sábado, 19 de abril de 2008
VIERNES DE BOTELLÓN
El sol en el horizonte, a punto de acostarse, enciende su lámpara de mesilla que lo inunda todo de color amarillo, naranja, violeta, rojo..., como aviso previo a todos los seres de la naturaleza, que pronto la oscuridad reinará. También marca la hora en que dará comienzo, la "fiesta" tan esperada por muchos jóvenes.
Como todos los viernes, hay que acudir al punto de reunión en un parque, rodeado de árboles y de bancos de piedra. En medio de la plaza, la figura de bronce de un ilustre marino les vigilará pero, aunque quiera, no podrá emitir juício de lo que allí ocurre y lo que sucederá durante horas.
Por los senderos de arena que conducen a la plazuela, caminan jóvenes de todas las edades, algunos casi niños, que llevan en sus manos o sujetas al pecho, bolsas de plástico multicolores. Los bancos se transforman en mesas y en ellas van colocando ordenadamente botellas de todo tipo, mientras uno de ellos recuerda al grupo que Manolo aún no ha pagado, y el tal Manolo que iba con la sana intención de "gorronear", tiene que depositar los diez euros con cara de fastidio y sonrisa de imbécil porque le han descubierto.
Se han formado muchos grupos y en cada uno de ellos, se comienza a llenar grandes vasos de plástico de alcohol. Hay jóvenes, que beberán a tragos cortos y espaciados, conocen sobradamente que la noche es larga. Por el contrario, los casi niños, con la ansiedad de la edad, como si se fuera a terminar aquel licor que les hace doler la garganta,que en principio los pone eufóricos, beben continuamente. María, Elena y Luísa, casi niñas, sentadas con sus vasos en el bordillo del jardín, ríen y ríen sin motivo alguno, mientras se golpean la espalda y alzan sus tiernos brazos para "llénármelo de una puta vez". Pero es que al rato, todos los presentes gritan, cantan y hablan en voz muy alta, afónicos. -¿Qué sucede?-. - Hay dos ahí peleándose -. Es cierto, un gran corro formado por la gente y en el medio dos chavalillos que se tiran de los pelos, giran y giran ante los mirones sin tocarse la cara, sin práctica porque la práctica la da la vida y el deambular por barrios de mala muerte. Más tarde, mientras se llevan a la boca el último brebaje que les tumbará en la hierba, se piden perdón llorando, y se funden en un abrazo que de momento y a duras penas les sostiene de pié.
No lejos, el silencio de la noche lo rompe la sirena de una ambulancia. Las sirenas de las ambulancia lo único que consiguen es sobresaltar a todas las personas. Lo mismo pienso de los coches de policía y los bomberos, ¿no podrían hacer sonar algo más armonioso?....La ambulancia ha llegado a la plazoleta, en el suelo Elena y María inconscientes; el joven médico que las atiende, mira para los que les rodean con asco; son dos niñas, dos niñas que se encuentran en coma.
Elena y María descansan en la UCI. Sus padres en casa también duermen placidamente. Mañana reirán las mentiras que sobre la noche, les cuenten sus niñas. ¡Qué se diviertan!- dice la madre a la vecina. - Están en la edad -.
Temprano, dos operarios de la limpieza recogen aquella marabunta que han dejado por todas partes, mientras uno de ellos comenta lo mal que ha jugado el Getafe. Es sábado, el sol no se ha levantado. El sol no ha sido testigo de nada.