He caminado el castillo. Me inventé cien batallas, tan reales, que en dos resulté herido. Dudé que nombre le pondría a mi princesa y que busqué por todas las almenas, torreones e incluso en la sala de las torturas. Todo fué inútil.
¿La habría raptado el cobarde musulman?, ¿el villano conde cristiano?.
La pena me acompaña cuando abandono la fortaleza.