miércoles, 27 de octubre de 2010
ADIOS PAUL, HASTA VERNOS, QUIEN SABE.
La muerte del pulpo germánico Paul, ha sido más comentada en el día de ayer, más recordada que el fallecimiento de un primer ministro, un presidente de cualquier gobierno asiático o un reyezuelo africano, si es que quedan. Su muerte, ha sido muy sentida, lo que no me explico, es porque las campanas de todas las iglesias y catedrales españolas, no le rindieron homenaje alguno. Seguramente que habría que pagar un campanero y no estamos para gastos.
Un pulpo que enamoró al mundo. Todo el mundo pendiente de él porque, no siendo su comportamiento como el de las brujas de antaño, ni tan siquiera una adivinadora a base de Tarot, posos de café o piedras ovaladas, al puñetero pulpo le colocaban dos mejillones a mano y sin cálculos trigonométricos ni leyes de la naturaleza, siempre acierta que equipo sería el ganador de tal o cual partido de fútbol, nada menos que en el campeonato Mundial. En un partido normal, no será difícil acertar, pero hacerlo en un campeonato en que juegan los mejores de todas las naciones, es para quitarse el sombrero.
Un pulpo, al que un pueblo de Galicia creo que lo hizo hijo predilecto, no puede ser un pulpo cualquiera, de los que se retiran del mar a diario por pescadores. Paul era un contrasentido de las leyes establecidas, pero hay que rendirse a la realidad y considerarlo, como un mago disfrazado de cefalópodo y nada más. Incluso se lo han querido comprar con buenos dineros en mano, pero su propietario dijo que nones, que vendía copas y vino como jamás lo había hecho a cuenta de Paul. Que lo estaba haciendo multimillonario.
Al parecer Paul, se ha muerto en su edad, es decir, a punto de cumplir los tres años. No estoy ducho en el conocimiento de la duración de vida de los animales; ahora si se, que un pulpo son tres años, un perro catorce y una tortuga mil años. Lo que daría por conocer a la persona que mes tras mes y año tras año, fue arrancando hojas del calendario hasta llegar a los mil años y decir al mundo, teniendo ante ti el cadáver de la tortuga, la duración de su vida. ¿Qué no puede ser?. Acordaros de Matusalén.
No soy futbolero, ni me preocupan los cabreos que se coge la gente en el campo de futbol, en la calle, sus bocinas, las banderas, las mala leche que el día de partido corre por todas sus venas, pero prometo, que cuando docenas de cámaras en directo, enfocaban al pulpo Paul en su ambiente, la intranquilidad me podía, a la espera ansioso de que el bicho, indicara el ganador que como siempre sucedía, se decantaba por los españoles. Cogido el mejillón gallego, el que más y el que menos, reventaba de tanto nerviosismo con una palabrota de cualquier estilo, a partir de ahí gritos en los bares, en la calle, besos y abrazos a cualquiera y si te equivocabas, una sonrisa y un perdón lo arreglaba y es que también en esos momentos de locura y eso que el partido aún no se había jugado. Ventanas, balcones e incluso en lo más alto de las obras y grúas, se llenaban de banderas españolas que ondeaban continuamente, en esta nuestra Galicia de vientos cambiantes o racheados y entonces, llegó lo bueno, nos pusimos en asuntos de banderas, a la misma altura de los norteamericanos con la diferencia que ellos las arrían a la puesta de sol y aquí, que somos más chulos, día y noche en todo lo alto y es que en las tiendas de los chinos, que se habían agotado, de nuevo ocupan las estanterías. Al fin, por fin todos unidos por una misma causa, creo que desde mayo de 1808 no había sucedido.
Y ayer, nuestro querido y viejo Paul nos dejó, se fue sin decir nada que es como se van los generosos. Y los sordomudos, que me dicen; pues también. Cuando el pulpo la palmó, lo primero que me vino a la cabeza fue la pregunta de, a dónde se van los pulpos al morir. Quizás tengan un mundo aparte, un edén lleno de nécoras o quizás, lo más seguro, que se lo zampe una gaviota irrespetuosa, es que jamás he visto un ave tan ladrona a la hora de comer como la gaviota. Que nunca os den un picotazo, terrible.
Con el tiempo dicen, todo se olvida. Ojalá fuese tan fácil dirán algunos. Es que a partir de hoy, estoy casi seguro que se dejará de hablar del cefalópodo, un pulpo que nos ha dado infinitas alegrías a cambio de un simple mejillón. Piensa en lo poco que nos da un banco a cambio de nuestro sudor, de nuestra sangre. Del banco nos acordamos continuamente, del pobre Paul, como que ya no importa; hizo su trabajo y como cualquier albañil, a otra obra que esta se terminó. Veréis como para el próximo Mundial de fútbol, vendrá a la memoria de todos. Por ello aconsejo, dado que el pulpo tiene pocos años de duración, casi lo mínimo, se adopte una tortuga y en ella se practiquen las adivinanzas dada su larga duración de vida; a no ser, que un malvado niño, que los hay, se empeñe en clavarle algún punzón en uno de los cualquiera cinco agujeros que tiene entre el caparazón y el espaldar. No contarlos mentalmente, son cinco, he tenido hace muchos años dos tortugas de las llamadas griegas que son de secano, de jardín, no de esas que están permanentes metidas en un recipiente de plástico sucio, con un poco de agua y en lo alto una palmera de plástico en color verde. Como si las tortugas se criasen en los oasis.
Si Paul fuese gallego, en cualquier edificio dedicado a la naturaleza, se le hubiese colocado su urna, sobre un pedestal cubierto a su vez de tela negra, mejor de raso que da más importancia y queda muy fino. A su alrededor las fotos enmarcadas de todos los futbolista de la Selección, delante la copa aurea y rodeando la gran sala, los futboleros con sus ohé, ohé, ohé, ohé, ohé, etc. y esos otros cantos de estadio que en boca de los ingleses suenan tan bien. En nuestros estadios, las voces se mezclan unas con otras, lo que se escucha es un verdadero carajal. Pero bueno...
Amigo pulpo, generoso pulpo; si desde tu más allá me puedes leer, te digo que no te olvido por lo feliz que me has hecho no siendo uno de tantos ocupas de campos de futbol. Has sido cómplice del conjunto español que como pinzos, nada más comenzar, creo que pierden contra Suiza, nadie da un duro por ellos y vas tu, sacas pecho para colocarlos en la cumbre, con el siguiente enfado de los contrarios. Éste deporte, es la base del cabreo en el mundo y son millones de mujeres, quienes temen la llegada del sábado o domingo y hoy, que se juega casi todos los días, ya me diréis como puede ser su malvivir, si el equipo del pariente pierde.
Me queda cerca Mugardos, por eso, ten por seguro que no te olvidaré.
De saber que tu vida iba a ser tan corta, te hubiese calcetado un grueso jersey para que no pasases frío allá a donde vayas. También un pantalón de pana, pero ¡carajo!, que son ocho piernas; eso ya no es para los que comenzamos a diseñar. De dos patas aún, aún; pero más..., ¿me entiendes?.
Paul, pulpo germano con tendencias españolas: aufwiedersehen. Quizás un día cualquiera nos encontramos de nuevo. Está tan chungo lo del otro mundo. Quien sabe.
Verás como en el próximo mundial, cuando España pierda el primer partido, volverán a un nuevo pulpo o a la tortuga.
Difícil decisión, entonces.