miércoles, 18 de febrero de 2009
MARINERO DE LUCES
No soy de los que dicen, que sólo veo los documentales de la 2. Cuando el preciado mando a distancia llega a mi poder, recorro arriba y abajo, abajo y arriba canales y más canales, en busca de algo que ignoro, que no encuentro porque quizás no lo haya pero, más de una vez he parado al verte en pantalla Julián, altanero, elegante, orgulloso como buen señorito andaluz; a la oreja un paquete de tabaco Winston mientras dices al cansino reportero: "¡Por favor!, ¡por favor!, tenga un poco de educación, ¿no ve que estoy hablando por teléfono?. Lo bueno, lo que admira, es que el reportero así lo cree y deja que hagas uso del paquete de tabaco a modo de móvil.
Eres mi ex-alcalde preferido porque te has propuesto desafiar al mundo y lo has conseguido, crecido cual torero que mira al tendido una gran tarde de toros, mantillas y soleares; con planta, con desafío mientras pides al cámara que apague la la antorcha que le molesta la luz; y el del micro que pregunta insolente y tu que insistes en que apague la luz, ¡qué bien los toreas!.
Si a mi una mujer, en medio del olor a naranjos y mandarinas, cercano a las zarzamoras en flor y los limoneros me dice. "Marinero de luces, de mar y de sombra, de mar y de olivo...", al instante me desarma, el respirar se me hace difícil, un temblor recorre mi cuerpo como en tiempos me recorrió al escuchar los versos de Walt Whitman en un tugurio madrileño. Si para más inri, continúa con un "olvidaste que yo gaviota de luna, te estaba esperando....", es para salir corriendo a la ermita de la Paz en lo alto del monte, pedir al sacerdote la extremaunción y dejarse morir, con la camisa abierta, esperando los buitres que entre las nubes vuelan en redondo, bajen a despedazarme poco a poco.
Y a ti Julián, que con la suerte del principiante has preguntado, ¿me quieres gitana?; ¡maj q'uea mi vía! y te lo habrá contestado miles de veces para tu alegría, para levitar, para tocar la gloria; al tiempo que las gentes os molestan en vuestro caminar: "dientes, dientes que es lo que les jode"; desafiando de ese modo a los enviados de periódicos y televisiones que como almas en pena os siguen día y noche; ¿no ve que estoy hablando por teléfono? al tiempo que le enseñas el paquete de tabaco...
Si una mujer me canta: "A un hombre como tu, amor de mis amores, hay que cuidarlo bien, hay que mandarle flores." Si a mi una mujer me llega a enviar flores, me deja sin valores, me los roba con el pensamiento, me quedo sin alma que vuela a su lado. Jamás una mujer me regaló flores, jamás regalé, - por vergüenza de caminar con ellas-, flores a una mujer; sin embargo tu Julián, lo has equilibrado generoso, regalando sacos de dinero -que menos-. Yo la hubiera hecho alcaldesa si me llega a mandar flores; alcaldesa con el ayuntamiento y funcionarios a sus pies, al tiempo que le cantaría: "A tu vera, siempre a la verita tuya, hasta el día en que me muera". Y ya ves, siempre termino pensando en la muerte, porque perderla es perder la voluntad, sentir que ya no siento nada y vivir por vivir, no es mi deseo.
Julián es bien sabido, que deberíamos conocer, que todo tiene un principio y un final. Sucede que en una pareja, quien manda es quien menos quiere, quien abandona. No nos dimos cuenta o tu no lo sabías porque, "marinero de luces..." fue un espejismo, fue irreal, fue un sueño maravilloso, considéralo de ese modo. Lo que el amor muestra y te hace ver seda, en el fondo no deja de ser arpillera, una mala arpillera. No sé el por qué, pero el hombre que de verdad ama, siempre sale perdiendo, al final es abandonado mientras sustenta en sus manos, unas flores marchitas, como su alma, como su vida.
Te veo caminar, alzada la mirada, unos periódicos contra el pecho evitando preguntas que molestan. Una niña vestida de luces y claveles reventones canta: "Feriante ... qué mala suerte, que nací para quererte y no pude ser tu amante".
Sonríes calle abajo. El paquete de Winston pegado a la oreja y dices con sorna al reportero que tanto te acosa, :¡por favor!, ¡por favor!, tenga educación, ¿no ve que estoy hablando por teléfono?, mientras sonríes como un niño que ha hecho una trastada.
Me caes bien Julián, me caes muy bien. En el fondo no te creo culpable de nada. Buscabas una felicidad imposible; cómo duele, cuánto duele, cómo lastima. A veces, el corazón tiene razones, que la razón ignora. Y yo te comprendo, espero y deseo que los jueces también se comporten como humanos y recuerden, que en algún tiempo o ahora han estado o están enamorados.
Un abrazo, Julián y no, no pongas el paquete de Winston pegado a la oreja. Te dejo en paz.