martes, 5 de febrero de 2008

LAS COSAS DEL AMOR EN INVIERNO






Ayer tarde salí, en medio del frío. a visitar grandes almacenes y ver las novedades que hay en asuntos de aparatos electrónicos.
En el caminar hacia otro comercio, me fijo que delante de mi, camina una pareja de ancianos de edad indefinida, no fuí capaz de calcularla. Cada vez que hablan se acercan los rostros y con ellos sus miradas, - quizás muertas a causa de unas cataratas mal curadas, porque para lo que les queda.... -; las miradas digo, en la noche, brillaban como pueden brillar los ojos de una pareja, que comienza a conocer las cosas del amor.
No quiero adelantarles, no tengo prisa. Van de la mano como niños que acuden juntos a la escuela, como niños que también sienten en su interior la llamada del enamoramiento. De vez en vez, se paran. Ella le quita del abrigo, algún hilo invisible y a continuación, casi seguro que le dice, qué quién es esa rubia que le persigue. Ambos comenzarán a reir y la risa al poco les hará toser y la tos le hara de nuevo volver a reir, felices. Él le acaricia el rostro suavemente e igual de suave, ella le da un golpecito en la mano afeándole la acción.
Siguen caminando, atados por las manos y así pienso, deben llevar miles de años mientras esperan que la dama de la guadaña, así la pintan, se lleve a uno de ellos, al otro no hará falta entonces que también le lleve, se irá sólo como le sucede a algunas aves, se irá por su cuenta, en silencio, abrazada al sombrero de él.
Pero quizás, no sean así los hechos. Mi imaginación, que siempre va delante, chismosa, aventurando asuntos, me dice que las cosas pudieron ocurrir de otra manera; y es ahora, que al ver a la pareja de ancianos, que caminan delante de mi porque no quiero adelantarlos, viven en una residencia, a donde los llevan para que dejen de molestar, porque son pesados, porque no son capaces de aguantar todo un día sentados en la dura silla de madera y, para la vida que les queda.....
Pues bien, un día a esa residencia llega una jóven-anciana. Él que está mirando las fotos de un periódico atrasado, alza la vista. Ella también lo ve y disimula mirando a través de la ventana que da a un jardín muy cuidado. Siente como él se acerca, ambos se miran, es ahora, cuando miles de mariposas revolotean en sus estómagos, sus bocas secas, las palabras antes fluídas ahora ¡mierda!, que no salen. Él galante, le ofrece una silla, ella prefiere salir al jardín. Se deja acompañar. Me llamo Luis y yo Ana. Qué nombres tan cortos tenemos. Rien vergonzosos. Caminan en silencio por los senderos de arena, entre árboles en flor y golondrinas que al volar les rozan la cara con la punta de sus alas.
Los días, ya se sabe, son repetitivos y el amor necesita abrir fronteras, porque los sueños de cada uno, tienen que saberse. El amor, nunca ha tenido ni tendrá edad. Él le dice que quiere hacerle un regalo, su mísera pensión aún le permite tener unos ahorrillos. Ella le dice que no tiene necesidad de nada. El le susurra que vayan a ver comercios. -Bueno -responde ella - pero sin alejarnos mucho -. Como los niños....
Y es ahí en donde les encuentro camino de un centro comercial.
¡ Qué bella la noche para ellos!, ¡qué bella la noche para mis recuerdos!.
Hoy, ya sin frío, he vivido con ellos, al menos, dos hermosas historias que sabía podían suceder, pero que no estaba realmente seguro.
Los viejos siempre dando lecciones. Los jóvenes-viejos con los que tanto hablo.
¡Qué gente tan encantadora!..... Ninguno me habló jamás de sus amoríos y me alegro porque yo en cosas del amor, aún no lo he comenzado a vivir. Todavía no me han enviado a una residencia.

BOFETADAS