martes, 13 de octubre de 2009
CURSO DEL 52
Prometo que mi cerebro, para que funcione, tiene que ser a base de cariño, de bondad, de lógica. Otros, lo se, funcionan mejor a base de palos.
Hubo un tiempo en que unos profesores -la mayoría sin titulación-, creyeron que el palo, la humillación, la degradación de la persona - los niños también lo son-, nos haría hombres de provecho. Hubo un tiempo en que pensaron que aquellos infinitos palos recibidos nos hacían mucho daño, no se daban cuenta, que la piel ya estaba curtida y por tanto no se resentía y si en algunos continuó el abatimiento, el silencio, el aguante, la conformidad, el callar; a otros nos hacían más fuertes y rebeldes todavía.
Y es que no íbamos al colegio para aprender -hablo por mi - sino que iba a recibir palos, continuos palos que daba desde el primero por tanto el director, hasta el último y tomo como último un sacerdote que al menos a mi me parecía de unos ochenta años de edad que también lo practicaba. De ahí el último, por la edad, no por la fuerza.
La clase es de once a doce de la mañana. Todos miran el reloj nerviosos porque el director no llega. Las once y media, los nervios nos comen. Doce menos cuarto, va bajando la tensión. Doce menos diez, nos miramos nerviosos y sonreímos. Doce menos cinco una voz conocida, demasiado conocida:- "Cuarto a clase" -...
Un desespero mientras los casi cuarenta niños vamos subiendo la escalera cansinamente para ir arañando tiempo al tiempo. Da lo mismo, en diez minutos todo a terminado, hemos pasado todos por el duro palo por no contestar a una pregunta que nada tenía que ver con la clase que dábamos. Y así, los trescientos días del año porque ya he descontando los domingos y festivos.
Nos decían que los ajos aliviaban las zonas doloridas, hoy en día aún lo ignoro. Mi escaso sueldo lo gastaba en ajos de los que hoy, odio hasta el olor y probarlos ni por asomo, es superior a mi. Los ajos en quellos tiempos se asociaban al dolor, no a la comida.
Un día el profesor -llamémosle así- comienza a golpear el trasero de un compañero que se encuentra echado sobre un pupitre. Los golpes son secos y con dureza pero, el sonido que se oye es a tambor desafinado. Un : -¡ Bájese los pantalones ! -, una respuesta: - En clase, delante de todos ,¡ no! - . El profesor : -¡ Salgan todos del aula!- y al cabo de un rato sale sonriente, suficiente, con la tapa de lata de un recipiente de membrillo que nuestro compañero se había colocado en el trasero a fin de evitar el dolor.
Es para reírse pensaréis, yo más bien creo que era ya el hastío al palo, a los insultos, a un sinvivir contínuo. Éramos niños con vistas algún día a ser hombres.
Es verano en Ferrol. Mis amigos se bañan y me llaman para que también salte al agua que tanto me gusta. No puedo hacerlo. No debo hacerlo porque desde los muslos hasta media espalda, tengo la piel amoratada, con tintes violetas y otros ocres. Pensé durante mucho tiempo que músculos y demás se irían pudriendo poco a poco, mazados por tanto palo y me daba temor sufrir en silencio una gangrena no teniendo culpa alguna; más por nada del mundo se lo diría a mis padres, sería una cobardía, por tanto, que cada palo -y nunca mejor dicho- aguante su vela. Si se piensa, yo no tenía que tener vergüenza de aquello, eran los otros que caminaban por la calle con la cabeza muy..., demasiado alta quienes tenían que estar avergonzados. Bestias, malas bestias.
Uno de ellas, al tiempo que golpeaba en el culo -siempre iban al culo-, gritaba con todas sus fuerzas, momento que yo aprovechaba para llamarle a gritos también: -cabrón, desgraciado, cabrón, cabrón...-; os aseguro que el resto de la clase se enteraban. Él no, porque seguramente se encontraba en pleno éxtasis, y no me extraña ya que solía leer a la santa Teresa.
Cualquiera que supiese pegar era profesor; me da que esa era su consigna porque hasta a la niña de francés también se le iba la mano de vez en cuando, allí no importaba la titulación, con tal de que manejase aquellos maderos de unos 70 por 8 por 3,5 cms. aproximadamente. No incluyo en esa plantilla a nuestro buen amigo don José Leyra Domínguez, bueno entre los buenos, inteligente y sabio por lo mucho que conocía y que nos demostraba continuamente. No me vienen más a la cabeza. Pensar en lo que acabo de escribir, de unos veinte sacrificadores, sólo se salva uno. La proporción... asusta, al menos a mi que ahora lo veo en la distancia.
De rodillas y los brazos extendidos. En un principio sonríes a los cercanos pero cuando llevas un buen rato, te falta aire en los pulmones, te agotas, los brazos pesan demasiado, las arenas del suelo se clavan en las rodillas, sólo queda una solución y es la que siempre tomo, huyo de aquel lugar a la calle, a la libertad, libertad momentánea porque, al siguiente día me molerán a palos amén de los insultos más insospechados pero, al menos, mi cuerpo ha descansado toda una noche.
Alguien se preguntará ¿y los padres?, ¿qué hacían los padres?; los míos y pienso que muchos más, no enterarse de lo que allí sucedía. Yo al menos nunca se lo dije ante el desafío de que si lo hablamos nos expulsarían y no podríamos estudiar en ningún otro colegio.¿Estudiar?, que más quisiera yo...
Un día no pude más, escapé del colegio y de casa. Eso fue al mediodía, A las once de la noche la Guardia Civil me entregaba a mi abuelo sin libros, con una barra de pan resesa comprada en el bar "El Rápido" y con una entrada par ir al Rena de once a una de la madrugada, para que la noche luego, se me hiciera más corta, y de madrugada comenzar mi caminata siempre pegado a las vías del tren. Tenía catorce años. No lo volví hacer.
El otro día vi en la tele, sólo hasta el primer descaso, la serie "Curso del 63". No estoy de acuerdo en lo esencial, que nosotros ya veníamos pulidos al llegar a bachiller, nada nos cogía por sorpresa. Esos chicos del iPod, del ordenador, de llegar tarde a casa sin que nadie les diga nada, de tenerlo todo, no los pueden, de repente trasladar a aquellos años. Algunas broncas me hicieron retroceder a mis años mozos. Tampoco se metían con nuestro pelo ya que todos lo llevábamos muy corto aunque jamás tuve piojos y la ropa interior, al menos la mía, siempre fue un Meyba para bajar rápido los pantalones y comenzar a jugar al futbol.
Lo que me fastidia es que esas personas sin color, inhumanas, piensen que todos los niños pueden hacer hombres de provecho a base de palos; es cierto que algunos agacharon las orejas, pero los que más... anda y que os den.
La palabra más hermosa que nos decían era la de : -Acémila -, continuamente la escuchaba sin conocer su significado, quien la decía, llegaba casi siempre semi-borracho a clase; menos mal que cuando tocaban los ejercicios espirituales, ya me dirás, ejercicios espirituales para unos mártires, les parecería poco. Me daba igual, a pesar de que íbamos de la mano para la iglesia cercana del Carmen, siempre conseguí darles el esquinazo. Yo no los necesitaba, había visto a los santos, santas y beatos de todos los colores, ¿para qué más?. ¡ Idiotas !, pasabais lista continuamente y en la iglesia no. ¡Qué torpes si casi quedabais sólos ante el cura que hablaba!, supongo.
