Me avergüenza decirlo, pero es que llevo cuatro noches intentando no quedarme dormido, para de ese modo coger práctica y por una vez en mi vida, ver de cerca a los Reyes Magos que no se como pueden llegar de Oriente, con los follones que dicen los periódicos que se suceden.
Voy a la cabalgata año tras año y mucho antes de que comience ya estoy en primera fila, espero impaciente que a lo lejos aparezcan las carrozas, alguien dice que están a la altura de Amboage. Voy contando las luces del ayuntamiento y al cabo de un buen tiempo, a lo lejos las voy viendo, el corazón se me altera a medida que se acercan, los nervios me pueden y sucede lo de siempre, las gentes que me rodean, con tal de coger un par de caramelos, pierden la vergüenza de repente, tanto es así que empujan, pisan a los pequeños, separan a manotazos sólo por atrapar unos simples caramelos, que desde lo alto de una estrella de madera pintada de amarillo, arrojan unos niños vestidos a semejanza de los salmonetes o algo parecido, al menos el color es idéntico y unas barbas que les cuelgan del pecho así lo indican. Pero una mujer a mi lado me lo aclara, me dice que son pajes, ayudantes de los reyes.
Es tan brutal el momento de recoger los caramelos, que incluso padres y madres se empujan y están a punto de darse de bofetadas, por un maldito dulce que ha quedado en terreno neutral, que luego pasará a una enorme bolsa del corte inglés que han traído de casa, pensando llenarla. Una vez que la cabalgata se va alejando, las respectivas madres se muestran las bolsas de plástico con todo tipo de trofeos, por detrás, los maridos se sonríen y sin que las damas los vean, se dan la paz.
Esta vez, maldita sea, sin que me vean tomaré mucho café y coca-cola. Estoy seguro de que los veré. Hace un par de años, vi entrar en la habitación a mis padres, yo esperaba a los Reyes; seguramente que venían a cercionarse si había bastante agua en la jarra para los camellos y turrón que habíamos colocado en un plato para los Magos. Al alba, todo eso había desaparecido y en su lugar un montón de juguetes que poco a poco y sin hacer ruido fui abriendo para jugar en silencio y no se enteraran porque entonces, la fiesta terminaría. En un rincón una enorme maleta llena de soldaditos de plomo, docenas de soldaditos a pie, sobre elefantes, a caballo, gallinas, mujeres echándole la comida, patos, ocas, de todo. Olían a pintura de aceite todavía. Fue fantástico.
En una ocasión, hice una fotografía a los Reyes cuando recibían a los niños en una iglesia. Con toda ilusión llevé el carrete a una tienda para que me hiciesen una foto muy grande y colgarla en la pared de mi habitación a modo de peloteo, con un apunte escrito diciéndoles que me la firmasen y si tenían a bien, me dejasen más juguetes que otras veces. Me entretuve buscando el mejor sitio de la habitación ,presidida por una virgen de Fátima, dentro de una capilla de caoba y cristal, con aquella luz permanente que por la noche era demasiado potente para coger el sueño pero no lo suficiente, como para poder leer un tebeo que bajo el jersey ,introducía en aquel templo fuera de la vista de mi madre, empeñada en que no hubiese lectura alguna en la cama. La potencia de luz la subsanaba con una pequeña linterna que guardaba en el fondo del armario. Pues bien, el mejor lugar para la foto, a mi pobre juicio, era la pared que ocupaba aquella virgen de madera, de la que incluso podía aprovechar la bombilla para iluminar el cartel. Lo intenté, pero al recibir el primer calambrazo desistí, lo colgaría al lado de la Señora que se mostró a unos pastorcillos. Con el tiempo conocí a una de ellos, una señora mayor vestida de monja, que me llevaron a visitar cuando vivía en Tuy, localidad a la que fui casi forzoso porque necesitaba engordar un poco y que para mi supusieron los dos años más felices de mi vida ,cuando niño.
El día señalado acudí a la tienda de fotografía emocionado. Mi ilusión se fue al traste en dos mínimos segundos cuando aquel hombre me dijo que no había salido nada y que seguramente, no había quitado la tapa del objetivo al hacer la foto. Eso lo decía él, lo que pensé es que seguramente, por ser magos, la película no los recoge, por muchas fotos que les hagas, sus cuerpos son insensibles a la luz. Tenía que ser eso.
Aquel año los Reyes se portaron, vamos a ver, se portaron muy bien, pero mi interior esperaba mucho más y así hubiera sucedido, si en la habitación apareciese un poster con su fotografía pegado en medio de la pared, iluminado con una luz que provenía de la capilla de la virgen de Fátima.
