No, no he visto a los Reyes Magos. Otro año que ha terminado y por culpa del sueño me quedo sin verlos y es que siempre, a las diez de la noche, agazapado me atrapa, sin oponer por mi parte resistencia.
El sueño, dicen que es un hombre delgado, largas o luengas barbas blancas que lleva un libro de cuentos bajo el brazo que narra, a los que les cuesta quedar dormidos pero al poco, con un soplido suave que les envía, se quedan roques o fritos que todo vale, vamos, que te duerme por mucho que pretendas permanecer despierto para ver a los Reyes, aunque sea una sola vez al año. Me doy por vencido y está visto que únicamente podré verlos, en lo alto de una carroza en la cabalgata de siempre, la de las peleas por un simple caramelo, la que me hace tiritar de frío esperándola por lo lenta que camina.
Este año se han portado, vaya si se han portado y se lo agradezco aunque, pensándolo bien, me da que estoy haciendo el primo. Otros niños aprovechan al gordo Papá Noel en Nochebuena para recibir más regalos. Es lo que haré el próximo año, dos cartas, una al gordo que viste de colorado y otra un poco más larga a los Magos que como son tres, suelen ser más espléndidos. Lo tengo que hacer ahora porque, cuando sea un poco mayor, lo veo en mi padre, no salen del agua de colonia, la espuma de afeitar, dos pares de calcetines o un calzoncillo gracioso de color rojo. Allá ellos si se conforman con estas cosas; a mi, desde luego que no, me quedo con la Play y un montón de juegos para entretenerme con mi padre, aunque él, siempre pierde porque no deja de gritar en toda la partida; el notebook, la placa base para el otro PC y una tarjeta gráfica más potente, el iPad que han dejando en casa de mi abuela y que al final se lo quedan los mayores. Mi padre en estas fechas, es un cabreo continuo, se muerde la lengua y permanece en tensión, cuando comienza abrir los brillantes paquetes que le han asignado y en ellos va encontrando el agua de colonia, el dichoso calzoncillo, todo lo que odia lo tiene ante si y al fondo, las sonrientes miradas de aprobación de mi madre y mi abuela. El sonríe, les da un beso, luego agacha la cabeza humildemente, vencido; mientras de reojo mira hacia el rincón en donde se encuentran mis regalos, ahora desempaquetados que relucen de nuevos que son. Creyendo que no le veo, estira el cuello intentando leer el título de los juegos, pero su miopía no se lo permite. Cuando quedamos solos, revuelve el rincón en busca de no se qué, le toco un hombro, se vuelve apresurado mientras le señalo el frasco de agua de colonia. Entonces agacha la cabeza y con voz apenas perceptible me pregunta, ¿jugamos?. ¿A cuál?, le respondo. ¡A todos!, finaliza.
Y yo feliz sin darme cuenta que los Reyes no me han traído lo que les dije en la carta, me han traído lo que seguramente mi padre escribió en su carta, con mi firma. Escogió aquello que le gustaba y lo puso a mi nombre, hay que tener morro. Y el Rey Mago, ni se enteró y le hizo caso. Eso es lo que no entiendo, quizás entre mayores se ayuden ya que los niños harán lo mismo cuando crezcan.
Los pequeños de momento, somos gobernables. Dentro de unos años...
Dentro de unos pocos años, estaréis sujetos todo el santo día a una mesa, la vista permanente sobre las páginas de un aburrido libro que no hay dios que lo entienda y delante, un profesor que en vez de explicar, está más atento a que no le hagan una golfería más de tantas que le hacen al día y es que haga lo que haga, jamás tendrá razón en su comportamiento. Los niños, si.
Dentro de unos pocos años más, estaréis deseando fervientemente cumplir los dieciocho años para iros de botellón con los mayores que ahora tanto admiráis. Suerte que al cine podéis ir cuando se os antoje, algo es algo. Si supierais lo largo que se me hizo cumplir los dieciséis para ir al cine de mayores, mucho más que a vosotros lo del botellón. Es cuando la vida comienza a despertar. Había un chaval que los sábados por la tarde, cuando sus padres se iban de cena, se cerraba en el cuarto de baño con una gaseosa, una radio y el Playboy. Decía que era su juerga, champagne, música y mujeres. Un día, me enteré que se trataba de un chiste.
