Recuerdo que en una de tantas clases en la vía pública, fuera del Instituto, Victor Vitoria nos llevó a Chimba de la Huerta, a Manolo Martinez y a mi, a la Cota 24. Para nosotros, un misterioso monte cercano a Serantellos y al que subimos después en muchas ocasiones, luchando y separando ramas y tojos que entonces -ignoro si ahora-, crecían al libre albedrío. De lo alto, bajaba un riachuelo con mucha agua y no es de extrañar ya que las subidas sucedían en el invierno. Cota 24, estaba pintado en una de tantas rocas de la cumbre.
Viene esto a cuento, porque la mayoría de las veces, la niebla lo cubría todo. No importaba, ya que conocíamos hasta los más pequeños arbustos. Nos gustaba entonces, porque con aquel gris-azulado de fondo,nos parecía al subir, un paraíso; si es que el paraíso se puede parecer a la Cota 24.