan y rechupan los dineros del pueblo que, siendo un país de personas más bien humildes, por tanto, no poderosos;  lo sacuden bien sacudidos.  Que no te oigan silbar tan siquiera, que te cobran; por eso la gente camina tan triste.  Viven en un palacio ya que su estatuto de cultos, así lo requiere y en él, se reunen lo peor que ha subido a los escenarios, lo peor que ha intentado realizar una actividad cultural ya que, de una cabeza vacía, nada se puede sacar y así, todos pasaron por las tablas sin pena ni gloria pero con unas ansias locas de vivir del cuento y del cuento, hacerse millonarios.
El dinero les llega a manos llenas sin trabajar, motivo por el cual, alternan con los poderosos, dándose continuas palmadas en la espalda que no suenan a nada porque nada llevan dentro y menos sentimientos, pero si, se sienten representantes de la cultura más perfecta y el pueblo, debajo de ellos, está saliendo de una guerra civil.  Alguno habrá dicho, que estando ellos, sobran las universidades.
Y yo, que consumo cientos de CD,s para fotos, les tengo que pagar por cada uno que utilice pues suponen, de manera errónea, que son para grabar música y yo, que continuamente compro aparatos de sonido y demás, les tengo que seguir pagando lo que llaman un canon y mi vecina, que su niña ha hecho la primera comunión que celebra en en familia, un botarate sube a su casa para extenderle un recibo en el que consta que tiene que pagar porque el tocadiscos suena un poco alto porque unas niñas y niños que intentan bailar  "Susanita tiene un ratón, un ratón chiquitín..."; y es que los autores, los payasos de la tele, han de seguir cobrando por ello como fuente cultural pues han elevado a España a la altura de los países más desarrollados junto con Pajares, Esteso, y la que mostró una teta a Tierno Galván, creo que Susana Estrada, inteligente como el viejo profesor.
Y es ahora, cuando se suma a este bonheur una tal Belén Esteban, ya que el pueblo poderoso e inteligente  quiere hacerla diputada.  Alguna vez la he escuchado leer y le cuesta algún trabajo, si quiere escribir, una persona al lado le dicta la carta al tiempo que le corrige unas faltas de ortografía, del todo simples; pero como la han bautizado como la princesa del pueblo, después de que el torero Jesulín la enviase para Madrid, un buen ejército civil de súbditos la sigue, como en otro tiempo siguieron a Gaudí, con la diferencia de mentalidades de una y otro, que todo hay que decirlo.  Pero bueno, quizás en la Cámara, hable algo más que muchos de los que allí están, que sólo se dedican a la noble profesión de los palmeros, a batir palmas mientras habla el "jefe". A nada más.
De chavales, admirábamos a los profesores por sus conocimientos, su saber estar, su comportamiento durante las clases.  El usted era imprescindible y serios enfundados en sus trajes y con corbata asomando, con sólo mirarlos nos hacían permanecer derechos detrás de los pupitres y si alguna vez tenían que emplear la palabra "silencio", hasta las moscas dejaban de volar.
Hoy todo vale y los que antes eran conocidos, en todos los pueblos de España, como los titiriteros y así les llamábamos cuando llegaban con su carromato, de repente se saltan el escalafón de los profesores, catedráticos,científicos, literatos, investigadores, médicos, filósofos y demás, para ocupar ellos, el primer puesto en la cultura nacional y ahora, como siguen chupa que chupa de los fondos de los españoles que el Gobierno los toma como suyos, se los entrega y de ahí viene, lo que dicen los jodidos, que irán a la huelga el próximo día 29, pero ¡ojo!, que nadie se equivoque, que no van contra el Gobierno, que es otra huelga la que hacen.  Faltaría más.
¿Y estos, son representantes de la cultura?.  Pero hombre o mujer, si la huelga se hace contra una reciente Ley, que firma Zapatero y ratifica S.M. el Rey (q.D.g.), mediante la cual se puede enviar gratis o casi gratis a un trabajador a la calle, lleve el tiempo que lleve en la empresa.  Se ponen a favor del capital, personas a las que se le llena la boca de decir que son socialistas, sin maldita saber lo que significa tal palabra.
Y a río revuelto, se une la poderosa SGAE, nido de vividores, faltaría más, que tampoco van contra un gobierno que les permite llenar sacas y sacas  de monedas, de un dinero que los vuelve a todos locos y que buscan en cualquier lugar, un bautizo les vale, primera comunión, boda o entierro, únicamente tiene que sonar la música para sacar tajada.  Y sí, he escrito entierro, el Réquiem de Mozart o cualquier otro, también cotizan. Con lo que no pueden de momento, es con las marchas militares, con nuestro himno que se tararea en los estadios a viva voz, con el que vende el cupón de ciegos o la que vende sardinas en el mercado; pero ya llegará.
Cada vez que lleno un CD o un DVD de fotos, esta tropa me clava un impuesto, alegando que los compré para grabar música; no se figuran de la mala leche que me ponen. He dado con una solución, espero que a los chinos le habrán dicho que no les cobren el canon, si es que queremos seguir vendiéndoles Chupa-Chups allá en su tierra y, como además, tienen los discos más baratos, pronto me tendrán como cliente fijo, incluso los fines de semana.
Y que  hace unos meses, cuando celebraban una pequeña fiesta o algo parecido, a fin de recaudar dinero para dar a unas personas necesitadas, algún torpe, no se cual de ellos porque son muchos, querían cobrarles a los buenos chavales casi lo que habían recaudado.  Menos mal que el pueblo que es muy bueno, pero cuando les tocan la vena que no tienen que tocar, cansados de tantos vapuleos, claro que los hacen escapar por patas.
Hay tanto listillo, que pulula por los caminos y ciudades de esta piel de toro, que los personajes de la Celestina, el Lazarillo, Persiles, Segismundo y tantos y tantos granujas que en otro tiempo vivieron, al lado de los actuales, se quedan muy cortos, muy inocentes.
Los negocios se van cerrando a diario, el trabajo se está yendo al carajo a pasos agigantados, la gente de siempre pasándolo mal, muy mal en el día a día y cuanto más pobre es el país, más millonarios van surgiendo, más yates y pisos se venden, más coches caros se compran por eso no protestan los concesionarios ni les importa un pito el dinero que les daba el Gobierno.  No cuento a los de la droga, a los negociantes de armamento, ni tan siquiera a los del ayuntamiento de Marbella, que estos días andan un poco acelerados de casa al juzgado y viceversa.
Y cuanto más dinero tengo, más culto soy.
Por cierto, la última película de Barden y la Penélope, no vale un pimiento aunque, desde la primera fila, envuelta en oro y brillantes, la cultísima en otros tiempos titiritera Pilar Bardén, los aplauda con ganas.

sábado, 25 de septiembre de 2010

SIEMPRE ME SUCEDE.





