En lo alto de Cabañas, puedes encontrarte con un rueiro de casas de labranza antiguas y en medio de ellas, una pequeña iglesia muy hermosa. He estado varias veces en este lugar y jamás vi a persona alguna. Me hubiera gustado encontrarme con un anciano, con quien hablar un buen rato, pero los ancianos, seguramente, enrollados como ovillos, en el otoño, esperan pacientes en sus camas, la llamada del más allá. Es por eso, que están todo tapados, completamente tapados, excepto el ojo contrario al que descansa en la almohada, que lo tienen abierto, por el que esperan ver la llegada de la maravillosa Dama.
Cuando alguien te deja, te lleva parte del alma. A mi, ya no me debe de quedar aunque parece ser, se regenera. Lo que ocurre es que duele como supongo dolerá que con una afilada navaja te vayan cortando poco a poco las entrañas. No se, quizás ésto último duela menos o al menos se pasa una vez curado. Lo otro no.
Cuando alguien nos deja, se lleva las vivencias, las risas, los pequeños enfados, la palabra. Si, la palabra principalmente.
Si llegais a este rueiro, sobre el río Eume, os daréis de bruces con el intenso colorido del otoño, ocres, sienas, pardos, naranjas .....infinidad de colores.
En el otoño de la vida, con la caída de la hoja, la gente nos abandona.