Me han hablado de un tal Papá Noel que dicen es más generoso que los otros, al parecer todo el día se está riendo, pero no como reímos nosotros, él lo va haciendo sin motivo alguno, jo, jo, jo, jo, jaauuu, o algo parecido mientras hace sonar una enorme campana de metal, mucho más grande que la del monaguillo de san Julián. La lleva porque cuando vuela sobre un carro tirado por renos, mueve la campana para no atropellar a los pájaros que van de un lugar a otro batiendo las alas en la madrugada. Un día vi una postal en la que volaba superpuesto a una gran luna llena y eso me pudo ya que la imágen era muy bella. Miré en un calendario colgado tras la puerta de la cocina cuando la luna estaría de esa modo y el día llegó. Para disimular me acosté y al poco, cuando escuché que mis padres hacían lo mismo, corrí en silencio a la ventana de la cocina. En lo alto una luna enorme, brillante, muy bella tanto, que parecía un gran disco de plata limpia colgado en el cielo. Fijé la vista en ella hasta dolerme los ojos y así permanecí hasta que un edificio me privó de la visión, la ocultó, pero de Papá Noel ni trazas. Aquello lo repito varias noches incluso ayudado con prismáticos y el señor, que viste según dicen completamente de rojo, no dió señales de vida.
Una noche permanecí descalzo pegado a la ventana, fija la mirada en aquella hermosura y Selene que me enamoraba porque había aparecido más hermosa que nunca. Esperé paciente por el "gordo de rojo" que no llegó y cuando de nuevo me acosté, temblaba como un pajarillo que ha caído en medio de una charca helada. Fiebre alta, dos días forzado a no levantarme, sintiendo los gritos de los chavales que jugaban en la calle, pendiente de aquel rayo de luz que se colaba por la contraventana y que iluminaba un trozo de pared en que aquel poster de los Reyes no hubiese quedado mal. Fue horrible, tanto que me olvidé del Papá Noel, leí algo sobre un san Nicolás que al parecer me quedaba muy lejos y humilde, pedí perdón para regresar de nuevo a mis Reyes Magos.
Sueño con aparatos que se mueven sin que nadie les toque, sólo con la voz obedecen, pero no a cualquiera, sólo al propietario; la televisión según leí en una revista, tardaría en llegar a nosotros, al parecer la inventaron sin querer en Inglaterra durante la guerra, guerra que me queda muy lejana, como todas, tampoco supe en aquel tiempo, que hubo una en España, nunca me contaron verdades, aquellos libros de historia con multitud de fechas y nombres que callaban lo que debíamos conocer, pero bueno, a lo que íbamos y es que los juguetes que se repetían casi todos los años, a los dos días quedaban olvidados en cualquier rincón del patio. Cuando se necesitaban, el conserje los tenía guardados. Una bronca y nos los entregaba. Con el tiempo me hice muy amigo de él y me invitaba su esposa a galletas con un poquito de vino dulce Sansón. Nosotros, enseguida volvíamos a la billarda que jugábamos en la Puerta de Canido apenas poblada y vacía de autos y de personas que caminaban por las aceras. El juego consiste en un pequeño tronco de madera, de un diámetro de unos cuatro centímetros, afilado como un lápiz por ambos extremos y que se llama billa. Se golpea con una estaca hecha por lo regular de madera de tojo o toxo que se llama palán, más grueso que la billa. Al golpear este gran palo al pequeño, lo envía a grandes distancias, cuanto más lejos, más puntos. En ocasiones volaba tanto que atravesaba el cristal de cualquier domicilio alejado, entonces las carreras de mayores y pequeños eran magníficas aunque los segundos no tuviesen culpa alguna, pero tampoco queríanmos cantar quien lo había hecho. Aprendíamos rápido y eso nos beneficiaba con ellos que nos amparaban y defendían. Jugábamos al peón con el que se quitaban monedas colocadas en el interior de un círculo, a condición de que si el peón quedaba dentro, pasaba a ser propiedad del que había puesto el dinero en ese círculo. Las bolas, juego en que no fui ducho, no me gustaba., pero los partidillos a la pelota y a falta de ella, todo consistía en saltar por una ventana de la residencia del Ejército, tomar del billar una pesada bola que suplía la pelota de goma. Al terminar el juego, se devolvía a su lugar de origen. Que en buenas maneras, nadie nos ganaba.