    Empujo hacia el exterior las contraventanas que se separan gimiendo.  El día se presenta con todo su explendor, hasta parece más limpio.  Bandadas de palomas cruzan ante el disco naranja que luce pero  no molesta.  Una pareja de aldeanos, que no han sido invitados a la gran boda, caminan tras un pollino, con los aperos al hombro, para comenzar las duras y tristes faenas del campo.  Dos niños los acompañan, corriendo y gritando a su alrededor y hasta el pollino, inicia un rebuzno como queriendo también tomar parte.  Al doblar una vereda a la derecha, los pierdo de vista.
    Los hombres van saliendo de sus habitaciones y bajan al gran patio de la posada, forman una fila irregular, esperando el turno para asearse un poco, pues es un gran día para ellos. Miran a lo alto y les sonrío aunque no les conozco. Entre ellos se gastan bromas y ahora cogen al menor, un joven muy moreno que patea al aire mientras es trasladado hasta un enorme pilón, en donde, sin contemplaciones lo dejan caer en el agua todavía helada por el rocío de la noche.  El chico que ha podido salir, tiembla y gime sobre una piedra que evita se llene de polvo los pies.  Uno de los hombres le acerca un trapo y con él, huye hacia las caballerizas a fin de recibir calor de los caballos.
    Cuando el patio queda vacío, me acerco al pozo.  Unos cubos de agua helada sobre la cabeza me despejan del todo y me hacen pensar en el chiquillo que tiraron al agua del pilón.  Necesitaba este frescor tras haber cabalgado casi un día entero.
    Es que hoy, se casan Elma y Lisardo.
    Elma, hija de una poderosa familia que por casa tienen una gran torre y desde lo alto de ella, divisan todas sus tierras que terminan en donde ya la vista no alcanza.  Los padres, una buena gente, alquilan los terrenos a la gente no pudiente a cambio de un poco dinero si ha sido buena la cosecha o una mínima parte de esos bienes. El padre de de Elma, don Cosme, ha participado y luchado en todas las batallas habidas y por haber, siempre, defendiendo el derecho de los reyes.  Es viejo y camina con dificultad a causa de una herida, más su bondad llega a todos los confines e igual es su mujer, siempre pendiente de cualquier detalle, esa cortina un poco torcida, las flores del jarrón que una y otra vez coloca y descoloca, la vela que ya no queda en la gran lámpara y hasta, sin que la vean, pasa el dedo por lo alto de los muebles.
    Los padres de Lisardo, no pertenecen a la alta alcurnia y nadie conoce, si don Rodrigo ha participado en luchas, lo más seguro que no.  Es un mercader poderoso que tanto comercia con Nápoles que con Amberes, no importa la distancia.  Está triste porque hace unos días, un temporal terrible le hundió dos buques, no es que le importen los barcos o las mercancías, que el Señor proveerá, lo que en verdad le importa es la gente que se ahogó y a pesar de que ha entregado buenos dineros a sus familias, sabe que nada compensa tanto, como el regreso de las gentes a sus casas.
    Y los novios, que desde niños se conocen, como niños han jugado día tras día, creciendo en medio de los campos, conociendo muchos secretos de la naturaleza, que bajo el ardiente sol se han bañado desnudos cientos de veces y sus conversaciones infantiles, los han tenido horas pendientes el uno del otro. Pero llega un día en que el canto de los pájaros en lo alto de los árboles se van apagando, en que el búho y la lechuza toman posiciones sobre una rama esperando cazar cualquier animalillo.  La luna es testigo del momento en que  la niña y el niño se han mirado de forma diferente, se han acercado el uno al otro lentamente, de manera distinta a otras veces y a continuación su labios se han juntado.  Al principio un poco, únicamente un ligero roce; se miran, comienzan de nuevo el juego que más tarde, les hace permanecer despiertos toda la noche tumbados sobre sus lechos, ya que el sueño en esas circunstancias es lógico que no llegue.
    Al siguiente día, muy temprano se buscan y se esperan vergonzosos.  Jamás nos separaremos dice él. Jamás lo haremos, dice ella.
    Y hoy, caminaran por un sendero estrecho, lleno de adornos florales que conduce a la pequeña ermita en donde esperan, guardando una distancia, labradores que hoy no han ido al campo, ya lo harán el domingo para compensar.
    Temprano también, ha llegado Lisardo el novio, al que acompaña su familia y parientes.  Todos ellos visten buenas telas, pero el novio viste jubón de seda, camisa de lino con hiladas de oro fino que lo recorren y una túnica con incrustaciones de piedras semi preciosas,  bordados preciosos en plata y oro, que el padre, personalmente, le ha comprando en Constantinopla, a un mercader turco.
    En medio de todos ellos, un cura que constantemente se frota las manos como si las tuviese frías bajo la calor que ya hace.  Quizás se las frote pensando en los buenos dineros que le dejarán tras la ceremonia y después, tres días de celebración a base de tórtolas tan suaves, que hasta sus huesos se deshacen, faisanes recién cazados para la ocasión, cochinillos, montones de cochinillos, las carnes adobadas que jamás se han comido, pastelillos de todo tipo, vinos llegado de fuera, los mejores caldos que se han visto en una mesa, y es tanto lo que sueña con el ello, que ha tenido que pasarse el reverso de la manga de la sotana sobre la boca, porque la saliva se le escapaba.
    Los labradores que siempre han admirado a  los poderosos, ahora se admiran de poder estar tan cerca de ellos sin que  molesten.  Luego, repartirán entre ellos unas monedas que es costumbre y de ese modo, también celebren tan señalado día.
    El novio y también sus familiares, hace un buen rato que han comenzado a impacientarse.  Pasa mucho tiempo de la hora señalada para la ceremonia.  Su novia y demás, no dan señales de vida.  Habían prometido ser puntuales e incluso ambos se habían repetido lo de jamás nos separaremos que dice él.  Jamás lo haremos que dice ella.
    Cuando el grupo más desespera, a los lejos un jinete a todo galope se va acercando, levanta una gran polvoreda, que lo aisla del paisaje.  Al llegar a la altura del grupo, se apea, la cara empapada en sudor y con voz entrecortada, va narrando que doña Elma ha desaparecido de la torre.  Los padres en su habitación hallaron un papel en el que había dejado escrito que marchaba con el padre Fermín, prior del convento de Aldevorilla. Quiere dejar esta vida que para ella carecía de sentido. pues,  no pudiendo amar a otro muchacho que desde hacía mucho tiempo quería, nada le importaba.  Lisardo era su mejor amigo, al otro, lo miraba y sentía de forma diferente. Para no hacerles daño, ingresaba en la zona de novicias de clausura, en donde permanecerá por siempre.
     La desesperación de todos los presentes, no se puede narrar y menos la de Lisardo al que la gente le dice que el tiempo, todo lo borra, todo lo olvida, incluso las peores mentiras y traiciones. Claro que se tarda y es muy es duro, demasiado duro; pero tanto en la Baja Edad Media como en otras épocas,  ha sucedido siempre y  para el  que lo padece, todo consiste en ir cambiando y oscureciendo una zona del cerebro, la zona del olvido que por lo regular permanece abierta y hay que ser paciente, hasta que de nuevo se cierre, entonces todo pasa al olvido. Hay veces, en que jamás se cierra porque las mentes no son capaces de ello, esa es la terrible. No se aconseja a nadie.
    ¿Y el banquete?.  Las gentes llegadas, los labradores con sus familias y en medio de todos ellos el señor cura en franca comunión, dan cuenta de todas las viandas en día y medio, cuando se suponía, según manifestaciones de los cocineros, que debeberían durar más de tres.
    Suena pesado e insistente el despertador.  Estiro un brazo y cuando la mano encuentra un botón lo pulso.  Calla y de nuevo el silencio.
    Lástima que todo haya sido un sueño.


      jueves, 23 de septiembre de 2010

      NO HAY GENERACIÓN PERDIDA.


