miércoles, 7 de enero de 2009
SAN JULIAN EN FERROL
Hoy mi Ferrol, nuestro ferroliño, se llenará de olores. Se apropiará del aire el arroz con leche porque celebramos el patrón, y es costumbre recuperada. Si el viento es norte, el olor al café que tuesta Amador en La Gándara se mezclará con el anterior y, flotando en el aire como siempre está, el olor a mar y a sus algas que atracan donde antes lo hacía la lancha de La Graña y de La Cabana.
Si hay un lugar en el mundo, en que mi nariz se iguala en movimiento al hocico de los perros, ese es Marrakech. Luz, color y olores intensos, olores desconocidos, mil y más aromas, preciosos como su luz. No hace mucho, una carpa en la Plaza de Armas te podía conducir a esos lugares, carpa que visité en varias ocasiones para, con los párpados abatidos por tanta lujuria, trasladarme por unos momentos a Marrakech, a su gran plaza en la que, encantadores de serpientes, tratantes de camellos, vendedores de agua y de zumos, sacadores de muelas, artistas y adivinadores....que enamoran con su sonrisa de bondad. Sobre las cinco de la tarde, como por arte de magia, van llegando cocinillas portátiles en las que se va elaborando lo más precioso para el paladar, sopas, couscous, ensaladas, miles y miles de colores y sabores sobre los fogones, miles y miles de olores en el ambiente.
Pero hoy es san Julián, patrono de nuestra Ciudad. La corporación, con el alcalde al frente, de punta en blanco hablando y riendo con las gentes, que están cercanas las elecciones y hay que agradar. En una esquina de la plaza, unos guardias tratan de convencer a un grupo de personas alteradas, para que guarden una pancarta y en el centro, como no podía ser de otra manera, Pachara que a abandonado su zona de aparcamientos en las inmediaciones de los Cantones y se ha venido a dirigir el caminar de las personas, para él desconocidas.
No soy de apuntarme a esas verbenas diurnas ni nocturnas, ya se me pasó el arroz y nunca mejor dicho. Creo que todas nuestras abuelas eran las verdaderas maestras fabricando ese, iba a decir manjar de celebraciones, y no creo que lo fuera, ya que pienso, era una cosa normal que formaba parte de la alimentación y sólo había que decir a los mayores que lo hicieran para que al poco estuviera en la mesa.
No me veo haciendo cola para hacerme con una tarrina y una cucharita de plástico. Nunca he sido capaz de hacer cola para hacerme con un par de sardinas el día de san Juan o en cualquier otro festejo para hacerme con un trozo de su pan. Será que ya hice bastantes para entrar en los cines, será; porque entonces, las colas eran inmensas, menos mal que siempre había un compañeros bien situado en las inmediaciones de la taquilla que se hacía con nuestras localidades.
Mi profesora y buena amiga Rosa Méndez, en un atardecer de charla, en un hotel de Finisterre, me comentó que estaba haciendo un estudio sobre el santo Julián y los lugares que al parecer era o es conocido o se le venera y por lo visto hay muchos, más de los que pensaban. Creo que hay julianes para dar y tomar. Se me hace muy extraño que el mismo pasara por tantos sitios ya que es de suponer, de vez en cuando, se detuviese para echar un discurso al personal. El padre Sarmiento, no se quedaba atrás. O eran muy andarínes o a narices, hubo trampa.
Y es hoy, cuando mis viejecitas/os, se vestirán de gala, ellas se echarán unas gotas de agua de colonia que guardan como un tesoro, se empolvarán la cara para coger color y, con la cabeza bien alta, caminarán hacia la Plaza a reunirse con las antiguas amigas y a saludar a aquellas que ¡ay!, el tiempo y la enfermedad la separa.
Unidas, formarán parte de la la hilera mientras charlan y se animan. Ellos que no abandonan el bastón. -No es que me haga falta, pero por si las moscas...-; "- tiene usted razón, a mi una vez...."- , es el inicio de contarse cómo les van o cómo les vienen tantas y tantas malditas enfermedades.
Han recogido su pequeño envase, su cucharita de plástico, doña Carmen que prueba el arroz, doña Elena que pregunta, - ¿qué tal está?; - ¡ Exquisito, tal como lo hacía mi madre que en paz descanse!.
La hilera va aumentando.
Los políticos, cómo sonríen esta mañana.
Los niños un tanto recelosos, ven como se les acaba la buena vida. Pronto abrirán las puertas los colegios.
El reloj del ayuntamiento, señala las doce y veinte de la mañana; el otro, frente a la farmacia, hace tiempo que murió, que dejó de interesarse por la vida que hay en la Plaza, al menos, tal día como hoy.