Me detuve para mirar la esbelta chimenea del crematorio. Al poco, un humo blanco partió con suavidad a lo alto, para detenerse poco más abajo de donde los aviones vuelan y de ese modo no ser molestado, aunque a veces, algún piloto desaprensivo, que los hay, se sale de las normas y vuela más bajo, lo altera todo pero no tarda mucho en quedar como antes, reunido. Esto me lo imaginaba mientras aquella espirar subía, subía al tiempo que a su vista iban apareciendo las rías de Ferrol, Ares con Puentedeume y poco más abajo la de Coruña con su brillante monolito del Milenium. Siguió subiendo tanto, que a su vista, todo era un verde minúsculo pero muy bello.
La otra parte, que por si sola no puede elevarse, se recoge para más tarde ser depositada en el mar que tanto quiso, en el río que tanto amó. Dicen que de la tierra venimos y a ella volvemos pero, si podemos escoger, es normal que prefiramos un río y el Eume, hermoso entre los ríos hermosos de nuestra Galicia y así, mientras el agua te lleva, va dejando trocitos muy pequeños de ceniza pegados a las hierbas que crecen a ambos lados. Más tarde, sé que sucede, cuando aparece el viento fuerte del norte, empuja suavemente esas moléculas que al poco navegan en lo alto cerca de donde vuelan los aviones y una vez allí, es fácil que se encuentren con el humo que les perteneció que, con la experiencia que ya ha adquirido, pueden ambos viajar de un lugar a otro sin separarse jamás. Sucede también que en el deambular se encuentran con antepasados o más cercanos que también en su día se fueron porque, siendo la naturaleza tan sabia como es, algunas veces falla con los humanos, o fallan estos últimos. Los días que hace frío bajan humo y cenizas al valle y allí duermen en forma de rocío por eso, es bueno no asustarlo cuando lo encontréis por los campos, sobre la mullida hierba, dejarlo quieto y si tenéis mucha sed, beberlo que no está prohibido, para conseguir mayor felicidad si cabe.
Para ellos ahora sabios, nosotros somos una especie de rosal. Las espinas poco a poco nos van cayendo, a causa de nuestros cabreos, nuestros enfados, nuestras apatías, desprecios, nuestros miedos también. Lo que no me explico es como a ti, quedándote todas las espinas, estando siempre, siempre alegre, te vino a llamar el rocío que ayer volaba bajo, que lo vi temprano, que lo ocultaba todo. Había mucho más que nunca. Ahora sé que te esperaba.
Chelis, Chelis, Chelis que te fuiste con él curiosa, nunca pensaste que era tan poderoso y ya ves. ¿Tanta prisa tenías o más bien te empujaron?. Es es la duda que me quedará siempre, una amiga tan llena de vida no se puede vaciar tan pronto. Primero fue una espada, espada que nadie quitó, que permitieron se te clavara otra y otra más y cuando llegó el sensato, es demasiado tarde, dijo. para marchar a continuación. Lo único que puedo hacer es escribir mientras unas gaviotas se acercan a la casa jugando, están a punto de golpear el ventanal, más con un veloz giro vuelven al inicio de su vuelo. En Ribadeo hablamos de ellas, de sus movimientos rápidos, de su inemensa libertad y me queda una pregunta en el alma, si te merecía la pena iniciar tan pronto el vuelo con la libertad, seguramente era superior a ti el no elevarte sin las ataduras que la naturaleza ha impuesto a las personas para diferenciarlas de los pájaros. A muchos nos pasa, que cuando lo tenemos todo nos la jugamos e inciamos el vuelo suceda lo que suceda. Ahora que no estás, no te puedes imaginar gaviota, como te echamos de menos.
Ayer me senté ante la caja de madera que te amparaba. Incié contigo un nuevo pasear por entre las moles que forman Las Catedrales. Mercedes y su gran bolso delante, siempre con prisa sin llegar a parte alguna. Tú más pausada la seguías llevando en las manos una vieja Nikon de carrete y en el bolso una pequeña digital. Detrás yo, viendo como lo mirabas todo, como te admiraban las formaciones que a mi asustaban y pensaste unos momentos en la Prehistoria. Hice una foto en que tú, a la vez, fotografías una cueva que tenía para mi, soñador, forma de fantasma. Al lado otra cueva también con una forma parecida, me apropié de ella para regalar a la cámara que llevaba. Cada uno con su fantasma, el mío tenía pinta de macho disfrazado de hembra, de maricas, vamos; que no es para tanto. Reíamos..., ¿hasta cuándo?.
Al final, no hizo falta mantel, comimos como reyes en tiempo de bonanza y de caza. Luego caminamos los tres en busca al menos para mi, de cosas nuevas y vaya si las hubo. Por eso, al disco que te envié, le puse con paciencia la mejor música que se le puede dar a unas Catedrales.
Ayer, cuando el humo que salía de la chimenea estilizada subía a lo alto, volvieron a mi las injusticias, para tí, para todos los que dejas en la casa que viviste, para todos los que te queríamos verte siempre feliz, como feliz estabas y hasta para todos aquellos que al final escriben, no sabe no contesta, que en su día te vendían el periódico, el pan, ponían la rueda derecha al coche o el que te vendía un libro en cualquier tienda.