      Y mira que me suenan mal, tres palabras que alguien se inventó desde un oscuro despacho. "La generación perdida", así como suena.  ¿Perdida?; acude un viernes, un sábado a cualquier parque cercano o lejano y allí encontrarás a los jóvenes, verás como los encuentras.  Estarán bebiendo alcohol barato que el sueldo no da para más, riendo porque saben y pueden reír, en gran camaradería aunque, de vez en cuando, un par de muchachos comiencen a tirarse de los pelos, sin que nadie les haga el más mínimo caso, son los de siempre.
      Todos los jóvenes, a la vista de nuestros mayores, hemos sido generaciones perdidas, luego se dieron cuenta de que no era tal y a la nuestra, por ejemplo, le llamaron la "X" porque dicen, hicimos de puente entre la guerra y la democracia.  Maldita si me enteré de ello porque jamás entre nosotros, hablábamos de guerras y si de niñas.  La de nuestros hijos "jóvenes aunque sobradamente preparados", menos lobos Caperucita, siempre hubo chavales que se sacrificaban y si eran inteligentes, que los había, mucho mejor, pero no todos eran de nota alta ni media y ahora, a la actual, que no saben como bautizarla, alguien que tiene en mente la de los escritores, se lo aplica a una nueva juventud, porque son un potente escalafón de parados.
      En la nuestra, la X, podías trabajar desde los catorce años, trabajos muy duros para los niños y a la vez muy mal pagados.  Eran los pinches, los recaderos, los marmitones en las cocinas de los barcos, los seminaristas que de sacerdote no tenían nada, pero que era una manera de estudiar bachiller y para más, alimentados, luego se iban antes de emitir los votos porque había uno, el de castidad, que nones.  La vida no era agradable, madrugones, rezos continuos, también se quejaban los alumnos del Tirso de Ferrol.
      He dicho, que a esa generación, se le puede encontrar los fines de semana en cualquier parque o descampado.  A nosotros también nos sucedía lo mismo, al menos a los que íbamos un poco más sueltos ya que con diecisiete años, nos podíamos mezclar y discutir con los mayores en cualquier tasca de las muchas que había y  hay en la ciudad, cantábamos con ellos cuando los vapores iban subiendo, mientras se bebía aquel vino barato, que al parecer y sin parecer, se hacía con polvos; hablo del Riveiro. Eran unos once o doce grados lo que contenían, lo vuestro, me da que os pasáis un poco, algunas bebidas pasan de los cuarenta grados.  Ahí, si me da que estáis equivocados.
      No creo en generaciones perdidas.  Algunas universidades están a pleno rendimiento con chicas y chicos fantásticos que apoyan los codos, buenos chavales muy educados con los que se entabla enseguida amistad.
      Nuestra generación, perdida y encontrada, tenía más difícil lo de las universidades; mucha gente no podía y los que podían, tomaban la vida de otra manera, ¿equivocados?, pienso que no.  Los unos se encerraban en las aulas, si tenían frío se cubrían con los libros mientras que otros, buscaban la manera de sobrevivir en aquel maremagnum de oficios que iban apareciendo y que si no gustaba, podías pasar a otro.
      Hoy no hay forma de encontrar trabajo.  Pero también se que si no lo hay en esta ciudad, habrá que buscarlo en cualquier otro lado.  Le preguntaba a una chicha que había finalizados los estudios de Humanidades qué pensaba hacer. Me respondió que trabajar.  En dónde, le pregunté. En Ferrol, respondió. Y si no hay trabajo en Ferrol?.  Si no es aquí, no busco trabajo.
      ¡Ay!, generosos padres, que para vosotros los "niños" toda la vida son niños, dónde van a estar mejor que en casa..., y la comida, en dónde la encontrarán más buena que en casa.  Y con cincuenta años cumplidos, siguen ahí como tortugas cubiertos por un caparazón que no sueltan, esperando la madre termine de plancharle los pantalones azules, porque hoy hay fiesta hasta las tantas.
      Sigo sin comprender como a toda un generación se le puede llamar pedida, basándose en unas estadísticas por lo regular no coincidentes.  Qué culpa tienen los chavales de que no funcione el estado.  No se han perdido, están ahí esperando que la nación medre de una puñetera vez, aparezca trabajo y entonces veréis si la generación responde.
      Es que los de vuestra generación teníais trabajo.  Trabajo malo, horroroso y muy mal pagado.  Sabed que las máquinas no existían y el hombre las suplía, rompiendo la piedra en pedazos pequeños, negros por el alquitrán que se echaba a las carreteras, con un azadón limpiando cunetas para que el agua corriese y miles de ellos, con gran suerte, caminaban encorvados hacia la Factoría. Caminaban en silencio, sus cuerpos apenas se notaban en medio de aquellos enormes buzos azules, muy remendados la mayoría, esperando la miserable paga que el sábado les entregaban.  Muchos hombres, andaban varios quilómetros para llegar al tajo, por la noche los tenían que desandar.  Lo mismo hacían las mujeres para traerles la comida, quizás unas verduras con un pedazo de tocino y la tuberculosis adueñándose de muchos cuerpos que sólo podían esperar la muerte.
      Y hoy, que se repite la historia con un puñado de jóvenes que han dejado de estudiar o de hacer cursos en centros de formación, sólo les queda esperar que el sector servicios los vaya llamando por medio de pequeños carteles que se colocan a la entrada del establecimiento: Se necesita camarero. Se necesita ayudante de cocina.  Se necesita... No se, puede también que sea a través de una oficina de trabajo. Tan pronto aparezcan esas notas, los muchachos a quienes fastidia muchísimo pedir dinero a los padres, se agarrarán a cualquier trabajo y cuando todos lo consigan, ¿se les seguirá llamando la generación perdida?.
      Quizás, quienes en estos momentos están más ausentes, son los políticos con sus contradicciones
      Antes el botellón se hacía en los bares, consentidos. También en La Cabana, en "Brisas del mar" los domingos al anochecer y al aire libre en verano.  Colocaban unas tablas para que las parejas no se fueran a los bancales, llenos de árboles frutales y de oscuridad.  Duraban poco las maderas, como tampoco permanecía encendida, alguna que otra bombilla que molestaba a los asuntos del amor.
      Y éramos la generación "X". "El hombre X y la mujer diabólica" que ponían en el Rena.  Ponga una X en la casilla del si quiero.  el cine X de arte y ensayo y si no sabe firmar, ponga una X en el lugar que le señalo.
      Las generación no aparecen de repente, se van formando e inician las vida de una manera muy parecida a las anteriores.  La última con la suerte de la Play, del ordenador, de todo lo digital, el MP3, 4 y 5, muchos con motos que nosotros no tuvimos, no teníamos nada, sólo voluntad para inventar y recoger vivencias de los que nos precedieron.  No se quien os bautizó de esa manera, como si fueseis culpables de la falta de trabajo, quizás lo hizo sentado, sentada, en un sillón mullido en un despacho siniestro, que los hay, detrás de una mesas en la que destacan las fotos de sus hijos que estudian en London o en Suiza.
      Me niego a que exista la "Generación perdida", porque entonces, también tiene que existir y convivir con la anterior "El Estado perdido", que no deja de tirar balones fuera.
      No lo sois, faltaría más.  Constantemente me cruzo con vosotros y a muchos saludo.  Otros, poco a poco se van haciendo amigos míos por medio de Facebook y yo, encantado de que así sea.
      Sois la generación que estáis pagando las culpas, de los errores que cometemos los mayores.

      martes, 21 de septiembre de 2010

      GALICIA MEIGA.