Nosotros, aprendíamos más en los portales cercanos al colegio que en las clases; unos a otros nos explicábamos lo que vosotros no hacíais porque no había tiempo para lo uno y lo otro y saber una cosa, más que los vareazos, me dolía el que le pegarais a los más débiles, a los que se sentaban siempre en la primera y segunda fila de mesas; eran niños de piel muy blanca,regordetes, estudiosos pero débiles. ¡Abusones!.
Y mirar, hoy ya viejo, continúo estudiando. Tengo otros excelentes compañeros. Nadie pega, todo es amabilidad. Aprendo todo aquello que no me enseñasteis por falta de tiempo y de corazón. Si, erais bestias disfrazados de maestros. Retiro lo de maestros, ni de coña lo seréis nunca, es una palabra muy hermosa que os queda extemadamente lejana.
Lo que llevo clavado, y han pasado muchos años; no son los palos, son los muchos días que no me dejasteis bañar con mis amigos, porque tenía el cuerpo destrozado para vergüenza vuestra y no mía. Hasta un músico de Bazán,profesor de esa asignatura, sin culpa alguna por mi parte, me dio con el puntero en todo el rostro; doce o trece años tenía, llevo la marca.
En el fondo, no se si os tengo odio porque soy incapaz de odiar. No os perdonaré nunca, pandilla de golfos. Insuficientes.
En mi, la letra con sangre no entra, no entra.
Degenerados...
NOTA.- Las fotos, son tomadas de Internet, nada tienen que ver con lo escrito.
Para aquellos que no supimos hacer una España grande y libre.
viernes, 2 de octubre de 2009
EL SUFRIMIENTO DE LOS JUSTOS
De vez en cuando el ave de la alegría echa a volar y nos deja invadidos por la tristeza. Hay veces, muchas veces en que esa ave no regresa porque, seguramente en otro lado, le han cortado las alas; entonces el triste, el invadido por la pesadumbre, así queda a perpetuidad.
Me gustaría conocer a donde vuela para traerla con su cuerpo nuevo, con sus alas ya coloridas, con la alegría que me ha llevado y es que, de verdad, ya no voy soportando la pena. Es como si faltase parte de la vida porque el alma se ha roto y además, es demasiado agobiante quedar en el rincón olvidado.
Los textos literarios suelen guardar entre sus páginas ingentes cantidades de aflicción; los dramas son casi continuos, las despedidas con sus adioses terrible palabra, el olvido de la mano de la desesperación, la amargura junto al silencio...
Me he fijado alguna veces en los grandes ojos de los niños que muestran cuando por ejemplo se les escapa el hermoso globo rojo, que sostenía con los dedos pulgar e índice la fina cuerda y como alzan la cabeza siguiéndolo mientras va volando a saltos al igual que lo hacen las mariposas embriagadas de néctar, parece como si se burlase del niño. Le sigue un poco de hipo y unos lagrimones que hacen carreras por los mofletes del infante para finalizar su rápido recorrido en el suelo. ¿ Habrá más grande desesperación que la que sufre un niño?.
La separación, el alejamiento es causa de una gran pena y, me vienen a la memoria las fantásticas instantáneas del fotógrafo Ferrol, tomadas en Vigo a los emigrantes que partían para otros mundos, para las américas como les decían a sus vecinos. Hermanos, padres, madres que a bordo se van alejando mientras al aire los pañuelos quieren ser el último nudo de aproximación con los suyos. Los novios..., eso es cosa aparte. Si los padres están delante, un sencillo beso, una mirada dolorosa a más no poder, un "nunca te olvidaré" cuando ya en la distancia se saludan, lágrimas contínuas entremezcladas con largos y penosos suspiros..
"Nunca te olvidaré"; "nunca te dejaré"; "nos querremos siempre" me va sonando a chiste, por experiencia, por ancianidad ya que, transcurrido un tiempo corto o largo, alguno de los dos falla y hay que dar gracias a la providencia que ello suceda pues de otro modo, nos convertiríamos en clones y de ahí a robots hay muy poco, en los tiempos que corren.
Pepiño Canelas que marchó a Buenos Aires tirado en la chaza de un hermoso barco muy blanco y generoso para la primera clase, después de una larga navegación, de marearse hasta lo indecible e incluso, robarle lo poco que tenía mientras asomado a la borda se rompía el pecho intentando vomitar lo nada que había comido. Al llegar, trabajó como un condenado a galeras, apenas dormía, guardó céntimo a céntimo, pasó mucha hambre y, con el paso de los años regresó a su tierra. El "nos hemos de querer siempre, siempre" no se pudo cumplir. El tratante de ganado, la peor mula parda del pueblo llevó al altar a la muchacha que había prometido no olvidar nunca a quien se fue al sacrificio por ella.
Y es que la vida, hace mucho tiempo que ha dejado de ser un paso florido. Hoy por hoy, sálvese quien pueda que el bote está haciendo agua ya que los sentimientos, lo humano, lo que nos hacía guardar y respetar las promesas, se ha ido al traste.
Ahora todo está en mano del traficante, del que ha acertado la lotería, del que ha dejado vacías las arcas de su banco, el que ha escapado con el dinero de los que pensaban comprar el piso y en la aldea, el cura, el boticario, el comandante de puesto de la guardia civil y en los pueblos un tanto grandes, el veterinario, son los poderosos.
El resto, un suspiro permanente mirando al cielo. -Me da que mañana llueve...-
Y los que quedan, continuamente se miran el ombligo que comparan con sus vecinos.
Y si el llanto aparece, aconsejo no tratar de disimularlo, es muy aconsejable para quedar en paz y en silencio.
A los que sufrimos de puertas para dentro.
sábado, 19 de septiembre de 2009
YA HE LLEGADO A VIEJO.
Qué poco se tarda en llegar a viejo, qué poco.
He doblado la esquina de una calle que me ocultaba la vejez y me he dado de bruces con el color gris de la vida. Yo que venía de toda la escala cromática, de repente, sin darme cuenta he penetrado en lo gris. Es triste verlo todo en un mismo tono, el suelo, las casas, los amigos quien los tenga, la familia que si te quieres salir te vuelve a empujar hacia lo gris para que no molestes; hasta el papel en que intento escribir es de ese maldito color.
Y que hace sólo cuatro días en que reía por cualquier cosa y hasta la risa tenía variaciones de color y ahora, me he vuelto opaco y el humor ha desaparecido, no lo hizo poco a poco, fue como un ¡zas!, un corte profundo que separó un modo de vida del otro y hasta palabras que no me salen, por más que lo intento, han desaparecido de mi anterior y completo diccionario para dejarlo en una mínima página que se achica cada vez más, palabra que busco con ahinco y maldita sea que no aparece.
¡Qué pronto me ha llegado la vejez, yo que la veía tan lejana!, que pertenecía a otros a mi, jamás. También le ha llegado al poco pelo que me queda. Pensaba que la vida era una cinta de color y que poco a poco la íbamos cortando, que tenía mucha longitud, infinita longitud. Pero al mirar a los lados; otros, niños y jóvenes, veía como se le iba cortando a mayor velocidad que la mía, ¡ay! la locura de los jóvenes que no critico porque también tuve mi época de locura, fantástica locura que al final me dejó seguir en este mundo y no como a mis compañeros que su dios se los llevó porque los quiso "probar" tal como me contaban los curas mientras miraban a lo alto.
En otra ocasión, había pensado que la vida era una tarjeta con puntos y según fuese tu comportamiento te los iban restando, como los de tráfico; hasta que un día, un mal viento te lleva para dejar sitio a otro.
