Se cuenta, que unos ingleses que trabajaban en las minas de Riotinto, en su tiempo libre, se dedicaban a dar patadas a un balón. A eso, le llamaban fútbol. Lo hacían en plan amigos sin imaginarse las consecuencias que posteriormente tendría. Mucho antes los chinos lo iniciaban, los egipcios, por México también.
El asunto, gustó a los paisanos de Huelva y al poco, ya había un buen grupo de equipos que supongo, jugarían con mucha educación ¿o no?, pero me da, que cuando el enemigo eran los ingleses, todo cambiaba, los nervios a flor de piel, las patadas a la altura de las espinillas, palabras que nadie entendía por desconocimiento del idioma. Estos días, en la Línea, también anduvieron cabreados con la visita de un hijo de la Gran Bretaña a la puñetera piedra que tanto daño hace a cualquier español bien nacido que cuando juega la "roja" no lo pueden disimular..
A lo que íbamos. Cuando niños -las niñas tenían otros entretenimientos-, cuando niños, ya dábamos o intentábamos dar patadas a cualquier cosa que se pusiese por delante, una piedra, un caldero, cualquier material redondeado incluso, más adelante, a falta de pelota, lo hacíamos con una bola que tomábamos por un rato de la mesa de billar que la residencia del Ejército tenía. Más tarde, se devolvía porque los pies, de lo pesada y dura que era, nos quedaban destrozados.
El fútbol, sin lugar a dudas, fue y es el mejor entretenimiento de los chavales y mucho más antes, que teníamos lugares para jugar. Uno cualquiera traída una pelota, a continuación soltaba la perorata que comenzaba con el siempre me toca traerla, quien la rompa la paga, si la coge el guardia la pagamos entre todos y mientras hablaba a los que hacíamos el círculo, afirmábamos con la cabeza del mismo modo que hacíamos cuando un guardia bueno que los había, nos echaba el discurso manteniendo en la mano la pelota que movía hacia nosotros, hacia él para al final del discurso extender la mano de donde el más avispado se la cogía. Con quince o dieciséis años, ya nos mezclábamos con los mayores, algunos muy mayores, oficiales de marina, guardiamarinas que le iba más aquello que perder el tiempo en el Casino en donde tenían que perdar el tiempo con chicas que no les interesaban.
Un partido podía comenzar a las tres de la tarde y finalizar entrada la noche cuando el balón ya no se veía por falta de luz. Durante ese tiempo, podía haber un encontronazo, una pequeña patada, lo que fuese, que al día siguiente estábamos a la hora marcada en el lugar dispuesto a dar la revancha, a los perdedores del día anterior.
En el Instituto, a media mañana, abandonábamos el portal en que hablábamos de nuestras cosas en horas de clase, para acudir al partidillo de todos los días. A la media hora los compañeros se iban para clase, el resto para el portal. A la tarde, ya se jugaba al fútbol más en serio en el campo del Pilar, algunas veces en el campo de la residencia del Ejército o al lado del cuartel de Sánchez de Aguilera. Jamás que recuerde, hubo pendencia alguna y si se daba una patada o se entraba fuerte al balón, un abrazo y todo solucionado.
Otro lugar era Baterías en donde hoy se encuentran los Suministros de la Armada a la altura del muelle. Nos embarrábamos de arriba abajo y a veces, terminábamos jugando en calzoncillos para no manchar la ropa. Lo sucio se lavaba en Copacabana, también los zapatos que al poco quedaban blancos del salitre. Un día alguien trajo un ajo que dándole al zapato, lo dejaba perfecto. Bendito ajo que tanto usábamos para dar a las manos a la hora de sufrir con el terrible palo, en el culo para lo mismo y ahora, hasta quitaba el salitre.
Seguimos creciendo, continuamos haciendo partidillos y todo continuó como siempre, sin el más mínimo follón y es hoy, cuando unas naciones europeas se ponen de acuerdo para jugar una liguilla, sucede al mismo tiempo la llamada a los jóvenes y no tan jóvenes que donde disfrutan de verdad, es en la calle con sus batallas campales. Anteayer, 13 de junio, intensas provocaciones se sucedieron, se rompieron todas las reglas, los policías que vestían de negro no les impresionaron y sucedió la locura del fútbol llevada a su máximo exponente.
