Hace años, viajaba en tren con destino a Cádiz. En el departamento, iba un matrimonio que supe era egipcio, a los que acompañaba un niño muy bien educado. El tren, es cierto que cansa el cuerpo de los que viajan y no tardó mucho el niño, en echarse sobre el padre, al tiempo que le decía que le contase un cuento. Por deferencia a mi, el padre comenzó a contárselo en un castellano bastante claro. Puse atención, no perdí palabra. El rosto del hombre al hablar se iban transformando a medida que hablaba. Era fantástico escucharle con aquella voz pausada, algo bronca, que parecía que le salía de la barriga.
Egipto -comenzó diciendo-, había caído en desgracia, ya que hacía siete años que la crecida del Nilo era insuficiente, lo que motivaba que no hubiese agua para regar las tierras y las reservas de los graneros, que hasta ahora habían permitido que el pueblo se alimentase, se estaban quedando vacías.
Los meses pasaban y la preocupación del faraón aumentaba. Su pueblo no tenía apenas con que alimentarse; los campesinos observaban con tristeza los campos secos, los niños lloraban y los ancianos se debilitaban e incluso, los templos se cerraban porque no había ofrendas para los dioses.
El Nilo se negaba a fecundar la tierra de Egipto. Por eso el faraón Dyoser, decidió pedir ayuda a su amigo y primer ministro Imhotep, famoso arquitecto, mago, médico y astrólogo.
-Nuestro país está sufriendo una grave situación -dijo el rey al arquitecto, mago, medico, astrólogo-. Si no encontramos una solución, moriremos de hambre. Hay que darse prisa y descubrir donde nace el río Nilo para saber qué poder divino responsable de que suban las aguas.
Imhotep se marchó a Heliópolis, donde se encontraba el gran templo de Thot, dios de la sabiduría y protector de los escribas. Buscó entre los libros sagrados y documentos más antiguos, que hablaran de la crecida del Nilo y volvió al palacio para informar al faraón Dyoser.
-Eres el primer faraón que se interesa por los secretos de los caudales del Nilo -comentó Imhotep mientras desenrollaba un montón de papiros y prosiguió- : Los textos indican que al sur de Egipto se encuentra la isla Elefantina. Allí apareció la luz divina cuando decidió dar vida a todos los seres. El Nilo nace en ese lugar, en dos cavernas de donde manan todas las riquezas de la tierra. Cuando lo desea, el Nilo fertiliza sus orillas.
-¿Quién vigila las cavernas?, -preguntó el ansioso faraón.
-El dios Jnum, que modela en su torno de alfarero a todos los seres. Se encuentra en Elefantina y retiene bajo sus sandalias el caudal del río. Mientras no las levante no habrá crecida. Jnum es quien dispone las tierras fértiles del Alto y Bajo Egipto, que hace crecer el trigo, quien hace posible la producción de piedra en las canteras para elevar y construir los templos. Gracias a él, prosperan los animales y las plantas.
Para conseguir que jnum liberara la crecida del río, el faraón Dyoser tuvo que ir a la isla Elefantina en busca de una paleta de escriba y una cuerda de agrimensor para medir los campos. El faraón imploró los favores del dios pidiéndole la salvación de su pueblo. Pero, sus plegarias no fueron atendidas. Sin embargo, decidió quedarse en la isla Elefantina luchando hasta el final, aunque le costara la vida.
Dyoser, vencido por el cansancio, se quedó dormido. En sus sueños se le apareció el dios Jnum. El rey alzó las manos en señal de respeto, el dios le habló:
- Soy Jnum, el dios creador. Dame un abrazo para que mi magia te proteja. ¿Qué te sucede, faraón Dyoser?. ¿ Por qué me llamas con tanta insistencia ?.
-Estoy preocupado por mi país y mi pueblo-.
¡ Tienes motivos para estarlo !. Te he dado numerosos materiales para que edifiques templos y construyas estatuas a los dioses y tu, no lo has hecho. Tienes que restaurar los monumentos antiguos y construir otros nuevos. El pueblo de Egipto debe adorar a sus dioses y el faraón dar ejemplo. Ahora, ya sabes los motivos de mi enfado.
Jnum, señor del Nilo y de la fecundidad de las tierras de Egipto, vigilaba las dos grutas que se encontraban en el santuario secreto del templo de Jnum en la isla. De allí, procedían las fuentes del Nilo. Una puerta impedía a los humanos el acceso para evitar que descrubrieran el secreto e hiciesn mal uso de él.
-Por tí, que eres el servidor de los dioses y de tu pueblo, abriré esta puerta dejando circular el caudal del Nilo. Regará sus orillas y sus campos se fertilizarán. Egipto prosperará - dijo Jnum y cogiendo de la mano a Dyoser lo llevó a lo más hondo de las dos grutas, donde el Nilo dormitaba con forma de serpiente bajo sus sandalias.
-Mi maestro de obras Imhotep edificará tu templo en la isla del origen del mundo y tu santuario guardará para siempre el secreto de la crecida del Nilo -, añadió el faraón.
Jnum levantó sus sandalias.
La serpiente se convirtió en un joven fuerte con la cabeza cubierta de cañas que emergió del agua estancada transformándola en caudalosa riada.
Cuando Dyoser despertó, observó que el caudal del Nilo fluía con fuerza. A sus pies estaba la tabla que escribía con un texto grabado, una plegaria al dios Jnum que nunca debería olvidarse.
Ese mismo día ordenó se iniciaran las obras de construcción de un templo dedicado a Junum. En sus muros se escribiría en jeroglíficos la plegaria para que cada año, subieran las aguas del Nilo regando los campos, procurando prosperidad al pueblo egipcio.
El niño, hace un buen rato que se ha dormido. Miro al hombre, le sonrío como forma de agradecimiento.
El tren ahora, corre veloz entre los campos de Castilla. A los lejos, un hombre con una azada al hombro camina.
Los cristales del departamento, me dicen el frío que hace en el exterior.
El tren que ahora bufa, de vez en cuando, como para despertar a los viajeros y vean el mar de trigo por el que navega, silba.
Para la pequeñaja Inés, mientras crece, mientras espera.