Y ya he llegado a viejo y como los que me precedieron, al menor atisbo de sol, tomo la pequeña silla que en otros tiempos perteneció a mi hijo cuando niño, me voy hacia la esquina de la calle y allí los rayos de ese sol que tanto tiempo me acompañó en las playas, en los paseos,en los juegos, me calienta. No quiero olvidarme de su compañera la luna que tantas y tantas noches me cobijó e iluminó aquellos senderos de pueblo y alamedas de ciudad por los que, camino del "adios, hasta mañana", nos besábamos hasta dolerme los labios, hasta dolerme el alma por la inminente separación.
Si el día está lluvioso,me envían a cualquier rincón de la casa con el pretexto de que efectúan la limpieza, como si estuviera castigado y es que las cataratas, no me permiten leer ni ver la tele, ni tan siquiera comunicarme con mis amigas/os a través del ordenador. Si apenas encuentro los pantalones que he dejado hace sólo un instante sobre una silla. No quiero recordar, lo de la tapa del retrete, ahora no quiero, porque aún me duelen los oídos.
Y como nadie me escucha, he iniciado algunas charlas conmigo mismo; esto es, me hablo y al rato -no muy lejano- me respondo. De ese modo ya no me encuentro en medio de la soledad. Es triste llegar a esto; porque al fin y al cabo la muerte llega, te lleva aunque tarde un poco y ya está. Cuánto odio la frase "es ley de vida", única frase de velatorios y cementerios, única frase de muertos y para los muertos. También debe ser "ley de vida" para niños y jóvenes que se van cuando comienzan a asomar o en lo mejor de la vida. Si, ya se, me lo han dicho los curas hasta la saciedad, que dios los está probando; "apto", "no apto" como cuando me entregaban las notas para fastidiarme todo el verano. Si se los va a llevar, que no los envíe de nuevo a este carnaval que malvive en un planeta llamado Tierra y que dicen que de momento se ve azul desde el espacio.
Puedo sentarme y recordar, desde casi el principio de mis días hasta el día de hoy; tengo esa suerte, suerte que me acompaña y me entretiene horas pero, tengo que callar, no mencionarlo; no vaya a ser que aparezca ese dichoso alzheimer y me lleve hasta mis hermosos recuerdos, recientes o pasados.
Pensé siempre que la vejez me quedaba muy, pero que muy lejana y ya ha venido a visitarme, atraparme; pero lo ha hecho en silencio, sin el más leve murmullo, se diría que a traición. Soñaba con tener a mi alrededor una legión de nietos para contarles mis batallas, falsas batallas como siempre conté a los niños que me quisieron escuchar; mis hijos tampoco se libraron de ellas y lo bueno de todo, es que se lo creían. ¡Fantástica inocencia!; si hasta creo que yo también las sentía verdaderas; más como los críos no aparecen, es por lo que se lo cuento a mi rincón preferido que esconde en la esquina que forma con el suelo una bolita hecha con miga de pan y que con el bastón, sin que se enteren, juego moviéndola de una lado al otro. Toco los lomos de los libros, los acaricio...¡malditas cataratas!, ¡cuánto daño me hacéis!, ahora que tengo todo el tiempo libre.
Inútil vejez y bendita la vida que me tocó vivir; que voy recordando en mi rincón preferido minuto a minuto: los hechos, las personas que estuvieron a mi lado por mucho o poco tiempo, los animales que incansablemente me acompañaron, los juegos con mis hijos que me dejaban exhausto pero feliz y los amaneceres en Mallorca o los ocasos en Vigo. Todo lo voy recordando mientras con mi pesado bastón, voy empujando de una lado a otro una bolita hecha de pan sin que se salga de mi rincón.
Qué malo hacerse viejo, qué mala la soledad.
A todos aquellos próximos en edad, o me siguen en el escalafón de la vida.
He doblado la esquina de una calle que me ocultaba la vejez y me he dado de bruces con el color gris de la vida. Yo que venía de toda la escala cromática, de repente, sin darme cuenta he penetrado en lo gris. Es triste verlo todo en un mismo tono, el suelo, las casas, los amigos quien los tenga, la familia que si te quieres salir te vuelve a empujar hacia lo gris para que no molestes; hasta el papel en que intento escribir es de ese maldito color.
Y que hace sólo cuatro días en que reía por cualquier cosa y hasta la risa tenía variaciones de color y ahora, me he vuelto opaco y el humor ha desaparecido, no lo hizo poco a poco, fue como un ¡zas!, un corte profundo que separó un modo de vida del otro y hasta palabras que no me salen, por más que lo intento, han desaparecido de mi anterior y completo diccionario para dejarlo en una mínima página que se achica cada vez más, palabra que busco con ahinco y maldita sea que no aparece.
¡Qué pronto me ha llegado la vejez, yo que la veía tan lejana!, que pertenecía a otros a mi, jamás. También le ha llegado al poco pelo que me queda. Pensaba que la vida era una cinta de color y que poco a poco la íbamos cortando, que tenía mucha longitud, infinita longitud. Pero al mirar a los lados; otros, niños y jóvenes, veía como se le iba cortando a mayor velocidad que la mía, ¡ay! la locura de los jóvenes que no critico porque también tuve mi época de locura, fantástica locura que al final me dejó seguir en este mundo y no como a mis compañeros que su dios se los llevó porque los quiso "probar" tal como me contaban los curas mientras miraban a lo alto.
En otra ocasión, había pensado que la vida era una tarjeta con puntos y según fuese tu comportamiento te los iban restando, como los de tráfico; hasta que un día, un mal viento te lleva para dejar sitio a otro.
Y ya he llegado a viejo y como los que me precedieron, al menor atisbo de sol, tomo la pequeña silla que en otros tiempos perteneció a mi hijo cuando niño, me voy hacia la esquina de la calle y allí los rayos de ese sol que tanto tiempo me acompañó en las playas, en los paseos,en los juegos, me calienta. No quiero olvidarme de su compañera la luna que tantas y tantas noches me cobijó e iluminó aquellos senderos de pueblo y alamedas de ciudad por los que, camino del "adios, hasta mañana", nos besábamos hasta dolerme los labios, hasta dolerme el alma por la inminente separación.
Si el día está lluvioso,me envían a cualquier rincón de la casa con el pretexto de que efectúan la limpieza, como si estuviera castigado y es que las cataratas, no me permiten leer ni ver la tele, ni tan siquiera comunicarme con mis amigas/os a través del ordenador. Si apenas encuentro los pantalones que he dejado hace sólo un instante sobre una silla. No quiero recordar, lo de la tapa del retrete, ahora no quiero, porque aún me duelen los oídos.
Y como nadie me escucha, he iniciado algunas charlas conmigo mismo; esto es, me hablo y al rato -no muy lejano- me respondo. De ese modo ya no me encuentro en medio de la soledad. Es triste llegar a esto; porque al fin y al cabo la muerte llega, te lleva aunque tarde un poco y ya está. Cuánto odio la frase "es ley de vida", única frase de velatorios y cementerios, única frase de muertos y para los muertos. También debe ser "ley de vida" para niños y jóvenes que se van cuando comienzan a asomar o en lo mejor de la vida. Si, ya se, me lo han dicho los curas hasta la saciedad, que dios los está probando; "apto", "no apto" como cuando me entregaban las notas para fastidiarme todo el verano. Si se los va a llevar, que no los envíe de nuevo a este carnaval que malvive en un planeta llamado Tierra y que dicen que de momento se ve azul desde el espacio.
Puedo sentarme y recordar, desde casi el principio de mis días hasta el día de hoy; tengo esa suerte, suerte que me acompaña y me entretiene horas pero, tengo que callar, no mencionarlo; no vaya a ser que aparezca ese dichoso alzheimer y me lleve hasta mis hermosos recuerdos, recientes o pasados.