Jugaba Polonia contra Rusia.
A las cinco de la tarde, a las cinco como en los toros se inician los asaltos que terminan a medianoche. Todo había sido planeado. Polonia que había estado unos cincuenta años bajo el dominio ruso, busca y encuentra vanganza en los enemigos que han llegado a su ciudad. A ello, hay que añadir el cuarto y mitad de alcohol que todos ellos llevaban en el cuerpo o en la cabeza, sucedió como cuando Argentina y la Gran Bretaña se enfrentaron poco después de que la segunda se quedara con las Malvinas. Que el amor patrio sigue existiendo y la venganza, siempre presente por muchos años que pasen.
Se sucedieron los palos, las patadas, la exhibición de fuerza mientras no muy lejos, unos españoles se desgallitan con el : - A por ellos, ohé..., a por ellos- y como si estuviese escrito, polacos y rusos terminan con las pocas fuerzas que les quedan.
No muy lejos, el negro carro de combate blandiendo porras también negras, se va acercando poco a poco, sin prisas, estudiando el campo de batalla porque, no siendo superiores, tendrán mucha más ventaja. Los que combaten sólo están pendientes de no recibir palos y sí darlos, es tal el jaleo, que compañeros, ciegos de ira, se golpean entre ellos, sin darse cuenta que juegan en el mismo bando.
Y es que apenas hace unos días, todos alegres ocupaban aviones, autobuses, autos propios, trenes para ver fútbol, era lo que pensaban y querían. Sus cánticos por las calles los delatan y no gusta al enemigo, por lo regular matones que se han rapado el pelo, que ocupan todos los días una parte del gimnasio, que su madre es feliz porque no tiene que cocinar, todo lo come crudo comenzando por la carne. Sus botas los delatan, sus muñequeras llenas de tachuelas también, su ropa negra es única con su saludo imitando y recordando tiempos terribles para la humanidad.
Tras las detenciones y los hospitalizados que son muchos, saldrán por la tele los presidentes de los equipos alegando que no entienden nada de lo ocurrido, que les duelen los sucesos aunque en su interior hace tiempo que no estuvo tan contento y da un abrazo al otro presidente, con una sonrisa de oreja a oreja que queda muy bien para los periódicos.
No comprendo estos comportamientos y menos los puedo comprender, con esta bandera española comprada en los chinos que tengo en la ventana y que el viento, la hace flamear, tanto, que me golpea la cara como si fuese un látigo.
Me cuentan, que en el partido de España-Italia, en una de las gradas, dos españoles hablaban. El uno que comenta los pocos italianos que hay en el campo a lo que su compañero, responde: -Es que Italia está en crisis-.
Pan y fútbol para las hordas. Fútbol si puede ser a diario sin pensar en la mujer que ha quedado en la casa zurciendo unos calcetines. ¿María, dónde me has puesto la bandera que hoy arrasamos?. Y María sumisa le entrega la dichosa bandera, se dan un mínimo beso en el rostro. Ella a continuar con el zurcido, él a desmadrarse, a insultar al árbitro con palabras soeces, juramentos terribles, bofetadas al diccionario que mañana, trajeado, se pondrá al frente de la fábrica aunque primero, irá como todos los días, a misa.
Y las fumarolas que te van llegando del paisano que muy cerca, con un puro enorme en la boca, toma aliento, suelta humo que recibes sin poder casi respirar. No le digas nada, cambiarte de asiento que con suerte no habrá otro faltando a todos los que le rodean. Es el fútbol, un deporte.
Hoy juega España, me da que desde que se les murió el pulpo Paul, no salen muy seguros al campo. Ante sí, como el pulpo les decía el resultado...
Hace tiempo que dejó de interesarme. Hace muchos, muchos años que no recibo palos y por supuesto, que tampoco los doy.