miércoles, 25 de febrero de 2009
AQUELLA NOVELA....
Llego temprano para ver la exposición en el Torrente Ballester, pero las puertas de entrada, todavía permanecen cerradas. Ya la he visto hace unos días; es muy hermosa al tiempo que produce en uno, una sensación de paz, de calma; del sosiego de un campo en primavera, al observarse el movimiento de unos árboles o de un campo lleno de plantas, hierbas y flores que semejan el camino de una diosa; mientras en otra de las salas, un ejército de insectos que aparecen por todas partes, incluso fuera del lienzo, lo devoran. El título de la muestra, "A rebelión dos xéneros".
Mientras las puertas no abren, paseo entre los jardines de la pequeña plaza que preside Sánchez de Aguilera, al tiempo que voy recordando vivencias, entre ellas, la que en una ocasión me llevó a iniciar y escribír bastantes folios de lo que iba a ser mi primera novela. La acción, el planteamiento se situaba en medio de unas casas viejas que había en esa plaza y en unas huertas contiguas, de altos árboles, espesa vegetación y un enorme cañaveral que imaginaba existían, tras la muralla.
En esas casas viejas y abandonadas, vivía todo tipo de gentes, personas que no disponían de medio alguno de fortuna, con los que se mezclaban trapicheros, carteristas, jubilados, alguna que otra mujer desheredada de la vida que también las hay; en resumen, un gran y dispar grupo.
Moría mejor que vivía, un antiguo funcionario al que habían alejado de sus funciones por tener la mano larga por exigencias de su amante. Un día de inspiración y resaca, reunió a los vecinos para manifestarles que había tenido una gran idea. Veréis -les dijo -, en medio de esos cañaverales, en donde Antonia "la coja" se lía con Bernardo el barbero antes de ir al trabajo; con unos troncos y las tablas que guarda el párroco al fondo de la huerta y de las que nos apropiaremos, podemos hacer un buen chabolo y en él reunirnos, después de haber formado una asociación de vecinos, con todos los requisitos de las leyes.
La novela continuaba y una vez formada la asociación, la Lola a la que tenían que llevar de un lado a otro echada sobre una tabla, ya que sufría horrores con lo de su columna, el Andresito que continuamente perdía aceite, que no dejaba tranquilo a don José, un sastre venido a menos y algunos más que formaban la comitiva, con el tiempo, tras presentarse como partido político, se hacen con la alcaldía y a partir de ahí, un mundo de locos que funcionaba perfectamente, en el que nadie protestaba las decisiones tomadas por los gobernantes que venidos de la pobreza, continuaban dirigiendo humildemente la vida de aquel pueblo, controlando al céntimo la tesorería.
La hubiera podido terminar, tiempo tuve y ánimos no me faltaron de aquellos que fueron leyendo los folios que iban saliendo; pero en el fondo, mejor dicho, a media superficie, soy muy vago porque, quiero ver las cosas iniciadas y terminadas al momento, carezco de paciencia y al pensar que tenía que llenar unas seiscientas páginas a bolígrafo.... como que no, que no era lo mío, a pesar de que un buen amigo, me prometió que se publicaría.
Caminando por la plazoleta, en esta mañana magnífica de sol; es como si en otro tiempo me hubiera pertenecido y con ella, hubiera podido manejar a mi antojo a las personas que hicieron lo que les indiqué, que permití o no permití que hablasen, que riesen, controlé sus gestos, sus sentimientos, los hice caminar y sufrir, porque en el fondo, les estaba dando la vida. Miro hacia la esquina en donde ya hay edificios nuevos y me doy cuenta, que no aparecerán entre los cañaverales ni la Lola, ni Julián el filósofo que tomaba el sol desnudo por lo de la vitamina B, mientras las mujeres escondidas lo miraban; ni el sastre que había hecho un vestido a una gran dama, esposa de un importante mandatario.
-Y le midió usted el pecho y las caderas...- ¡No!,- faltaría más-. Su esposo lo hizo. Que soy muy decente.
Y es verdad, con el tiempo no conseguí, ni por asomos, que todos ellos fueran decentes. Me gustan las personas tal como son, sin modificaciones, sin imposiciones,me gustan tal como la naturaleza y la vida las fue formando; en libertad, sobre todo en libertad.
El Torrente abre sus puertas acristaladas de par en par. Camino en silencio, los recuerdos de aquellos diálogos y sus personajes que apenas recuerdo, me vienen a la memoria. Fui feliz escribiendo porque no tuve que sacrificarme, todo salía sin esfuerzo y es que, me encontraba en mi salsa en medio de todos ellos. Era uno más, pero sin ambiciones políticas.