Hace unos días, me dejé arrastrar de nuevo a la frontera con el norte de Potugal. En parte no me preocupa porque una vez allí, caminando, me dirijo al puente, cruzo el Miño -río que me trae muchos y buenos recuerdos -y continúo hasta la catedral de Tuy y calles que la amparan.
Me da pena que su interior lo tengan todo oscuro. Me viene a la memoria, que haciendo fotos en la catedral de Mondoñedo, también con poca luz, mi mano abrió un interruptor al lado del altar, e iluminé todo el templo. Hice fotos, las que quise y así quedó la iluminación porque mientras tanto, había entrado en el lugar, una limpiadora que ni se inmutó.
Más tarde, regreso a la feria portuguesa para hacer alguna que otra foto.
Me admira,ver a las gentes con bultos enormes de ropa a la espalda, tal como hacen los marroquís en la frontera de Ceuta. Muchos muebles rústicos, cambian de propietario. En esta ocasión, los hombres y los niños también ayudan. Aquí, en este ir y venir, no se salva nadie.
Son días, en que la población gallega se traslada y lo llena todo. Todos se conocen y todos cuentan lo bien que les fué la féria mientras muestran sus compras. Siguen creyendo que hicieron buena feria. La feria, la verdadera féria, la hicieron los portugueses, que por eso están en su tierra.