miércoles, 8 de abril de 2009
¿ HASTA CUÁNDO ?.
En esta ocasión, no fue la mano criminal del hombre. Esta vez, como tantas otras, fue un zarpazo traidor de la naturaleza en primavera, con nocturnidad porque ya mucha gente se había ido a descansar y la rezagada, esperaba impaciente el final de la película que ponían en la televisión y como siempre sucede, con alevosía; no bastó un primer embiste de placa contra placa que, sin sentimiento alguno, sin pensar tan siquiera en lo que sucedía en superficie, continuó repitiéndolo.
La vida siempre golpea sobre los más débiles y esta vez, volvió hacerlo sin reparos, en un pueblo del centro de Italia. He contemplado vídeos y fotos horribles; docenas y docenas de casas derribadas o a punto de caer por ser construidas con materiales débiles, como todo lo que se emplea para los humildes que son los que menos gritan... -Nadie lo esperaba señor, siempre hemos vivido en armonía, nunca sucedió tal-, y con la vista perdida mira hacia los Apeninos nevados.
También sucede, que al lado de tanto edificio abatido, al lado de tanto escombro y polvo gris acumulado reposan, esta vez sin la alineación que siempre dan a los muertos, unas doscientas personas que las buenas gentes cubren con prendas de ropa -no importa el color- que va hallando entre los escombros porque de momento, no hay tiempo a enterrarlos, tanta es la confusión.
Buscan personas presumiblemente enterradas bajo los cascotes. Soplo con fuerza, porque no quisiera verme en esa situación y no por alguna fobia, sino más bien por la terrible sensación de no poder salir por uno mismo, que no puedes moverte, cubierto de polvo y mucho mas que has tragado y que te llena los pulmones, oyendo gente a lo lejos y que en vez de acercarse a ti, escuchas como se van alejando, quieto, muy quieto que los minutos parecen horas que no transcurren y en la cabeza, miles de pensamientos que te hunden más y más, hasta el vencimiento porque ya das por seguro que ni los perros ni las personas van a encontrarte. Lo que no sabes, es que el gran cantante del siglo Berlusconi, no quiere ayuda venga de donde venga; no quiere que en vez de dos mil manos sangrantes, removiendo cascotes, haya más de un millón de personas trabajando para salvar vidas. ¡ Qué prepotencia instaló en ti la política !, ¡qué os pasa por la cabeza, políticos de pacotilla...!.
En esta ocasión la muerte, no ha tenido mucho trabajo, no ha tenido que permanecer a la espera; se lo han dado todo hecho y como siempre sucede, el dolor, el llanto de los que quedan irán tras ella, camino del camposanto, será el canto, la gran ópera de la desesperación, como siempre sucede. Hay situaciones que no se olvidan.
Hace tiempo, ¿recordáis?, sucedió algo parecido pero de menos intensidad en la provincia de Lugo. Lo sentimos muchos más, un tanto alejados. Lo recuerdo perfectamente; no me moví, no grité, miré a la lámpara como si fuera la última vez que lo hacía. Dije: ¡tranquilos!, a los que estaban conmigo; me hice el fuerte y no hablé más, porque el miedo, la impaciencia que había dentro de mi, no me dejaba. Fueron unos segundos que me parecieron días, aquella trepitación que partía de las entrañas de la tierra. Nada más cesar, me asomé a la ventana; gentes, mucha gente que caminaba hacia los descampados con el miedo en los rostros y prisa en sus pensamientos. No sucedió nada más. En el centro de Italia, en l'Aquila, se vino casi todo abajo, un 5,2 Richter fue suficiente para dejar la ciudad tal como las ciudades quedan tras una guerra, rotas, insuficientes, fantasmales; mientras un anciano, sentado sobre una enorme piedra piensa, después de haber estado pendiente de una viejecita que no a mucha distancia, camina en redondo buscando lo que no sabe, perdida en un mínimo espacio.
Escribo y a la cabeza me vienen continuamente, esas personas aún sepultadas vivas bajo toneladas de escombros, escombros de sus propias casas. En unos segundos, todo se ha ido al carajo: la casa recién pintada, unos pequeños atrasos cobrados, la bicicleta que le han regalado al niño por hacer la primera comunión, el ordenador que tanto trabajo costó y siguen pagando a plazos, como a plazos se continúan pagando los autos ahora machacados por un puño infernal. Tantas y tantas cosas que se han esfumado en unos momentos y lo peor de todo, cientos de familias rotas para el resto de sus vidas.
Esta vez la muerte se ha cebado con los humildes, con los que poco tienen que dar; mejor dicho, con los que te ofrecen todo lo que tienen, su amabilidad, su cariño, su enseñanza a todos los que acudían a ellos buscando una respuesta.
Ante mi un periódico que narra el suceso. No me centro. A mi memoria viene que siendo niño, ante un desastre como el sucedido, preguntaba al profesor de religión, un sacerdote que en la clase perdía el tiempo esperando la hora de salida como todos nosotros.: -Si Dios es tan bueno, tan poderoso, ¿por qué permite que sucedan esas cosas?. Su respuesta, la de casi todos, la de siempre: -Es que Dios nos está poniendo a prueba-.
¿Hasta cuándo?.
Hoy ni las campanas pueden tocar a muerte. El campanario, siempre tan altivo y majestuoso, también ha caído.