Pensé siempre que la vejez me quedaba muy, pero que muy lejana y ya ha venido a visitarme, atraparme; pero lo ha hecho en silencio, sin el más leve murmullo, se diría que a traición. Soñaba con tener a mi alrededor una legión de nietos para contarles mis batallas, falsas batallas como siempre conté a los niños que me quisieron escuchar; mis hijos tampoco se libraron de ellas y lo bueno de todo, es que se lo creían. ¡Fantástica inocencia!; si hasta creo que yo también las sentía verdaderas; más como los críos no aparecen, es por lo que se lo cuento a mi rincón preferido que esconde en la esquina que forma con el suelo una bolita hecha con miga de pan y que con el bastón, sin que se enteren, juego moviéndola de una lado al otro. Toco los lomos de los libros, los acaricio...¡malditas cataratas!, ¡cuánto daño me hacéis!, ahora que tengo todo el tiempo libre.
Inútil vejez y bendita la vida que me tocó vivir; que voy recordando en mi rincón preferido minuto a minuto: los hechos, las personas que estuvieron a mi lado por mucho o poco tiempo, los animales que incansablemente me acompañaron, los juegos con mis hijos que me dejaban exhausto pero feliz y los amaneceres en Mallorca o los ocasos en Vigo. Todo lo voy recordando mientras con mi pesado bastón, voy empujando de una lado a otro una bolita hecha de pan sin que se salga de mi rincón.
Qué malo hacerse viejo, qué mala la soledad.
A todos aquellos próximos en edad, o me siguen en el escalafón de la vida.
lunes, 24 de agosto de 2009
... AQUELLOS MONTES QUE ÉL AMABA ...
Antonio, casi por cercanía, podía ser mi vecino. Cuando temprano me dirigía a caminar los montes que él tan bien conocía, lo encontraba barriendo delante de su bar, me daba los buenos días con envidia de mis andainas y continuaba la cabeza gacha, dándole a la escoba, que en limpieza sobresalía.
Antonio anduvo perdido de maqui en sus malos tiempos, huyendo continuamente, asaltando casi a diario a parroquianos para poder comprar viandas y de vez en cuando acudía a la iglesia, no para escuchar misa y si para que el bueno del cura, don Emiliano, le pusiera en antecedentes de como soplaban los vientos por el pueblo y por la capital, que noticias también traían.
Jamás hizo uso, que es lo mismo que disparar, de un viejo revolver "Ona" de la firma Orbea Hermanos -la de las bicicletas- y que en varias ocasiones me mostró y digo varias, porque los viejos, siempre nos estamos repitiendo. La primera vez le pregunté si aquello mohoso funcionaba, no supo decirme y era lógico ya que jamás dispuso de munición alguna, pues sólo pretendía amedrentar a las gentes en las noches de luna y meter miedo en el cuerpo cuando por los caminos procuraba el sustento casi diario, en la soledad de su mundo. En cierta ocasión le presté una película "El bosque animado" basado en una novela de Fernández Florez, a fin de que por unos momentos se sintiese Fendetestas, el desdibujado salteador de caminos. Le gustó tanto, que tuve que hacerle una copia.
Antonio era un pedazo de pan. Un día el cura le acompañó al cuartelillo de la Guardia Civil tras veinte años de vida monacal y al poco, le dijeron regresara a su casa, que nada tenían ya contra él. Se acogió a los beneficios otorgados a las personas del bando republicano y montó con el dinero recibido un pequeño bar en que, desde hacía tiempo, le tirábamos de la lengua para que nos contara sus situaciones vividas, de frío, hambre y huidas de la guardia civil que le seguía continuamente los pasos.
El estar en los montes día a día, te hace percibir los ruidos de otra manera y Antonio al final, junto con sus compañeros antes de que los capturaran, sabían y conocían el significado del menor movimiento aunque fuese una brizna de hierba. En una ocasión estuvieron a punto de arrestarlo, pasaron a menos de dos metros de donde se encontraba tras un árbol; entonces -me dijo- tuve un miedo horrible a que los guardias me descubrieran por el gran ruido que me producían los latidos del corazón. Amaba la libertad por encima de otros bienes y la defendía a muerte que siempre llevaba a su lado, con la güadaña alzada.
Y hoy, en medio de una lluvia menuda, persistente, le acompañé hasta creo, su última vivienda de cemento, sin ventana alguna, sin llave de salida alguna, sin espacio delante para barrer y de espalda a los montes que tanto amaba. Lo dejaron ahí una gente extraña vestida de uniforme gris a los que eché una mano deseando al fin deje de padecer y si cuadra, escriba sus memorias.
No sentí la lluvia y si una emoción muy intensa al tiempo que un vacío en el estómago, como cuando se tiene hambre y lo que nunca le había hecho, ahora se lo estaba haciendo, dándole la espalda, alejándome con la palabra, con miles de palabras en la boca que ya no tendrían contestación al tiempo que una rama de mi cuerpo, cortada, caía al suelo rota.
El cronista se ha ido, hay que cerrar el periódico y aquella voz firme, de cazalla se ha quedado muda para siempre dentro de esa casa oscura de cemento que no tiene puertas. Previamente, un hombre ha colocado una tapa a la entrada de esa casa y con un aparato, rápidamente la ha cerrado a cal y canto, al fin preso, por fin lo han detenido. De nuevo, me encuentro desandando el camino en medio de una gran tristeza, sin oír unas palabras a mi lado que me narrasen de nuevo, el asalto que le hizo a un viejecito y al que finalmente - siendo más pobre que él - tuvo que darle parte de su dinero y comida o el cura que de repente le mostró un pistolón brillante, que le hizo palidecer, que le hizo salir huyendo porque, sintiéndose más poderoso, el cura intentaba confesarlo.
Dicen que cuando en los entierros llueve, son ánimas que lloran la injusticia de una muerte. No se si fue o no fue la suya injusta; todas las muertes son injustas a excepción de las de aquellos, que no tienen otra forma de quitarles su gran sufrimiento o bien en vida, permanecen ya muertas, que sucede. Lo que me duele, en medio del llanto de las ánimas y el mío, es que mi amigo, ha sido enterrado de espaldas a donde se encuentran los montes que tanto amaba y que tan bien conocía.
Por si escuchas mis pensamientos, te seguiré contando historias al tiempo que no olvides contarme las tuyas. Descansa en paz viejo amigo, salteador de caminos sin beneficio alguno.
domingo, 16 de agosto de 2009
SIEMPRE NOS VIGILAN, SIEMPRE.
Leo en un diario una triste noticia y es que unos investigadores de los EEUU, ayudados por personal cartagenero de la Politécnica, pretenden desarrollar un tipo de sensor capaz de interpretar los pensamientos.
Interpretar vuestros, nuestros pensamientos ni más ni menos, aunque algunos no me importaría saliesen a la luz para que de ese modo se enterasen de cómo son las personas y que, esa gente desconfiada o toda aquella que por costumbre le inventa situaciones inexistentes - que suele ser mucha -, saliesen de una puñetera vez de su error.
Si el gran padre estado puede controlar -medios tiene- nuestros movimientos, conversaciones telefónicas, epístolas, risas, llantos, cuentas bancarias,domicilios, etc; de ahora en adelante lo tendrán mucho mejor, porque a un grupo de "censores", de adictos a la "pureza de la legalidad", se les ha metido en la mollera, inventar un maldito artilugio que va a poder controlar nuestros pensamientos, única libertad mediante la cual nos está permitido vestir y desnudar , maldecir o bendecir que todo entra en el lote e incluso odiar sin que se entere al más alto político, al representante de un estado o congregación religiosa y hasta al imbécil director de banco que machaca a una familia por no poder abonar un mes una letra de un préstamo abusivo.