Tu hija Tamara, Carlos, Mercedes, hermanos, tampoco eran merecedores de tanto dolor que has dejado, que con el tiempo más o menos se va -a todos nos ha sucedido-, pero siempre quedarás en nuestro pensamiento tú y tu risa y aquí, a quien no hay que echar culpa, es a la manzana que aquella pareja se comió en un jardín, porque si no lo llegan hacer seríamos inmortales. Lo fui una vez, es un aburrimiento, se pasa mal. Con lo que no estoy ni estaré jamás de acuerdo es esa norma en que mientras no se caigan todas las espinas del rosal que cada uno tenemos, nadie, nadie puede morir. Contigo rapaciña, ha fallado.
Que se vayan los que no quieren vivir más, los que sufren día a día, hora a hora porque la edad les va comiendo el alma y no el corazón como dicen, los que no valen para nada y me incluyo, los que no esperan ya nada y me incluyo y hasta los que sobramos; pero cuando está uno en lo mejor de la vida; ¡zas!, un hachazo mal dado te lleva a lo alto, cerca de donde los aviones vuelan pero no así las águilas por tanta altura que hay.
Tengo un amigo, hoy abogado, que en sus tiempos de juventud se fue, no se si voluntariamente a un convento de frailes de trabajo y oración perpetua. El chaval que llevaba la guitarra comenzó animarlos, construyeron un sala de teatro, una piscina, contaban chistes, vamos, que la comunidad era feliz hasta que llegó de no se sabe donde el soberano que al ver aquel desmadre, echaron al chaval y a su guitarra.
Me gustaría que allá en donde estés, si te ha tocada gente aburrida, los pongas a caminar; que para tristezas aquí abajo, pero hazlo porque lo de los serafines con trompetas me parece que es una tontería, vamos, que no hay tal, ni sentadas en las nubes como ese queso que estiran sobre el pan. No rcuerdo el nombre, que a mi las marcas nunca me han preocupado. Ojalá que con tu gente bajéis un día al río en donde la lancha de Manolo dormita porque nadie la ocupa. Darle vida, todos a bordo y avante despacio, la familia apoyada en la borda vayan recordando y señalando: -Aquella la casa de Carolina. Qué buenas manzanas tenía-,- allá la de Pedro al que le cogíamos fruta porque nada daba-, -la de Antonia, viuda de Pedro-y en lo alto del monte, ¿qué antenas han puesto...?, ¿para qué son?. Alguien responde que son de telefonía. -¿Qué es eso?, preguntará el bisabuelo..., cousas do demo- a coro responden. Y así, poco a poco van desgranando hechos y sucesos vividos. - Y allí mi casa y un poco más arriba la de Mercedes-. Y el barco suave, abre carreteras en el espejo de la mar. De vez en cuando unas truchas juegan a ver quien está más tiempo fuera del agua. Las personas jugamos al revés.
Siguen ahora con la torre de los Andrade en donde un día, caminando por el monte, vi a un corzo cruzar la carretera, era la primera vez que lo veía, me hizo feliz; como feliz me hizo ver por primera vez unas piñas de percebes que me enseñasteis Mercedes y tú en lo alto de una roca de las Catedrales. Falta una perdiz que me esperó una mañana soleada en lo alto del Pieiro, a donde llegué después de subir en vertical un buen monte, huyendo como un cobarde de una manada de perros preparados para la lucha.
Hay quien dice, y lo creo, que algunos penitentes de los que van a Teixido porque no fueron de vivos que es lo mandado, al regresar lo hacen por el monte Breamo, bajan al mar y allí se hacen con su casa o vivienda, una caracola muy hermosa, muy difícil de pescar y es que tienen el cuerpo entero hundido a excepción de un pequeño periscopio que asoman para avisar cuando viene una lancha al arrastre. Y es lógico que vivan entre nosotros porque pacientes van esperando el día en que todos, todos les acompañemos a la gran fiestas. A partir de ahí, volveremos a ocupar la Tierra. Los chinos no. Está estudiado, que son muchos.
Chelis que estás en los cielos, gracias por tanto en tan poco tiempo. Desde hace un tiempo has ocupado un gran espacio en donde tengo los pensamientos y de ahí, palabra que nadie aún ha salido, ni le dejo. Ya dije que más tarde o más temprano nos veremos, de ser así me pido el mar y como mi vivienda, la caracola rosa, la que pierde tanto aceite. Es igual, por donde navegues, te tendré presente, te seguiré queriendo, amiga del alma.
Ayer por la noche, alcé la vista al cielo, una estrella que brillaba más que el resto, me hacía guiños.
Si esta noche vuelves, tomaré un cuento y te lo leeré en voz alta, tal como lo hacía en el portal de la casa en que vivíamos en Canido. Eras muy pequeña... Érais muy pequeños aquellos que en silencio escuchábais.
Un beso.