En cualquier época del año me gusta caminar de Ferrol a la zona de Cobas, sobre todo, si el día refresca porque ayuda.
Primero, una visita a la ermita de santa Comba, a la que se accede cuando la marea está baja. Muy cerca, una de las playas más hermosas que he conocido. Apenas hay gente, unas pocas personas la pasean. La calima la inunda en el fondo, al lado de la montaña, es una playa virgen y el mar, ese mar furioso del Atlántico, la embiste con una cadencia de tiempos contínua. Se llama Ponzos. Es por ello, que la gente prefiere ir a otras más resguardadas.
Cobas, tienes muchas playas a ambos costados de su carretera principal. Playas de una arena blanca y fina, todos los azules y verde esmeralda en sus mares y siempre, siempre en la orilla, gente mirando al mar en su lejanía, donde la juventud disfruta con los deportes naúticos.
Abajo, en la playa, con las faldas colocadas por encima de la rodilla y bajo una gran sombrilla, las mujeres de edad, hacen calceta y ríen.
Es hora de volver. Ferrol, que como siempre, me llama.