El profe en la clase ya no preguntará al alumno si ha estudiado, si es apto o no apto para resolver tal o cual problema, si lo ha copiado, a quién se lo ha copiado y lo mismo sucederá con las declaraciones de los presos, ¿en dónde estará su libertad reconocida para mentir y así intentar al menos, evitar el castigo?. Jó y que mal se lo ponen.
El cura, no necesitaría meterse en el "caseto" a confesar ya que la tropa no tendría que acudir al confesionario. Con sólo echar una mirada desde el púlpito a todos los congregados lo lleva claro y si tiene ganas, en medio de la calle, con elegancia les podrá dar la absolución o no dársela tal como en una ocasión uno de ellos me hizo por reírme al decirle mis pecadillos de niño. La penitencia, por correo electrónico, un simple mail y a vivir. Tendrán más clientes de ese modo, pienso.
Las gentes que se cruzan con sus semejantes por las calles.... me lo estoy imaginando. Lo único que se escuchará. " y yo en la tuya". Todo el santo día " y yo en la tuya" aunque no se conozcan de nada. Al final, alguien tendrá que enterarse de quién inició la rueda o el mal pensamiento.
Y no quiero "pensar" en lo fácil que lo tendrán los jóvenes, maduros y viejos para ligar. Todo es cuestión de leer los pensamientos. Leer los pensamientos y poco más adelante los sueños... no lo quiero ni "pensar", no quiero ni imaginar que unos españoles se presten a ese juego; de los americanos claro que si, llevan más de doscientos años haciéndolo, como no tienen ni condes, ni duques ni marqueses..., eso si que les fastidia. Espero que no lean ya mi pensamiento en lo que respecta a la nobleza.
De niño, pensaba en la suerte que tenían los curas al poder enterarse de los pecados de las mujeres durante la confesión. Que envidia... más, nunca se me dió por tomar esa profesión a pesar de que alguien estaba empeñado; en cambio, mi amigo Francisco que no lo veía nada chismoso, sí tomó los hábitos durante un montón de años hasta que se enteró de que también existían otros amores terrenales.
Hace tiempo lo pensó y escribió el mexicano Gonzalo Martré en una novela de ficción, en que vigilantes y vigilados estaban en iguales circunstancias. Y es que veo del todo ilógico que antes de que te pregunten algo ya sepan tu contestación... de locos. De locos se está volviendo el Planeta en todos los sentidos; locos de atar. Que inventen la comida gratis y la vivienda gratis para la gente que malvive. El resto me parece una soberana gilipollez.
En la tele, veo la entrega de trofeos a unos motoristas. Suena el himno español. A la izquierda, una joven azafata con las piernas más largas que he visto en mi vida, largas como un día sin pan, sin electricidad, sin agua en los grifos en verano ahora que aconsejan lavarse continuamente las manos, piernas largas que jamás creí que pudieran existir y en la distancia, no me atrevo a seguir pensando en ellas. Me da grima que se entere y luego su pensamiento lo lea cualquier feminista y la dichosa feminista, fea a más no poder no tenga que decir nada porque la poli le leyó el pensamiento y ya vienen a por mi. Del todo ilógico.
Lo llevo claro.... Soy una persona o no se que diablos soy, que todo el santo día llevo el poco cerebro que me queda ocupado continuamente en pensamientos, en "chorradas" y por tanto, lo voy a tener muy difícil si otra persona se coloca a mi lado y comienza a escribir lo que lee en el interior de mi melón para llevárselo a la persona interesada o mejor aún, al guardia, al vigilante, al político o al jefe de algún estado contra el que ya en varias ocasiones despotriqué, creo que con razón.
La lotería y quinielas no entran, la bola no tiene pensamientos ahí si que no hay "chivatazo". Sufrir estoy seguro de que sufriremos pero reír, a mares con tanta idiotez que ocupa algunas cabeza de los/las que nos cruzamos de vez en cuando o a diario y al fin sabremos, lo que esos intelectuales de pacotilla, llevan dentro de sus molleras encorbatadas o empajaritadas..
Se salvarán los inocentes niños y algunos viejos - ojo, que también los hay cabrones-. El resto, preparaos con ese invento del carajo o del diablo, caso de que exista ese ser con grandes cuernos tal como me lo contaban en el catecismo siendo niño y que me llevó por el camino del miedo y de la amargura durante mucho tiempo que es lo mismo que decir cientos de noches en mi infancia. Eso, no lo perdono aunque me lean el pensamiento obispos, cardenales o papas.
Quizás el caminar con un artilugio, ocultando la cabeza nos ampare; quizás. A ver lo que inventan los japoneses.
Si durante lo poco que me queda, saliese a la luz ese maldito invento, si no me llega el alzheimer antes, me rompería el "casco" contra la pared de un edificio para desactivar unas ideas que sólo, sólo a mi me pertenecen.
Será que los cartageneros les están pagando la ayuda del plan Marshall. Será.
Camino asustado, intento no pensar pero se me hace imposible y allá, bajo la sombra de un árbol, sentado en un banco, un hombre toma notas....
Me acerco en silencio...., ¡¡ uffff !!, está haciendo un crucigrama... Ya empezamos....
Comienzan los miedos y aún no se ha inventado. Vida.
viernes, 31 de julio de 2009
AQUEL VIEJO PAYASO...
Los altavoces anuncian: A continuación...., señoras y señores, la gran cabalgata final..... La función ha terminado... Y es ahora cuando inician el desfile las bailarinas; les siguen, arriesgados trapecistas con sus brillantes trajes de diamantes falsos; domadores de leones; de tigres, ponys y caniches; domadores de pulgas; el fakir de los grandes y negros bigotes, muy negros; el pequeño hombre bala; acróbatas; la mujer barbuda; enanos, muchos enanos vestidos de gala; una joven sobre un elefante al que le cuelga un enorme babero de la frente y al que siguen otros elefantes asidos por el rabo con las trompas del que le precede; payasos sobre un viejo y destartalado auto rojo cuya bocina no deja de sonar y en una esquina, el jefe de pista que los va nombrando cuando aparecen, sin necesidad de leer sus nombres. Son ya tantos años.
El circo ha quedado vacío de gente y de actores. El circo, que alguien lo describió como :
El domador entró desnudo en la jaula,
la trapecista entró desnuda en la jaula,
el león había muerto;
pero la jaula rugía.
De la penumbra, un viejo payaso avanza arrastrando una silla que coloca en el centro de la pista. El electricista que lo ha visto, deja encendido un foco cenital y el resto, oscuro y en silencio. Al viejo payaso le resbalan gruesos goterones por sus mejillas que dejan un surco hasta gracioso, marcado en su pintura. Pero esta vez son lágrimas del alma y no de un aparato que lleva en el bolsillo que maneja a su antojo, como cuando gira la grandota pajarita roja. El viejo payaso....
Recuerda a Grock, a Popov, al gran Charly Rivel con su silla roja en la mano y el llanto al cielo, hermanos Fratellini, Tonetti...., tantos y tantos que ya no están.