La noche en que lleguen los Reyes, estoy seguro de que permaneceré despierto. Es que necesito estarlo para cuando intenten dejarme una corbata, unas camisas, un jersey, se lo lleven por donde han venido por no decir algo peor que me lo pueden tener en cuenta. Eso, la ropa, la tienen que comprar forzosamente los padres que no son un juguete. De ser así, a quien benefician es a los padres y no a los niños, a los padres porque les ahorran dinero, a los niños incluso los ponen de mala leche. Donde se ha visto que uno pueda jugar con una corbata o con un par de camisas. Que se dejen de coñas, lo que necesito es una escopeta de balines "Gamo" que he visto en un escaparate de la Central Ferretera, que quita el hipo. Jamás me la trajeron y que tuve que comprar de mayor para en la parte trasera de casa, disparar a una diana al lado del muro de cierre.
Me jorobó mucho que se la regalaseis a Manel que, desde la ventana de su casa, disparaba a todo lo que se le ponía a tiro, nunca mejor dicho. Un día, cuando regresaba de un recado me disparó y el balín se detuvo en mi pierna, cerca de la rodilla. La gente decía: -Mira que si le llega a dar en un ojo-. -Pues no, señora, me dio en una pierna, el día que me acierte en un ojo, entonces hablamos-. Es como cuando dicen: "la camioneta chocó contra esa casa, fíjate la marca que ha dejado, y yo que hace apenas una hora que pasé por ahí. Fíjate por que poco no me mató...".
Esta noche de Reyes, haré todo lo posible por permanecer despierto, pensaré en los cromos de naturaleza que colecciono, en la de futbolistas que me faltan muy pocos, repasaré King de la India que ya la he completado; lo que tengo que hacer es llevarme algo para leer con la linterna, el caso es no quedarse dormido, ser más fuerte que los párpados. Al final me quedaré frito como siempre sucede. Seré fuerte. Hasta lo dudo.
Qué suerte tiene la de Fátima que los ve a plena luz, no la envidio siempre metida en ese chabolo, yo al menos puedo moverme, jugar, ir al cine, bañarme en La Malata, navegar y ella, en invierno pase, pero en verano, aunque la bombilla es muy pequeña, debe pasar un calor de narices. Definitivamente, lo pasa tan mal como yo lo paso cuando intento dormir y esa claridad no me deja. Que la pongan en el pasillo que así ve a todos los que llaman a la puerta...
Hoy no dormiré, ¿cuál será el más alto de los tres Reyes?, seguro que el negro. Mira que jugaban bien los Globers cuando hicieron la exhibición en el Parque Municipal, que manera de pasarse el balón, como disfrutamos. Durante un tiempo los imitamos, siendo la canasta un hueco que tenía el gran olmo "el abuelito" que había delante de las casas, entre los nogales. Melchor me parece el más serio, el que conduce y Gaspar el más olvidadizo, hasta me parece que es el encargado de traer ropa a los niños, no porque se la pidan, es cabezonería y fastidiar al personal. Quizás cuando era pequeño no había juguetes, pero hombre, hay que ir poniéndose al día, como todo el mundo se pone. Es que no cuesta trabajo.
Y el hombre aquel, que manera de pelearse en la cabalgata por un simple caramelo. Y como gritaba la mujer fuera de quicio, diciendo que se lo habían echado a ella...
- Esperemos que esta noche no haya camisas o corbatas de regalo...
- Esperemos que esta noche..., y que me parece que me está entrando el sueño. Tengo que aguantar.
- Mira que si me quedo dormido y me traen la escopeta de balines. ¿Y si es la "Gamo" del escaparate?.
- ¡Uf!, que sueño, que sueño, que sueño...
- Y esta linterna que ya no tiene pilas. Que poco aguantan.
- Anda que si los Reyes llegan y no me entero...
- Gaspar, como me dejes ropa te odiaré toda la vida.
- Y que sueño más tonto me va llegando...
- Tardarán mucho tiempo en llegar. Lo menos son las once de la noche.
- Y que sueño, sueño, sue..
De madrugada, un grito terrible se escucha en la casa:
- ¡ Gaspar, te odio !, ¡ Gaspar, que te odio !, ¡ Gaspar, ropa no !, ropa no, ropa no, ropa no...
- ¡ Gaspar, te odio !, ¡ Gaspar, que te odio !, ¡ Gaspar, ropa no !, ropa no, ropa no, ropa no...
Para Inés, niña preciosa. Es que tengo la certeza que este año, se mezclará con todos los niños y jugará libre como nosotros jugábamos.