martes, 1 de abril de 2008

AYER ME LLAMARON VIEJITO






Ayer a botepronto, sin encomendarse a dios ni al diablo, de golpe y sin tener siquiera un poco de misericordia, me llamaron "viejito". Y es cierto, mientras no te lo dicen, apenas lo notas si no fuera que, andas más lento, las escaleras son insufribles, tu nuera te dice que no arrastres los pies que rayas el suelo, ya no te dan café al desayuno, tienes un bono de color rojo para el autobús, las gentes te ceden el sitio, te llaman de don y te dan palmaditas en la espalda a modo de cariño, y la nuera que levantes la tapa del water y tiene razón, la nuera que te envía muy temprano para la calle y allí ya te están esperando los otros viejitos....
Todavía no me ha llegado eso y me llama "viejito".
Me pone en la duda de si ya lo soy, comienzo a serlo o pronto comenzaré a serlo de una puñetera vez, pero me da igual y me da igual, porque he vivido muy aprisa, porque he vivido más años de los que en verdad me correspondían. He vivido con la gente de mi edad, creciendo con ellos; pero también esa vida la he alternado con personas mayores que yo, que siempre me acogieron, en todas partes, desde muy niño.
Salí temprano del nido para Mallorca. Descubrí esa isla cuando pensaba que en el mundo todo sería igual a Ferrol. Fué una sensación de haber llegado al paraíso por aquella quietud de la gente - hablo del años 61-, por aquellas gentes buenas y sobre todo por el turismo que tanto impulso me dió.
Pero es que ayer me han llamado "viejito" y es cierto. Tendría unos treinta y tantos años, llegando de Vigo, al no encontrar un taxi, me fuí a la parada de buses; cuando llegó el que debía de tomar, la gente comenzó a subir y al final quedábamos dos niñas de unos catorce años y yo, que esperaba subiesen. Entonces una de ella, dijo a la otra: -Deja que suba primero el carroza-. Y subí.
Esa, fué mi primera cuchillada en la espalda, además de profunda, dolorosa. Ahí y a partir de ese momento me consieré la persona más anciana que había bajo las estrellas y no grité por vergüenza y porque el autobús iba lleno. Tuvieron que pasar muchos, muchos años, para que me dijeran de nuevo "viejito".
Es que todavía no me veo arrastrando los pies por la acera para arriba y abajo esperando la hora de comer. Preguntando continuamente a la gente que pasa la hora que es; hablando con gente que se acerca y con la que maldita sea, que poco me interesa lo que me cuenta y así día tras día hasta que la bella dama me lleve y desde ese otro mundo acercarme a vosotros y haceros los trabajos de Patrimonio sin que movais un dedo, sin que tengais que estrujaros el cerebro, que a esas edades no es muy bueno, no es nada bueno.
No me ha sentado mal que me pusieran en el lugar en que debo de estar. De verdad que no me ha sentado mal que una persona de mi quinta, a la que aprecio, me llamara "viejito".
Si al decir "viejito", le pones acento de allá, de la Pampa, no queda tan mal. "Viejiiiito". Suena bien. Me gusta. Si.

BOFETADAS