Cuando joven, la palabra payaso tenía para él otras connotaciones, eran hasta despectivas. Conocedor de ello el barrendero del circo Antoñito, de edad indefinida, lo sentó a su lado y en una animada charla le hizo saber que el mundo está poblado de payasos; tanto es así que, incluso unos a otros se lo llaman, sin darse cuenta de que también les cuelga el sambenito. Visten de calle, normales ellos, pero se les ve el "plumero" y es fácil encontrarlos, entre los banqueros; políticos; el clero no se queda atrás; militares; asadores de pollos; acomodadores; vendedores de coches; encargados; profesionales de la medicina; gentes de paso; gente que se queda; negociantes de armas; capataces;conductores de autobus; condecorados; seres que negocian con los hambrientos, con los lesionados; negros; verdes; amarillos; manifestantes que ignoran el por qué se manifiestan y acuden como borregos; los que rompen y ensucian el mobiliario de la ciudad; los y las prepotentes; actores de todo tipo; amas de casa y de cría; vendedores; prostitutas; carteristas; chulos; bobos; toreros y alguaciles; panaderos; loteros; fubolistas;contrabandistas; cacos de guante blanco; de guante negro; campanilleros; arquitectos; criadores de anguilas; sastres y sobre todos ellos, los cobradores de la gente pobre, estos son los ahogapersonas. Hay muchos más, pero no nos llegaría todo el día para mencionarlos.
Payaso..., payaso, es aquel que después de pisar un campo cubierto de amapolas con sus grandes zapatones, las flores vuelven a renacer al instante. Un payaso no lastima, ni tiene imaginación ¿para qué?, si está en posesión de sentimientos, infinitos y buenos sentimientos, que le hacen volar si se lo propone.
Conocía que la gente ansiaba su salida a la pista; en las manos aquel pequeño saxo que sólo sonaba ¡uuuuuhhhhhiiii!, ¡uuuuuuhhhhhiiiii! en tono agudo, era más que suficiente para que las risas surgieran de niños, de los mayores y él, inmensamente feliz, agachaba la cabeza con humildad, con generosidad que es como se debe de estar en la vida. Si sólo son cuatro días... pensaba en voz alta, cuatro miserables días.
Pero hoy, su Colombina no está, él que la cuidó y la quiso tanto en silencio, se ha ido; sin más. Sin tan siquiera mostrar su pañuelo agitándose mientras partía. Duele, vaya si duele. Media vida o toda, se le ha marchado con ella.
En una ocasión un niño, saltó a la pista, se le agarró la pierna y le dijo: ¡¡ Llévame contigo !!, ¡¡ llévame contigo a donde vayas...!!. Fue una de las pocas veces que lloró por no poder ayudar al niño. Jamás le dijo a Colombina, llévame contigo a donde vayas....La vió subir a su caballo blanco, hermoso, y sobre su lomo, con los brazos en cruz, se perdió en la lejanía.
Vivimos en un gran circo que tiene por lona un firmamento con pequeños agujeros, ínfimos agujeros que simulan estrellas. La lona va vieja, como el circo, como el payaso, como los recuerdos que nunca abandonan, pero nada es eterno.
El jefe de pista que lleva un buen rato contemplando la escena, hace girar un disco al que poco a poco irá aumentando el volumen. El electricista que tampoco se ha ido a dormir, va cambiando los filtros del foco que ilumina al payaso, y pasa de un azul claro cobalto a un violeta que mantiene, luego un leve ultramar y de ahí al carmín, para luego, un cadmio suave para fijarlo en un rojo violeta muy hermoso, como el color que toma la sangre al romperse el corazón a causa de un desamor. Al payaso ya le ha sucedido. Le ocurrió el mismo día en que Colombina, sin decir nada, partió sobre su caballo blanco, con los brazos en cruz, perdiéndose en aquella niebla..
En lo alto, un suave clac, clac, clac de los trapecios al golpearse entre ellos. Han comenzado a moverse sin que nadie ni el viento los empuje; clac, clac, clac, clac y la música sigue subiendo y la armoniosa garganta de Pavarotti canta:
Vistes la casaca y te enharinas la cara.
La gente paga y quiere reírse aquí
y, si Alerquín te roba a Colombina
¡ríe payaso y todos aplaudirán!.
Cambias en chanza el dolor y el llanto;
en burla los sollozos....
¡Ríe, payaso, de tu amor destrozado!.
¡Ríe del dolor..., que envenena tu corazón!.
Es tarde, muy tarde. El electricista apaga el gran foco. Queda en el centro el viejo payaso que siente como el circo se llena de murmullos, que van en aumento, es ahora cuando las voces y los gritos de los niños lo llenan todo. Siente como poco a poco se le va el alma, poco a poco el llanto, poco a poco la ilusión, la vida; su circo ha terminado y la función debe continuar..
A la mañana siguiente, Colombina se asoma con sus caballos a la pista, se para; quietos los equinos; ningún movimiento. En el centro de la pista un hombre de espaldas sentado en una silla; sus brazos caídos se balancean con la brisa de la mañana, la cabeza ladeada mira al suelo, como los crucificados. Un sombrero de payaso desprendido, ahora quieto en la pista por donde ha rodado. Los trapecios inician su clac, clac, clac, clac, clac....sin que alguien los empuje.
Un grito.
lunes, 27 de julio de 2009
LA NIÑA QUE SUSURRABA AL GATO
María, que quizás tenga unos cinco años, es rubia como las madejas que tejen los ángeles para hacer las coronaciones de las santas en éxtasis y santos en oración que es como aparecen en las pinturas. Espabilada y menuda para que la dejen en paz y no estén continuamente diciéndole lo mucho que ha crecido o lo guapa que se ha puesto de un día para otro.
María tiene un gato de un color gris marengo, muy brillante. No es un gato de marca, de coleccionista, es un gato de "palleiro" o pajar, normalito del todo.
Cuando abandono el ascensor y llego al portal, siempre o casi siempre los encuentro en comandita. María ha extendido una hoja de periódico sobre un peldaño de la escalera y sobre él va depositando en una especie de cazuelitas, trozos pequeños de lechuga, de zanahorias, de manzana, de perejil que supongo le habrá cortado previamente la madre. Da de comer al gato que en principio rechaza y luego huye con pavor, lanzando un terrorífico maullido de inconformidad, temeroso de tener que tragarse esas verduras, pero al poco, con la cabeza gacha regresa prudente.
María lo toma en brazos, le coge con cariño su pequeña cabeza y yo, desde la puerta de salida del edificio, veo como le susurra al oído frases y más frases que al gato le hacen permanecer quieto, atento a lo que se le dice mientras se va girando poco a poco, hasta que su vientre blanco queda al sol. No se si me ve, pero permanezo observándolos.
María continúa susurrándole al oído. Lo que yo diera por conocer lo que le cuenta pero, no es momento de romper el hechizo que estoy viendo. La niña me aprecia, quizás algún día tenga a bien contarme su secreto, pero es que el dichoso gato se queda tan quieto que parece se ha ido para el otro mundo.
Mientras la miro, mi mente se va a una aldea cercana a Tuy en Pontevedra, llamada Baldranes y a la que me enviaron a la edad de cinco o seis años para que engordara un poco. Fui inmensamente feliz gracias a cuatro mujeres y un hombre que me mimaron y gracias también, a una gran extensión de terreno por el que correteaba, grandes hiladas de viñedos, de prados, de árboles frutales, flores, pájaros que es como decir vida y al fondo, el río Miño al que amaba y que me embelesaba viendo el discurrir de sus aguas, mientras en cuclillas sobre una piedra, daba de comer pan a las truchas, que sin miedo se aproximaban. Ahí comenzaron mis ideas de ser contrabandista, cuando llegase a una edad prudente. Nunca llegué a serlo, se me olvidó unos años más tarde.
Un día cualquiera, miraba como los pollos recién rota la cáscara que los cobijaban, sin que nadie les enseñara, salían espabilados comenzando a picotear aquí y allá; todos menos uno al que la gallina no quería, lo separaba con la pata e incluso le picaba.
