miércoles, 4 de febrero de 2009
SIGUEN LLEGANDO.
Las pateras cargadas con vida y muerte siguen llegando a nuestras costas, porque sus ocupantes no conocen, que el trabajo no está todo lo boyante que quisiéramos todos. Y es que muchos no lo pueden saber, porque las televisiones internacionales les siguen bombardeando, con que nuestro mundo es como un paraíso; mujeres con amplias sonrisas por las pasarelas, el de las hamburguesas que se anuncia con neones amarillos muy llamativos, los niños hartos que no hacen caso y huyen de la comida casera y es que la pequeña pantalla llega a todos los lugares, mostrando hermosos automóviles, yates fantásticos, enormes edificios en los que se respira paz, trenes veloces que te llevan de un lugar a otro a "grandes" velocidades, tanto lo ven así, que les queda corto lo de Alicia en el país de las maravillas. Para ellos, esto es lo que tiene valor y no lo que les dicen sus paisanos que han regresado a las aldeas, del que piensan pobre, que siempre fue un vago para arrimar el hombro. Benditas ilusiones que también tuvieron nuestros abuelos cuando por aquí la cosa no pintaba bien, cuando sin haber pisado un barco en la vida, su primera y dura singladura de unas tres mil millas, fue en busca de trabajo. No todos lo consiguieron.
En un telediario, un grupo de trabajadores ocupando la vía del AVE en la estación de santa Justa en Sevilla. Policías que les rodean y en un momento dado, como moscas, caen sobre ellos sin contemplaciones, gritos, más gritos, arrestos, inmovilización mediante esposas, los gritos que continúan y de repente, la voz de un hombre que pone a todos en silencio, que los hace callar y que dice: - Mi mujer y mis hijos quedan en casa llorando, (mientras mira al infinito), como quedaron ayer en casa llorando. Es que no tienen nada que comer.... -
El silencio no se rompe, los trabajadores y policías estáticos. A mi, lo prometo, un aire helado me recorrió el cuerpo. Quedé como ellos, mirando la pantalla, sin verla.
No creo que este suceso se lo hayan mostrado a los africanos. De ser así, los creo responsables y no tontos para que mediten y no vengan a encontrarse de nuevo con otras miserias. Estamos en el inicio.
Después de años de vino y rosas, de más vino que de rosas, la sombra del paro avanza a pasos apresurados, como si la persiguieran y, terrible debe ser la convivencia en un pueblo al que ha llegado el hambre y mucho más a los que llegan buscando una bonanza, lo que han visto en el televisor del pequeño bar, a los que vienen pensando en poder remitir un poco de dinero a los viejos que han quedado en el pueblo.
Ayer Obama le dijo a los banqueros lo que pensaba de ellos, que conocía sus ganancias excesivas sus trampas con el dinero ajeno. Espero que el gobernante sepa, que tales gentes son los herederos de algunos personajes llevados desde siempre a las novelas; el avaro que tan bien dibujó Moliere, el prestamista a gran comisión, los que secaban la sangre a los pobres que acudían a ellos en busca de ayuda. Hoy se llaman banqueros, pero no dejan de ser iguales en todo a sus antepasados, a los que los gobiernos siempre les temieron porque "poderoso caballero..." y además, las arcas de los estados las han medio llenado ellos para su conveniencia.
Dicen que pronto habrá cuatro millones de parados, me parece una gran cifra que se dice pronto pero que se alarga mucho, porque detrás, se encuentran sus cuatro millones de familias, algunas muy numerosas. Puede suceder, es una opción y vamos a ser claros, que en principio pedirán humildemente un poco de pan, más tarde lo exigirán porque el hambre es muy puñetera. Muchos de los nuestros, aún la recuerdan.
Tenemos gobernantes, gente preparada que se dejó, como todos nosotros, ir a favor de corriente. Que no se dieron cuenta del negocio de los banqueros y de los grandes del ladrillo porque fue una época en que el dinero corría a mares, sobre todo el que venía de fuera y lo fácil que era hacerse rico en dos días.
Que no se duerman, manos a la obra y se dejen de mirar la "curva" que se va dibujando, si es que aumentan o disminuyen los parados.
El hambre no conoce ni curvas, ni hipérbolas, ni abcisas. El hambre tiene un poder inimaginable.
Comencemos de una vez, que de peores hemos salido.