sábado, 9 de febrero de 2008
LA HISTORIA QUE SIEMPRE SE REPITE
Ayer volvió a suceder lo que hace algunos años sucedía. Ayer, o esa persona tiene muy buena memoria o de nuevo, yo era objeto de sus conquistas. Como la conozco, no me alarmé y le hice el juego.
Vereis, hace unos años, acudía yo a diario, a la Escuela de Idiomas situada en lo que fué la antigua Escuela de Máquinas de Marina, hoy Herrerías. Era muy, muy fumador y antes de entrar, para que el "mono" no me venciera durante la primera hora de clase, fumaba un último pitillo paseando por los jardines de los Cantones. Ese cigarrillo, me sabía al pan nuestro de cada día y más. Debido a ello, no me daba cuenta en principio, que era seguido a distancia por un hombre que no quitaba su vista de mi cogote. Pero un día si me enteré - las mujeres son más avispadas y se hubieran enterado al momento -, y no se si temeroso por verme en esa situación, o por evitar un posible escándalo, entré en clase apresuradamente. Poco a poco y día a día, me fuí acostumbrando a esos seguimientos. Si yo paraba, el paraba, si seguía la marcha él seguía la marcha y yo, imbécil, con aquella sensación hermosa de sentirme amado, de ser deseado por alguien.
El juego continuaba, yo me agachaba a atarme el cordón del zapato y lo miraba de reojo, creo que alguna vez le sonreí y el hombre, cuando más se iba acercando, yo le hacía la jugada y entraba veloz a la Escuela.
Duró, lo que dura un noviazgo en el que uno no quiere, aunque a las veces, me emocionaba y hasta me gustaba sentirme enamorado, aunque fuera por un semejante, que corría tras de mi, como el cazador tras la presa.
Luego, en vez de fumar el pitillo en el mismo lugar, lo hacía en otro sitio para no lastimarlo. Pobre. Pero es que a mi, no se si por desgracia, me parieron de los del otro lado de la acera de enfrente, de la que no se pierde aceite. Y que le voy hacer.
Ayer salí a media tarde para hacer unas fotos desde el Cantón, estando en ello, una persona que me sigue, pienso que es un curioso de los que tanto abundan, de los que pasan todo el día aburridos, sin dar golpe, y continúo. Pero el seguimiento se me hace violento, miro hacia él y me encuentro con aquel famoso "toreador" de antaño. No se me hace creíble que tenga tan buena memoria, quizás se trate de una nueva conquista, y digo: ¡no!, ¡lo siento!, ya tengo dueño.....
Hace años vivía en Mallorca, en el Puerto de Sóller; mi edad de unos dieciocho años,y a uno de estos también le interesaba. A diario, recibía una postal ¿ de dónde?, del Puerto de Sóller, por medio de una intermediaria, la Antonia; una pobre mujer que con unos sesenta años aún miraba para los niños. Yo, qué coño iba a constestar a la dichosa postal, pero día a día la seguía recibiendo. Unicamente me pedía en ellas, tener una charla, cambiar impresiones y pasear. Yo que por aquella había descubierto la bondad de los bikinis -estoy hablando de los años 60 -, no me veía, que no, paseando con ese extraño. Al final, la Madonna, -una abuela para todos -, lo solucionó; pero lo que en un principio tomé de cachondeo, resultó ser una pesadilla, una grave pesadilla.
Por eso ayer, al encontrarlo de nuevo, el corazón se me puso a cien, las flores de invierno que no había en los jardines me olían a jazmín, el cielo se abrió con miles y miles de colores, todas las mariposas del mundo aleteaban en mi estómago y los estorninos, todos los estorninos de la ciudad, formaban sobre mi una corona. Al fin, por fin, vuelvo a estar enamorado.
Si, de nuevo enamorado, vida.
¡Al fin!. Por fin.