viernes, 31 de julio de 2009
AQUEL VIEJO PAYASO...
Los altavoces anuncian: A continuación...., señoras y señores, la gran cabalgata final..... La función ha terminado... Y es ahora cuando inician el desfile las bailarinas; les siguen, arriesgados trapecistas con sus brillantes trajes de diamantes falsos; domadores de leones; de tigres, ponys y caniches; domadores de pulgas; el fakir de los grandes y negros bigotes, muy negros; el pequeño hombre bala; acróbatas; la mujer barbuda; enanos, muchos enanos vestidos de gala; una joven sobre un elefante al que le cuelga un enorme babero de la frente y al que siguen otros elefantes asidos por el rabo con las trompas del que le precede; payasos sobre un viejo y destartalado auto rojo cuya bocina no deja de sonar y en una esquina, el jefe de pista que los va nombrando cuando aparecen, sin necesidad de leer sus nombres. Son ya tantos años.
El circo ha quedado vacío de gente y de actores. El circo, que alguien lo describió como :
El domador entró desnudo en la jaula,
la trapecista entró desnuda en la jaula,
el león había muerto;
pero la jaula rugía.
De la penumbra, un viejo payaso avanza arrastrando una silla que coloca en el centro de la pista. El electricista que lo ha visto, deja encendido un foco cenital y el resto, oscuro y en silencio. Al viejo payaso le resbalan gruesos goterones por sus mejillas que dejan un surco hasta gracioso, marcado en su pintura. Pero esta vez son lágrimas del alma y no de un aparato que lleva en el bolsillo que maneja a su antojo, como cuando gira la grandota pajarita roja. El viejo payaso....
Recuerda a Grock, a Popov, al gran Charly Rivel con su silla roja en la mano y el llanto al cielo, hermanos Fratellini, Tonetti...., tantos y tantos que ya no están.
Cuando joven, la palabra payaso tenía para él otras connotaciones, eran hasta despectivas. Conocedor de ello el barrendero del circo Antoñito, de edad indefinida, lo sentó a su lado y en una animada charla le hizo saber que el mundo está poblado de payasos; tanto es así que, incluso unos a otros se lo llaman, sin darse cuenta de que también les cuelga el sambenito. Visten de calle, normales ellos, pero se les ve el "plumero" y es fácil encontrarlos, entre los banqueros; políticos; el clero no se queda atrás; militares; asadores de pollos; acomodadores; vendedores de coches; encargados; profesionales de la medicina; gentes de paso; gente que se queda; negociantes de armas; capataces;conductores de autobus; condecorados; seres que negocian con los hambrientos, con los lesionados; negros; verdes; amarillos; manifestantes que ignoran el por qué se manifiestan y acuden como borregos; los que rompen y ensucian el mobiliario de la ciudad; los y las prepotentes; actores de todo tipo; amas de casa y de cría; vendedores; prostitutas; carteristas; chulos; bobos; toreros y alguaciles; panaderos; loteros; fubolistas;contrabandistas; cacos de guante blanco; de guante negro; campanilleros; arquitectos; criadores de anguilas; sastres y sobre todos ellos, los cobradores de la gente pobre, estos son los ahogapersonas. Hay muchos más, pero no nos llegaría todo el día para mencionarlos.
Payaso..., payaso, es aquel que después de pisar un campo cubierto de amapolas con sus grandes zapatones, las flores vuelven a renacer al instante. Un payaso no lastima, ni tiene imaginación ¿para qué?, si está en posesión de sentimientos, infinitos y buenos sentimientos, que le hacen volar si se lo propone.
Conocía que la gente ansiaba su salida a la pista; en las manos aquel pequeño saxo que sólo sonaba ¡uuuuuhhhhhiiii!, ¡uuuuuuhhhhhiiiii! en tono agudo, era más que suficiente para que las risas surgieran de niños, de los mayores y él, inmensamente feliz, agachaba la cabeza con humildad, con generosidad que es como se debe de estar en la vida. Si sólo son cuatro días... pensaba en voz alta, cuatro miserables días.
Pero hoy, su Colombina no está, él que la cuidó y la quiso tanto en silencio, se ha ido; sin más. Sin tan siquiera mostrar su pañuelo agitándose mientras partía. Duele, vaya si duele. Media vida o toda, se le ha marchado con ella.
En una ocasión un niño, saltó a la pista, se le agarró la pierna y le dijo: ¡¡ Llévame contigo !!, ¡¡ llévame contigo a donde vayas...!!. Fue una de las pocas veces que lloró por no poder ayudar al niño. Jamás le dijo a Colombina, llévame contigo a donde vayas....La vió subir a su caballo blanco, hermoso, y sobre su lomo, con los brazos en cruz, se perdió en la lejanía.
Vivimos en un gran circo que tiene por lona un firmamento con pequeños agujeros, ínfimos agujeros que simulan estrellas. La lona va vieja, como el circo, como el payaso, como los recuerdos que nunca abandonan, pero nada es eterno.
El jefe de pista que lleva un buen rato contemplando la escena, hace girar un disco al que poco a poco irá aumentando el volumen. El electricista que tampoco se ha ido a dormir, va cambiando los filtros del foco que ilumina al payaso, y pasa de un azul claro cobalto a un violeta que mantiene, luego un leve ultramar y de ahí al carmín, para luego, un cadmio suave para fijarlo en un rojo violeta muy hermoso, como el color que toma la sangre al romperse el corazón a causa de un desamor. Al payaso ya le ha sucedido. Le ocurrió el mismo día en que Colombina, sin decir nada, partió sobre su caballo blanco, con los brazos en cruz, perdiéndose en aquella niebla..
En lo alto, un suave clac, clac, clac de los trapecios al golpearse entre ellos. Han comenzado a moverse sin que nadie ni el viento los empuje; clac, clac, clac, clac y la música sigue subiendo y la armoniosa garganta de Pavarotti canta:
Vistes la casaca y te enharinas la cara.
La gente paga y quiere reírse aquí
y, si Alerquín te roba a Colombina
¡ríe payaso y todos aplaudirán!.
Cambias en chanza el dolor y el llanto;
en burla los sollozos....
¡Ríe, payaso, de tu amor destrozado!.
¡Ríe del dolor..., que envenena tu corazón!.
Es tarde, muy tarde. El electricista apaga el gran foco. Queda en el centro el viejo payaso que siente como el circo se llena de murmullos, que van en aumento, es ahora cuando las voces y los gritos de los niños lo llenan todo. Siente como poco a poco se le va el alma, poco a poco el llanto, poco a poco la ilusión, la vida; su circo ha terminado y la función debe continuar..
A la mañana siguiente, Colombina se asoma con sus caballos a la pista, se para; quietos los equinos; ningún movimiento. En el centro de la pista un hombre de espaldas sentado en una silla; sus brazos caídos se balancean con la brisa de la mañana, la cabeza ladeada mira al suelo, como los crucificados. Un sombrero de payaso desprendido, ahora quieto en la pista por donde ha rodado. Los trapecios inician su clac, clac, clac, clac, clac....sin que alguien los empuje.
Un grito.