      Los gallegos, somos muy dados a las leyendas, a todo lo que sucede por las noches en los bosques, en las cuevas, al lado del mar.  Muchos, incluso creen que son ciertas. Yo también.
      Hace años en Baldranes -Tuy-, cuando el invierno apagaba temprano la luz del sol, nos reuníamos los de casa y otros que se sumaban, alrededor de una piedra en la que se asaban castañas que yo, había recogido temprano, bajo el inmenso árbol centenario, que una vez cuatro hombres intentaron abrazar, pero no pudieron.
      Amaba aquel espacio de tiempo y siempre, permanecí atento a lo que allí se decía o se contaba, es más, todos lo estábamos y aunque las historias se repitiesen un día tras otro, la atención a la narradora -siempre era una mujer- me colocaba en un estado de tensión tal, que vivía aquello como si formase parte de los personajes.  Luego, toda la noche, pendiente del más mínimo ruido.
      La reunión, comenzaba de la forma siguiente:
      Vengo de la lluvia continua, eterna.
      Vengo del fin del mundo.
      Soy de donde el agua cambia la eternidad en melancolía y la melancolía se torna en nostalgia continua.
      Vengo de la más hermosa tierra, que la naturaleza en su eternidad pudo parir.
      Vengo de la piedra y el viento gélido del norte, eterno.
      Soy del país que los hombres llamaron Galicia.
      Soy de un lugar en que las manos abrazan la costa y el mar abraza las manos.
      Soy de la tierra que los dioses quisieron llamar Eternia.
      Luego comenzaba la leyenda, los ojos muy abiertos, la boca cerrada y seca y mi corazón a cien.
      Todo ello sucedió en el siglo XVII, hace muchos años.  Antes de hacerse la iglesia del Castro, aseguran que primero estaba en Outeiro y desde allí, se cambió a su nuevo emplazamiento; pues dicen las gentes, que tras una silvera, apareció la virgen.  Los habitantes del lugar decían, que era un milagro y el cura párroco, pensaba y así se expresaba, que si la virgen había aparecido en aquel lugar, es que quería que la iglesia se hiciese allí.
      Así se hizo, se construyó en la cima del Castro, tenía un cementerio en donde todavía reposan los cuerpos de algunos invasores franceses que vinieron a conquistarnos en el siglo XIX.
      Cuenta la leyenda, que habíendo pasado poco más de unos años desde su construcción, volvió aparecer la imagen de la virgen en un lugar cercano.  Los vecinos, deslumbrados por semejante aparición que no presenciaron, volvieron hacerle caso al párroco y construyeron otra iglesia en el sitio en que ahora había tenido la aparición y que en la actualidad continua.
      La leyenda, pone la perseverancia de la iglesia para provocar milagros a su antojo o conveniencia, cosa que debía de hacer todo el mundo con el sentido del bien y no otros que sólo quieren aumentar su pecunio.  Luego de unos años de estar la última iglesia construída en donde se encuentra, volvió aparecer la imagen de la virgen en otro lugar, pero esta vez, los vecinos más avispados de lo que lo eran los de los siglos anteriores, o quizás porque eran más pobres, se revelaron contra el cura y la iglesia quedó en donde está. La virgen los olvidó.
      A lo largo de más de dos siglos, los diferentes curas del Piño, tuvieron cuidado de guardar el secreto de la aparición de la virgen y le encargaron al sacristán, a colocar la imagen a su antojo para una nueva aparición, pero aquel negocio se cerró sin más consecuencias. Pensar que era iglesia, cementerio, atrio y algunas veces carballeira. Un negocio redondo.
      Los habitantes del lugar, dicen que Piño, se pasó a llamar santa María del Espiño, porque la primera vez, apareció tras un "espiño".
      Otro que se contaba, era el del marqués.
      Cuentan los ancianos del lugar una leyenda de un marqués de Bóveda, que tenía allá por el siglo XIX poderes especiales en la vista, por eso siempre se le veía con gafas de sol, para protegerse.
      Cierto día en la feria de Rubián, como era costumbre, pasaban por delante de su palacio,  los campesinos que llevaban a vender sus animales.  Un día, en que el marqués estaba asomado a un balcón, le dijo a uno de sus asistentes al ver pasar un vecino con un par de hermosos bueyes, que si se quitaba las gafas, era capaz de matarle los bueyes al campesino. Su asistente no le creyó y, para demostrarle que lo que decía era cierto, se sacó las gafas y con el poder que salía de sus ojos, mató de inmediato a los dos bueyes, dejando al campesino arruinado.
      Cuando murió el marqués, colocaron delante de sus ojos, una gran plancha de plomo, por si tenía intención de hacer un agujero en la tapa de la caja en donde fue metido y salir de ella.
      Dicen que vaga por los cielos y cada vez que hay rayos, se supone que son sus ojos que siguen haciendo daño.
      Pepa a loba, también formaba parte de aquellas horas de silencio y atención.
      El padre de Casilda de Hilario, murió hace cien años.  Quizás algo más. Le contaba a su hija la historia que le había sucedido un día en que, gracias a un amigo pudo salvar su vida.
      A finales del siglo XIX, este buen hombre, se dirigía a casa de su hermana, hermana que estaba en mejor posición que la suya, y es que se había casado con un hombre muy pudiente.  El hombre, caminaba siempre por un monte ya que iba a recoger las sobras de la comida de la familia de su hermana, para luego dársela a sus hijos.
      Uno de los día que caminaba, vio el humo que salía de una hoguera.  Se fue acercando hasta que logró distinguir a una mujer, rodeada de hombres que asaban una becerra.

      Pepa Loba, era famosa junto con la cuadrilla de forajidos que mandaba.
      Uno de los hombres de la cuadrilla lo reconoció y habló en su defensa, contando que era pobre, una buena persona y que no iba a decir nada de lo que había visto.
      Pepa Loba, todavía más enfadada, gritó de nuevo que lo mataran pues es bien sabido, que pájaro muerto no pía.
      El inesperado amigo del grupo volvió a pedir clemencia por su amigo, jurando que guardaría silencio.
      Pepa, al final, creyó lo que se le decía y perdonó a la persona, a condición de que jamás contase nada a nadie.
      El hombre, jamás volvió acercarse a un lugar del que saliera humo, ni tan siquiera pisaba la cocina de su casa cuando en ella trabajaban.  Lo que si, mintió a Pepa Loba, fue contando lo que le había sucedido, razón porque hoy, nosotros, también lo conocemos.
      Y así día tras día. Uno de ellos, me hablaron de los hombres lobo, de los chupasangres que cogían a los niños para vender su sangre al hospital de Vigo. Aquello me dejó por un tiempo sin salir de casa, hasta que alguien, supongo que Luz, me dijo que era una mentira.  Fueron muchas horas de cuentos y leyendas y no me costaba trabajo memorizarlos porque en muchas ocasiones, cuando venía gente nueva a unirse al grupo, los volvían a contar pero, como lo hacían de forma diferente, también gustaba.
      Después de la vendimia, se hacía el aguardiente.  Para ello, venía a casa, un portugués que se pasaba todo la noche echando madera a un alambique, mirando si hacía rosario, -burbujas pequeñas unas al lado de las otras bordeando el vasito-, catando casi continuo el brebaje que iba saliendo y de vez en cuando, yo como ayudante, también lo cataba.Luego me enseñaba canciones que cantábamos. Nos llevábamos muy bien.
      El portugués, era un gran contador de cuentos, de vivencias, había estado en la cárcel un montón de veces por asuntos de contrabando y, siendo mis intenciones ser de mayor también un contrabandista, lo admiraba, para mí, era la persona más importante que caminaba por la tierra cuando no estaba encerrado.
      Tengo tantas vivencias de esa pequeña aldea, que muchas veces he pensado que los críos no se deberían de criar en las ciudades, su lugar está en las aldeas, corriendo o caminando por los campos, descubriendo nidos, senderos, caminos, viviendo en libertad que es como mejor se forma el alma. Tiempo tienen luego, para asistir al colegio.
      Fui un privilegiado y no se a quien darle gracias, quizás a mi enflaquecido cuerpo, motivo por el cual me levaron para un lugar, que si la gloria es parecida, me digan lo que hay que hacer para ir a ella.
      Lástima que Stephen Hawking, haya descubierto a estas alturas, que tal cosa no existe.
      Tampoco a mi, de haberla, me tocaría.

      lunes, 20 de septiembre de 2010

      EL SUR CERCANO.


