viernes, 8 de junio de 2012

NO ME GUSTA






No me gustan los gatos y por extensión y proximidad las gatas. Que recuerde, siempre he tenido la imprensión que no son de fiar, que son unos animales hermosos pero falsos en su comportamiento incluso cuando se dejan acariciar de la cabeza al rabo que extienden porque se sienten cómodos;  más cuando menos lo esperas, un terrible zarpazo para luego abandonar el lugar a toda prisa, cobarde.  Sólo te queda dar un grito terrible, un juramento como defensa para a continuación frotar y frotar las heridas dolorosas por el escozor que producen mientras intentas encontrar gente conocida que pueda darte algún remedio para aliviar los mordisco que parece te dan en las heridas.  Agua fría te dirán pero no vale, no hay nada que valga y por urgencias no vas a ir ya que en vez de curarte se reirían de ti.  Y todo, por tan sólo acariciar un puñetero y traidor gato o gata, que con su huída, no hubo manera de levantarle el rabo para conocer sus atributos.
No me gustan las serpientes que he visto alguna vez en el zoo de Madrid, de Barcelona siempre durmiento enroscadas en una rama seca, buscando la oscuridad.  Si las he visto en los documentales incluso comiéndose una oveja que se aprecia como se desliza por dentro de su cuerpo. Al final se quedan sin fuerzas y duerme mientras la digestión va haciendo su trabajo.  Esas culebras no me preocupan. Si me preocupan y me producen rechazo las que como un resorte se disparan hacia las personas mostrando esos terribles dientes que se clavan mordiendo de forma dolorosa, al igual que cuando un niño al que han salido los incisivos, te los clava en un dedo y tú, o yo, sin foma y manera para sacar el dedo mientras un alarido se escucha en todo el parque, que parece te están clavando lanzas envenenadas. Son terribles el niños y la serpiente en lo referente a la mordedura, traicioneros por naturaleza.  Al niño lo agota el cansancio, la serpiente en su habitat -que se dice-, acecha traidora buscando la manera de soltar su terrible veneno en el cuello de un mísero animal, de una persona.  Hay que dar gracias a la creación por no poner veneno en los incisivos de los niños. Ni pensarlo.
No me gusta tanta lluvia, lluvia permanente hasta el cansancio.  A veces, es tanta que todo lo inunda, los campos, las calles, el pequeño pueblo construído en cuesta, el pajar que pudre poco a poco. Otras veces enmudece las campanas de la catedral, no así, cuando resbala suave por la piedra de granito y al caer al suelo, sobre los pequeños charcos formados, produce música celestial.
No me gustan los políticos que piensan han hecho de todo el territorio, su jardín, su parque en el que disfrutan él y su familia. Cuando los niños le preguntan si todo eso también les pertenece, ufanos, sacando pecho se lo aseguran, entonces, los niños se creen propietarios de las cosas y hasta de las personas que están dicen, para servirlos y engordarlos.  A bordo de unos autos blindados que toman como suyos pero que no lo son, saludan de vez en cuando a las gentes con que se cruzan.  Sucede, cuando el negocio les ha salido bien, que les sonríen porque saben, sólo ellos saben, que están a su servicio y es que no hace mucho, ha leído a medias una novela que trataba de los señores feudales mientra ávido, pasaba veloz página a página buscando en donde se podía leer aquello del derecho de pernada. 
Suelen ordenar al chofer del blindado, que pise el acelerador, que corra para que la gente mire y cuando están a punto de maldecir al apurado, al darse cuenta de quien va dentro, aplauden al señorito que va a una comida de trabajo. ¡Ah!, estas comidas de trabajo que me están engordando con tanta carne, tanto marisco, tanta champagne, vinos del Duero y el gran copazo de coñac para aguantar el café. Hace un par de días, al ministro de Sociedad se lo han tenido que llevar entre seis a su casa, se puso malo, quizás una bajada de tensión dicen los camaradas de festejos, nadie dice que ha sido que fue a causa de una gran borrachera.  Todos se tapan, todos se amparan que el pueblo es soberano.
Es la generación de la chuleria, del gasto y consumo, del "usted no sabe con quien está hablando" que han aprendido nada más acceder al puesto encomendado, es la generación de "los únicos válidos, nosotros" aunque a algunos, les ha costado dios y enchufes sacar el bachiller adelante. Que no le falta el asesor de imágen, el esteticien, las grasas y afeites, el tinte, tanto es así, que hay uno que cuando llegó al "poder" tenía el pelo pincho que se dice.  Hoy lo tiene ondulado, se lo han domesticado a cuenta de interminables sesiones de cepillado.
Al poco llegan las debilidades, hay dinero en el cajón y el cajón él lo controla. ¿Por qué no llevarse un poco?.  Se lleva y así se comienza porque hace unos días lo han hecho directivo de uno de los principales bancos del país y es cierto, hay dinero para todos, si equis se lo lleva, ¿por qué no yo que soy también político y banquero?. Además, los niños estudiando en Londres, son terribles sus gastos. ¿ Y por qué no el collar que tanto le gusta a Lupita?, sin dejar de lado a las querindongas que son muy exigentes.  Ya les han puesto un piso coqueto en las afueras, que es más seguro.  Es tan fácil jugar con el dinero del contribuyente sin que se entere, todo está oculto, sólo ellos accden a él y lo toman, ¡ si todo el mundo lo hace!; es la consigna que corre de despacho en despacho porque casi todos se suben al carro, hay tanto papel a la vista, en cheques, en valores que con los ingresos de los viejos, ya se irán apañando el resto.
En sus fiestas, carcajadas poderosas que para eso lo son. ¡Uy, mi marido!, no guarda nada en casa, tiene un enlace en la isla de Rupir que se lo cambia por dólares y plastificados lo guarda en una caja inmensa, caja que sólo a él le pertenece. ¿Tanto dinero?. Mujer, es el director general y ya se sabe.
No me gusta que un banco quiebre, que se haya quedado con el dinero de los contribuyentes que no se lo merecen.  Que si eran pobres, más los han empobrecido.  Hasta a una persona ciega le guían la mano para que haga una firma más o menos decente porque los cuartos tardará miles de años en palparlos, porque verlos le sería imposible y así, con cientos de jubilados que protestan sin levantar mucho la voz, que ya se sabe que las alteraciones en los viejos no son buenas compañeras. ¡ Sinvergüenzas !, que además se sabe quienes son.
No me gustan las colas en la Cocina Económica de nuestra ciudad. Dentro de los pobres también hay categorías y algunos o más, pueden mirar a los de la cola con la cabeza alta aunque les cueste un poco llegar a final de mes. Es que en Ferrol, no vamos mal de categorias en cuanto a las personas. Hay mucho marqués deheredado, mucho tramposo vestido de smoking que no son banqueros ni tan siquiera bancarios.
Se va perdiendo el "usted no sabe con quien está hablando" pero de vez en cuando aparece aunque quien lo dice es un pinachas que todo el día está pegado a una carretilla en el interior de la factoría. No me gusta.
Por no gustar no me gusta una monja, hoy achicada pero en sus tiempos, amparándose en la caridad, se apropiaba de recién nacidos y a su antojo los repartía, sin importale un carajo el dolor de las madres que lo habían parido. Algunso se vendieron por buenas cantidades de dinero y hoy, camina con la cabeza gacha entre su abogado y otra muy guapa monja que nervisosa de verse en esa situación, sonríe continuamente sin conocer el motivo. Era la España negra, que tantos libros y papeles rellenó de miseria y sufrimientos.
Por no gustarme, no me gusta ni lo que he escrito.

BOFETADAS