A ese pollo lo hice mío. Comencé a cazar moscas y más moscas que le iba dando, y el bichejo comenzó a seguirme como si fuese su madre o su padre, tanto es así, que cuando jugaba en aquella inmensa y soleada galería, el pollo acudía a llamarme con insistencia porque había visto una mosca y quería que se la alcanzase. La buena gente de la casa permitió que durmiese al lado de mi cama en una caja de cartón y nada más levantarme muy temprano, ya lo tenía tras de mi. El ave fue creciendo y a donde yo iba, él ya hecho gallina, iba unos cuantos pasos detrás, era lo mismo que fuese por los caminos que por la carretera. Para mi aquello, era algo natural y para las gentes que nos miraban, pienso que también.
Antes de venirme para Ferrol, supongo que hubo llantos a causa de la gallina, lo aseguro conociéndome como me conozco, aunque no lo recuerdo, pero no viajó a mi lado. Lo que si nunca pienso que hice, fue el susurrarle al oído mis penas, como María debe de hacer con el gato que tan atento escucha. De vez en cuando gira la cabeza hacia la niña, como si se admirase de algo que le dice y eso que no es un gato de marca, que sólo es un gato de "palleiro" o pajar para los castellanos.
Le digo a María que los gatos no comen verduras, que comen pescado. Me mira asombrada y responde, que su gato no es un gato como los demás porque tiene miedo subir a los árboles, no le gustan las alturas y además no sabe bajar y se muere de vergüenza si tienen que venir los bomberos con una escalera no muy larga para bajarlo.
María... - ¿Qué le dices al oído?.
- Cosas que no te voy a decir porque no debo -, contesta presumida, del mismo modo que lo harían sus hermanas algo mayores.
- ¿Entiende el gato lo que le dices?-...
- ¡ Claro que lo entiende!-, por eso obedece y está muy quieto.
-¿Y él te habla?-.
- Eso no te lo voy a decir. Es un secreto entre el gato y yo-.
Su sonrisa, con cierto toque de ironía, me ha puesto muy nervioso.
-Adios, María - le digo al marchar.
No hay respuesta.
Mientras camino, voy pensando si en alguna ocasión, llegué a susurrarle a mi gallina; más los recuerdos no acuden, hace tanto y tanto tiempo de aquello....
viernes, 24 de julio de 2009
A UNA MUSA
Sigo insistiendo y empeñado en decir, que el tiempo relativo a las personas no se puede medir. Viene esto a cuento de la noticia que da una emisora de radio informando que Carmina Ordóñez, hace cinco años que ha muerto. Pues bien, casi juraría, mejor dicho discutiría que hace mucho menos tiempo que ocurrió dicho suceso, puesto que, lo siento muy cercano. Para otros, que quizás se centran más, sabrán que ya hace ese tiempo y habrá un buen número de personas que dirán que ocurrió su muerte, hace muchos más años.
Pero eso hoy no es la cuestión, sino que ya ha pasado un lustro, desde que alguien encontró como una paloma herida, con las alas un poco separadas del cuerpo y el pico besando el agua, a la "divina del alma", a la musa de tantos y tantos, entre los que me incluyo, esperando no se entere o no se enfade la Carla del francés.
Viéndola casi a diario en las televisiones siempre excesivamente bella, su risa alegre y constante, se pudiera pensar que era del todo libre y feliz; pero estoy seguro que ha sido todo lo contrario y todos aquellos que la sentían como un cascabel llena de vida, se equivocaban de principio a fin. Libre..., en algunos momentos, cuando la mente no le hacía malas jugadas y en el silencio de la soledad, en que quizás pensaba y conocía que su modo de vida era un engaño. Feliz, de un falso feliz, siempre; durante las más de veinticuatro horas que para ella, tenían muchas veces los días.
La he visto caminar herida en algunas ocasiones, mientras las cámaras no dejaban ni un instante de perseguirla, intentando recoger un cerebro lleno de las falsedades que la puñetera droga le hacía sentir. Caminaba en busca del Pai, del Cabra y del Chuli sus inseparables "cuidadores". Otros más la seguían pero me da que no iban en verdad al lado de la persona, eran los "chupadores" del buen vivir a cuenta de los demás y de esos, tenía a mares. Fue una mujer desprendida y el dinero se le iba como se le marchaba el trozo de rio Guadalquivir que en ocasiones intentaba coger con las manos.
Carmina, musa de sevillanos y marroquís que tan cerca viven unos de los otros, musa de muchos más en la lejanía entre los que me encuentro porque, en el fondo, sentía como mío su intenso dolor, por las continuas vejaciones a que la sometían sus inseparables amigos de juerga hasta que el cuerpo caía desvanecido. Luego, cada uno por su lado y más tarde el despertar, una carga de mil quilos de plomo sobre el alma, pero que todo se solucionaba con un nuevo y último -asegurabas- "chute" de aquel caballo blanco, que casi al momento te volvía a la ¿vida? y en tu mente, la plena, diaria y continua consigna, que mil diablos llegados del averno te cantaban acompañados de una doliente guitarra : "de la droga no se escapa, a la droga se regresa siempre". Todo ello, ten por seguro y lo sabías, que esos sueños tienen un alto precio y estabas siempre obligada a satisfacer, los tuyos y los de todos aquellos y aquellas que te rodeaban, que en definitiva venían siendo los palmeros de la fiesta, los que con sus manos animaban; la voz cantante la ponías siempre tu y tu hermoso rostro. El entrar y permanecer en ese tiovivo a la larga se paga, pero ni tan siquiera te enterabas, no querías enterarte en medio de aquella vorágine de fiestas y amaneceres en el campo, en la arena de una playa que es cuando más gusta ver salir el sol. Cuando la plata se iba terminando, cuando finalizaba el reparto y ya no quedaba, la televisión te lo solucionaba; sólo tenías que reir con ganas dentro de la falsedad de tu mundo, que es lo mismo que decir nuestro mundo, reir y reir ante la mínima gracia que alguien hacía, echar el pelo hacia atrás continuamente para enamorar de ese modo al personal soltero o al que tenía la parienta al lado, que disimulaba; porque en el fondo, lo tuyo era gustar y nosotros, caíamos ante ti como idiotas, como lo que somos.
Me daba lástima tu ficticia libertad, libertad a la que nunca fuiste capaz de llegar aunque mucha gente piense lo contrario, estabas condenada, presa del maldito polvo blanco o del brown sugar que el color no importaba, metida en la dura ruleta de empalmar el día con la noche, la noche con el día al lado del Pai, del Chuli y del Cabra y otros vampiros del dinero y de los sueños, que cuando iban flojeando, un paseo por la tele y asunto arreglado. ¿Arreglado?.
En las horas bajas, muy bajas, todos te abandonaban. Siempre sucede, siempre ocurre; es hasta lógico para todos. Siempre el abandono está presente porque es lo mismo que decir huída.
Pienso y creo no equivocarme que tu sensibilidad era fantástica, magnífica y lo digo, por las escapadas a Marruecos, a sus colores, a su aire que tan bien huele, a su mar, al lado de una brisa que llevaba tiempo diciéndote; ¡Vente!, ¡vente!... no te vayas.... Lo que siempre sucedía, era que no le hacías caso; necesitabas también la sal de tu Andalucía, el jazmín de tu Sevilla mientras cruzabas sobre una calesa el parque de María Luísa, el pelo negro al viento y una sonrisa permanente en tu bello rostro.
Te encontraron sobre el agua, las alas blancas un poco despegadas del cuerpo y tu hermoso pico sumergido en el agua, como intentando hablar a unos peces de colores que veías en el fondo de la bañera. Cuanto engaño....
Larga vida, que alguna vez quise para ti y hoy, sólo me tengo que conformar con tu recuerdo cada año, cuando te citan en las noticias de alguna emisora de radio.