      En el aire flota la música de Manantial, un grupo que junto con Triana, Alameda, Medina Azahara y alguno más que no me llega, siempre formaron lo más representativo del rock andaluz, lleno de hermosa poesía y buen sonido.
      Casi todos los gallegos, por herencia, hemos sido siempre antagonistas con todo lo que representase el pensamiento y vivencias andaluzas. En el colegio lo practicábamos sin saber los motivos y continuamos haciendolo ya mayores sin tener la menor idea del por que ese comportamiento.  No obstante, una vez te mezclas con ellos, una vez comprendes su forma y manera de vivir, que no es la guitarra continua y el tomatito a la hora de comer, entonces, puedes caminar a su lado por cualquier calle, por algún parque, charlar en la playa de la Victoria o si se tercia, en cualquiera de las muchas tascas que aparecen por todos los lugares.
      El andaluz ha nacido poeta y a lo largo de su vida lo sigue siendo, más tarde con la edad, también filósofo. Son poetas haciendo la compra en el mercado; cuando venden los pescados recién llegados de los barcos o cuando caminan con aquellas cestas que cubren con un mantelito blanco, purísimo, que guardan en su interior las sabosas canaillas.
      Sevilla, señorial para señoritos, para los de paseo en calesa y que los de a pie, los miren y admiren.
      Cádiz, con su mezcolanza de personas es más hermana; todo el mundo cabe, nadie es extranjero.  En la Isla de León -porque Cádiz es una isla-, todo el mundo forma parte de ese todo, que camina sin prisa por sus calles estrechas o las anchas que también las hay, muy iluminadas, por la plaza de las Viñas, el Mentidero, por la cuesta de las Calesas, por el Parque Genovés y la Caleta, sin olvidar la Plaza de San Juan de Dios, punto de encuentro de aquellos que se quieren encontrar y que se buscan;  cerca, donde paran los buses que van a san Fernando un bar con una cerveza sabrosa y unas tapas de gambas que quitan el "sentio". También cerca del del Ayuntamiento, según se sube, una freiduría con todo tipo de pescados, que al atardecer, sentados alrededor de una mesa, en el centro una botella de vino oloroso o Chiclana, hace levitar al más pesado.  Y cuando el día se detiene y el aire perfumado lo llena todo; al tiempo que la gran bola de fuego rojo acarminado se va acostando en el horizonte, cubriéndose con un mar de oro, es entonces cuando la ciudad, de nuevo revive, las guitarras despiertan y empujan la voz del cantaor que acompaña con palmas y una vieja guitarra, el tanguillo timbrado que ahora se escucha.  A su alrededor el mismo silencio que en la iglesia y además, sin las toses continuas.  Un batir leve de palmas que ayudan al compás, se mezclan con las del cantaor, que la noche es larga.
      Detrás del Ayuntamiento y hasta las cercanías de la Catedral, pescadores de todos los confines, gente vieja y jóvenes, marinos, curas de paisano y todo lo que se tercie, recorren arriba y abajo, calles poco o mal iluminadas porque los pecados, para que no lo sean tanto, necesitan de la oscuridad.  Es una especie de mercado de suburbio, todo se compra, todo se vende, incluso se convierte en verdad, aquello que por día lo ponen como ejemplo en la iglesia cercana, al dirigirse a su gente con un: -Hacer lo que os digo y no lo que yo hago-.
      Aquellos que disponen de un poco más de dinero, no digo quienes, pasan de esos lugares porque cerca, un cabaret que incluso aguantó las embestidas de un generalísimo en España, abre su pequeña puerta sobre la cual han colocado un cartel que lo ha transformado en café cantante. Una vez dentro, te das cuentas que lo que dice el cartel es un camelo. No es caro y si tienes la noche predispuesta a pasarlo bien a base de risas, entonces si que te diviertes.  Fin del párrafo. Es que no recuerdo nada más.
      La verdadera noche gaditana, está en las cafeterías cercanas a la playa de la Victoria, una lugar de encuentro en el que el frescor del Atlántico cercano, te permite caminar con más ligereza, charlar sin descanso porque se está a gusto y no con la pampera de las horas en que el sol está en todo lo alto.
      Es una Ciudad en la que, tras comer frugalmente, aquí entra lo del tomatito, porque no se cuela otra cosa, hay que echarse una buena siesta, que dure hasta cerca de las ocho de la tarde para luego, caminar a la fresca, ir a cualquier cine al aire libre, tomar algo a la sombra en la calle Pericón o en la plaza de san Félix, lugares más tranquilos. Que las noches se hacen cortas.
      Si algún día, Cádiz, la Tacita de Plata te aburre; vete al puerto en donde una lancha te puede acercar al Puerto de Santa María con playa, pinar y cocederos de cigalas y gambas en la vía pública.  Si te gustan los toros, Jerez no queda muy lejos. Su Feria, es importante, muy importante para ellos, pero si tu, gallego, pretendes pasarlo bien, como supongo que no tienes puñetera idea de sus bailes, por lo regular sevillanas;  como no eres socio de una caseta en donde se sirven buen vino y buen jamón, lo que te queda es pasear y cruzarte con parejas que desde lo alto de un caballo enjaezado, te miran prepotentes, porque tu caminas. Es su fiesta, acuérdate, no la tuya, pero si puedes acercate a un pueblo blanco, porque blancos son sus pueblos andaluces, que una vez lo pisas y lo pateas, ves las causas por las que encanta al visitante  y me estoy refiriendo al bautizado Arcos de la Frontera, a unos setenta quilómetros de Cádiz.  Un pueblo en que las casas trepan por la ladera del monte hasta lo alto en que una bella iglesia las recibe y desde lo alto, infinitas hiladas de olivos y mojándole los pies, el río Guadalete tan nombrado en los libros de historia.
      Confieso, que siendo joven, todo lo que sonaba andaluz, me repateaba y aunque me decían que doblando aquel mapa, nos besábamos, como que no, que me quedaba muy lejano y hablaban de manera diferente, y en principio vaya si hablaban mal, cuando en Dos Hermanas, un sevillano intentó venderme quisquillas. No le entendí nada de nada y me frustró, pensando que si todos hablaban de la misma manera, jamás los entendería.
      Hace años en que ya pienso de forma diferente. He recorrido sus alrededores, toda la provincia porque en ella he estado bastante tiempo, trabajando o estudiando por las mañanas, plena libertad para irme con los compañeros por la tarde y noche que nadie nos controlaba y que me permitió mezclarme con el Pepehillo, el Manolillo, el Pepín y tantos y tantos otros, que poco a poco o de repente, participaron de mis risas, de las juergas que es en donde queda condensada la amistad.  Las tascas, son lugares de encuentro y amistad en todo el mundo.
      Si caminas temprano por cualquier lugar -hice miles de diapositivas que no se en donde andarán-, digo que si caminas temprano, el sol no molesta y hasta agradeces el frescor que te acompaña y hay una luz fantástica -si se quitan las horas centrales del día-, el resto de horas han sido  motivo para que un club de fotografía, junto con el que hubo en Ferrol, fueran los más antiguos de la Península.  Si te caen en suerte participar en los Carnavales, entonces de ahí al paraíso ya que, toda la Ciudad que durante un año ha permanecido en perpetua alegría, esos días se desborda, se supera y el chiste fino, bien tirado, por lo regular referido a los gobrnantes, no molesta pero hiere. Son sus fiestas y todo se aguanta. Por la calle, por todas las calles, niños, jóvenes, viejos caminan con sus músicas, esto es, una especie de flauta corta que emite el sonido que hacíamos con un papel de fumar y un peine, los que no sabíamos tocar un instrumento. Todos los chavales soplábamos aquel artilugio que emitía desde "Cerezo rosa" a la del "Negro zumbón", pasando por la música clásica.
      Llevo muy grabado el regreso a puerto después de un montón de horas dando tumbos.  A babor Rota y al frente la Tacita de Plata en todo su esplendor, con los tejados de la catedral brillando que parecen hechos de oro y al aproximarnos el blanco de las casas y el faro de san Sebastián.  Al fondo, el puente Carranza que ampara el astillero de La Carraca.
      En Cádiz estuve a punto de dejar la vida. Casi me daría lo mismo si al enterrarme me colocasen en medio de un cantaor y sus palmeros.  Esperaba la llegada de un compañero en la Plaza de San Juan de Dios. Acababa de comprar un helado en un carrito, me giré para caminar y tras de mi, muy, muy cerca, un golpe terrible.  Desde más o menos un noveno piso, se había caído la escultura situada sobre el Fénix, un niño sobre un ave semejante al pavo real que lleva las alas desplegadas, cuyo peso era de algunas toneladas. Al caer, lo que hizo fue hundir el pavimento y menos mal que sucedió de ese modo, porque si llega a rebotar, me voy sobre el dichoso pájaro a los infiernos. Hubo gente que me rodeó, algunos me tocaban y me miraban la espalda por si me había lastimado. Son buena gente.
      No se porque hoy me vino a la mente la bendita ciudad de Cádiz, pero es que sonando Manantial, me ha hecho aflorar vivencias que dejo escritas aunque otras, como es lógico las tengo que callar, para no coger más mala fama de la que ya llevo encima.
      Me encanta este tipo de sonidos, la mente te pide la música que quiere oír en ese momento y es lo que hago, pero esta gente, con sus letras,  demuestran lo gran poetas que son, enormes músicos como lo es el resto del pueblo andaluz en carnavales y cuando quiere, también poeta y filósofos.
      Y hoy, un gallego convencido, que ama a su tierra como el que más os recuerda, y digo que hay otros lugares tan buenos y hermosos como el nuestro, porque a los pueblos, a las ciudades, las hacen las gentes, no los ladrillos.  Todo consiste en mezclarnos, mañana, tarde y noche, como uno más. Y es que siempre me han aceptado.
      Y yo a ellos.

      domingo, 19 de septiembre de 2010

      NUNCA ESCRIBÍ UN LIBRO.