Poco más tarde a la universidad, formación profesional, cualquier trabajo para que no digan que uno está tirado todo el día en la calle. No muy lejos la boda y a partir de ahí pueden suceder dos cosas, separación para regresar a la calle a seguir siendo el golfo de siempre o aguantar. Cuando eliges lo segundo, a partir de ese momento dejas de ser tu, todo cambia, todo se modifica y hasta han cambiado las leyes para que, cuando uno se canse del otro podáis tomar caminos diferentes a cambio de que ella vaya mucho más cargada que tu. En la boda arroz. En el divorcio, paella, paella, todo paella. Únicamente hay que decir "incompatibilidad de caracteres", "inmadurez" y si hay mucho dinero por medio "aburrimiento" que también vale.
¿Qué edad tendrán los Reyes?. Mi abuelo tiene una gran barba blanca y no es tan viejo, al menos es lo que me dice. Cuando le pido algo, no contesta porque suele estar perdido en sus mundos que dice mi padre. Entonces, le tiro de la barba unas cuantas veces y cuando se da cuenta le pido algún dinero. Abre su gastado monedero, de él toma un euro que mira y remira, luego me lo entrega en medio de un gran suspiro. A veces pienso si el buen hombre se cree que vive en tiempos de Isabel la Católica y un con un euro se puede comprar una casa. Poco después, quizás por el esfuerzo, se queda dormido, lo que me hace pensar que quizás en su vida, tampoco ha podido ver de cerca a los Reyes Magos.
En la calle, unos hombres subidos a unas enormes escaleras, van bajando los adornos de lucería. Los escaparates van cambiando a otros montajes sin estrellas, velas de colores, grandes letreros, sin el enorme portal de corcho con el ángel subido a lo alto, prendido tan sólo con un par de alfileres.
Las gentes a su vez, caminan más pausadas; sin las prisas de las fiestas pasadas, como si la vida se tranquilizase a pesar de que todas las sonrisas que los rostros mostraban alegres, se han convertido ahora en muecas porque hay que seguir trabajando, hay que ir a la escuela, al mercado con esos precios que obligan a doña Emilia a preguntarse si se creen que todos somos millonarios, incluso el guardia que dirigía la circulación sonriente, ahora tiene una cara de mala uva que no puede con ella y sopla su silbato con ganas, queriendo fastidiar a todos los que caminan cerca, incluso, se ha enfadado con un conductor despistado. Antes lo hizo con una viejecita que comenzó a cruzar la calle con el semáforo en rojo y es que, le dice asustada, las gafas que llevo no me permiten ver las cosas. El hombre la coge del brazo para acompañarla hasta la otra acera mientras le va riñendo. Qué sabe el guardia de la vida de los viejos.
Se acabó el circo. Llega la vida.
Y mira que hay que ser dormilón para no aguantar un poco más y ver a los Magos, pero bueno, también pueden llegar de madrugada y toda la noche despierto, me parece que los únicos que la pueden aguantar son los bomberos y algunos alcaldes que no tienen las cuentas claras. Eso me han dicho. Es que ni la coca-cola ni el café me ayudaron. Quizás de mayor pueda verlos pero entonces no me interesará, para que me dejen un frasco de colonia, una camisa, una corbata, no merece la pena verlos.
Quienes deben tener buenos regalos son los de la Zarzuela. Como el padre es Rey..., tendrá preferencia para escoger los mejores. ¿Qué habrá que hacer para ser hijo de rey?. Cuando tenga un rato libre, lo miraré en Google. Lo que sucede es que luego me olvido, pero si fuese fácil serlo quizás me apuntaba como hijo pero sólo en Reyes, es que lo paso mejor con mi padre que al menos, aunque mal, sabe jugar a la Play. Lástima que no se quiera jugar de vez en cuando unos euros...
Es un tostón esto de tirarse todo el día en clase.
Un día de estos, sólo por probar, tengo que fumarme un pitillo rubio. Pero sólo por probar. Dicen que al principio se tose, te duele algo el pecho y no sabe muy bien, pero luego, cuando te acostumbras, al parecer no lo puedes dejar de bueno que está.
Estoy seguro, que puedo dejarlo en cualquier momento. Faltaría más.