Es lo que queda de todo aquel mundo, que es lo mismo que decir, de todo éste jodido mundo.
jueves, 23 de julio de 2009
CAMINANDO BAJO LA NIEBLA
Camino en medio de una niebla que no moja, que lo cubre todo y por eso todo se ve más bello. También se hace presente en la plaza que ahora me encuentro y que llaman de los Vosges o de los Vosgos, en el barrio de Marais. Es una plaza con mucho encanto, de perfecta simetría y que la rodean casas de piedra y de ladrillo. Sus tejados son de pizarra azul que ahora brillan como si fuesen turquesas. En esta plaza nació el que luego sería cardenal de la iglesia y del reino Richelieu y en una de esas casas vivió Victor Hugo. Un lugar en que las justas, los torneos y los duelos de enamorados o esposos engañados, se sucedían continuos entre de la gran algarabía de las gentes, "panem et circus" aunque en esta ocasión, los estómagos estaban completamente vacíos, el hambre señoreaba por todos los rincones. Asoma y se muestra orgullosa la que en otra hora fue cárcel famosa, llamada de la Bastilla y que tanto sufrimiento guarda de una revolución que marcó una época. En medio de todo ello, la columna de Julio que preside desde lo alto y para más grandeza, de esa plaza que ahora recorro, un hermoso edificio de cristal, la ópera de la Bastilla.
En el barrio de Marais, el Ayuntamiento de la Capital y los magníficos museos del Carnavalet que protege la historia de la ciudad y el museo Picasso que guarda parte de sus obras pagadas al estado como impuestos por herencias y sucesiones. Y es algo que no cabe en mi pequeño y gastado cerebro; ya que, si un matrimonio que trabaja como condenados a galeras para ahorrar un poco y dejárselo -cosa lógica- a cualquier descendiente o a quien le venga en gana, el bondadoso padre estado, el que te anima al ahorro con anuncios en la tele y en la prensa, al final entre pitos y flautas o flautas y pitos, te lo lleva todo o si no es todo, la mejor tajada. Es como si quien tiene que ampararnos, lo hiciese practicando con nosostros la usura para su único beneficio y sea al final tal como es, el gran banquero llamado estado. No me entra.
Pero hay algo en este barrio que si todos los que lo caminan, todos, e incluso los pájaros se callan, se pueden oír los gritos y quejidos de los ajusticiados en los patíbulos levantados ante el Ayuntamiento. Debió ser horrible y es por ello, que cambio de aires y me voy a otros más limpios que se encuentran, como no puede ser de otra manera en Montmatre que en su día, fue cuna y altar de la bohemia, que es lo mismo que decir alegría, hambre y locura. El Sacre-Coeur lo adorna aunque para llegar a la iglesia, se necesita estar un poco en forma por la gran cantidad de escaleras que hay que patear y por tanto, prefiero dejarlo para otro momento.
Callejeo en soledad como casi siempre hago y es una delicia; casitas bajas llenas de plantas que te conducen a la plaza de Tertre donde multitud de artistas de todas las edades, se pelean por hacerme un retrato.
Aquí los cafés y bailes lo llenaban todo y de los cuantiosos molinos que hubo en funcionamiento, sólo quedan dos, el de la Golette que inmortalizó Renoir y el Moulin Rouge, cabaret que daba vida a la pobre vida de Tolouse-Lautrec.
Camino en dirección a la magnífica estación de metro más algo me impide acceder. Alguien me llama una, dos y hasta tres veces. Me giro, despierto de mi hermoso sueño, miro los edificios que me rodean y poco a poco voy recordando, que salí de casa con la intención de acercarme a la tienda de la esquina, a comprar una y simple barra de pan.
Tengo que desandar lo andado, unos trescientos metros. No me importa.
París, bien vale un sacrificio o más de uno.
París, bajo una niebla que no moja, es lo más hermoso que se puede ver.
miércoles, 15 de julio de 2009
HACERME UN SITIO
Había que caminar en principio, por un sendero que serpenteaba siguiendo el curso del río. Unas hojas secas, movidas por una corriente de viento, jugaban al "quetecojo" sin comprender el sentido del juego. Amparando al río, una procesión de abedules en todo su esplendor que con sus sombra, aliviaban a los caminantes que por allí pasaban al tiempo que los tilos perfumaban el ambiente y el tintineo del agua, al caer sobre un cuarzo purísimo y el volar de algún que otro abejorro les hacía sentir en plena naturaleza. De frente y al final del sendero, al lado de un viejo molino, el caminante se encontraba con la Paz que, como si fuese un juego, le hacía una pregunta. Si la contestaba debidamente avanzaba un trecho para quedar frente a la Libertad quien, con un poco de malicia también le preguntaba algo más difícil porque ya se sabe que alcanzarla no es nada fácil. Si el caminante también pasaba la prueba que tanto ansiaba, la Paz y la Libertad le acompañaban a lo largo de su vida a no ser, que alguna vez admitiese en su interior la mentira, el rencor, el engaño, el olvido. De ser así, la Paz y la Libertad regresaban de nuevo al camino para permitir que otra persona aspirante, efectuase la prueba. El individuo al quedar sin Paz y Libertad, pasaba a engrosar las filas de la mentira, del desengaño, del olvido.....
Por todo ello, había mucho movimiento de avance-retroceso ya que la Mentira y el Engaño, una pareja de ancianos de rostros horribles, de unos tres mil años de edad o más, tenían conocimientos sobrados como para tentar con mil ardides a las gentes.
Un día cualquiera, una mujer llega al camino. Es inteligente pero muy temerosa, todo le da pavor aunque procura que no se le note. Pues bien, en vez de responder a las preguntas de forma noble, pide ayuda a la Mentira y el Engaño y con ellos se alía por lo que consigue el aprobado en las fáciles preguntas que le han hecho. Camina con sus nuevas amistades, a las que también se une el Olvido quien le previene de no salirse del territorio que le han marcado; jamás debe salir.
Desde entonces, la mujer ante evidentes verdades, miente continuamente, no conoce el significado de la verdad porque en donde se encuentra no existe; olvida a su familia, a sus amigos, lo olvida todo y sólo piensa en ser única en la vida, que todos y todas le rindan pleitesía porque, ha pasado el examen y está muy por encima de cualquier ser terrenal.
Es su forma de vida aunque lo haga con engaños, trampas y mentiras permaneciendo continuamente en es espacio que le han marcado.
Un día, asomada a un gran precipicio en compañía de su nuevo novio el Engaño, que como es del todo lógico, continuamente está a su lado. Desde aquella altura ve a su familia, a sus gentes que ya no le importan. Con ellos, y sus amigos, ve como amablemente charlan la Paz y la Libertad y tras ellos, millones y millones de personas felices cantan, viven.
La mujer cansada de estar con los ancianos, porque ahora le molesta todo; quiere unírse al gran grupo, más al llegar a la frontera del terreno que le han asignado, fuerzas ocultas no le permiten avanzar más y cada día que lo intenta, su cuerpo envejece más y más. El Engaño la abandona y ella continúa insistiendo en cruzar la frontera sin saber que a cada paso que lo intenta envejece de modo alarmante hasta que se convierte en un montoncito de cenizas, que una mala racha de viento esparce.
No es bueno en la vida -no se en la muerte -querer acapararlo todo. Como la mujer que se creía el ombligo de la creación sin darse cuenta que su destino era el de convertirse en un montoncito de polvo gris, que al menor soplo de viento se desvanece.
Paz y Libertad os llamo y os reclamo para todas las mujeres y hombres de buena voluntad y que hoy por hoy llenan todos los rincones del mundo.
Hacerme un sitio, hacerme por favor un sitio. También quiero entrar. No he hecho trampa y llevo el examen aprobado.
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