      Ya es tarde, ya no me queda tiempo para cumplir en la vida, las premisas que un hombre, supongo que también la mujer, deben hacer para realizarse, durante el mucho o poco tiempo que permanezcamos en este mundo.
      Son acciones que no siguen un orden establecido y uno o una, pueden comenzar por donde mejor les convenga.  Estas son: plantar un árbol, tener un hijo, subir en globo y escribir un libro.
      En lo que respecta al hijo, han sido dos, fantásticos.  Por tanto, este punto está más que cumplimentado.
      Hace muchos años, un día, al llegar a casa de mis padres, mi madre me esperaba.  Había comprado un árbol, un camelio en una tienda cercana y quería que yo lo plantase, manifestado que tenía buena mano.  Lo planté -segunda premisa-, creció y con el tiempo se hizo muy hermoso.  Pero lo del árbol no termina aquí.
      A la oficina, a la vuelta de las vacaciones y por seguir aumentando la flora de aquel despacho, alguien me trajo un paquete de semillas de pino del tipo mediterráneo. Todo consistía en hacerme con vasos de plástico de los usados en la máquina de café, llenarlos de tierra, un agujero en que depositar el piñón y con el tiempo, un día asomaba un arbolito e iba creciendo muy estilizado. Por tanto, he plantado más árboles de los exigidos.  Lo que le sucedía a los pinos es que en el interior con el tiempo secaban.  La solución fue plantarlos en el exterior donde la lluvia y el viento los castigaban, pero siguieron adelante y hoy, si me asomo a la ventana los puedo ver no muy lejanos.
      Por tanto, algo se ha cumplido.  Sigo.
      Viviendo en Vigo, un día tuve que ir Alcampo.  Cerca de la entrada un enorme globo, de los de verdad que mostraba una propaganda que no recuerdo.  A ese globo subían los niños, lo soltaban pero quedaba unido a tierra por una cuerda y al poco, dependiendo de la gente que hubiese, tiraban de la cuerda y subían a los siguientes.
      No soy amigo de meterme en berenjenales, lo que me vino a la memoria fue lo de escribir un libro, subir en globo y demás. Le eché narices, nadie me conocía, se lo dije al encargado, me permitió subir a la canasta, me elevaron a no mucha altura pero al bajar me sentí importante.  Durante días, comenté a todo el mundo mi viajes en globo, sin mencionar que por medio de una cuerda estaba unido al triste suelo.  No transcurrió mucho tiempo en que conocí e hice mucha amistad con una persona.  En Vigo llegué a conocer a mucha, a muchísima gente.  Pues bien, esta persona, mira por donde, navegaba en globo y tenía uno.  Un domingo me llevó.  Era un día soleado pero algo fresco.  Con suavidad se desplazaba aquel enorme balón de reglamento y al que de vez en cuando le soplaban unos fogonazos que en principio atemorizaban, luego te haces a ellos.  Hice muchas fotos, cuatro carretes de treinta y siete negativos cada uno.  Se agotaron pronto porque desde las alturas todo se veía diferente, era una novedad para mi, distinta a la sentida con el globo de Alcampo. Las experiencias más parecidas fueron fotos hechas desde la ventanilla de un avión, pero que quedaban muy lejos en calidad y paisaje a las que ahora iba viendo.
      Los carretes los llevé a una tienda, la de siempre, que me estuvo dando largas cada vez que me acercaba a preguntar por los negativos, por las fotos.  Jamás volvieron a mis manos.  Quizás, estén perdidas en algún cajón o basurero o alguien, las haga pasar como suyas. No es la primera vez que sucede.
      Pero en globo de verdad, también subí.  Hijo, árbol y globo conseguidos.
      Sólo me falta un libro y se que jamás lo escribiré, a pesar de que hace años, inicié uno. Llevaba bastantes folios escritos que, una vez se pasaron a máquina, trescientas páginas se quedaron en apenas setenta.  Eso echa para atrás al más pintado, quizás a los profesionales no, porque desde pequeños ya están acostumbrados a meterse en una habitación en penumbra o bajo una triste bombilla amarilla, motivo por el cual, algunos usan unas gafas para ver, con cristales de los llamados de "culo de botella", dado el grosor que tienen.
      Además, si escriben de forma continuada, se vuelven prepotentes, hablan de forma excesivamente pausada que quieren sea elegante y además siempre el dichoso y constante abrigo, perpetuo sobre sus hombros.
      Soy muy vago a la hora de escribir.  Un folio o dos, incluso tres, los puedo llenar de un tirón, se me hace fácil pero a la hora del planteamiento, nudo y desenlace, me da que únicamente se puede dar en cabezas pensantes, que les guste discurrir, analizar, repetir una y mil veces una simple frase. 
      Tuve un compañero que escribía.  Llenaba las páginas de su block con palabras tomadas del diccionario que colocadas una al lado de otra, no formaban oración alguna, eran palabras buscadas y rebuscadas, rimbombantes, musicales si se quiere, sin sentido.  Pero, con las coñas, las niñas lo miraban de otra manera a como nos miraban al resto, porque veían en él, un futuro y famoso escritor.  Nunca lo fue, que yo sepa y a la hora de presentar las redacciones en la clase de literatura, dejaba mucho que desear, su nota raspaba el aprobado, pero las niñas, que leían sus folios que sin sentido les pasaba, lo tenían en las altura para mal del resto.  Y siendo de aldea, que andares tenía el muy idiota.
      Un autor, Szalowski, escribe de un tirón la obra de gran éxito "El frío modifica la trayectoria de los peces".  Es cierto que luego la retoca, pero la idea principal, la que vale, la hace de un tirón llenando folios y más folios sin apenas respirar.  Claro que puede hacer los libros que quiera, tienen una buena y amueblada cabeza.
      Quien lo intente y después de varias veces, la luz no se le muestre, entonces, vale más que lo deje, no está para él; pero que no se achique, que no se llene de tristeza ya que todavía le queda el tener un hijo, el subir en globo y lo más fácil, plantar un árbol en cualquier parte.  Le doy una idea, el día en que coma un melocotón o una fruta que en su interior lleve un hueso, que lo entierre en cualquier lugar y con el tiempo, si ningún malnacido lo arranca, podrá ver como asoman los frutos pero, que no se haga ilusiones, lo hará suyo el que tenga la huerta más cercana.  Es ley de vida.
      No he escrito el libro, ni tengo ganas de hacerlo.  Lo intenté hace tiempo, el tema lo tenía claro, los personajes de los que me hice un gran amigo y que manejaba a mi gusto, también estaban. Lo malo, lo difícil era continuar dándoles vida ya que si en un principio se la di, luego los dejé a su aire y no se de ellos, lo dejo para que continúe uno de esos personajes que se aislan en un pequeño cuarto con una luz en lo alto mustia. Es que soy muy vago para permanecer quieto, encorvado, bajo una luz mortecina.  Es que a mi me encanta vivir en medio de la gente.
      Siempre lo estuve.  No quiero cambiar.
      A lo mejor un día me animo. O no. Quien sabe.

      sábado, 18 de septiembre de 2010

      EL NUEVO SIGLO DE ORO.


