miércoles, 14 de enero de 2009
MIS VIDENTES
En la tele una vidente, sin grano en la punta de la nariz, sin tan siquiera ante una bola de cristal; que dice tener unos poderes psíquicos y sobrenaturales, pero no unos poderes cualquiera como es lógico pensar, poderes a un gran nivel. La espero. Continúa diciendo que la gente ya no pregunta por sus amoríos, por algún que otro viaje, los estudios de los hijos..., ahora preguntan cuando acabará la crisis, si abrirá la obra para que su marido y su hijo puedan al fin trabajar, si podrán recuperar el piso que el banco les ha llevado, que si les llegará el sueldo que le dan a partir de enero para pagar la hipoteca. Las cosas no van como desearíamos, ni a nivel local ni mundial, ni tan siquiera para los paraísos fiscales que dicen que van perdiendo muchos dólares, pero ganando clientes. Lo que daría por tener mi propio paraíso fiscal y estar todo el día con la barriga al sol, en una de esas playas que aparecen en las postales. A mi lado, que no falten, unos palmeros. Me he salido un poco del rumbo. Regreso.
La vidente, con mentiras elegantes, lleva al grupo de periodistas, a donde le viene en gana. No contesta a las preguntas que le hacen y camina hacia los cerros de Úbeda: -" Yo no soy nadie, yo sólo canalizo la energía", mientras baraja unas cartas raras hasta en el tamaño. Comienza a repartirlas y mientras lo hace, pide a los presentes que pronuncien "ohmmmmmm; ohmmmmmm,ohmmmmmm". Así lo hacen.
Enseña una primera carta a la voluntaria, manifestandole que representa el agua, es decir, un buen camino. A continuación y a la misma persona le dice que tendrá problemas con abogados, un embarazo nuevo pero tarde, y no sabrá si irse o no irse de su domicilio. Si en un principio con lo del agua le ha hablado de un buen camino, ahora, lo ha terminado de arreglar y, la pobre mujer, con los ojos como platos, que no sabe en donde ocultarse, tras una fingida sonrisa.
A una pregunta, no dice cuanto cobra pero si, que tiene que pagar el IVA, que de este impuesto no se libra ni el diablo y para finalizar, la vidente, pregunta en qué día estamos. Oreja y vuelta al ruedo.
La cámara va al exterior y nos muestra -yo lo ignoraba- una estampa del Retiro madrileño, en donde adivinadores, muchos adivinadores que por el habla semejan extranjeros, ante una mesita muy pequeña de "tijera", como lugar de trabajo, inventan y reinventan augurios que ni ellos mismos creen, más al final de la jornada, les reportará unos pingües beneficios que le irán engordando la cuenta en cualquier caja de ahorros o banco. De estos tipos de personajes, están llenas las páginas de cualquier periódico, parece como si estuviéramos en una nación de magos, me da que de aquí salió lo de Alicia en el país de las maravillas y otras tantas de aquellas historias, que de niños nos contaban o leíamos. Hace un tiempo, se sumaban a los anuncios, las televisiones más, desde que hubo unas batidas -porque son como lobos-, las/los adivinadores han dejado de aparecer.
Nuestro Ferrol, también en sus tiempos, tuvo un adivinador, de nombre Nandito. Si un brujo normal lo sabe y lo conoce todo mirando unos abalorios, arrojando unos palitos de enebro, mirando la palma de la mano, los posos de café y dejémonos de contar; Nandito efectuaba sus adivinaciones con los pollos que las buenas gentes le llevaban y que acudían a la videncia, porque era menester; ya que sin pollos no podía haber adivinación, lo que ignoro es si iban crudos o ya cocidos. El buen hombre, les mandaba regresar al cabo de un tiempo y tras supongo, de llenar la panza a base de aves de corral porque los tiempos no ayudaban, con la cabeza, las patas y hasta creo que las plumas de la cola del animal, comenzaba la hechicería.
Conocí también a su amigo Pedrito. Estudiaba yo en Rapariz, situado sobre el cine Cinema y ellos, se colocaban frente la puerta de salida, muy juntos, detrás de una mesa diminuta, ocupando unas banquetas también pequeñas. Su mercancía, era todo tipo de tabacos y chucherías delicadamente colocados, no se si para llamar la atención de nosotros niños, o porque tenían todo el tiempo del mundo para hacerlo. Allí mostrando todo su esplendor y aroma, tabacos de todas las marcas habidas y por haber, Phillip Morris; Chesterfield;Bisonte;Pall-Mall; Koll mentolado; Players Navy Cut tal como decía su caja de lata; Partagás, H. Hupman y más que ahora no me vienen a mi mala memoria. Los dos últimos de tabaco negro, muy fuerte. Al otro lado, caramelos, pan de higo y otras chucherías.
Los cigarrillos los comprábamos de uno en uno porque no era plan de que en casa, al lavarte el pantalón, descubriesen la "mercancía", además el sueldo era escaso "mamá, dame para comprar una libreta, para un lápiz o para una póliza". Las pólizas, qué gran invento; siempre fueron mi salvación para conseguir dinero. Si a la pareja, le ibas a algún recado, algún pitillo rubio te daban a cambio, ¡ah! y si tienes alguna hermana -me decía Nando- dile que hago unos sostenes que son una maravilla. Dile que tengo mucha clientela, gente formal, de Ferrol y de las aldeas. Yo que nunca tuve hermanas, afirmaba mientras poco a poco y para que no se rompiera, intentaba que el cigarrillo pasara de su mano a la mía, que bien me lo había ganado.
¿Me das una cerilla, Pedrito?. ¡Ay, niño!, no haces más que pedir..., ¡y que ojazos tienes, ladrón!, toma dos, por si se te apaga una.
Eran mis primeros tiempos, era mi despertar a la vida.