Amanecí triste y el mejor remedio para ello es caminar. Crucé las Pías con frío, Barallobre, Maniños con mucha lluvia, Limodre y me puse en Cabañas en un santiamén. El regreso por carretera, Laraxe y Fene; no me gusta caminar por donde ya he pasado. En principio la lluvia me agobió, pensé que continuaría, pero unas rayolas de sol y la música que iba escuchando, dieron otro airecillo a la marcha. Siempre saludo a los viejos, que apoyados en un bastón muy bien barnizado y con una boina muy gastada sobre la cabeza, caminan por la orilla peligrosa de la carretera. Es gente con la que puedes hablar todo el tiempo que quieras, porque es gente que lo necesita, que se ve sóla, es gente muy agradecida. El paso de los años te hace más sensato dicen, pienso que a todos no, hay gente insensata hasta el mismo día en que la "espicha". No doy nombres, ni estareis pensando en mi..... supongo.
Hoy es un día triste para mi. Hace unos años falleció mi mejor amigo, el hermano más querido que he tenido, fiel como los perros fieles, que lo daba todo, con aquella sonrisa permanente en los labios. Siempre juntos, éramos jóvenes y llenos de vida, que la vivíamos con ganas. Correrías, si las hubo, más no sería bueno traerlas a éste blog. Lo pasado allá se queda, lo que si puedo asegurar es que jamás tuvimos enemigo alguno. Murió muy jóven, al regreso de una navegación en "Elcano". Nos encontramos en Cádiz una tarde; -yo hacía un curso- le vi con mala cara. No le quise preguntar nada. Estuvimos horas en un bar de la plaza san Juan de Dios, emborrachándonos; y luego en el chalet que tenía alquilado y del que se aprovechaba toda la dotación del barco. Hablamos mucho, recordamos más. El tiempo, que nada tiene en cuenta, ese día, apuró más rápido que nunca el paso de las horas. Más tarde, un vecino suyo, me dió la puñetera noticia. Lo lloré y lo sigo llorando. Tal día como hoy del año que no importa, se fué con su sonrisa y mientras se iba, estoy seguro de que me recordaba.
Todo es un circo, con fieras, payasos y saltimbanquis. Los únicos que no entran en éste bombo, son los viejos que pasean por las aceras o por las orillas peligrosas de las carreteras, apoyados en bastones barnizados, y en la cabeza una boína gastada por el tiempo.
¡ Qué mala es la tristeza !. Ahora -antes no, - de vez en cuando me llega, juega conmigo, baila por soleares para hacerme reir, esperando que yo toque las palmas. Inútil ironía, si tengo las manos y el alma agarrotados. No puedo.
Qué triste debe ser, estar permanentemente atado a una cama, esperando una simple visita, aunque sea la del médico o del cura; alguien con quien hablar. En nuestros días, en la era de las comunicaciones, los hay que no viven esperando un simple e-mail o al menos, que suene el teléfono.
¡ Qué puñetera eres tristeza !. ¡ Qué mala la soledad !.