      Hay varias formas o maneras de envejecer.  A saber:
      - En soledad perpetua.
      - En soledad dentro de la familia.
      - En soledad pero con la gran suerte de tener durante unas horas, bajo su custodia un nieto.
      - En soledad en una esquina al sol o al frío de forma permanente, olvidado.
      - La peor, perpetuo en una cama a la que únicamente, por las mañanas, arreglan el embozo por si acude alguna visita.
      Y hay muchas más, pero creo que de momento son suficientes.  Es de suponer que otros envejecen recordando personas y como no, amores más o menos cercanos.  Lo principal es que vaya quedando memoria para recordar, para no acercarse tanto a una vida vegetativa, como la planta que le han colocado al lado, quizás como adorno o quizás para hacerle la puñeta con ese rama que le molesta en un ojo pero, hay que callar, que la otra, como se cabree la nuera, es terrible.
      Cada anciano es como un libro hermoso, que cualquiera puede abrir a base de preguntas y encontrar en él, en su interior, inmensas vivencias, sabidurías que le va dando la vida, porque de momento, los nubarrones que nublan el pensamiento no le han llegado.  Si aparecen, el libro queda codificado, nadie puede leer.  Puedes encontrar en el interior, poesía mal o bien escrita, pensamientos, aventuras, vivencias magníficas, desesperos, desamor, y de vez en cuando un pequeño nubarrón que les hace olvidar nombres y lugares.
      Dice una canción, que "los viejos, son niños avergonzados que a la plaza vuelven a buscar el sol y que con un grupo de palomas se entretienen, mientras la vida continua".
      Los viejos, son experiencias sin exprimir que dejamos aparcadas, que si pudiéramos, colocaríamos en estanterías de bibliotecas a disposición de algún que otro joven que quisiera descubrir el interior de su abuelo, al que de momento quiere y acompaña.
      Vivo en un lugar, un lugar que casi es paso obligado de viejos o ancianos que al fin y al cabo viene siendo lo mismo aunque alguna gente, quiera adornar un nombre que no necesita adornos porque lleva todos los que la vida le ha dado.  Unos caminan lentamente porque les cuesta echar un pie adelante y el otro que le siga.  Otros, los que me emocionan, son los que van en pareja; ella sumisa que lo va mirando con una sonrisa eterna y él, que todavía sigue sintiéndose general con mando en plaza, a cualquier palabra de ella, por mínima que sea, la reprende, pero ella, no pierde la sonrisa.  Ha sido tanta vida juntos, que conoce sus rabietas que en el fondo, no conducen a nada y es que también, de vez en cuando, temblándole los labios como cuando niños, también la besa.
      Hay una anciana que antes caminaba en pareja, pero desde hace un tiempo lo hace en soledad, no se si su compañero ha fallecido o la imposibilidad de caminar lo mantienen en casa, haciendo solitarios ante una mesa camilla; nunca se lo he preguntado, ni pienso hacerlo. Un día le dije a la mujer que no caminase por el centro del paseo, le dije que fuese por el lado que el granito es más liso. Bendito el día en que se lo dije porque, a partir de entonces, siempre me regala su mejor sonrisa cuando nos cruzamos.  A veces la veo subida a uno de esos aparatos que han colocado para poner en forma a los ancianos; ella me mira y yo afirmo con la cabeza en señal de aprobación para que de nuevo, ilumine su sonrisa aquel rostro en otros tiempos joven y deseado.
      Caminan también dos viejos cascarrabias, que siempre riñen, sus discusiones son permanentes, nada les pone de acuerdo.  Lo bueno es cuando llueve que ambos se abrigan bajo el mismo paraguas y el uno, echa la mano sobre el hombro del compañero para que la lluvia no les moje.
      Y en medio de ellos camino porque, viejo como ellos, debo hacerlo; pero camino en soledad que muchas veces es como mejor se va, aunque de vez en cuando despotrique contra la porquería de canción que va sonando en el MP3 y eche pestes contra mi mismo, por haberla grabado.
      No voy a inventar o decir una verdad de Perogrullo.  Siempre hubo viejos, siempre, pero es que antes, morían jóvenes, sin aspavientos porque tenían otro tipo de educación que no tenemos ahora y menos tendrán los que nos siguen. Hoy, la vida nos hace el gran favor de  tenernos unos pocos más años por aquí, ante un libro, escribiendo, con un ordenador, mientras no llega la hora de llevarnos a un asilo.  Hace tiempo y como tuviesen dinero que heredar, los cabrones de los hijos, asesorados por las "benditas" nueras, unas palabras con un médico amigo y al poco, el viejo desahuciado gastando los zapatos y el corazón por los pasillos terribles de cualquier manicomio.  Ahora no ha cambiado mucho, los dejan en las gasolineras, al aire libre, que les de bien el aire que es sano y el olor a gasolina mucho más.  También se ha puesto de moda ingresarlos hasta el regreso de vacaciones de la familia, pero, al perro si que lo lleva, que los niños no pueden estar sin él.  Pandilla de golfos.
      La lluvia, siempre ha sido en Galicia, enemiga de los niños, de los jóvenes, de los viejos.  Los primeros porque no pueden jugar al aire libre, los segundo porque si les quitan el sol, les llevan todo. Necesitan el banco en que siempre se reunen con los otros viejos, para discutir, como todos los días, lo poco que el gobierno ayuda con pensiones tan bajas. Pero sabed, que aunque en casa entregaseis más cantidad, el trato, a la semana siguiente, sería el mismo.  No olvidarlo.
      Y la viejecita que se asoma a la ventanilla y los enteradillos de la oficina, en representación de los cabezas pensantes de la Capital, le dicen sobrados: - Es que su marido apenas cotizó.  Y la viejecita calla, porque todas callan en esa situación y, a la derecha del papel que lleva en su mano, en la parte baja se puede leer porque está escrito: Cantidad a percibir... 402,25€.  Ella piensa que si sus hijos le ayudaran un poco, no les quiere decir nada porque, la manada de anormales que ha criado, se olvidaron de la vieja hace tiempo, claro que, si la casa en que vive fuese de ella, sería otro cantar.
      Los viejos al igual que los gatos necesitan cariño, que les pases la mano por la espalda, que les hables sin alzar la voz, que le cuentes cosas aunque no sea verdades pero que al menos sean hermosas, porque son la gente que mejor sabe escuchar y aunque parte de lo que se les dice, se le borre de su cerebro, lo principal del tema les has quedado y mentalmente lo repiten.
      Muchas veces, cuando camino por las aldeas, me siento feliz si en cualquier recodo del camino o a lo lejos veo un anciano.  Se que durante un rato tendré una amena conversación que comenzará con una pregunta de él: - E logo, ¿de quen ves sendo? y a partir de ahí, la charla dura  hasta que con pena le digo que se me hace tarde que tengo que seguir caminando, pero antes me pregunta hasta donde voy. -A Ferrol- le contesto. -Uff¡, quédalle moi lonxe-. Y es cierto que queda lejos, todo consiste en caminar.
      Hay veces que pienso, si ha sido poco lo que he estado al lado de mi padre, es que no lo se, quizás pude dejar otras cosas y dedicarme más a él. La mar pudo en parte tener la culpa de que no nos encontrásemos, otras veces las distancias, es que siempre he sido culo de mal asiento, no me gustan las fronteras, el estar siempre en el mismo lugar, luego, en la distancia echo de menos mi tierra.  Siempre ha sucedido. Ahora viejo, no se, iba a decir que no hay más remedio, pero me niego de momento a convertirme en una planta al sol y al lado permanente un vaso de agua y un periódico de hace dos semanas, del que puedo recitar hasta los anuncios por palabras. Que tristeza.
      Y estos días, los viejos están siendo muy importantes.  Se han fijado en ellos los sindicalistas para que acudan también a la huelga, alegando que el motivo son las pensiones, y para ello, que dejen los nietos a los padres que por una vez, les viene bien conocer como se comportan sus herederos. Al menos en una ocasión se acuerdan de los viejos porque, durante todo el año, pasan olimpicamente de ellos, de nosotros. Espero que  también ellos hagan el correspondiente corte de mangas. Los viejos siempre han molestado, lo del sindicato, un cuento chino. Llega fuera de plazo, que se dice.
      Quizás para el año, si la vida no me apaga, vuelva a la facultad porque es donde mejor estoy rodeado de compañeros, fantástica gente a la que quiero un montón.  Eso será si me queda fuerza y si el pensamiento no me juega una mala pasada aunque como a todos los viejos les sucede, el tiempo todo lo borra, llegaré con un cerebro recién estrenado.
      O no. Terrible dilema que poco a poco me machaca el alma.

      miércoles, 15 de septiembre de 2010

      CAYETANAS.


      Siempre pensé, que el amor tenía un principio y un final.  Que no duraba siempre.  Lo colocaba entre los trece o catorce años por propia experiencia hasta los cincuenta y pico de años.  A partir de ahí, dejaba de llamarse amor, para convertirse en cariño, en sostenerse uno al otro, en aguantarse las más; sobre todo ella porque él siempre ha procurado vivir como un señor, importándole un carajo los padecimientos de la otra parte.  Pienso en nuestra generación, en la que siempre deseaban que el niño fuese un "macho", un medio salteador de caminos, liado en todas la peleas habidas y por haber y las niñas, casi siempre con un puñetero lazo enorme a la espalda o en el pelo, ladeado; las que se encargasen del economato de la casa, la cocina y como no, la limpieza  y el planchado. 
      Siempre tuve metido en la cabeza, que el amor tenía una duración, lo otro era un tu me aguantas, yo te aguanto sin más.  Un "si cariño" permanente, sin ganas, sin sentirlo, por decir algo.
      Hace tiempo que me lo imaginaba, pero no era capaz de asimilarlo por todo lo dicho anteriormente y es que la duquesa Cayetana de Alba, que sobrepasa con creces la edad que yo suponía se terminaba el amor, la tengo enamorada, enamorada hasta las trancas de un funcionario, que si antes era una profesión triste, gris para quienes no la conocen, ahora está teniendo un realce extraordinario tanto, que hay bofetadas para entrar en la administración.
      De tradición le viene. Los genes dentro de la familia van pasando de unos a los posteriores, el ADN apenas cambia de una generación a la siguiente. Y es que su antepasada, también de nombre Cayetana que con doce años, la liaron con su primo del duque de Medina Sidonia, al objeto de preservar los ducados más importantes de España.  No pasa mucho tiempo, en que el esposo fallece y Cayetana ya es dueña de más de cincuenta títulos. Como se aburre, pasea vestida de maja y como maja, de ella dicen que cada uno de sus cabellos inspira deseo. Que nada hay más hermoso en el mundo, ni hecha de encargo podría haber resultado mejor. Cuando ella pasa por la calle, todo el mundo se asoma a la ventana y hasta los niños dejan de jugar para mirarla.
      Su palacio de Buenavista, entre el paseo del Prado y la biblioteca Nacional, colinda con la Casa de las 7 chimeneas (hoy Ministerio de Cultura) y la casa de Tócame Roque, lugar en que se dan cita los homosexuales, prostitutas, magos, brujas e incluso los conspiradores. En esta casa se homenajeaba a san Roque, del que decían curaba la peste si se le acariciaba una buba, una herida fea, que lucía en la entrepierna. Cayetana, no cabía de gozo por tener estos vecinos.
      Mecenas de Goya, la dibujaba constantemente y la pintó en varias ocasiones. Aquí hay que decir, que no es la mujer que se representa en el cuadro de la "maja desnuda" y si lo es, la gaditana Pepita Tudó.
      Muere joven, apenas cuarenta años, a causa de una enfermedad desconocida.  Quienes hayan leído la novela "Volavérunt" -Volaron- de Antonio Larreta, llevada al cine por Bigas Luna sabrán que la muerte se la atribuye a pigmentos de pintura ya que Goya, le pintaba siempre el rostro, tal como hoy las mujeres se lo pintan ahora. Es bien sabido que algunos colores pueden causar daños irreparables, pienso en algunos amarillos que suelen ser venenosos, el rojo es tóxico, el peor el blanco plomo -hoy apenas se usa- muy, muy venenoso y como la base de la cara se hacía con ese blanco, pudiera ser en la novela, el causante de su muerte que sólo el pintor conocía y no así los médicos.
      Y una mujer llena de vida porque la amaba, que ignoro si estaba enamorada como hoy una descendiente lo está, le dio plantón a todos y marchó.
      Si le importa vivir y mucho a nuestra sevillana, Cayetana duquesa que de casta le viene al galgo, tomándolo en el buen sentido.
      No conozco ni me importa conocer, a los grandes de España, que había que mirarlos desde la acera cuando paseaban en calesa, por las inmediaciones de la catedral, camino del parque de María Luísa. Los grandes de España no miran hacia las aceras desde donde la plebe los saluda, miran al frente, altaneros, que han de guardar las forma que les fueron enseñadas, aunque la abuela, bajo el pesado ropaje, vaya sentada sobre un don Pedro porque ha comido melón en demasía y ahora la va purgando.
      Diferente es Cayetana, inteligente porque tiene que serlo para llevar una inmensa hacienda y más inteligente aún, porque cumplidos hace tiempo los ochenta de edad, se nos ha enamorada como una niña de un hombre que no llega a los sesenta.  Eso si, más alto que ella, que la altura es importante en los hombres, parece ser que más que el cerebro. Y la buena mujer, que no hace mucho para desplazarse  se ayudaba de un carrito de inválido, lo ha soltado de un empujón certero y ahora camina más derecha que un junco de los que nacen a la orillita del Guadalquivir.  Lo que es capaz de hacer el amor, verdaderos milagros y yo que pensaba que a estas edades era del todo imposible.  El amor, visto lo de la duquesa, es capaz de convertirse en el mejor medicamento, la fuerza de levantarse día a día, mantiene alejadas a las enfermedades, el amor no enferma;  hace tener constantemente la mente ocupada, puedes esperar horas e incluso días a que ella llegue porque "se ha retrasado un poco", permite caminar juntos sin molestarse el uno al otro y si ella se empeña, bajarle un puñado de estrellas. Que dure porque cuando se va, la sensación de dolor, es terrible.
      Pensaba y creía que el amor tiene un plazo, un período. Ya veo que no y al menos me da ánimos ya que veía  todo muy oscuro, incluso la vida que me puede restar si es que no consigo tenerlo, pero me da que ya no quedan duquesas capaces de sentir el amor tal como ella lo siente, desinteresado. Si alguna quedase, los gavilanes que vuelan a su alrededor, quitaría las ganas a cualquiera, con un poco de sentido común.
      Leo que contraerás matrimonio con Alfonso, que así se llama su galán y no se había dicho. Que ya habéis pedido fecha y hora de iglesia.  Antes, las viudas se volvían a casar vestidas de negro, guardando de ese modo luto por su anterior marido.  Me parece una soberana majadería.  No lo hagas Cayetana, vístete de un blanco purísimo, que moleste a quien lo mire de tanta luz que desprende, con una gran cola que lleven aquellos que de verdad te quieren como persona y no como dueña de muchas propiedades que ahora no importan. Sonríe feliz, que nadie te quite el momento. Tu no miras con prepotencia a los de a pie, gente que tuvo que sufrir en medio de esos infinitos terrenos, teniendo como cobijo al sol, el duro sol de Andalucía; hoy ya no se lleva, y tu  que hace tiempo has bajado a donde camina el pueblo, has encontrado otro Goya que  ignoro si pinta, pero que te ha enamorado. Qué suerte la de algunos.
      Os envidio, claro que os envidio, ahora que se que a cualquier edad uno se puede enamorar, que uno puede querer con locura, como cuando tenía quince años y que hoy, si se lo pides, es capaz de bajarte un puñado de luceros y que en tu alma, ha instalado unas ganas enormes de vivir, cuando antes sobrevivías únicamente. Merece la pena.
      Hoy Cayetana, duquesa, te apearé de tanto título, que ahora mismo no los necesitas. Ahora para mi eres y seguirás siendo una gran Reina, reina enamorada que me enseñó algo que desconocía, y es que a cualquier edad puede llegar el amor, puede llegar una nueva vida.

      Para todos aquellos ancianos que conocían lo del amor a cualquier edad.
      Que golfos habéis sido por no habérmelo dicho.  Que golfos...

       


      BOFETADAS